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jueves, 22 de enero de 2015

La cueva en la que Stalin recibía instrucciones del Diablo. Recordando una anécdota del franquismo.



Si me preguntáis qué primeros recuerdos tengo de la idea de lo que era un comunista, os diría que me vienen tres a la cabeza en mi ya lejana infancia-pubertad.

El primero es que existía una especie de bruja mala, malísima, llamada La Pasionaria, entregada en cuerpo y alma a hacer el Mal, y que vivía en un país, imaginario para mí, llamado Rusia. Por alguna extraña asociación de ideas, la imaginaba con un grano enorme en la nariz.

La segunda es que los comunistas, aunque no supiera lo que eran, pensaba que debían ser... un pecado muy gordo, tan grande que tan siquiera se podía nombrar el término: mejor hablar de "los rojos". E iban contra el Niño Jesús. De manera que cada vez que veía una imagen del Niño Jesús pensaba en la extrema maldad de esos rojos que querían hacerle daño.

Y la tercera, como no, el oro de Moscú. Porque los rojos, en su extrema maldad, habían arruinado a España llevándose todo el oro a Moscú para dárselo a los otros rojos que vivían en el imaginario país de Rusia. Solo por odio. ¡Hacía falta ser malos para hacer eso! Menos mal que vino Franco y nos salvó de los rojos.

Eran otros tiempos. Tiempos en los que un oscuro profesor de Religión, Don Jesús D.P., nos hacía entrar en estado de shock al hablarnos de las miles de vidas humanas que asesinábamos y enviábamos por el desagüe del baño cada vez que nos masturbábamos. Maldita coincidencia, en aquella tarde oscura de tormenta, escuchábamos el ensordecedor sonido de los truenos mientras nos arengaba Don Jesús. Así que cada vez que mis hormonas tocaban la trompeta, una vez aplacado el natural furor, un sentimiento de culpa me invadía: yo era un genocida compulsivo y me esperaba el Infierno. Mil veces peor castigo que el que te saliesen granos en la cara a causa del cachondeo hormonal propio de la edad.

Era la España de Franco. El tardo-franquismo como luego se le llamó, vivo y coleando durante toda la Transición.

Hoy, mi compañero de blog Manuel García (ver su última entrada "La tragedia griega en el siglo XXI"), me contaba una anécdota que ahonda en ese imaginario político-social del franquismo que dio cuerpo al más kafkiano anti-comunismo. Manuel, Manolo, es un veterano comunista, militante del PCE desde el 76 y luego también de Izquierda Unida (IU) hasta el momento actual. Voluntad de hierro para un compromiso firme, mente fría para pensar y corazón caliente para poner toda la pasión en resistir contra la barbarie, Manolo siempre ha sido militante de base. Aguantó los tiempos más difíciles sin dejarse comprar por ese PSOE que secuestró una gran parte del voto de los trabajadores durante 30 años. Y ya jubilado sigue en la lucha como el primer día, sin perderse una movilización ni una asamblea o reunión. Por su nivel de compromiso, pasión y firmeza, para mí representa el perfil del militante que necesitamos en la izquierda. Que aprendan otros, más jovenzuelos y profesionales de la política, que alegando que son de izquierdas y que se sienten defraudados por Cayo Lara, salen corriendo para irse con los que no son ni de derechas ni de izquierdas (no hace falta dar nombres).

El caso es que tuve con él un intercambio de pareceres acerca de algunas cuestiones relacionadas con la URSS, en cuya historia es un experto. Y ya al final, Manolo me contaba una anécdota que -con su permiso- paso a reproducir:
 Con respecto a Stalin, os voy a contar una anécdota que yo he vivido. Era en verano, 1951 o 1952, no sé el año, pero entre esos dos años. Era verano porque no tenía colegio y estaba de veraneo. Supongo que era en 1952, pues el protagonista fue Gabriel Arias Salgado, ministro de Información y Turismo desde 18 de julio de 1951 hasta julio de 1962. Lo oí por la radio, en las noticias de RNE, cuando todas las emisoras tenían que conectar. Decía más o menos lo siguiente:
 "Stalin, cuando va a su tierra de Azerbaiyán, se mete en una cueva donde va también el diablo que le dice lo que tiene que hacer y por eso Stalin tiene tantos éxitos en la política".
Palabrita de Marx (Karl) que lo he oído, y me impresionó y, entonces, me dio mucho miedo (yo podía tener siete u ocho años).Por cierto G. Arias Salgado fue el padre de Rafael, ministro con UCD, y Fernando, diplomático.

Gabriel Arias-Salgado y de Cubas.
Jurando cargo ante la mirada de Franco.

Según recuerda Manolo, en la locución se dijo Azerbaiyán, y no Georgia, que era la tierra de Stalin.

Por cierto, también en España llegó a circular, en el primer franquismo, el imaginario de que los comunistas comían niños. En Italia, esto formó parte de la campaña del Vaticano contar el PCI en las elecciones de 1948 (ver en este blog "La campaña de EEUU y del Vaticano contra el PCI en las decisivas elecciones de1948 (2 de 3). El papel de la Iglesia").

Un poco de humor para terminar: Stalin, "Voy a comerme a tus hijos".



3 comentarios:

  1. Os voy a contar otra anécdota.... tendría yo unos 6 años, más o menos cuando tu naciste... y nos hablaron de Stalin en el colegio contándonos cómo desde qué el llegó al poder en Rusia ¿? allí había miseria, hambre, las mujeres se cambiaban de familia, es decir, pasaban de un hombre a otro, y los niños cuando nacían se los quitaban a sus padres para llevar los a un internado donde les lavaban el cerebro.... el hambre no me llamo mucho la atención, lo de las mujeres no lo entendí, pero lo de los niños me horrorizo tanto qué lleguen gritando qué que había que salvar a los niños de los comunistas.... mi abuelo me sentó en su regazo y tratando de consolarme me dijo... "no te preocupes y cuando te digan esas cosas de los comunistas no las creas, yo nunca te miento ¿verdad?, pues yo te digo que no es cierto, ven me lo cuentas y yo te doy un beso".... años más tarde supe que mi abuelo era comunista, estuvo en la cárcel y le conmutaron la pena de muerte, por trabajar para el patrón qué trabajaba antes....

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    1. Hola Vichi. Quizá el problema de los españoles es que los cerebros de los niños se han lavado mucho, y de verdad, desde muy pequeños y están ahí sus efectos.
      Es verdad que ese lavado se hace en la generalidad de los países occidentales, pero en España mucho más brutalmente.
      Lo que cuentas que te decían de Stalin en el colegio, a mí me lo contaron multiplicado por tres. Hay que deslavarse el cerebro, y es difícil. Siempre está allí el software que te programaron en los primeros años.

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    2. El lavado de cerebro fue brutal
      un bikiño, Vichi.

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