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lunes, 6 de junio de 2016

Buceando en las hemerotecas. (3) De Idi Amin a las ONGs (Albert Sánchez Piñón). África y la Cooperación al Desarrollo.


Autor foto: Vigne. Mozambique, provincia de Cabo Delgado. La víspera en que fuera tomada esta foto, una ONG había donado una gran cantidad de preservativos al centro de salud de la capital del distrito. Sobre el uso de condones por parte de los niños, ver en este blog: "Fútbol, niños, condones y pelotas en una aldea africana macúa".

La serie "Buceando en las hemerotecas" tiene por objetivo rescatar del olvido hechos o artículos que ayudan a comprender no solo la realidad pretérita, sino también el presente. Dedicamos esta tercera entrada de la serie a un artículo escrito en 2003 por Albert Sánchez Piñol, sobre la cooperación al desarrollo con África.

Cuando Sánchez Piñol publicó este artículo, el mundillo de la Cooperación Internacional al Desarrollo (en adelante CID) estaba en plena expansión. Las ONGs crecían como setas en temporada, motivadas por el abundante y generoso caudal de dinero público canalizado al lucrativo sector privado de la "industria de la solidaridad", como me gusta denominar a este sector. Sin embargo, el momento culminante de esta expansión tendría lugar con la llegada de Zapatero a La Moncloa en 2004, al multiplicarse sustancialmente los recursos públicos destinados a las ONGs, especialmente a las ONGs "amigas". Un sector que sirvió además de acomodo profesional para muchos jóvenes "progres" de familias acomodadas (en un porcentaje considerable, sin que se pueda generalizar), que podían dedicarse a una actividad revestida de un pretendido altruismo social. Eso sí, remunerados con unos salarios privilegiados que acompañaban a su aventura exótica por el mundo adelante (por supuesto, siempre viviendo en condiciones sobradamente confortables).

En plena efervescencia de este mundillo del "negocio de la solidaridad", pocos éramos los que nos atrevíamos a plantear una visión crítica de la CID. Por entonces daba una asignatura en un máster centrada precisamente en el tema. Era el único docente del mismo que rompía con la imagen idílica que se transmitía a los alumnos sobre la CID. Por así decirlo, era la voz discrepante entre los docentes del máster. Hablar de neocolonialismo, de la penetración de las relaciones capitalistas de producción en países de la periferia vinculada a la CID; romper el mito de la solidaridad al plantear el lucrativo negocio que opera de forma camuflada, etc., todo ello desde luego no resultaba fácil ante un alumnado que esperaba oír hablar de las virtudes y bondades de la cooperación al desarrollo. El caso es que acostumbraba a comenzar mi asignatura, a modo de presentación, con un provocador artículo que leíamos al inicio de la primera clase: es el artículo que ahora reproduzco en este blog. Evidentemente es un texto divulgativo que busca provocar, de ahí que lo utilizase como tarjeta de presentación en mi asignatura de aquel máster. Para que haya debate, discusión, primero debemos "provocarlos", lo que da licencia para recurrir al tono hiperbólico si fuese preciso.

El autor, Albert Sánchez Piñol, es antropólogo y escritor, nacido en Barcelona en 1965. Es miembro del Centro de Estudios Africanos de Barcelona. Como novelista saltó a la fama con su primera obra, La piel fría,  publicada inicialmente en catalán y más tarde en castellano.


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De Idi Amin a las ONG
Albert Sánchez Piñol
Publicado en La Vanguardia, 8-10-2003 (disponible en la hemeroteca del periódico, previo pago por acceso)


El colmo ya es enviarles nuestros payasos para hacerlos reír, a ellos, pobrecitos. Nosotros, que nos gastamos miles de millones al año en ansiolíticos y antidepresivos, nos presentamos en África para que se desternillen de risa.

Ya va siendo hora de que se normalice el escenario mental de África. Que el continente negro sufra más o menos desgracias nos importa poco, lo que cuenta es demostrarnos que somos solidarios.


Cuando Idi Amin Dada huyó de Uganda, bajo la cama de su palacio presidencial hallaron una extraña caja. ¿El contenido? Bombas de mano y cintas de Walt Disney a partes iguales. Era, sin duda, un resumen muy apropiado de la mentalidad del chiflado de Kampala. (Fallecido, por cierto, el pasado mes de agosto en su exilio dorado de Arabia Saudí.. Esto me hace pensar en un reciente informe estadounidense, que apuntaba a Arabia Saudí como uno de los gobiernos que apoyaban a agentes terroristas. Toma, claro. ¿O es que la CIA ignoraba que Ryad ofrecía refugio a Amin, responsable de 100.000 asesinatos, desde hacía tres décadas?).

En cualquier caso, treinta años después de que Amin fuera derrocado surge una sospecha: ¿no será esa caja una metáfora casi perfecta de la imagen que tenemos de África? Posiblemente no exista ningún otro lugar del mundo con los estereotipos más acusados. No creo que podamos encontrar, por ejemplo, fotografías más sometidas a manipulaciones sentimentales que las de niños africanos. Piénsese: o se nos aparecen niños llorando o niños archifelices. O “Africa felix” o “Africa atrox”, sin grises intermedios. O bombas de mano o dibujos animados. Ya va siendo hora de que se normalice, por así decirlo, nuestro escenario mental de África. Hoy en día África es un continente profundamente urbanizado. Pero nuestras referencias siguen siendo chozas de barro y massai dando saltitos. Unos massai, todo sea dicho de paso, que para la inmensa mayoría de los africanos son tan exóticos como para nosotros.

Las desgracias que ocurren en ese continente abruman tanto que a la postre eclipsan el resto del paisaje. Pero lo más gracioso, extraño e inquietante, es que repensar África acaba convirtiéndose, antes o después, en una reflexión sobre nosotros mismos. Si África ha acabado siendo un imaginario donde se almacenan nuestros horrores (guerras, epidemias, catástrofes varias), no es menos cierto que también registra nuestra intervención cívica. Uno de los brazos más visibles de esa intervención son las ONG para el desarrollo. Como tales se han mostrado muy activas. Señalan las desgracias y canalizan nuestros esfuerzos solidarios. Pero a estas alturas quizás sea hora de empezar a pedir cuentas a las ONG. No vamos a caer en la demagogia de preguntar a cuántos países han desarrollado las ONG para el desarrollo. Pero estaremos de acuerdo en que los éxitos obtenidos han resultado ser más que mediocres. ¿Por qué?

Seguramente la respuesta a esa pregunta es muy compleja. Pero uno acaba sospechando que nuestras ONG no están diseñadas para resolver los problemas de allí, sino los de aquí.. Seamos sinceros: en realidad, que África sufra más o menos hecatombes nos importa un pimiento. Lo que cuenta es liberarnos del malestar que genera el eco del dolor. Y demostrarnos que somos buena gente. En ese sentido, la existencia de las ONG nos libera de un peso enorme.

Construir letrinas

Hasta aquí nuestras miserias. Pero lo triste del caso es el mensaje implícito que predican todas estas “sin fronteras”: en la medida que nos otorgamos una capacidad intrínseca para resolver los problemas de otros estamos afirmando la incapacidad ajena para afrontarlos. En el fondo, cuando les enviamos médicos (¡muchas veces a países africanos con una presencia significativa de médicos locales en paro!) lo que estamos diciendo es que no saben cuidarse ni de ellos mismos. Cuando adoptamos a sus niños estamos afirmando que ni siquiera son buenos padres. Hay ONG que han llegado a construir letrinas. La idea que subyace, puro delirio, es que los negros no saben ni coger una pala y cavar un agujero en el suelo para hacer caca. En la actualidad el discurso de las ONG ha sofisticado las formas, pero sigue siendo el mismo. Cuando se propugna, digamos por caso, la “prevención de conflictos” o “políticas de género”, estamos diciendo que los negros solamente saben resolver sus diferencias a machetazos, y que las africanas reciben palos a diario. Ni se nos ocurre pensar que esas sociedades puedan tener fórmulas de mantenimiento de la paz social tan elaboradas, o más, que las nuestras. O que las mujeres africanas, mira por dónde, no siempre quieran ser como las europeas. (Que se diga de una vez: para muchas africanas las blancas son un rebaño de tontas amargadas, medio estériles y mal folladas.) El colmo ya es enviarles a nuestros payasos para hacerlos reír, a ellos, pobrecitos. Eso. Justamente nosotros, que nos gastamos miles de millones al año en ansiolíticos y antidepresivos, nos presentamos en África para que se desternillen de risa. Vamos, hombre.

Ya lo dijo alguien, y si no lo digo yo: esto de África es como una cebolla, cuantas más capas le quitas más ganas te vienen de llorar.

Albert Sánchez Piñol



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Otras entradas de la serie "Buceando en las hemerotecas":

5 comentarios:

  1. Esclarecedor artículo. Muchas gracias por tu blog, un alivio a tanta basura. Me gustaría preguntarte qué opinión te merece Amnistia Internacional. Siempre me han parecido respetables. Quería sugerirte también que quites ese banner en el que aparece el tontaina de Errejón. Al ser toda la página estática y el gif estar en movimiento distrae mucho de la lectura y molesta (aún más). Gracias y salud.

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    1. Gracias.
      Hace años tenía una opinión de AI muy distinta a la que tengo actualmente; en términos generales me merecía cierto grado de respetabilidad. Con el paso del tiempo mi opinión ha ido cambiando y creo que AI juega un papel bastante parcial en los conflictos internacionales, utilizando diferentes varas de medir según convenga e incluso en ciertos casos facilitando una visión tendenciosa de algunos conflictos. Lo cual no quiere decir que no tenga alguna actuación meritoria, pero en conjunto creo que juega un papel muy alineado con el status quo, lo mismo que Human Rights Watch. Intuyo que AI ha ido perdiendo credibilidad de unos años a esta parte. Uno de sus financiadores es Open Society del magnate Soros, lo cual cuando menos induce a sospechar. También recibe financiación de la Comisión Europea... ¿Explicaría eso la parcialidad de AI? Quizás. Creo que es una organización que ha ido cambiando mucho con el tiempo.
      Saludos

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    2. Muchas gracias Vigne. Como siempre, hay que mirar detrás. Quién paga?

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    3. Por si hubiese dudas de a quiénes sirve AI: https://pbs.twimg.com/media/Cli6zdcVAAEL8Ng.jpg

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  2. Aunque solamente por esto, que no es el caso, "El colmo ya es enviarles a nuestros payasos para hacerlos reír, a ellos, pobrecitos. Eso. Justamente nosotros, que nos gastamos miles de millones al año en ansiolíticos y antidepresivos, nos presentamos en África para que se desternillen de risa. Vamos, hombre.", Albert Sánchez Piñol ya se merece un enorme GRACIAS.

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