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miércoles, 13 de agosto de 2014

El reconocimiento de autoría intelectual, el choriceo y el sentido común.




"Diente de león mojado". Fotografía tomada de la galería en Flickr de Dave Wildman


A la tribu de los historietistas, esos magos en el arte de narrar la realidad, genios capaces de atrapar la esencia de las cosas con un lápiz. 


Hasta la llegada de Internet, la Teoría de la Comunicación funcionaba en torno al dualismo clásico emisor/receptor, medios/audiencia. Sin embargo, en la era de Internet, el receptor/audiencia puede actuar simultáneamente como medio y emisor de información; y viceversa. Esto lo vemos en las redes sociales, en los blogs, etc. Hasta tal punto es así que, un ejemplo reciente paradigmático de lo que estoy diciendo, lo tenemos en el suceso del avión malasio derribado el pasado mes en Ucrania por un misil. Después de que durante días el gobierno de Estados Unidos intoxicase a la opinión pública haciendo creer la culpabilidad rusa en el suceso, portavoces de la Casa Blanca acabaron reconociendo su error, apelando a que se habían basado en informaciones difundidas en las redes sociales. Por supuesto que es una disculpa, pero el ejemplo nos ilustra sobre el alcance del papel de las redes sociales y de los blogs en la función emisora de información.

Cualquiera que tenga un blog actúa en un papel de emisor de información y opinión.  A priori es un fenómeno social y políticamente positivo, pero ha venido acompañado de efectos perversos. Uno de estos efectos negativos es la utilización de información (gráfica o de texto) producida por otros sin citar las fuentes. Lo cual no solo dificulta la contrastación de información y facilita la difusión vírica de un posible fake, sino que también tiene otras implicaciones a las que me quiero referir.

No voy a entrar en el tema de los derechos de autor (dejémoslo de lado), sino en el abuso moral que supone utilizar el trabajo ajeno sin citar la autoría (insisto, al margen de legalismos).

El caso más extremo que se produce, es aquel en el que el autor de un blog copia y pega -total o parcialmente- el texto de una persona publicado en otro sitio, sin citar ni enlazar la fuente. Esto supone:
  1. Un engaño al lector, ya que está haciendo creer que ha escrito algo que en realidad es de otra persona. Es una falta de honestidad.
  2. Es plagio, una de las cosas más feas que hay. Quien así actúa, se está apropiando de lo ajeno suplantando la identidad del autor.
Compartir es bueno. Todos, en mayor o menor medida, en ocasiones difundimos textos publicados en otros sitios por otras personas. En este mismo blog lo hacemos de vez en cuando. Entra dentro de la normalidad. Pero el sentido común (más allá de legalismos, vuelvo a insistir) y la ética nos obliga a dos cosas cuando difundimos un texto que no es nuestro:
  1. Citar la autoría.
  2. Citar la fuente, enlazando el sitio original a través de un hipervínculo que, al pinchar sobre el mismo, nos conduzca a la web o al blog en el que fue publicado.
Es verdad que la mayor parte de la gente entiende y comprende esto y actúa correctamente. Pero siempre se dan excepciones y en ocasiones se llega a situaciones difíciles de entender, sobre todo en el caso de personas que tienen una educación superior e incurren en la falta de ética que supone firmar como propio lo que es de otros. Nos ha pasado recientemente en este blog, con un señor que encima es abogado de profesión. Por suerte, la mayoría de las personas son más razonables.

Compartir exige reciprocidad. Cuando tomamos algo, la forma más directa de corresponder es citando, reconociendo autoría y enlanzando el lugar del que hemos tomado la información.

Jean Giraud (Moebius).
Autorretrato.
Un capítulo específico del problema, es el material gráfico, ya sean viñetas o fotografías. ¿Qué sería de los blogs si no pudiéramos ilustrar las entradas con material gráfico? Desde luego, el resultado sería muy distinto y resultaría más pobre. Todos utilizamos fotografías y viñetas, pero poca gente piensa que detrás de ese material visual que nos encanta, hay un autor, un señor o una señora que ha dedicado esfuerzo, trabajo, tiempo... a producirlo. La viñeta del historietista no cae del cielo, sino que es fruto de su trabajo. La fotografía que tan bonita nos queda en una entrada del blog, no surge por generación espontánea en el ciberespacio, sino que detrás hay un autor. La mayoría de los autores de una fotografía o de una viñeta son generosos y entienden que utilicemos su material, siempre que los citemos convenientemente y enlacemos sus sitios web. 

Es verdad que a veces una imagen circula con tanta popularidad en Internet, que no siempre resulta fácil indagar quién es el autor. Pero la mayoría de las veces tan siquiera hacemos un esfuerzo por indagar la autoría. La cibercultura ha normalizado una práctica detestable, que supone una falta de respeto por el trabajo ajeno. Es propio de chorizos.

Compartamos, citemos, enlacemos, reconozcamos el trabajo del otro... Pongamos fin a esta práctica tan censurable que es beneficiarse del trabajo ajeno sin el reconocimiento público de la autoría. Y vuelvo a decir a riesgo de resultar pesado: no hablo de cuestiones legales, sino de sentido común y de ética cívica.

Esta entrada la he escrito pensando sobre todo en el trabajo de historietistas y fotógrafos. Es duro e injusto condenar al anonimato el talento de un creador. Pongámonos en su lugar.

4 comentarios:

  1. Yo intento siempre citar las fuentes, pero si que es cierto que a veces no y es precisamente con las viñetas con las que he incurrido en ese fallo. De hecho en mi perfil de Facebook tengo la viñeta de la estrella fugaz y no se ni de quien es.

    Intentaré corregirme.

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    1. Yo antes, al principio no lo hacía, porque quita tiempo localizar a los autores a veces. Pero bueno, me fui acostumbrando. Con las fotografías me resulta más fácil porque a menudo recurro a Flickr o a páginas que están bien referenciadas.
      Lo de los fotógrafos tomé conciencia cuando trabajé con uno en un proyecto en condiciones muy duras en las montañas de Timor (y además nos tocó pasar allí las Navidades). El tipo era profesional (vivía de eso), hizo un trabajo excelente y no cobró nada por amistad personal conmigo (apenas teníamos presupuesto). Con el tiempo nos copiaron las imágenes, las usaron con fines mercantiles y tan siquiera citaban al autor. Desde entonces soy bastante sensible al tema éste :-)

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  2. A mi me ha pasado con algunas traducciones que he realizado para este blog. De repente ves tu/s traduccion/es publicadas en otros foros/blogs sin que se hayan molestado tan siquiera en mencionar de donde la/s han sacado. Ni fuente, ni nombre, nada.

    Si me pongo a comparar, en España la traducción en general sigue siendo muy infravalorada, aunque ya va mejorando su valoración desde que existe la carrera universitaria de traduccion/interpretación. Antes cualquiera, cualificado o no, se podía llamar traductor y dedicarse al oficio.

    Un ejemplo clásico: 'La montaña mágica' de Thomas Mann, circulaba en un más que regular traducción, con muchas omisiones, hasta que Isabel García Adánez nos deleitó en 2005 con los frutos de su nuevo trabajo. La cito: <>.
    Fuente:
    Nueva traducción de 'La montaña mágica' de Thomas Mann > elmundolibro - Narrativa Extranjera

    Todo un logro que, insisto, sigue siendo muy infravalorado cuando no te citen, ni te mencionen ninguneando de ese modo tus esfuerzos de semanas o meses.

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  3. Sería cuestión de paréntesis. Aquí la cita que no aparece:

    Isabel García Adánez afirma que no ha modernizado el lenguaje de  Mann porque "es clarísimo" y ha intentado que la novela "suene igual  de fresca" en castellano que en alemán. "La traducción ha de ser  igual de natural que el texto y el traductor ha de ser invisible".

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