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lunes, 6 de enero de 2014

Por cada avance social, un precio económico pagado. Obama, Mandela, King y la paradoja del progreso (Jason Hirthler)


 Lamontville, South Africa, 1994.  © Ian Berry-Magnum Photos


Ficha técnica del artículo 
Original en ingles: Jason Hirthler, "For Each Social Advance, an Economic Price Paid. Obama, Mandela, King and the Paradox of Progress". Publicado en la edición de fin de semana de Counterpunch, 3-5 de enero de 2014.
Fuente de la traducción al castellano: traducido por Alga Roja para el blog del viejo topo el 6-1-14 (blogdelviejotopo.blogspot.com.es)
Las imágenes, algún enlace y la negrita que acompañan no figuran en el original; se han añadido a la traducción al castellano. Reproducción de esta traducción: puede difundir esta traducción siempre que reproduzca íntegramente esta ficha técnica, incluyendo los enlaces o hipervínculos correspondientes. 


Por cada avance social, un precio económico pagado. Obama, Mandela, King y la paradoja del progreso
Por JASON HIRTHLER

Casi como un antídoto ante el comienzo de la alegría de las fiestas, el acuerdo sobre el presupuesto 2014 fue publicado en diciembre como una especie de táctica de deflación - no sea que las masas pongan sus esperanzas demasiado altas -. Después de todo, la artimaña de la disminución del desempleo fue percibida por todos aquellos que se habían dado cuenta antes y fue mirada con suspicacia por el resto del país, puesto que no se ven signos de esta llamada recuperación en otras áreas de la economía. Naturalmente, los elementos progresivos – enormes filas costeras de Starbucks América como apoyo del Wal-Mart corazón de América – se aferran incluso a la más dudosa pizca de optimismo que surge de la ensimismada Casa Blanca. Uno casi siente pena por estos tipos tan equivocados, porque perder la propia fe o defenderla nunca es fácil. Pero el estadounidense medio gasta más de 1.200 dólares en regalos al año, sobre todo en Navidad, por lo que quizás ese pellizco del presupuesto familiar pinchará su conciencia.

El presupuesto de 2014 recorta las prestaciones por desempleo y la asistencia en cupones de comida, sin hacer nada para cerrar las lagunas fiscales para los ricos. Simultáneamente, los recortes militares inicialmente propuestos son restaurados en un fantástico juego de prestidigitación. Esto representa una continuación del programa de austeridad neoliberal implementado por consenso bipartidista después de la crisis de 2008. Y qué bien ha sido programado pisándole los talones a la sentimental efusión mundial por el difunto Nelson Mandela.


"Tenemos un presidente negro, pero sólo después de que ese 
candidato negro jurase lealtad a la élite del poder blanco". 
Imagen: Obama. © Foto: AFP (Agence France-Presse)   

Es un momento aleccionador porque se supone que Mandela y Obama, junto con Martin Luther King Jr., representan los mayores logros de los reprimidos y oprimidos en los últimos cincuenta años. Cada uno simboliza, a su manera, nuestro yo superior, cada uno encarna un personaje público diseñado para sugerir la superación de la enemistad racial y la disposición a perdonar a sus perseguidores. Cada uno está dispuesto a participar sin amargura, a integrar sin odio. Con el trabajo de estos hombres, la sociedad parecía estar cambiando para bien. Y parecía que ésta había mejorado en importantes aspectos sociales indiscutibles: los derechos civiles, el fin del apartheid, la ruptura del techo de cristal de la movilidad ascendente afroamericana.

Pero lo cierto es que poco cambió. Los negros obtuvieron el derecho al voto y se abolieron las leyes Jim Crow (Leyes de Segregación Racial), pero han continuado trabajando bajo la carga económica de unos salarios próximos a la miseria. Tenemos un presidente negro, pero sólo después de que ese candidato negro jurase lealtad a la élite del poder blanco. El Apartheid social fue desmantelado, pero el apartheid económico se mantiene sólido. De hecho, es  el último mal que aqueja a la herencia de las tres leyendas. Y uno tiene que preguntarse, leyendo el tsunami de aduladores obituarios y artículos de opinión del mes pasado, si no hay una relación inversa entre los elogios que reciben y la amenaza que suponen para el status quo.

Silenciar la amenaza: tres paradojas del progreso social.

Vivo, King era una provocación, y en el momento de su asesinato parecía girar para convertir el racismo en una reivindicación paralela a la pobreza y la guerra. Qué suerte para los reductos oscuros de la riqueza y el militarismo que fuese inmolado. Con su muerte, estos desafíos a la política económica y exterior fueron enterrados junto con el ataúd, y fue póstumamente elevado al pedestal sólo por sus compromisos con los derechos civiles, una causa que ningún ser humano racional podía negar. Las causas paralelas, sin embargo, eran críticas audaces y controvertidas al poder en sí mismo, y sus capacidades de auto-enriquecimiento. Como tal, los pulcros ejecutores del revisionismo histórico los borraron del mapa.


"Con su muerte, sus desafíos a la política económica y 
exterior  fueron enterrados con el ataúd".
Imagen: Martin Luther King, por Artedezigual D54cnp0.

Qué interesante que King muriese en 1968 – justo cuando estaba girando su discurso, atacando la guerra de Vietnam y la economía de la pobreza – y que la movilización de Lewis Powell frente a la Cámara de Comercio Americana fuese en 1971, lanzando de manera efectiva la politización del neoliberalismo como una forma de guerra de clases de las elites contra los desposeídos, priorizando aquellos males – la guerra y la privación de derechos  - contra los que luchó King. Una primera paradoja.

Qué curioso que Barack Obama ascendiese al trono del poder estadounidense en el 2008, justo cuando la población afro-americana se encontraba en el lado equivocado de la mayor transferencia de riqueza de un grupo a otro – más de la mitad de su riqueza, sobre todo en forma de bienes inmuebles, que  pasó mayoritariamente de manos negras a manos blancas, de familias vulnerables a fideicomisos inmobiliarios sin rostro. Se podría pensar, al escuchar las brillantes oraciones de Obama, que habría actuado para restaurar instantáneamente la riqueza de la minoría maltratada. Pero, por supuesto, Obama nunca habría recibido el cetro del poder de Estados Unidos si no hubiera primero jurado lealtad a la sólida riqueza de la sociedad estadounidense. Si no hubiera asegurado  a los sectores inmobiliario, financiero y de los seguros que él era "un hombre de libre mercado", capaz de permitir el corporativismo como el mejor de los Republicanos. Y que de hecho, podría hacerlo mejor que su predecesor. Simplemente cambiando las etiquetas para adaptarse al clima económico cambiante. La desregulación se vuelve a configurar como la regulación sin dientes (con un respeto desmesurado por el mercado). La privatización sería reconvertida en independencia energética (utilizando la obsesión estadounidense por la independencia para socavar los mandatos ecológicos). La reducción del gobierno federal sería presentada como la reducción del déficit (confundiendo falsamente la disminución del crecimiento con el gasto social). Pero a medida que se abrió paso a través de las salas de estar del poder silencioso, aseguró a los decanos reunidos de la industria que todo permanecería igual. Por lo tanto, la espiral descendente de los negros  simplemente se aceleró, sus reivindicaciones fueron negadas, sus casas embargadas, y sus acreedores se enriquecieron. Una segunda paradoja.

Qué instructivo que Nelson Mandela precipitase y supervisase el desmantelamiento del régimen racista del apartheid en Sudáfrica, pero su ascenso al poder tuvo lugar paralelamente al cambio fatal en la situación económica de los negros sudafricanos, que vieron como las fábricas, el empleo y los salarios disminuían durante todo el mandato de Mandela (véase el resumen del experto Patrick Bond). Y los blancos vieron como crecía su parte del botín de la riqueza sudafricana, porque las empresas de las que eran propietarios dejaron de financiar el Estado, mientras quedaban en manos del poder blanco las mejores tierras, minas, fábricas y finanzas. Una tercera paradoja.


 "Y los blancos vieron como crecía su parte del botín de la riqueza sudafricana"
Imagen: Nelson Mandela, Sept., 2011 © Getty-Adrian Steirn

¿Qué podemos inferir a partir de estas tres paradojas de la justicia? Que las conquistas sociales parecen ocurrir sólo cuando no amenazan la riqueza establecida, que es garantizada por una separación oculta de los problemas sociales de los problemas económicos. Mientras la sociedad progresa socialmente, retrocede económicamente. En el estrado, Mandela izaba la justa bandera de la igualdad social. En el cuarto de atrás, el silencioso Iago Thabo Mbeki desmontaba la plataforma redistributiva que era la esencia misma del Congreso Nacional Africano (ANC).

Cambio iluminado, regresión económica.

En cada caso – después del asesinato de King, y las elecciones Obama y Mandela – las conquistas sociales logradas por el majestuoso coraje de millones fueron equilibradas por una traición de sus intereses económicos por la puerta trasera. Como una población infectada por una cruel enfermedad, cada sociedad pronto sufrió los síntomas característicos del neoliberalismo. Es decir, una reducción de los aranceles y las subvenciones, lo que condujo a la caída de la industria nacional y a la inflación del coste de los bienes y servicios básicos. Las fábricas se colapsaron y el desempleo creció junto con los precios. En consecuencia, el país necesitaba importaciones para sustituir los bienes que ya no se fabricaban en el ámbito doméstico, lo que implicaba la necesidad de préstamos gigantescos para pagar la factura de tales importaciones. Los préstamos estaban condicionados a una brutal y típica prescripción política, que incluían recortes a los programas sociales de importancia crítica para garantizar que los pagos de deuda a los regímenes internacionales de crédito podían ser satisfechos, por lo que la mayoría de la población vio como sus medios de subsistencia se desvanecían al tiempo que se derrumbaba su calidad de vida Disminución de salarios, pérdida de puestos de trabajo, los precios se disparan, y el pago de crédito - cuando se tiene acceso al mismo -, convierten a la población en  siervos de la deuda, imitando en el nivel micro el servicio de la deuda de sus gobiernos en el nivel macro. Dado que los controles de divisas han sido desterrados (con el fin de privilegiar la comunidad global de los especuladores), el gobierno no puede revertir el curso financiero debido a que los especuladores mantienen como rehenes a la clase política, amenazando con una huida de capitales (la pesadilla de un candidato) a modo de espada de Damocles sobre su cabeza.

Por supuesto, todo ello se disfraza con las maquinaciones inteligentes de la oficina de presupuestos, que es capaz de crear artificialmente la impresión del crecimiento general y prosperidad enmascarando los indicadores negativos con un crecimiento asombroso del mercado de valores. En lugar de invertir en activos fijos más productivos en la economía real, de la que es más difícil de extraer el capital, los inversores prefieren la facilidad de la movilidad de la especulación financiera. Preferentemente a través de la creación de una burbuja inmobiliaria (véase Japón, los EE.UU. e Irlanda como instructivos ejemplos). Los números de este extraordinario crecimiento para unos pocos se confunden con las brutales cifras del empobrecimiento de la mayoría, generando un perfil per cápita perverso – uno que caracteriza a una nación en caída libre.

Y ese proceso nos deja con una imagen que se asemeja extrañamente a la  moderna Sudáfrica. Negros con derecho a voto en una situación desesperada, sin partido político que represente sus intereses. Una élite imperial bronceada a la que le va fabulosamente bien. El gobierno haciendo poco para ayudar a los pobres, pero mucho para fortalecer a los ricos. Y cuando los políticos cómplices y los periodistas judiciales tienen un minuto libre, dan un paso adelante con odas poéticas a otro campeón caído de la clase baja – como si celebrasen tranquilamente la renovación del engaño de masas y la injusticia de la situación actual.

Jason Hirthler (@JasonHirthler) es un veterano de la industria de las comunicaciones. Vive y trabaja en Nueva York y se puede contactar con él a través de la dirección jasonhirthler@gmail.com 
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Nota de traducción 
Se han traducido literalmente los términos empleados por el autor: Negro cuando dice Black y Afroamericano cuando usa African-American. Resulta relevante porque muy pocos escritores blancos utilizan la denominación Black, prefiriendo casi siempre la forma políticamente correcta "African American". Otras denominaciones como Negro, Nigger, Colored o Person of Color son insultantes, aunque hay matices en el uso de cada una de las mismas. La inicial denominación Afro American fue sustituida de los años 80 por African American

Fuente de la traducción al castellano:  blog del viejo topo, por Alga Roja.
Publicado originalmente en inglés por Counterpunch, 3-5 de enero de 2014.

Otros artículos de Jason Hirthler traducidos y publicados en el blog del viejo topo:

2 comentarios:

  1. Mis gracias a Jason Hirthler por abrirnos los ojos una vez más.
    Y también a Alga Roja por la pronta traducción:-)

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  2. Muy buena entrada y muy buena traducción, gracias Alga Roja. Lo de la realidad de las paradojas es una gran verdad.
    Luther King no podía sobrevivir en la sociedad norteamericana, sus ideas no casaban allí recuerdo el artículo de Vicsnç Navarro:
    http://blogs.publico.es/vicenc-navarro/2013/09/03/lo-que-no-se-dijo-sobre-martin-luther-king/

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