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jueves, 8 de agosto de 2013

Del PCE y de la unidad de la izquierda. A propósito del artículo de Anguita "Un partido comunista, no es un partido cualquiera".



Del PCE y de la unidad de la izquierda

Sólo una vez tuve ocasión de intercambiar unas breves palabras con Santiago Carrillo. Fue hace muchos años, durante una conferencia suya en la Facultad de Derecho de Santiago. Escuché a Carrillo hablar de unidad de la izquierda aquella tarde. Durante el turno de preguntas pude dirigirme a él y le pregunté -a propósito de la "unidad"- por qué no mencionaba la necesaria unidad entre las organizaciones comunistas existentes y cómo veía él esa asignatura pendiente. A pesar del impenetrable rostro de jugador de póquer que normalmente caracterizaba a Carrillo, antes de terminar mi pregunta pude intuir, por su expresión, que le agradaba poco. Con tono seco y de manera telegráfica, se limitó a decir: "la unidad de los comunistas españoles ya se ha logrado dentro del PCE".  Y sin perder tiempo pasó al siguiente en el turno de preguntas.

El hombre que así me contestaba, tiempo más tarde fue el mismo que intentó liquidar el PCE en beneficio del PSOE, dejándolo herido de muerte en plena travesía por el desierto. No cabe duda que la salida de Carrillo del PCE fue beneficiosa para esta organización. Pero esa es otra historia.

No sabría decir si no llegué a entender la respuesta de Carrillo aquel día en Santiago, o no quise llegar a entenderla. Sin embargo a menudo la he tenido en cuenta al reflexionar sobre la división del movimiento comunista y de la izquierda en general. Es posible que en términos de votos, de número de militantes y de impacto social, no sean excesivamente significativas el resto de las agrupaciones comunistas que han sobrevivido a aquellos años. No obstante, tal desunión no deja de ser la historia de un fracaso de unos y de otros pero, sobre todo, el síntoma de una enfermedad. Enfermedad que consiste en la irresistible tentación por sumergirnos en dos tipos de bucles, uno pretérito y otro futurista.

Digo que nos sumergimos en un bucle de carácter pretérito, en el sentido en que tiene por objeto las discusiones ideológicas sobre hechos históricos, cuya relevancia social en los tiempos en los que vivimos es muy inferior a la que nos parece. Tales discusiones con frecuencia meten también a los teóricos clásicos por medio como si de textos canónicos se tratasen, acostumbrando además a dejar fuera de toda consideración aportaciones más recientes de vital importancia en la fase actual del capitalismo (ejemplo de ausencia, una buena parte de la crítica al desarrollo y post-desarrollo; ejemplo de ausencia todavía más acusada, las actualizaciones del pensamiento marxista realizadas en las últimas décadas); el debate en torno a tales actualizaciones y aportaciones, sí tendría un carácter presentista, sería altamente operativo de cara a la praxis y enriquecería nuestro software teórico-ideológico. 

Y digo bucle futurista, porque nos encanta dilucidar cómo será o debe ser la toma del palacio de invierno. Cuestión esta última que viene referida a un futuro tan lejano que nadie acierta a vislumbrar y que, hoy por hoy, está más en el deseo que en la realidad, más en el plano onírico que en el plano de lo tangible.

En otras palabras, teniendo enfrente una montaña, nos refugiamos en la discusión de lo que haremos cuando lleguemos al otro lado (futuro lejano incierto) o de lo que hemos hecho hasta llegar aquí (pasado), olvidando que lo más importante y previo es subir la montaña (presente). Sumergidos en tales bucles, a menudo parecemos teólogos discutiendo sobre dogmas de fe, más que personas críticas comprometidas con la transformación de la sociedad. 


La Vida de Brian, fragmento. Tomado del canal de lenin rojo en Youtube

Me viene todo esto a la cabeza porque en los últimos días se mantuvo una interesante discusión con compañeros comunistas en un foro del diario Público. Discusión por momentos apasionada y tensada, pero que no debiera generar malestar personal (al menos así lo espero de corazón). Entiendo que las heridas abiertas en el pasado en el seno de la familia comunista fueron de tal magnitud, que todavía hoy en día los demonios de ese pasado llevan a enfrentamientos en el presente, bloqueando el futuro. La decepción e impotencia de la lucha, no pocas veces empuja a refugiarse en el cultivo del narcisismo político, que siempre resulta un muro que impide la convergencia de esfuerzos. 

Pese a todo, el tema de la unidad de los comunistas no creo que hoy en día sea una cuestión tan prioritaria como lo es la necesidad de converger unos y otros en un frente amplio de izquierdas en torno a programas y objetivos concretos a corto y medio plazo, junto a otros partidos, organizaciones y movimientos sociales de muy diverso signo. Pensemos que las mayores diferencias están sobre todo en el largo o larguísimo plazo, algo que no debiera ser motivo de preocupación y discusión hoy. No debemos enfrascarnos en discusiones en torno a lo que tiene que ser al otro lado de la montaña, ni sobre lo que ha sido hasta llegar aquí. Tenemos una montaña que subir y eso es lo más inmediato. No pongamos el carro delante de los bueyes. En este sentido y poniendo un ejemplo, me parece que tuvo más importancia negativa la salida del PCPE de IU en 1989, que la imposibilidad de su reagrupamiento orgánico con el PCE. Es un mero ejemplo ilustrativo.


Viñeta de Manel Fontdevila (nota 1)

La diversidad de formas de entender la izquierda, no debe ser impedimento para la unidad de acción a corto y medio plazo. Entre otras cosas porque el margen de maniobra en ese corto y medio plazo es tan escaso, que alcanzar acuerdos programáticos no debiera resultar difícil. Esto exige cambiar la cultura política de la izquierda, aprender a luchar y a trabajar con respeto y armonía con quienes tienen una visión diferente del pasado y del futuro a largo plazo. Sólo desde la unidad de acción será posible luchar con un mínimo de garantías frente a la crisis sistémica y a la oligarquía. Se trata de convergencia en frentes amplios que pueden asumir diferentes grados de integración interna entre sus partes, maneras distintas de articulación orgánica, pero que deben recoger el más amplio espectro posible de organizaciones políticas y movimientos sociales, asumiendo la democracia horizontal como vector de su funcionamiento. Syriza en Grecia, el Front de Gauche en Francia, Die Linke en Alemania, el Bloco de Esquerda en Portugal, Izquierda Unida en España..., son ejemplos y variaciones posibles de esta idea. La suma puede convertirse en multiplicación, como se ha demostrado con AGE (Alternativa Galega de Esquerdas) en las pasadas elecciones autonómicas gallegas. Ello con todos los problemas y dificultades que esto conlleva; con todo el efecto de jaula de grillos que a veces tales alianzas proyectan; con todas las tensiones internas que puedan existir. La transformación de la sociedad (futuro) comienza por saber construir esa nueva cultura política (presente). Porque el minifundismo político de la izquierda nos conduce al precipicio a todos, dejando vía libre al latifundismo político de la clase dominante. 

Al margen de lo anterior, estoy con aquellos que opinan  que es necesario que exista un partido comunista. Habrá quien considere que es una mera pieza política arqueológica. Yo considero que no y creo que las razones las ha expresado muy bien Julio Anguita, en un artículo publicado en Mundo Obrero en su número del pasado mes de junio, titulado "Un partido comunista, no es un partido cualquiera. Decían Marx y Engels"Anguita ha condensado en pocas palabras, de forma didáctica, el planteamiento raíz que debe guiar a un partido comunista y su razón de ser hoy en día. Planteamiento que resulta, sin duda, muy diferente de los principios que orientan la acción del resto de los partidos políticos. No se trata del poder por el poder, ni de acceder a un gobierno a cualquier precio. Se trata de transformar la sociedad, integrando las pluralidades presentes en el movimiento emancipador, siguiendo estrategias que jamás pierdan de vista esta meta suprema transformadora y emancipadora. Destaco especialmente la mención que realiza Anguita a las dos condiciones bajo las que debe darse la participación institucional. Reproduzco íntegramente el artículo (las negritas,  imagen del texto y notas biográficas son añadidos míos). 
@VigneVT

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Un partido comunista, no es un partido cualquiera. Decían Marx y Engels.
Por Julio Anguita, en Mundo Obrero

Para nosotros, el comunismo no es un estado que debe implantarse ni un ideal al que ha de sujetarse la realidad. Nosotros llamamos comunismo al movimiento real que anula y supera al estado de cosas actual. Esta cita sacada de La ideología alemana, obra escrita entre 1845 y 1846 por Marx y Engels, contiene el germen de lo que en el Manifiesto Comunista (1847-1848) ambos autores exponen en los apartados I, II y IV del mismo.

En el capítulo I titulado Proletarios y Burgueses se afirma que Los comunistas no forman un partido aparte opuesto a los otros partidos obreros. No tienen intereses algunos que no sean los intereses del conjunto del proletariado. En el capítulo II que lleva por título Proletarios y Comunistas, se dice que Los comunistas se distinguen de los demás partidos proletarios en que, por una parte, en las diferentes fases del desarrollo por el que pasa la lucha entre el proletariado y la burguesía representan, siempre, los intereses del movimiento en su conjunto

Y finalmente en el apartado IV que lleva por nombre Actitud de los comunistas ante los diferentes partidos de la oposición hay toda una relación de ejemplos en los que se demuestra la flexibilidad, desde la cohesión con el horizonte irrenunciable, con que los comunistas luchaban y se aliaban en cada país sin perder de vista el objetivo final. Sorprenden las diferentes alianzas establecidas por los comunistas en Francia, Suiza, Polonia y Alemania.

Estos textos leídos a los más de ciento setenta años de que fueran escritos siguen teniendo, mutatis mutandis, vigencia y actualidad. ¿Qué tipo de partido es el adecuado para aplicar tácticas diferentes, según el lugar y la coyuntura, a la vez que mantiene una estrategia invariantemente ligada al objetivo final? ¿Qué organización basada en la participación democrática, la igualdad y la unidad en la acción es capaz de ser uno y varios a la vez, sin perder en absoluto la cohesión? ¿Qué tipo de línea política con claridad en los objetivos finales y la variedad de alianzas coyunturales perfectamente engarzadas en el movimiento superador de las contradicciones de cada momento, hace falta?

Siempre he pensado que un Partido Comunista, en línea con lo que se desprende de los textos reproducidos no es un partido cualquiera; exige un replanteamiento de la militancia, la organización, la táctica, la estrategia y el lenguaje. Y desde luego exige que tal partido esté libre de las ataduras, servidumbres y peajes que significan las elecciones, la política espectáculo y las urgencias mediáticas de cada día.

Los comunistas no podemos ni debemos renunciar individualmente a ser elegidos representantes del pueblo en las diversas instituciones, pero ello con dos condiciones: la una es que seremos candidatos como miembros de candidaturas de grupos, colectivos o alianzas que representen e incluyan toda la pluralidad del movimiento emancipador; la segunda es que a ellas nos debemos en cada momento pero siendo capaces de llevar a cabo lo que en los textos arriba reproducidos se dice.

El objetivo perseguido y las alianzas capaces de conseguirlo deben ser consideraciones prioritarias frente a coyunturas inmediatas y fácilmente traducibles en puestos, cargos o zonas de influencia institucional si ello conlleva perder el contacto, la estima o la vinculación de valores y programas con el movimiento general.

Precisamente estos tiempos que corren con sus especiales características de ruptura de moldes, crisis del sistema capitalista, deslegitimación de unas maneras de hacer política y de aparición y consolidación de un precariado sin horizonte, son los que demandan una organización comunista que en absoluto puede seguir siendo un vivir vegetando, añorando tiempos pasados o especulando con futuros concebidos en sueños. Creo que esta nueva organización comunista, llámese como quiera, es una necesidad objetiva que la realidad demanda.

Julio Anguita

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Julio Anguita, ex Secretario general del PCE
Publicado en el Nº 261 de la edición impresa de Mundo Obrero junio 2013. Disponible en la edición digital de Mundo Obrero

Julio Anguita fue Secretario general del PCE (Partido Comunista de España) entre 1988 y 1998. Sigue perteneciendo al partido actualmente como militante de base. Entre 1989 y 2000 fue también Coordinador general de IU (Izquierda Unida), en la que está integrado el PCE.

 Es el principal impulsor del Colectivo Prometeo y del Frente Cívico Somos Mayoría.



Nota 1 (viñeta de humor)
Manel Fontdevila i Subirana o simplemente Manel F (Manresa en 1965). es uno de los historietistas mejor considerados actualmente en España. Se dio a conocer por sus trabajos publicados en los años 90 en revistas como Puta Mili, El Víbora, Cairo, Makoki, Totem, etc., y más tarde como historietista habitual de la revista El Jueves. Ya más recientemente pasó a colaborar en diarios como Público, La Marea y Eldiario.es Galardonado con diferentes premios, su trayectoria ha generado polémica en ocasiones. En julio de 2007, la revista El Jueves publicaba una portada con una viñeta suya y de Guillermo Torres (link) en la que aparecía de forma explícita el príncipe Felipe manteniendo relaciones sexuales con la princesa Leticia, lo que le supuso un proceso por delito de injurias a la Corona además de provocar también el secuestro judicial del número de la revista. A menudo polémico, siempre incisivo, el humor de Manel F. no deja indiferente a nadie. Su página web es www.manelfontdevila.com

5 comentarios:

  1. Gracias, Vigne, por una entrada tan orientadora como alentadora, y que la viñeta de Manu sintetiza a la perfección.

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  2. Me ha gustado mucho la reflexion. Tanto la tuya Vigne como la de Julio. Hoy dia hay que tener un pacto de izquierdas, pero de la verdadera izquierda, con unas medidas preparadas, es lo de "programa, programa, programa", no unas medidas comunistas, sino progresistas de izquierda, que puedan atraer tambien a gran parte del electorado que vota al PSOE.

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  3. los clasicos como los llama son la base de todo y son imprescindibles. No entiendo bien lo que quiere decir. LUCERO

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    1. Por supuesto, y completamente de acuerdo, que los clásicos en esto y en cualquier otra cosa, son la base y que son imprescindibles. Lo que quiero decir es:
      1º) que no podemos pensar que son una colección de textos "canónicos" cerrados y autosuficientes en si y por si mismos. El conocimiento es acumulativo y no podemos abordar los "clásicos" como hacen los teólogos con los textos sagrados, sea El Corán, la Biblia o lo que sea. Esto va de Ciencia Social, no de Teología.
      2º) Básicamente estaba pensando sobre todo en el marxismo (aunque es extensible a otros "clásicos"). Si hablamos del marxismo como paradigma teórico-epistemológico, es absurdo pensar que el paradigma se cerró tras la muerte de Marx. Siguió desarrollándose durante todo el siglo XX, en ocasiones para superar errores inciales (algunos muy gordos), otras para desarrollar el modelo en temas y/o campos de estudio no tocados por Marx y otras veces han sido desarrollos a partir de interpretaciones y aplicaciones distintas que se hicieron del paradigma original. Un ejemplo de esto es Chayanov y su importancia para entender las sociedades campesinas, o Godelier para entender sociedades tribales como las de Nueva Guinea. Y no hablemos ya de un Gramsci o de otros. Podríamos poner ejemplos por docenas y además en todas las áreas de las ciencias sociales. En algunos casos ha dado lugar a marcos teóricos muy heterodoxos.
      Por ello creo que tienen razón los que hablan de "marxismos" (en plural) y no de marxismo. Precisamente esa diversidad es la prueba de la huella que ha dejado Marx y la prueba de su vigencia y grandeza como pensador.
      3º) Me refería también a que ningún paradigma es autosuficiente. Hay otros marcos teóricos (algunos influidos por el marxismo en diferentes grados, y otros no) que por su aplicabilidad a los problemas del mundo actual, hay que tenerlos también en cuenta, y que además normalmente son sinérgios o complementarios. Hay pensadores y científico-sociales que es imprescindible integrarlos si queremos dar respuestas a los problemas actuales desde el análisis de la realidad social: Foucault, Arturo Escobar, Samir Amin, o Wallerstein o... ¡un montón de ellos!
      Lo que pretendía decir es que debemos saber integrar el conocimiento de las aportaciones más clásicas, con otras más actuales.
      Pero, por supuesto, de acuerdo contigo en que los clásicos son el principio, la base y son imprescindibles. Tanto que, por ejemplo, me parece una auténtica aberración que haya gente que llegue a la universidad sin tener ni idea de marxismo.
      Quizás me expresé mal en el texto. Espero que esto aclare la duda.
      Un saludo :-)

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  4. Julio Anguita: Fines y medios

    http://colectivoprometeo.blogspot.com.es/2013/08/julio-anguita-fines-y-medios.html

    [...] Lo que estamos viendo no es otra cosa que una siniestra ruleta en la que el azar y el croupier llamado mercado sólo garantizan la demora, la dilación, el aplazamiento de lo inexorable. Tanto el FMI como su presidenta la señora Lagarde, han planteado el futuro con toda la crudeza que ya no ocultan: bajadas de salario a cambio de puestos de trabajo ¿dónde? ¿cómo? y revisar a la baja el gasto en pensiones, educación y sanidad. La exigua minoría que se aprovecha de la situación está contenta, sus secuaces también. Y el ciudadano medio que ya no juega a creérselo, únicamente espera que el sol salga mañana de la misma manera que lo espera el reo del corredor de la muerte.

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