Cuando una imagen vale más que mil palabras. La alegría de Esperanza Aguirre.

Hay imágenes que valen más que mil palabras. Los profesionales de los medios de comunicación transforman ese principio en sublime categoría artística, mostrando por qué son los magos incuestionables de la comunicación de masas. Y ya sea para lo bueno o para lo malo, hay que reconocer que PRISA cuenta con gente con mucho oficio cuando se trata de cuidar el contenido gráfico. Capaces de manipulación rastrera, anti-ética y vergonzosa pero efectiva, aunque finalmente les conduzca al ridículo por pasarse de rosca (la falsa foto de Chávez). Pero también de brindar la imagen que lo dice todo y que convierte en anecdótico el texto, como sucede con el ejemplo que sigue.

La tira fotografica de Uly Martín que publica hoy El País, no tiene desperdicio. Es de manual. Merece ser utilizado como paradigma en la docencia de las facultades de Ciencias de la Comunicación. Sintetiza visualmente el contenido importante que se desea transmitir, al desnudo, con énfasis, de manera contundente, convirtiendo en gratuitas las palabras.

Esperanza Aguirre, durante la rueda de prensa de ayer 5 de febrero de 2012. Autoría fotos: Uly Martin.

El propio hecho de hacer una tira de tres fotografías, parece dar al contenido gráfico un formato fílmico, de movimiento a modo de sucesión de fotogramas. Hay que reconocer que la Espe se lo puso a huevo al  fotógrafo que trabaja para El País. No se trata del gesto accidental y momentáneo, de un descuido, de un movimiento de apenas un segundo que para ser captado obliga al fotógrafo a aguardar pacientemente como cazador, apuntando con la cámara en espera de que se produzca. No. Uly Martín lo tuvo fácil porque Esperanza Aguirre posó cuan actriz sobre la pasarela, facilitando el trabajo de los fotógrafos durante todo el tiempo que duró su intervención (ver vídeo), conocedora de la trascendencia mediática de su interpretación y gestos. Ella era la primera en saber lo que su imagen iba a transmitir. Sublime armonía entre modelo y fotógrafo.

Eufórica, deslumbrante, radiante de alegría, coqueta y desmedida en la expresión de su felicidad. Parece que le ha tocado el premio gordo o que acaba de enterarse que ha ganado unas elecciones generales. Cualquiera diría que fue una intervención en una rueda de prensa para hablar del más grave problema por el que atraviesa su partido desde su fundación: las acusaciones de corrupción contra una buena parte de la cúpula. Contra las caras largas y expresiones de jugadores póker, habituales estos días en la cúpula del PP, la lideresa irradia la felicidad de jugadora de parchís que va ganando. Y en medio del incendio que arrasa al PP, Esperanza descorcha una botella de champagne y decide brindar por todo lo alto: "Estamos ante una oportunidad para la regeneración", dijo. Que traducido significa: yo soy la regeneración, la solución para liderar el partido.

En la reunión del comité de dirección del partido (instantáneamente filtrada en sus contenidos, a pesar del pacto de silencio al que se comprometieron los presentes), Esperanza carga contra Cospedal, arremete contra Ana Botella y echa una lata de gasolina al fuego - imaginamos que entre sádicas carcajadas interiores - afirmando que ella hubiera cesado de forma fulminante a la ministra de Sanidad, Ana Mato. ¿Puede haber todavía palmeros del PP que nieguen la veracidad de las acusaciones de corrupción contra su partido, después de ver la representación escénica de Esperanza Aguirre? Si los hay, es que sufren de delirio crónico.

Rajoy debe estar con la piel de gallina tras escuchar, en la oscuridad de sus miedos, el eco de las risas de Esperanza Aguirre. No es para menos. Ya era hora que el PP probase de su propia medicina y experimentase el veneno de la lideresa, el mismo que ella ha estado obligando a ingerir a los madrileños durante años. Madrid ha sufrido y padecido su toxicidad. Ahora le toca a quienes la arroparon como heroína de la miseria neoliberal y neocon. Parafraseando a la impresentable heredera de la dinastía Fabra, de la que posiblemente nunca nos olvidaremos: ¡que se jodan!

Quizás sea una versión de la fábula de la rana y del escorpión, en la que Esperanza Aguirre representa a este último y su  partido a la rana. Y es que Esperanza no dejará de ser nunca un escorpión venenoso y socialmente mortal. Nació para serlo.

El culebrón promete muchos capítulos; su rentabilidad en la taquilla política y mediática, está asegurada. Esperemos que no distraiga la atención sobre lo más importante: la cisisis sistémica, el empobrecimiento de los ciudadanos, la conspiración neoliberal y el desguace paulatino del estado del bienestar.