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viernes, 1 de marzo de 2013

El estado del bienestar: ¿crisis o fin del mismo? (2 de 2)

Una crisis en la cual la desigualdad de ingresos alcanzó niveles nunca vistos, y por la cual una gran parte de la nueva generación no tendrá empleos estables, que vivirá en un mundo de empleos precarios, de salarios miserables y bajo la amenaza constante del desempleo crónico. La primera generación del capitalismo que tendrá un nivel de vida y de seguridad social muy inferior a la de sus padres.
Alberto Rabilotta, en ¿Cómo interpretar la crisis

La crisis del estado del bienestar o la crónica de una crisis sistémica anunciada


La fase post-industrial del capitalismo



Fábrica cerrada y abandonada en la década de los 70, en España
Dos ilustres de la sociología conservadora, Alain Touraine y Daniel Bell, a finales de la década de los 60 comenzaron a teorizar sobre el concepto de sociedad postindustrial. En 1969 lo hacía Touraine con su obra La sociedad post-industrial. Cuatro años más tarde, en 1973, D. Bell publicaba su libro El advenimiento de la sociedad postindustrial. Fue este último el que más contribuyó a desarrollar el concepto en la teoría sociológica. Aunque Bell, igual que Touraine, es un sociólogo del establishment, su aportación tiene cierto interés sobre todo conceptual, más que analítico. 
Personalmente estoy lejos de compartir en su totalidad las tesis de Daniel Bell sobre la teoría de la sociedad post-industrial. Algunos aspectos me parecen incluso grandes desaciertos, además de que opino que es cuestionable la base empírica de una parte de sus reflexiones. Pero sí comparto la primera de las características, mencionadas por Bell, que permite hablar de sociedad post-industrial según él (por otro lado, es la característica más importante)“el cambio de una economía productora de mercancías a otra productora de servicios” (Bell, 1991:9), acompañado - añadiría yo - de un tipo de capitalismo cada vez más especulativo y menos articulado en torno a una economía productiva real. Hiperglobalización de la acción del capital, giro cada vez más marcado hacia el neoliberalismo y ansia insaciable de privatización de todo cuanto es público, son rasgos que hay que añadir al nuevo modelo centrado en el sector terciario de la economía del que habla Bell (1)
En resumen, siguiendo siempre a Bell (1991:9):
según ese criterio la primera característica, y la más simple, de una sociedad post-industrial es la de que la mayoría de la fuerza de trabajo no se ocupa ya en la agricultura o en las fábricas sino en los servicios, que incluyen, residualmente, el comercio, las finanzas, el transporte, la sanidad, el recreo, la investigación, la educación y el gobierno 
Es decir, en los países dominantes empezamos a ver un capitalismo que traslada cada vez más sus procesos productivos al Tercer Mundo, pero inicialmente mantiene en los países del núcleo (Europa y EEUU) los centros administrativos y de dirección. Como dice Bell, se mantienen “los servicios financieros, jurídicos, publicitarios y de marketing que suministra la base de los empleos de cuello blanco” (Bell, 1991:144). Es lo que Paul Samuelson llamaba “economía de cuarteles generales” (cit. Bell, 1991:144). En otras palabras, nos convertimos en una economía de servicios.

Obviamente el proceso de terciarización no ocurre ni al mismo ritmo en todos los países del núcleo dominante del capitalismo, ni con la misma intensidad. 

En una fase posterior de esta economía post-industrial, incluso muchos de estos centros administrativos y de dirección son también trasladados a determinadas capitales asiáticas, al menos parcialmente.

Examinemos la evolución de la estructura del PIB y del empleo en España en los últimos 40 años, siguiendo el esquema clásico de los tres sectores que estableció Colin Clark (2). Se trata de información elaborada a partir de datos del INE y que está reproducida en multitud de páginas en Internet (hemos elegido una de tantas referencias en la Red, la de economy.blogs.ie.edu):



No es una estructura que difiera mucho de los países de nuestro entorno. Por ejemplo, comparándola con una de las economías que manifiesta un mayor vigor en su tejido industrial, Alemania, las diferencias no son demasiado grandes en conjunto. Según datos que publicó el SEPE en enero de 2012 (3), en el caso alemán tenemos:

Como podemos ver, las diferencias no son significativas a nivel estructural y ambos casos entran de lleno en el concepto de sociedad post-industrial.

Sin embargo, la dinámica de deslocalización tampoco se reduce a los procesos productivos en sentido estricto, sino que desde hace tiempo ha comenzado a afectar también al sector servicios y además en aumento. Por ejemplo, creo que todos nosotros hemos tenido alguna experiencia de llamar a un operador de telefonía y ser atendido por un empleado que se encuentra en Marruecos, Argentina, México...

Las razones de fondo de esta migración de los procesos productivos desde los países capitalistas avanzados, son obvias y ya hicimos referencia a las mismas en la entrada anterior.

Taller textil en Asia

Prêt-à-porter de la explotación laboral
El estado del bienestar hace que el trabajador sea caro para el capitalista, de manera que al amparo del libre comercio acaba llevándose la producción a otros países en los que la fuerza de trabajo resulta más barata, lo que le permite incrementar sus plusvalías.

Amancio Ortega (Inditex-Zara) es el paradigma español de lo anterior. Según la revista Forbes, en marzo de 2012 Ortega poseía la mayor fortuna de España y la quinta del mundo. Su imperio textil comenzó en Galicia, aprovechando el trabajo al negro de cientos de mujeres gallegas que trabajaban a destajo sin derechos laborales ni coberturas sociales. Cuando se ve presionado a regularizar su producción - lo que significaba el encarecimiento de la fuerza de trabajo -, opta por trasladar el proceso productivo a países de la periferia capitalista.  Ha sido denunciado en Brasil porque al menos una parte de su producción allí tenía lugar en talleres clandestinos que empleaban mano de obra prácticamente en régimen de esclavitud. Problemas similares ha tenido en Marruecos y acusaciones parecidas se le han hecho en relación con centros de producción que trabajan para Inditex en la India. Mucha de la ropa de Zara que vestimos ha sido elaborado por hombres, mujeres y a menudo menores de edad, que trabajan 12, 14, 16 horas diarias, sin descanso semanal, sin derechos ni prestaciones sociales de tipo alguno... 

El anterior apenas es un ejemplo de tantos que podíamos mencionar. Ese capitalismo cuyos centros de producción están en los países de la antigua periferia geopolítica, se beneficia frecuentemente además de impunidad fiscal. o de un régimen escasamente impositivo, o simplemente tiene más fácil escapar de las obligaciones fiscales mediante todo tipo de corruptelas; tiene patente de corso para contaminar el medio ambiente en ausencia de normativas medioambientales (o bien, cuando existen, le resulta fácil evitarlas comprando a los políticos locales); cuenta con una mano de obra sumisa carente de derechos; con frecuencia se trata de industria que está próxima a las regiones en donde están las materias primas, etc.

El trabajo y el sistema de derechos sociales son locales. El capital y el mercado son globales.


Desarrollo productivo asiático y Medio Ambiente. La inexistencia de leyes o la facilidad para incumplirlas, acaba creando graves problemas para la vida humana y el desarrollo de múltiples enfermedades ligadas a la contaminación medioambiental.
Todos estos son factores que explican la aparición del capitalismo post-industrial en los países dominantes. Lo que más nos interesa subrayar ahora, es que el estado del bienestar supone un alto coste para el capitalista. Lo cual, unido al resto de los factores, provoca la migración de la economía productiva real, que había sido la base sobre la que se había financiado. ¿Qué nos queda? Pues nos queda una economía fuertemente especulativa que necesita de operaciones de casino financiero y de burbujas, como la del ladrillo, para seguir creciendo. Nuestra economía de casino no nace hace dos días, sino que lleva fraguándose mucho tiempo.

Ahora bien, ¿es viable el estado del bienestar sobre la base de financiación de una economía altamente especulativa, con una economía productiva real débil? Recordemos primero, a grandes rasgos, lo que fue o sigue siendo la ofensiva neoliberal de la burguesía capitalista.   


El tsunami neoliberal

Milton Friedman con Pinochet. Chile fue el primer gran experimento neoliberal.
Naomi Kelin se hizo popular por su libro La doctrina del shock: el auge del capitalismo del desastre, en el que entre otras cosas explicaba la propagación de las políticas neoliberales a partir de las ideas de Milton Friedman y de sus discípulos (los llamados Chicago Boys). El contenido esencial del libro puede seguirse por el excelente documental disponible, doblado al castellano, en Youtube. Hay quien habla de 'revolución' neoliberal para referirse a esta propagación que cada vez se parece más a una peste de la Baja Edad Media. Un proceso a escala global cuyos primeros experimentos tienen lugar en América Latina en los 70, bajo el paraguas de dictaduras militares como las de Pinochet en Chile y la de la Junta Militar argentina encabezada por Videla. Posteriormente se produce una segunda gran oleada de expansión neoliberal, encabezada en RU por Margaret  Thatcher y en EEUU por Ronald Reagan, oleada de la que no quedó fuera la socialdemocracia europea (de hecho, simultáneamente, en España el gobierno de Felipe González comenzaba también a aplicar determinadas políticas económicas neoliberales con Boyer, en torno a las privatizaciones del patrimonio empresarial del estado y levantando la veda para la privatización de servicios públicos).

En este proceso de expansión de la metástasis neoliberal, hay en mi opinión dos hechos que resultarán claves, el primero de los cuales nos afecta especialmente a los europeos y el segundo, en mayor o menor medida, a todo el mundo. Por un lado me refiero al salto cualitativo y cuantitativo en el proceso de construcción de la unidad europea sobre la base de una arquitectura neoliberal, cuyos efectos los estamos sufriendo actualmente. La UE crece como una unión con formato neoliberal al servicio, sobre todo, de los intereses del capitalismo financiero, con la bendición política de los partidos conservadores y socialdemócratas. Por otro lado, me estoy refiriendo a la desaparición del bloque socialista.

La caída del Muro de Berlín supuso un catalizador en el proceso de consolidación del neoliberalismo y, por consiguiente, del plan de asalto al estado del bienestar. Este último en buena medida tenía su razón de ser como freno a la expansión del socialismo. La incorporación de elementos de un sistema socialista (en educación, sanidad, prestaciones sociales, etc.), unido a los atractivos de la sociedad de consumo y a una pseudo izquierda electoralmente dominante que formaba parte del establishment, constituían la mejor garantía para el control de la masa trabajadora de la Europa occidental. Desaparecido el bloque socialista, el estado del bienestar pierde su función  histórica de factor de contención. Para la burguesía capitalista, deja de tener razón de ser seguir apoyando un modelo que disminuía sus beneficios. Y sin el miedo al socialismo, en un contexto de economía marcadamente especulativa, el desarrollo del guión neoliberal resultaba imparable.

Una vez que comienza a fallar la base de economía productiva real sobre la que se había financiado el estado del bienestar, la única posibilidad de seguir manteniéndolo era, y es, reformulando las reglas de  redistribución de la riqueza en detrimento de los intereses de la burguesía económica. Seguir manteniendo la financiación del modelo implicaba (implica) una mayor carga fiscal para los más ricos. El ejemplo perfecto de esto lo tenemos en el tema de las pensiones. Desde hace muchos años se nos dice que el sistema de pensiones es inviable. Y lo es con las actuales reglas que fijan las aportaciones al fondo de pensiones. Pero sería viable con una redefinición de estas reglas, con una mayor redistribución de la riqueza y un trasvase de recursos desde la burguesía a las clases trabajadoras, compensando así factores como el envejecimiento de la población o la disminución de cotizantes.

En pleno tsunami neoliberal, la oligarquía capitalista no tiene razón alguna para seguir apoyando la conservación del estado del bienestar. Y no sólo porque le supondría tener que aceptar nuevas reglas de redistribución de la riqueza como estamos diciendo, sino además por otro factor relacionado con el carácter especulativo de la economía en la sociedad post-industrial.

Decíamos que nuestra economía es altamente especulativa. Necesita de burbujas como la del ladrillo. Y además el capitalismo se basa en un ley inexorable: la necesidad de un crecimiento permanente de los beneficios. En este escenario, el desguace del estado del bienestar se presenta como un excelente yacimiento de negocio que viene a compensar la debilidad de la economia productiva y, también, el pinchazo de burbujas como la del sector inmobiliario.

Hace algo más de un año, entrevistaban en la cadena de radio Intereconomía, vinculada a los neocons españoles, a un representante del sector que comercializa los fondos privados de pensiones en nuestro país. Cuando le preguntaron de qué manera les estaba afectando la crisis, el entrevistado contestó que en absoluto les repercutía; más bien al contrario, decía con entusiasmo, enfatizando que constituían un sector en expansión y que estaban incrementando beneficios por encima de las previsiones. Terminaba diciendo que el suyo se trataba de un campo de máxima solvencia para la inversión, debido a que "la inviabilidad del sistema publico de pensiones" (palabras textuales) les garantizaba un excelente futuro.

Sin duda, el endurecimiento de las condiciones de jubilación, iniciado por el gobierno del PSOE y continuado por el gobierno del PP, junto con la reforma laboral de Rajoy y el nuevo modelo de relaciones laborales que PP y PSOE han contribuido a dar forma, son factores que provocan una dramática realidad: aquellos que estén por debajo de los 35 años, difícilmente podrán llegar a jubilarse algún día. Al menos con una pensión pública. De manera que, en un futuro que ya está ahí, a la vuelta de la esquina, quien aspire a tener una jubilación el día de mañana no le quedará más remedio que contratar un fondo privado de pensiones. O eso, o la alternativa asiática: trabajar hasta morirse. No es de extrañar que la patronal de las aseguradoras privadas, contemple con tanto optimismo su futuro financiero. No es que no sea viable un sistema publico de pensiones. No lo es con las actuales reglas y no se cambian las reglas porque A) supondría costes para la oligarquía económica, B) el fin del sistema público equivale a una mina de oro para tales compañías privadas, detrás de las cuales están los bancos. El sistema público de pensiones, en la práctica, ha entrado en una vía muerta y eso supondrá grandísimos beneficios para el capital financiero.

El desguace del estado del bienestar está suponiendo un paraíso de beneficios para la oligarquía capitalista, que le compensa con creces del estallido de la burbuja inmobiliaria. Y es muy importante insistir: todo esto viene de muy atrás. En efecto, se trata de una estrategia muy bien diseñada desde hace tiempo por la burguesía capitalista. En el año 2004, cuando todavía estábamos en una supuesta expansión económica, en el Círculo de Empresarios de Madrid tiene lugar un acto en el que participa el presidente de la organización y del comité de Política Económica, Fernando Eguidazu. Afirmó éste:
En el caso de servicios como la enseñanza, la sanidad y el transporte deberíamos dejar de pensar en su gratuitad.
Apenas es un ejemplo. Mismo en los años de bonanza económica, la clase empresarial se hartó de lanzar mensajes sobre la necesidad de que el sistema de pensiones, la sanidad y la educación dejasen de ser públicos y pasaran a ser gestionados por el sector privado "de acuerdo a las leyes del mercado", decía Fernando Eguidazu en aquel acto de 2004. Estamos hablando de antes de la crisis, lo que sugiere que estamos ante una conspiración político-financiera cuya finalidad es la aniquilación progresiva del estado del bienestar. Lo que llamamos "crisis" es apenas la disculpa para llevar a cabo esa eutanasia del estado del bienestar que tantos beneficios reportará a nuestra oligarquía.

Si las pensiones son un buen ejemplo de esta estrategia, la Sanidad todavía lo es más o por igual. La privatización de la atención sanitaria, garantiza al sector privado un negocio permanente. Como se decía en el blog "Más se perdió en Praga":
(...) Los empresarios de la sanidad privada están lógicamente molestos con la pública, pues ofrece un servicio de “calidad” a la población a coste prácticamente nulo, mientras ellos están solo ofreciendo estos servicios a empresarios y profesionales titulados. Evidentemente está la sanidad pública haciendo competencia desleal a la privada y esto no se puede consentir. Imagine usted que la sanidad pública se desmantela y privatiza (imagine o váyase a Madrid), no tendría más remedio que consumir la privada y así aumentar sus beneficios de forma espectacular. Eso es lo que está detrás de esta propuesta, el negocio. 
Está demostrado que el coste de la sanidad pública es muy inferior a lo que supone privatizar servicios de la misma. La privatización de servicios supone que el Estado al final paga más por ellos de lo que realmente cuestan. Se privatiza no para mejorar el servicio o para hacerlo más barato, sino para dar ganancias al sector privado. España ha tenido hasta el momento uno de los mejores sistemas públicos de Salud de todo el mundo. Ahora nos enfrentamos a su progresivo desmantelamiento. El telón de fondo del paulatino proceso de privatización del sistema, no es la cuestión de si resulta viable o no. Ese debate es una cortina de humo. Lo que está en juego, con la Sanidad (igual que con el resto), es el suculento pastel de beneficios que supondrá (o está suponiendo) para la oligarquía económica.



Vale... ¿Y entonces qué?

No hay vuelta atrás. Las condiciones que posibilitaron el estado del bienestar han dejado de existir. Los socialdemócratas soñaron con la exportabilidad del modelo, por ejemplo, a países como los asiáticos. La ironía es que ahora la oligarquía que mueve los hilos del sistema, intenta importar de dichos países el modelo productivo y social allí existente; intenta transformarnos en trabajadores asiáticos.


Nuestras élites han calculado bien la respuesta y de momento todo parece indicar que han hecho el calculo acertado y que tienen todo atado y bien atado. No hay atisbo de una posible revuelta social antisistémica que pueda conducir a una ruptura revolucionaria. Pero tampoco de una oposición real desde dentro, que plantee la superación de la crisis sistémica mediante una transición que nos acerque más al socialismo, aunque sigamos dentro de un marco capitalista. Desde luego es más factible que se llegue a dar lo segundo que lo primero (que a día de hoy es una quimera y una ilusión). Pero mientras sigan existiendo partidos como el PSOE que monopolicen el voto de los trabajadores en favor del status quo de la oligarquía económica, difícilmente podremos llegar a plantear esa transición.

Aunque existiese una mayoría parlamentaria de izquierdas, en el marco de una economía post-industrial y especulativa, por mucha redistribución de la riqueza que impongamos a la oligarquía económica, a la larga seguiríamos en la misma vía muerta. Apenas sería un parche temporal. Antes o después se impone relanzar el tejido productivo real y comenzar a retroceder en nuestra condición de sociedad post-industrial; esto es clave.

La socialdemocracia plantea la necesidad de relanzar el tejido productivo, lo que en principio parece obvio y correcto. Pero en momento alguno se plantea modificar la arquitectura neoliberal del modelo. Por ello, los economistas del establishment socialdemócrata, no son capaces de aportar respuestas concretas a tres preguntas básicas:
  • ¿Qué vamos o podemos producir?
  • ¿A quién vamos a vender?
  • ¿Cómo competir con los asiáticos?
Las únicas respuestas que se dan son retóricas y ambiguas: que si inversión en I+D+i (hoy en día, una falacia monumental), que si recetas keynesianas que se concretan en tópicos vaporosos, que si mejorar la competitividad de las empresas (algo que también dice la derecha)... 

Desde la izquierda real se plantea también esa necesidad de regenerar el tejido productivo. Pero se hace tocando un aspecto clave que Alberto Garzón mencionaba al final de la entrevista a la que hacíamos alusión en días pasados:
se regulan los mercados y se vuelve a espacios de proteccionismo y a una industrialización interna
El libre comercio únicamente beneficia al gran capital. Ni es bueno para los trabajadores ni para los autónomos ni pequeños empresarios. Se impone la adopción de políticas radicalmente proteccionistas capaces de hacer frente al capitalismo salvaje asiático. Se trata de decirles a todos los amancioortegas que hay: mire usted, si quiere fabricar su ropa en la India, hágalo; pero que sepa que aquí no venderá una prenda porque no le resultará rentable pagar aranceles.

Se impone la necesidad de un fuerte y radical intervencionismo estatal en la economía, no solo regulando mercados sino también con una fuerte planificación de la economía, fortaleciendo el sector público, nacionalizando empresas y creando otras de carácter público, y permitiendo el acceso de los trabajadores a los medios de producción. Se impone la necesidad de una banca pública al servicio de la pequeña empresa... Medidas que, como recordaba el coordinador de IU, Cayo Lara, son viables incluso dentro del actual marco constitucional. También Julio Anguita ha recordado esto muchas veces. 

Y simultáneamente se impone un salto cuantitativo y cualitativo en el estado del bienestar, lo que exigirá una redistribución de la riqueza sin precedentes para afrontar el gasto público necesario. No se trata de volver atrás, sino que se trata de ir a una nueva versión 2.0 del modelo, que implique un paso al frente en la transición al socialismo. No es una utopía, pero primero debemos librarnos de ese caballo de troya llamado socialdemocracia. Sólo cuando el voto de los trabajadores se concentre en la izquierda real, podremos empezar a tener una esperanza.

A la derecha, niños proletarios europeos en el s. XIX. 
Izquierda: niño proletario asiático en el s. XXI.






















Postdata: un dato que incita a la reflexión. En 2011, España era el noveno país del mundo con más millonarios El 5,9% de los hogares contaba con un patrimonio superior al millón de dólares. Fuente: pinchar aquí.

Algunas recomendaciones 

NOTAS.
(1) Bell, Daniel (1991, orig. 1973):  El advenimiento de la sociedad postindustrial. Madrid, Alianza Editorial. 
(2) Cualquier economía se caracteriza por combinar, en diferentes proporciones, los tres sectores clásicos de los que en su día habló Colin Clark:  primario (agropecuario), secundario  (industria y manufecturas) y terciario (sector servicios). Hoy en día hay quienes manejan una clasificación de 5 sectores, pero consideramos oportuno, con licencia expositiva, seguir la terna clásica de Clark. 
(3) SEPE (Servicio Público de Empleo Estatal, Gobierno de España). Informe sobre Alemania. Enero 2012. Consultado 20-2-13 en:
www.sepe.es/contenido/empleo_formacion/eures/pdf/MT_Alemania.pdf

3 comentarios:

  1. Análisis escalofriante. El Roto lo sintetiza magníficamente en su viñeta de hoy en El País : http://elpais.com/elpais/2013/03/01/vinetas/1362154992_850732.html

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  2. Chile fue el primer experimento a gran escala qué la hundió en la más absoluta miseria y cuando parecía qué empezaba a deshacerse del pasado, vuelven a votar por más de lo mismo.....parece qué los pueblos no aprenden ni siquiera en carne propia....

    Vichi

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  3. Lo que exponen estas dos últimas entradas es terrible. Y lo peor es que es verdad.
    Mi curiosidad es saber que cuando los capitales tengan esclavizados a Asia, África, casi toda Iberoamérica, Oceanía y casi toda Europa, tendrán poca gente que esclavizar. ¿Cuáles son sus planes? ¿Cómo van a conseguir amasar más capital? ¿Vendiendo la sangre de la gente?
    Si esto no cambia vamos a un mundo terrible, peor que la Edad Media.

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