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domingo, 26 de enero de 2014

El triunfo de la política-espectáculo. Un artículo de Enrique Bethencourt en 'La Tiradera'.


Imagen: Walt Disney - James Vaughan (x-ray delta one), en www.flickr.com (Lic. CC BY-SA)

Algunos compañeros del blog hemos leído el artículo que reproducimos a continuación, del periodista canario Enrique Bethencourt. Nos ha parecido un texto más que interesante y muy de actualidad. Es un artículo muy breve, pero coloca encima de la mesa algunas cuestiones sobre las que todos debiéramos reflexionar, desde el sosiego y la honestidad intelectual.
Aprovechamos su difusión para presentar en este blog el perfil de Enrique Bethencourt y su blog La Tiradera.
"Canario abierto al mundo" como se contempla a sí mismo, Enrique Bethencourt estudió Filosofía y Ciencias de la Educación, formación que ha completado con un máster en Comunicación. Como periodista es un conocedor de todos los medios (ha hecho radio, prensa, televisión…). Actualmente se le puede escuchar a diario en la radio en el programa El Espejo Canario; también en El Cocedero, en Radio Tagoror (Santa Lucía). En la televisión canaria (RTVC) suele participar en el programa El Envite y en Buenos Días Canarias, como también en El Debate de la 1 de TVEC. Anteriormente estuvo en Canarias7, Punto Radio, La Isla, Canariasaldia.com, etc. En su dilatada carrera fue codirector -junto a Tony Murphy - de la revista de pensamiento Disenso
La Tiradera es el blog personal de Enrique Bethencourt. Se trata de una bitácora digital que merece la pena que figure en nuestra lista de blogs a seguir. Dice el autor en la presentación de su blog: "Las pequeñas piedras que lance desde La Tiradera pretenden contribuir abiertamente al debate, asumiendo el riesgo de los inevitables errores en la puntería..."

Cabecera del blog La Tiradera, de Enrique Bethencourt

Fuente y ficha del artículo
Autor: Enrique Bethencourt
Título: El triunfo de la política-espectáculo
Publicado: blog La Tiradera, latiradera.wordpress.com
Notas: la imagen que encabeza la entrada es añadido nuestro. La negrita es del autor.


El triunfo de la política-espectáculo
Enrique Bethencourt

Una adolescente cuelga en la red y distribuye por wassap un video que, sin tapujos, muestra a sus compañeros de instituto y al mundo las relaciones sexuales que mantiene con su novio. Ocurrió hace unas semanas. Su exhibicionismo tiene un fin último, que no esconde: el que su singular hazaña se vea recompensada por la presencia en uno de los programas de la telebasura, permitiéndole dar el salto a la fama y, tal vez, conseguir dinero para satisfacer algunos caprichos.

Probablemente no sea algo excepcional viendo los personajes que campan por numerosas cadenas y sus más que dudosos méritos. La reina de ese Carnaval desestacionado es, sin duda, Belén Esteban, la señora que publica libros que no escribió pero que se venden como roscas. Y que de atreverse a dar el paso de presentarse a las elecciones generales con el partido de sí misma, no sería la primera, obtendría grupo parlamentario propio; lo que confirma que, en la vida, en la literatura y en la política, todo puede llegar a ser manifiestamente empeorable.

Para mucha gente, el objetivo es lograr notoriedad y dinero, no necesariamente por este orden, y no precisamente por las vías del estudio y del trabajo. Salir en las primeras páginas de las revistas y estar permanentemente en las distintas cadenas televisivas. Ser halagado y envidiado. Sentirse importante.

Y, si les place, denigrar a aquellos que en el pasado le indicaron que si no estudiaban lo ibas a tener difícil. Como ese futbolista que esperó a sus antiguos profesores a la puerta de su instituto para mostrarles su millonario coche deportivo, al que ninguno de los docentes podría aspirar en su vida.

La tele se convierte en la medida de todas las cosas. También en la política. En ella, y también ahora en Internet y en las redes sociales, vemos la proliferación de periodistas y políticos profesionales de las tertulias, más repetidos que una estampa. Con Marhuenda a la cabeza de tan afamado y selecto club.

Actuación

El discurso meditado y con contenidos está siendo sustituido por la más espectacular actuación mediática, también en el Congreso de los Diputados o en el Senado. Ganan espacio actores y actrices políticos con intervenciones prefabricadas por expertos que buscan satisfacer lo que mucha gente quiere oír. Y que suelen obtener el aplauso fácil.

“¡Qué duro le dio al ministro!”, “Habla muy bien”, “Canta las verdades”, “No dejó títere con cabeza”, señala parte de la audiencia. Y así, personajes populistas de los que no se sabe qué proyecto político tienen, ni cuáles son sus alternativas económicas ni sociales, se ganan un hueco y reciben entusiastas aclamaciones.

No es una exclusiva de la derecha o del centrismo más o menos confeso. También en la orilla izquierda se reproducen esos comportamientos. El rigor, la seriedad en los planteamientos, la profundidad argumental, las alternativas sensatas tienen todas las de perder ante la buena imagen frente a la cámara o los chascarrillos y soflamas demagógicas ante cualquier micrófono.

Páramo 

En tiempos de masivo rechazo hacia la política, los partidos y las instituciones, parece que es la hora propicia para los que se dicen desmarcarse de la misma, aunque la ejerzan hace 35 años, o para los que colocan titulares llamativos, aunque detrás de ellos se encuentre un enorme vacío, un verdadero páramo ideológico y político. Situación que tiene, a veces, su correctivo: muchas de esas estrellas político-mediáticas se apagan pronto por cansancio ante el consumo reiterado del producto o por la aparición de una más novedosa, aún por conocer y devorar.

En medio de ese panorama me cuesta mucho entender la mitificación de las primarias o de las listas abiertas. Es verdad que las primarias pueden suponer, especialmente en los grandes partidos, una amplia movilización de militantes y simpatizantes, lo que no es poco, además de un indudable impacto mediático; pero no garantizan en modo alguno que del proceso salgan elegidas las personas más cualificadas y con mayor compromiso individual e interés en integrar proyectos colectivos de transformación de la sociedad, más allá de su proyección personal.

Como también cuestiono la financiación exclusivamente privada de los partidos, al modo anglosajón, que algunos reclaman, y que facilitaría aún más la presión de lobbies económicos sobre partidos y gobiernos. Prefiero la exclusivamente pública; eso sí, con rigurosos controles y sin la obscenidad de la condonaciones bancarias de los préstamos.

Cierto es, se me dirá, que tampoco se garantiza el acierto con los tradicionales métodos de elección de líderes en el seno de los partidos, mediante asambleas, congresos o a cargo de sus direcciones.

Pero considero que, al margen de los métodos, que nunca deben ser mitificados sino valorados en su justa medida, con sus pros y sus contras, el problema de fondo es otro: cómo desarrollar programas que respondan al interés general, cómo potenciar liderazgos democráticos, abriendo cauces para una sociedad participativa y crítica… y siempre aspirando, es mucho aspirar, a que la política y los medios de comunicación sean algo más que un puro espectáculo

————-Puede seguirme también en Twitter: @EnriqueBeth

La televisión

Los Escárate no tenían nada, hasta que Armando trajo esa caja a lomo de mula.

Armando Escárate había estado todo un año fuera de casa. Había trabajado en la mar, cocinando para los pescadores, y también había trabajado en el pueblo de la Ligua, haciendo lo que se ofreciera y comiendo sobras, noche y día trabajando hasta que juntó la alta pila de billetes y pagó.

Cuando Armando bajó de la mula y abrió la caja, la familia se quedó muda del susto. Nadie había visto nunca nada parecido en estas comarcas de la cordillera chilena. Desde muy lejos venía gente, como en peregrinación, a contemplar el televisor Sony, de doce pulgadas, a todo color, funcionando a fuerza de batería de camión.

Los Escárate no tenían nada. Ahora siguen durmiendo amontonados y malviviendo del queso que hacen, la lana que hilan y los rebaños de cabras que pastorean para el patrón de la hacienda. Pero el televisor se alza como un tótem en medio de su casa, una choza de barro con techo de quincha, y desde la pantalla la Coca-Cola les ofrece chispas de vida y la Sprite burbujas de juventud. Los cigarrillos Marlboro les dan virilidad. Los bombones Cadbury comunicación humana. La tarjeta Visa, riqueza. Los perfumes Dior y las camisas Cardin, distinción. El vermut Cinzano, status social; el Martini, amor ardiente. La leche artificial Nestlé les otorga vigor eterno y el automóvil Renault, una nueva manera de vivir.

Eduardo Galeano, ‘El siglo del viento’, 1986

Enrique Bethencourt


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Algunas entradas relacionadas con temas tratados en el artículo de Bethencourt, que podrás encontrar en el blog del viejo topo:


2 comentarios:

  1. Estamos contentos. Ya desde hace unos años teníamos “televisión basura” que algunas cadenas inventaron (entre otras Canal 9) y potenciaron. Ahora nos hemos sumergido en la “política basura”, sobre todo en Cuatro y La Sexta.
    Es muy curioso que ambas cadenas tuvieran su origen en gente próxima al PSOE.

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  2. Llevo algún tiempo con la antena rota. Y no pienso arreglarla:-))

    ResponderEliminar

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