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sábado, 11 de julio de 2015

Echar al PP... ¿para qué? El deslizamiento de la izquierda hacia la vacuidad del acto de fe.



Autora: Alessandra Favetto. De su serie alegórica Back stories,




Y cuando despertó no había izquierda. #microcuento

Del marxismo al grouchomarxismo. Hacia una izquierda cascarilla.


"Estos son mis principios. Si no le gustan tengo otros."
(Aforismo utilizado por Groucho Marx, aunque no es suyo sino de New Zealand Tablet, 18-10-1873.)

Hasta ahora existía una izquierda cuya dignidad consistía en mantener sus principios, aunque fuese a contracorriente... En estos tiempos, en los que la frivolidad política ha contagiado también a la izquierda, parece que lo anterior se contempla como algo despreciable... 

A los listillos de turno que dicen ser de izquierdas y que sientan cátedra hablando de la realidad social, les gusta mofarse de la izquierda porque solo ha cosechado derrotas (acostumbran a decir y recordar). Mostrando desconocimiento de cómo funciona una democracia burguesa y del papel de los mecanismos de control del pensamiento político contra los que la izquierda lucha, los sabelotodo dan rienda suelta a una verborrea fecal, burlándose con saña de aquellos que, durante una buena parte de su vida, han mantenido la resistencia política en condiciones extremas. Así, es frecuente escuchar lindezas como "sois perdedores", "en 30 años no habéis hecho nada" y otras por el estilo.

Sin embargo este tipo de discurso no nace por generación espontánea, sino que tiene su génesis en intelectualillos burgueses que viven acomodadamente y que se consideran apóstoles de la verdad política. Encarnan una especie de pijoprogresismo y son creadores de consignas que luego son repetidas por los acólitos. Son la versión izquierdista y política del ejecutivo agresivo que está convencido de que el mundo gira a su alrededor. Alguien que representa bien este tipo de perfil, es el podemita y trotskista Santiago Alba Rico, un intelectual orgánico que acusa a esa izquierda de estar poseída por el "deseo irresistible de derrota" y de vivir como "moscas ensimismadas". Estribillos que luego los listillos cantarán por todas las esquinas, como ya viene siendo habitual.

La izquierda, conocedora de la dura realidad (a saber: la lucha contra el poder de la burguesía tiene mucho de guerra de guerrillas en todos los aspectos) siempre ha luchado por transformar la conciencia social, sabedora de que únicamente el incremento de la masa crítica (conciencia de clase de los trabajadores) permitirá albergar esperanzas de poder combatir con éxito la dominación ejercida por el Capital. Sin duda ésta es tarea titánica, ya que la izquierda la afronta desde una situación de desventaja estructural. Pero el mantenimiento de este objetivo (repito, el de generar conciencia social) siempre ha formado parte de la razón de ser de la izquierda, ya sea en su variante reformista o revolucionaria, tanto da. Es condición indispensable para acometer cualquier transformación política que no sea puro maquillaje. En este sentido y en el caso de Izquierda Unida, hemos de agradecerle que haya sido capaz de haber mantenido un núcleo político de resistencia durante tantos años de capitalismo feliz; una arcadia capitalista que, no hemos de olvidar, fue entusiastamente apoyada por muchos de los que ahora le echan en cara a IU haber hecho nada y de vivir en el éxtasis de la derrota, como si ésta fuese algo que no tenga sabor amargo. No es casual que sean muchos ex-votantes del PSOE los más beligerante a la hora de realizar juicios sumarios que inciden en la idea de la derrota.

Pese a esto, en estos tiempos de karaoke ideológico patrocinado por medios vinculados al capital, la izquierda muestra una preocupante inercia a renunciar al objetivo de transformar la conciencia social. Ya no se aspira tanto a buscar la manera de ganar terreno en el campo ideológico, como apuntarse a lo fácil, a la consigna de repetir lo que "la gente" (abstracción convertida en sujeto político) quiera oír. La moda política, cuya tendencia viene marcada por la pasarela mediática, nos ha traído nuevos líderes (o no tan "nuevos"), abonados a las directrices de los partidos atrápalotodo, en los que la vaguedad ideológica resulta un ingrediente fundamental y el contenido se extrae de lo que diga la gente.

Entre el 'decir lo que la gente quiere oír', y 'decir lo que es necesario decirle a la gente', existe un abismo. Sin duda lo primero proporcionará votos, pero dudo de que tal camino nos conduzca por la vía de la transformación social. Lo segundo posiblemente reste votos, pero los pasos que se den -aunque sean pocos- serán sólidos. Vayamos a un ejemplo...

Izquierda Unida en su día se opuso al Tratado de Maastricht. Fue la única fuerza estatal que adoptó una postura contraria (a nivel autonómico también hubo organizaciones que se opusieron, caso del BNG en Galicia). Ya casi nadie recuerda lo que le cayó encima a IU por mantenerse firme en relación con dicho tratado (lo mismo con otras cuestiones decisivas). La mayor parte de esa masa referida ahora como "la gente" o "la ciudadanía", se desbordaba en euforia europeísta, mientras IU mantenía una posición que sin duda le costó votos. ¿Tendremos que arrepentirnos de aquello? Por supuesto que no.

No estoy hablando de dogmas ni de inmovilismos, sino de la existencia de unas líneas rojas delimitadoras de principios que definen lo que es la izquierda. Sin ellos la izquierda deja de existir y/o se convierte en un timo. Recientemente El País ofrecía una entrevista al ministro de Economía francés, el "socialista" Emmanuel Macron. El francés poco menos viene a decirnos que ser de izquierdas es ser liberal con sentido de la justicia social. De ahí que para evitar este tipo de monstruosidades ideológicas sea pertinente mantener determinados principios que, insisto, en absoluto tienen que ver con conductas políticas dogmáticas y rígidas, sino más bien con la coherencia y con la identidad política de las izquierdas (en plural intencionado).

Nadie se regocija en la derrota, como acusa el idiota integral de Santiago Alba Rico. Pero debemos tener en cuenta dos cosas:
  • A) La aspiración de ganar a cualquier precio en su día condujo al PSOE a dejar de ser un partido socialista, para pasar a ser un partido socioliberal, interclasista, atlantista... Ganar a cualquier precio implica dejar de ser una organización de clase para asumir el formato sistémico de partido atrápaloto. El giro abanderado por líderes como Pablo Iglesias y Alberto Garzón, no es muy diferente al que en su día protagonizó el PSOE, en aras de ganar a cualquier precio para convertirse en capataz de cortijo; quien tenga memoria, recordará las consecuencias. Por tanto, ganar a cualquier precio... ¡NO!
  • B) Para la izquierda, lo que entendemos por "ganar" tiene diferentes dimensiones y no es una realidad que pueda ser reducida a resultados electorales. El poder popular se construye, no se gana en unas urnas. Por ello "ganar" es también que las organizaciones de clase se fortalezcan con militantes; tiene que ver también con la movilización social, con la ocupación política de la calle, con la subversión que estamos obligados a potenciar, etc., etc. Aspectos estos que parecen ser colocados en segundo plano por el giro político que la izquierda está experimentando.
¿Qué tipo de locura ha inundado nuestras trincheras, por la cual "tener principios" se considera negativo y un problema? En los tiempos que corren, la ambición y exceso de ego de los cabecillas vendedores de crecepelo político, hacen recordar el aforismo falsamente atribuido a Groucho Marx: "Estos son mis principios. Si no le gustan tengo otros". Lo importante solo es ganar en las urnas y los principios parecen convertirse en un obstáculo, en una carga de la que hay que deshacerse para volar electoralmente.

En el fondo, tal planteamiento no deja de ser una proyección de la cultura del capitalismo: el triunfo a cualquier precio (aunque sea un triunfo aparente y el electoral lo es), la inmediatez, el corto plazo, la vocación camaleónica para ganar, el desprecio por aquellos a los que se considera perdedores, el efectismo y el espectáculo... Los nuevos valores con los que se pretende una supuesta renovación, llevan el código de barras de la cultura del capitalismo. Poned a un ejecutivo agresivo en una organización política de izquierdas, y tendréis a alguien parecido a algunos/as de nuestros líderes. El comportamiento despótico y autoritario que muestran los nuevos líderes, corroe la democracia interna y el respeto por las normas pactadas, y no puede justificarse en aras de una "eficacia" que recuerda la cultura empresarial de los ejecutivos triunfadores.

La cantinela de estar hartos de perder, por otra parte, me hace recordar la disculpa esgrimida por tantos cambiachaquetas que en su día dejaron el PCE o más tarde IU para unirse al PSOE. Discursivamente constituyó la retórica de legitimación de virajes políticos, detrás de los cuales se ocultaba la ambición personal y la voluntad de ocupar cargos y poltronas para llevar una existencia acomodada. Como argumento, también fue utilizado ampliamente por el PSOE contra IU durante años. Y es que casi nada de lo que está sucediendo es nuevo...

Antaño era frecuente en muchos sitios (al menos en Galicia) utilizar la expresión "señoritos cascarillas", para referirse a un segmento social de personas presuntuosas y dadas a la apariencia: los señoritos eran -se decía popularmente- como la cascarilla del trigo: con apariencia de grano pero vacío por dentro y, por tanto, sin valor. La pérdida de principios y de contenido ideológico, nos traerá una izquierda (si así se le puede seguir llamando) que tendrá mucho de izquierda cascarilla: pura apariencia pero vacía por dentro.


Echar al PP...  ¿para qué? 

En este contexto vuelve a sonar una consigna que nos hartamos de escuchar cíclicamente: hay que echar al PP. Insistentemente, los líderes de la izquierda nos plantean tal objetivo como si fuese la varita mágica que habrá de solucionar todos los problemas, pasando por alto que la lucha principal es contra el capitalismo y que el PP no deja de ser un mero capataz del cortijo (al que por supuesto hay que tumbar).

Los que ya no somos tan jóvenes, nos hemos hartado de escuchar la consigna en diferentes momentos.  Fue utilizada por el PSOE en los tiempos de Felipe González y de Zapatero más tarde. Lo único importante parecía que era echar a la derecha del gobierno. El éxito de esta máxima siempre resultó eficaz, centrando la atención de un electorado incapaz de pensar más allá; en concreto, incapaz de pensar en contenidos y programas. El resultado ha sido un bucle en el que la dominación ejercida por la oligarquía se renueva cíclicamente. En cada fase de gobierno socialdemócrata, hemos vivido la aplicación de algunas medidas sociales necesarias y positivas y alguna hasta muy importante, no puede negarse. Sin embargo, tales políticas han estado en función de la necesidad de crear un espejismo de cambio, ya que en conjunto se ha ido consolidando la dominación capitalista, incrementándose la explotación y la desigualdad. No es casual que durante los períodos socialdemócratas tuviese lugar una fase expansiva del proceso de acumulación de capital (a los socialdemócratas les gusta llamarlo "modernización de la economía" para "hacerla más competitiva").

Por tanto, para la clase trabajadora la consigna "lo importante es echar al PP" sin contenido programático de clase, apenas ha supuesto un momentáneo bálsamo de la mano de gobiernos del PSOE, con el que se pretendía curar la gangrena social provocada por el capitalismo. Mientras tales gobiernos implementaban algunas políticas efectistas de igualdad y de derechos sociales, en todo momento no dejó de aumentar la desigualdad social. ¡Qué paradoja!

Ahora, una vez más, la consigna hay que echar al PP se nos presenta como condición necesaria y suficiente para un cambio predicado por nuestros líderes. Cuando planteo "para qué" por supuesto que no estoy negando que haya que echar al Partido Popular; a lo que me estoy refiriendo es a que se habla poco o nada de programas, de contenidos, de líneas de gobierno. Tal ausencia de contenido provoca la sospecha de que podríamos estar ante una renovación del bucle sistémico, con la salvedad de que en esta ocasión habría actores nuevos además del PSOE: Podemos y una Izquierda Unida que anticipa su desaparición metamorfoseándose en "Ahora en Común".


Otra vez el carro delante de los bueyes

En realidad, se dejó de hablar de contenidos políticos (o se bajó el volumen, para ser más preciosos) con la aparición de Podemos y con el circo de las elecciones abiertas, al que también se sumó IU de la mano de alguien que las había criticado contundentemente (Alberto Garzón). Que el debate político se haya centrado no en contenidos sino en aspectos circunstanciales, ha generado un retroceso ideológico. Y tampoco es casual que esto haya venido acompañado de la desmovilización social. Los medios del capital han conseguido centrar la atención no en la discusión sobre los problemas sociales y soluciones, sino en un permanente casting mediático del cual emergen los nuevos líderes. Hemos pasado de la política de izquierda basada en el eslogan anguitista "programa, programa, programa", al nuevo eslogan "programa de TV, programa de TV, programa de TV", como decía Carlos Martínez hace ya un tiempo. 

 "Ahora en Común", que viene a anticipar la liquidación de IU prevista para después de las elecciones (según expresan Manolo Monereo y Ramón Luque, entre otros notables de IU), surge asumiendo muchos de los vicios del podemismo y nadie debe descartar una confluencia de última hora entre la nueva plataforma y Podemos (el teatral enfado amoroso entre Pablo Iglesias y Garzón quizás esté anticipando la boda, que podría denominarse "Podemos-Ahora en Común"). Lo cierto es que Ahora en Común se suma a la indefinición ideológica puesta de moda por Podemos, pero también a su modus operandi: vende que es una iniciativa de abajo/arriba, cuando es algo cocinado desde la cúpula política, como lo fue y es Podemos.

Pero lo más preocupante de Ahora en Común es que una vez más se pone el carro delante de los bueyes: se pactan y negocian alianzas sin mencionar contenidos y programas. Cualquier confluencia política debe ir precedida de los contenidos políticos que justifican la alianza, todo lo contrario de lo que se está haciendo. ¿Qué lineas rojas de gobierno o de pactos post-electorales se comprometen las partes a no traspasar? ¿El TTIP será una de esas líneas rojas? ¿Y la OTAN? De todas las medidas tomadas por los dos últimos gobiernos, y que suponen un retroceso en derechos sociales, ¿cuáles se comprometen a revertir? ¿Cuál es la contra-reforma laboral que se propone? ¿Se modificarán por fin los criterios en los que se basa el sistema de pensiones, para suplantarlos por otros cuyo coste deberá ser asumido por el Capital? ¿Nacionalizaciones estratégicas? ¿Y el euro?... Podríamos seguir planteando interrogantes. Lo que quiero expresar es que en momento alguno se nos está planteando qué se pacta, sino únicamente quiénes pactan. Programas y líneas de gobierno han pasado a ser aspectos sin importancia. Ya lo decía la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, cuando declaraba que los programas son apenas unas cuantas sugerencias opcionales.


Acto de fe...

Ahora en Común parece haber nacido como un paso más en el camino iniciado por Podemos hacia la indefinición ideológica. Incluso el lenguaje toma valor de préstamo de la retórica podemita:
"La necesidad de una candidatura de la gente y para la gente con ambición de transformar en común nuestro país es un clamor en las calles. Ahora en común es el nombre de un sueño que late en el corazón de una ciudadanía que anhela el cambio."
La puesta de largo de Ahora en Común, ha tenido lugar abandonando cualquier reminiscencia que pueda recordar a la izquierda política (comenzando por el nombre, ya que es intencionada la renuncia a utilizar el término "izquierda"). Todo se reduce a "Una marea ciudadana de ilusión". Igual que el podemismo, Ahora en Común se suma a la moda del ilusionismo. Con ello, IU -o lo que vaya a quedar de IU después de su metamorfosis- parece iniciar un camino sin retorno hacia el modelo de los partidos atrápaloto, en los que la militancia pasa a ser prescindible en tanto lo único que importan son los votos, y con el que las organizaciones pierden su condición de clase.

Ante tal vacuidad de contenidos concretos y programáticos, el llamamiento de Ahora en Común (igual que el de Podemos) supone apelar al acto de fe como razón políticaMal camino el que sigue la izquierda, guiada por una nomenclatura que, sospecho, está demasiado preocupada en conseguir cargos y poltronas.

Hace un rato leía un tuit de mi compañera @Xipirona. Al momento me identifiqué con lo que pretendía transmitir: "Y cuando despertó no había izquierda. #microcuento". Quizás siga existiendo izquierda cuando despertemos, por supuesto. Pero nos habrán diezmado tanto que tardaremos mucho en reconstruirla. Espero que una buena parte de la militancia de IU mantenga la cabeza fría y no se desanime. Será imprescindible para lo que vendrá después de las elecciones generales. 

Aunque todavía siento que estoy a la expectativa, a priori me resultará difícil apoyar a Ahora en Común. Veremos lo que pasa. El recuerdo del 82 pesa mucho en mi mente. Anticipo mi absoluto respeto por los compañeros y compañeras que tomen la decisión de apoyar la plataforma; estoy seguro que obrarán desde la honestidad y según su conciencia. Solo espero que entiendan a los que tomemos una decisión diferente llegado el momento, si es que esto ocurre. En mi caso, mi conciencia me dice que debo defender a la izquierda y sus principios y no acabo de ver la compatibilidad entre esto y la vacuidad política prêt-à-porter a la que se han sumado nuestros líderes.
  


@VigneVT
Blog del viejo topo



12 comentarios:

  1. Por l@s que "durante una buena parte de su vida han mantenido la resistencia política en condiciones extremas"…
    …. son/serán l@s imprescindibles cuando haya acabado este grotesco espectáculo de los "fancy dancers" que son los que en el mejor de los casos pretenden aliviar los síntomas ahí donde debemos combatir La Enfermedad.¡Salud!

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    1. Con todo cariño y respeto, pero esos que "durante una buena parte de su vida han mantenido la resistencia política en condiciones extremas", son los que han votado lo que han querido; y lo que han votado porque lo han querido ... es lo que hay y no queremos.
      Todos somos responsables de nuestros actos y elecciones. "Lo" de IU no nace de la nada.Es el resultado de un proceso. Causas y efectos.
      Ahora la posibilidad de zafarnos de los "cuadros" canallas, me parece evidente: que se van; nos quedamos. Que se quedan; nos vamos.
      Pero es que ganar mola mucho. Más que perder. Que se lo digan a los Federicos "quiero ganar" Noriegas. Quieren Mandar; y para eso tienen que ganar. Y para ganar, en su inmensa estupidez, han de mentirnos. Luego, si ganan ellos, nosotros perdemos. Ellos Vs nosotros. De nuevo punto para los canallas. Divididos nos quieren; y así nos tienen.
      Mal diagnóstico el de nuestras dolencias.
      Democracia sin respeto a las minorías, es fascismo mal disfrazado.
      ¿Votamos a quien nos comemos hoy?

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    2. Con el mismo cariño y respeto, te suscribo buena parte de tu argumentación … Y también me pregunto si los que han votado realmente lo han 'querido' así o fueron 'embaucados' por un potentísimo aparato de propaganda, por lo que su responsabilidad a la hora de elegir ¿libremente? habría quedado de antemano manipulada por esa gran mano que que se mueve por la voluntad de poder/potencia/pujanza y que tiene varias interpretaciones posibles (dominación, darwinismo social, etc.) si bien es cierto que Nietzsche no se refería a ninguna dominación física ni política.
      Prefiero quedarme con ese otro concepto del mismo Nietzsche que es el 'superhombre' (Übermensch) , ese que constantemente procura superarse a sí mismo, mejorar en lo posible; ese ser libre que repudia toda debilidad y esclavitud… lo cual requiere una constante labor reflexiva y de verificación, en lugar de deglutir acríticamente lo que le vienen echando premasticado esos lacayos mediáticos al servicio del Poder con mayúscula. O como diría Hermann Hesse: Es hora de profundizar las raíces, no sacudir las ramas.
      Un saludo

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    3. Completamente de acuerdo; hasta en las dudas coincidimos.
      Apertas

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  2. Tú eres mucho mejor que Santiago Alba en una cosa: insultando.

    Fuera de eso, ya te gustaría disfrutar de un 10% de su lúcida "idiotez". Tú ejerces de "ombligo del mundo rojo". La putada es que te has nombrado tú mismo. Nadie más. Te crees muy analítico y muy agudo. Sólo eres un tío al que muchos izquierdistas de verdad (de torno y fresadora, no de blog y salón) consideran "un fulano de piñón fijo". De esos que cuando la sociedad cambia, ellos se juran seguir en lo mismo, tenga efecto o no lo tenga. O lo tenga negativo.

    Todo lo contrario que el gran Lenin, ese conocedor de las masas. Vladimir se partiría de risa con tu chulería de pseudocomunista rígido, escolástico y de catecismo. Bueno, si es que conseguía contenerse y no soltarte la fresca que te mereces, por desprecio al obrero.

    Sigue haciendo chascarrillos, que es como se te puede aguantar. De teórico, resultas patético.

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    1. Gracias por los piropos. Aunque el comentario va contra las normas de moderación, decidí publicarlo porque se retrata en él. Me recuerda a las personas que escriben comentarios soeces en las puertas de los WC públicos escondiéndose en el anonimato.
      Sería de agradecer algún argumento que otro, pero quizás sería pedirle demasiado esfuerzo.

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    2. Me he perdido algo. ¿Hablas del Santi Alba, el crítico del Nepotismo al que su mamá contrató a dedo para trabajar en la Televisión Pública durante años? ¿O hablas quizás del Santi Alba que apoya las guerras de rapiña petrolera?

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  3. http://miguelcirculandoporlaizquierda2.blogspot.com.es/2015/07/dias-de-incertidumbre-lo-nuevo-no-acaba.html?spref=fb&m=1
    No me encuentro cómodo con esta última oferta electoralista. Espero y desespero por una rupturista

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  4. Hace ya muuucho tiempo que vengo sufriendo los vaivenes del PCE, y de IU por añadidura, pero ha llegado un punto en el que ni uno más. Hasta aquí he llegado. No quiero más inventos sin siglas, programas ni ideología.

    Si la oferta electoral va a consistir en una lista llena de tránsfugas y/o liquidadores de IU y del PCE, que le vendan la moto a su señora tía. Conmigo ya no juegan más. Soy comunista, y votaré comunista. Si no puede ser PCE, será PCPE.



    Alba_00

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  5. JJ
    Si no dejas de acosarme te acabaré poniendo una denuncia.

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  6. Pues parece que acerté:
    https://twitter.com/RamonLuque1/status/621240255799271425

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  7. EL CGPJ remite a Fiscalía un twit, a instancias de Pedraz, el Juez que no ve delito en los twits de Zapata.

    Para Pedraz, el sistémico enmascarado quincemayista, este twit es delictivo
    "El auto de @sjpedraz es para echarlo de la carrera judicial y para volar la Audiencia Nacional. Los tuits satánicos son un delito de odio".
    Pero no le parece delito humillar a las víctimas del nazismo.
    Como en el caso de Gladys, la Jueza de Tania, lo primero que hemos de preguntarnos cuando encaramos un procedimiento judicial, es ¿de que partido es el Juez? ¿A quien debe lealtad como contraprestación del acceso a su cargo? ¿Es del Partido del terrorismo de estado, vía JpD, o es del partido deprdador de lo público, vía APM? ¿Y que pintan los de FdV? Es más, tiene los partidos que "inspiran" las asociaciones judiciales infiltrados entre los jueces de base?
    Es que "lo" de la Presidencia de la Sala de lo Contencioso Admvo del Tribunal Supremo, tiene bemoles. Definido como el "Palacio de las Intrigas", el Tribunal Supremo, y sobre todo, sus pastores y perros del CGPJ, dejan claro -para quien lo quiera ver- que la corrupción surge y se desarrolla desde el Poder Judicial; desde el politizados y corrupto Poder Judicial.
    Pero venga a mirar para otro lado. Ni los "nombres propios" de las doctrinas?? jurisprudenciales "modernas" logran levantarnos el culo del sillón (Atutxa, Botín, Albertos, Alierta, .. ahora tocará una nueva doctrina, la de "Tania"; para abrir boca adelantando lo que se nos viene encima con los Pedraces que ya hay, pero sobre todo de los que están llegando... ahoremos que podemos).
    Cada partido, con sus PROPIOS jueces. Así nos va; pero nosotros con tortículis de mirar para otro lado.

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