¿De verdad estamos ante "una ocasión única"?

"Incongrous Chamber", de Luca Bettarini (Flickr del autor; @besiaman)

Uno de los argumentos utilizados por Podemos y por los sectores filopodemistas de IU partidarios de confluencias a cualquier precio, aunque acaben suponiendo la fagocitación de IU por Podemos, es que estamos ante una ocasión única para el cambio político y social. Esto se pretende sustentar en base a la supuesta crisis del bipartidismo y al descontento social existente. El argumento, por simplista que resulte, acaba teniendo bastante éxito y termina por seducir a una buena parte del electorado potencial de la izquierda (¡cuánto me recuerda a la "ocasión única" esgrimida por el PSOE del 82!). 

Personalmente considero que la "ocasión única" es para que muchos trepas y vividores pellizquen parcelitas de poder, aprovechando las migajas que caen de la (relativa) corrosión del bipartidismo; apenas nada más. En un futuro próximo, veréis mucho del 'qué hay de lo mío', aunque dudo que haya bellotas para tanto gorrino transfugado.

Mi crítica a este supuesto de la "ocasión única" se sustenta, de manera muy resumida, sobre una premisa y una hipótesis.

Premisa: no hubo avance ideológico. Me parece que resulta bastante obvio que la tan cacareada indignación social no se ha traducido en un avance ideológico. En el mejor de los casos ha habido estancamiento y, en el peor, hasta retroceso. Tendemos a olvidar que una persona cabreada no es necesariamente una persona concienciada. El tímido progreso ideológico que se estaba produciendo en 2012 y 2013, se frenó en seco con la aparición de Podemos, que ha sido el virus introducido por el sistema para domesticar el descontento y paralizar las movilizaciones que tenían lugar. 

Hipótesis: sin avance ideológico no existe la posibilidad de un cambio sustancial en las instituciones, en caso de que llegasen a ser gestionadas por la izquierda. El calado de los cambios necesarios es de tal magnitud, que exige como paso previo tener la calle y el protagonismo de las movilizaciones sociales como locomotora y defensa del cambio. La construcción del poder popular no comienza en las instituciones burguesas, sino en la calle. Pero esto último requiere, a su vez, del cambio ideológico que favorezca el necesario incremento de la masa crítica. 

Un buen ejemplo de reproducción de la ideología dominante contra la que luchamos como izquierda, es el tópico de la corrupción de los políticos y de los partidos; en tanto focaliza la atención social, invisibiliza la causa de la misma: el capitalista es el causante de tal corrupción; la corrupción criticada es intrínseca al capitalismo, porque es parte del proceso de acumulación capitalista. Pero en tanto se pone el acento en lo que la gente quiere oír (los políticos son los culpables y nadie menciona al capital) y no en este tipo de cosas, resulta imposible el cambio ideológico necesario. Con frecuencia se olvida que solo el avance del anticapitalismo, como formación ideológica, es una garantía para un cambio real.

Hay quienes mantienen que el avance ideológico puede producirse tras la llegada al gobierno de una formación de izquierdas (en caso de que siga siendo de izquierdas al llegar al poder institucional, ya que es posible que previamente deba descafeinarse lo suficiente para que los poderes fácticos lo permitan). Este planteamiento paternalista, elitista es, no obstante, una falacia. Sin un respaldo popular en la calle, cualquier gobierno de izquierdas es una marioneta en manos de tales poderes fácticos. Y no se trata de aspirar a ser capataces del cortijo, sino de tomar el cortijo.  

Por tanto, ¿ocasión única? Hubo una ocasión única, en efecto, pero para intentar el avance ideológico. Tal oportunidad ya se ha malogrado; parafraseando a Marat: no le hemos dicho la verdad a la gente (en relación con esto, acabo de leer un artículo interesante de Marat en su blog: "Dile la verdad; no la engañes". Os animo a leerlo). O si se prefiere: la gente no quiso escuchar la verdad.

Me temo que el sistema iniciará una nueva secuencia del bucle tras las elecciones generales. Ciertas formaciones políticas "hormonadas como pollos de granja" diría Cayo Lara, actúan de facilitadoras del gatopardismo. Pero, pase lo que pase, seguiré apoyando a quien mejor representa los ideales y valores de la izquierda, que es Izquierda Unida. Con todas sus contradicciones, defectos y errores, es lo que nos queda en medio de un páramo de desolación ideológica. Y no es casual que, pese a todo el castigo que IU ha recibido de los medios, se siga manteniendo la consigna sistémica de silenciar todo lo que tenga que ver con IU (salvo para sacar defectos). Hace un rato, escuchando una emisora de radio mientras esperaba dentro del coche, durante 20 minutos pude oír cómo se hablaba del PP, PSOE, Podemos, Ciudadanos, UPyD... e incluso en el tramo final hasta de CiU, ERC y otras fuerzas nacionalistas. Atónito comprobé que en momento alguno se mencionaba a IU ni a candidaturas que tuviesen que ver abiertamente con IU. El votante de izquierdas debiera reflexionar por qué esa obsesión sistémica por silenciar a Izquierda Unida. Y es que solo IU parece ser capaz de intranquilizar a los amos del cortijo. Piénsalo y que no te mareen con consignas propias del departamento de marketing de Alcampo o de Mercadona.


@VigneVT

Blog del viejo topo