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miércoles, 5 de febrero de 2014

La perspectiva de IU sobre el papel director de la Troika en el proyecto neoliberal: BCE, FMI y Comisión Europea.



El texto que sigue es un fragmento del documento titulado "Borrador Programa para las Elecciones Europeas 2014", de Izquierda Unida (IU). Como el propio título señala, se trata de un 'borrador', pero a pesar de su carácter 'provisional' en conjunto es un texto muy lúcido sobre la Europa en la que estamos, la crisis sistémica, la situación específica de España, etc. Lógicamente va acompañado de una batería de propuestas concretas de intervención política en cada apartado.
El documento aparece organizado en bloques o capítulos: Economía, Democracia y derechos y libertades, Servicios Públicos, Medio Ambiente y soberanía alimentaria, Feminismo e Igualdad, Cultura y Comunicación y, finalmente, Solidaridad y nuevo Internacionalismo.
El primer bloque, dedicado a la Economía, a su vez se estructura en dos apartados: A) Introducción y análisis y B) Propuestas. Hemos seleccionado como fragmento el prefacio de la "introducción y análisis" y el primer epígrafe de ese apartado, titulado "El papel director de la Troika: BCE, FMI y Comisión Europea".
Izquierda Unida forma parte del  Partido de la Izquierda Europea, que agrupa a 25 organizaciones de la izquierda europea, algunas muy conocidas como Syriza (Grecia), Die Linke (Alemania), Bloco de Esquerda (Portugal), etc. 

Ficha del texto:
Nota: la negrita y subrayado son añadidos nuestros, igual que las imágenes que acompañan el texto.

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Estamos ante una crisis de la propia configuración de la UE y de un modelo insostenible e incoherente de crecimiento económico. La crisis actual es el resultado de políticas instaladas y aplicadas desde hace años y consensuadas por todos los gobiernos europeos. Esta es una crisis de la Unión Europea y del sistema capitalista y si no resolvemos los problemas subyacentes durará como mínimo una década más, tendrá un carácter mucho más grave y acabará en un nuevo orden social muy perjudicial para la amplia mayoría de la población.

La hegemonía del neoliberalismo, como programa que condensa los intereses de las clases dominantes, ha entrado en crisis junto con el sistema económico capitalista. Sin embargo, y a pesar de que los postulados ideológicos del proyecto neoliberal han sido fuertemente desprestigiados, finalmente el proyecto en su conjunto ha logrado instrumentalizar la crisis y ha salido fortalecido en las instituciones económicas y políticas de toda la Unión Europea.

No podemos ver al neoliberalismo como un fenómeno estrictamente ideológico al que se le pueda disputar la hegemonía sólo en el ámbito de las ideas. Más al contrario, en realidad estamos asistiendo a la reestructuración de las clases sociales en el seno de las economías nacionales y también en el espacio de la economía política mundial. El proyecto neoliberal se presenta así como una contrarevolución que trata de asestar golpes de gracia a las conquistas sociales y económicas alcanzadas mediante la lucha social en el marco de los Estados Nacionales constituidos tras la II Guerra Mundial. Y para lograr tales objetivos el proyecto neoliberal se está sirviendo del marco institucional que él mismo ha ido diseñando en las últimas décadas y que encuentra su cristalización más pura en la Unión Europea. La actual crisis ha puesto al desnudo la cara oculta del proyecto europeo.

La Unión Europea realmente existente no es, por lo tanto, una articulación solidaria de las economías nacionales, ni menos aún la construcción de una Europa social, sino más bien un tablero de juego que han diseñado los grandes capitales europeos para fortalecer su posición en todo el mundo. En particular han sido los grandes capitales financieros los que han dominado el reciente proceso de construcción europea, diseñando una arquitectura institucional que ha combinado la globalización financiera y productiva con el acantonamiento de la política fiscal y laboral. El resultado de este proceso ha sido dobleEn primer lugar se ha procedido a una reestructuración del peso del capital financiero sobre el capital productivo y de ambos sobre el trabajo, en beneficio del primero sobre el restoEn segundo lugar se ha establecido un marco de competencia fiscal y laboral entre los países, tanto a nivel europeo como internacional, que ha presionado a la baja los salarios y la participación salarial en la renta. Ello ha debilitado el poder y capacidad de negociación de las organizaciones de trabajadores a la vez que ha producido enormes transformaciones productivas en las economías nacionales. Ha producido un efecto global de pérdida de peso de los salarios en la economía, en beneficio de las ganancias empresariales.

Este hecho ha tenido y tiene enormes consecuencias políticas y económicas en la medida que es, por una parte, el reflejo de la lucha de clases y, por otra parte, el factor que explica la pérdida de peso de la demanda interna o, alternativamente, el incremento del endeudamiento en las economías europeas.

En España estas transformaciones productivas han tomado la forma de un proceso de desindustrialización y otro de expansión de las relaciones laborales altamente precarias. Desde su inserción en la UE, España ha acentuado su rol de economía periférica y dependiente respecto a un centro económico y político situado en países como Alemania y Francia. Este carácter dependiente ha provocado una mayor debilidad estructural de la economía, así como la ha hecho más vulnerable a la competencia exterior.

Una competencia exterior que no es la que caracterizó a los años de posguerra -en los que unos pocos países disfrutaban de un capitalismo industrial- sino que se caracteriza por la existencia de muchos y nuevos actores económicos con gran capacidad competitiva en numerosos sectores industriales. En ese contexto el lugar de la economía española en la división internacional del trabajo queda a merced de la propia dinámica del libre mercado. Y dado el natural retraso de una economía capitalista como la española, desmantelada en sus formas industriales y en muchos sectores aún con rasgos propios de estructuras semifeudales, el horizonte neoliberal plantea un negro futuro para los trabajadores.

No puede abordarse el papel de la economía española en la UE sin tener presente estas consideraciones sobre el estadio del capitalismo mundial, muy desarrollado y mostrando rasgos globales de sobreproducción. Ya que la crisis del capitalismo español no es sino la manifestación de la falta de espacios de rentabilidad económica para el capital, y el propósito del proyecto neoliberal es tratar de recomponer esos espacios mediante un proceso generalizado de empobrecimiento y mayor explotación laboral.

1. El papel director de la Troika: BCE, FMI y Comisión Europea.

Esta crisis es asimismo el resultado del proyecto de integración regional defendido por los partidos mayoritarios europeos. Un proyecto neoliberal que, desde el Tratado de Maastricht hasta el Tratado de Estabilidad Presupuestaria, concretó un verdadero golpe de Estado encomendando a la Comisión Europea, Fondo Monetario Internacional y Banco Central Europeo, la imposición a sangre y fuego de todas y cada una de las políticas derivadas del Consenso de Bruselas, mera adaptación del Consenso de Washington en Europa.

La recomposición de los espacios de rentabilidad se busca mediante los conocidos como planes de ajuste, los cuales son reformas estructurales que dinamitan las anteriores instituciones políticas y económicas, heredadas del llamado “Pacto Social de Posguerra”, en favor de otras nuevas que faciliten la movilidad y ganancia del capital.

Estas reformas estructurales tienen un doble ámbito de actuación. Por un lado el espacio económico, en el que se busca incidir sobre el mercado de trabajo y los servicios públicos, y por otro lado el espacio político, en el que se procede a un proceso deconstituyente que consagra el carácter antidemocrático y facilita la puesta en marcha de las reformas económicas, a las que se pretende blindar en lo político, con reformas institucionales que dificulten las alternativas de poder de opciones de transformación profunda en la sociedad.

Este proceso deconstituyente tampoco es propio del contexto histórico actual sino que hunde sus raíces en el mismo proceso de construcción de la UE. Durante décadas se ha ido delegando la capacidad efectiva de tomar decisiones sobre aspectos determinantes del funcionamiento de las economías, en instituciones supranacionales muy alejadas de los trabajadores. Y este proceso ha ido acompañado de la desmembración interna de las estructuras democráticas que vertebran los Estados (democracia local, ayuntamientos, negociación colectiva...). De este modo la soberanía nacional efectiva se desplazaba desde las Constituciones Nacionales hacia formas institucionales de nuevo rol tales como la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional –la troika-.

Ese nuevo escenario institucional ha facilitado la aprobación, con la complacencia de los gobiernos nacionales, de las reformas estructurales de ámbito económico. Las reformas del mercado de trabajo no han tenido otro objetivo que reducir el poder de negociación de los sindicatos, con lo que se ha tratado siempre de lograr un mayor nivel de moderación salarial que eleve la ganancia empresarial. Las reformas en la gestión de los servicios públicos está siendo todo un proceso de acumulación por desposesión, en el que se incrementa el mercado del capital privado en espacios hasta entonces ajenos al negocio privado. Aún estamos en una fase incipiente de estos desarrollos propulsados por el proyecto neoliberal.

Con la firma del Tratado de Maastricht, España aceptó unas duras condiciones macroeconómicas inspiradas en el ideario neoliberal, que acentuaron el proceso de desindustrialización. La industria española era cada vez más incapaz de competir y, en consecuencia, hizo pivotar su crecimiento sobre otros sectores como el de la construcción.

Las características de la economía española quedaron condicionadas por su modelo de inserción en la Unión. Son las condiciones económicas y de competencia, que España aceptó, las que determinaron el modelo productivo del país y su progresiva desindustrialización. Partiendo de esas premisas, la duda simplemente radicaba en cuál sería el sector que pudiera proporcionar rentabilidad suficiente como para poder mantener tasas de crecimiento que permitieran crear empleo. Se acentuaron de esa forma los nichos de mercado del turismo y la construcción, junto con la especialización de las entidades financieras en dichos sectores.

La construcción se convirtió así en un sector atractivo de cara al capital español y también al extranjero. La llegada de tantos fondos europeos para financiar carreteras, ferrocarriles, aeropuertos, y la creación de una burbuja inmobiliaria que parecía no explotar nunca, hicieron del sector de la construcción un sitio deseable en el que invertir y obtener beneficios. Todo ello destapa todas las “miserias” del desarrollo capitalista español y un doloroso despertar en el marco impuesto por el tratado de Maastricht.

Desgraciadamente la crisis económica ha servido, más que para poner en marcha un proceso constituyente y de victorias para los trabajadores, para ahondar en el proyecto neoliberal. Así, la crisis ha sido interpretada desde las instituciones europeas como un problema de deuda pública y de “excesivos privilegios de los trabajadores”, lo que ha justificado en el plano ideológico la vuelta de tuerca neoliberal. Por ello durante los últimos años los programas neoliberales de la UE, especialmente el Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC), se han fortalecido con nuevas regulaciones complementarias. Aquel pacto estaba basado en el mantenimiento de niveles inferiores al 3% en el déficit público y al 60% en la deuda pública en términos del PIB. Y en esta línea en 2010 se aprobó el Nuevo Tratado de Estabilidad, Coordinación y Gobernanza, el cual implicaba la necesidad de que las legislaciones nacionales incluyeran el compromiso explícito con la estabilidad presupuestaria.

En el 2011, la reforma constitucional del Artículo 135, pactada por PP y PSOE, y que establecía el concepto de “estabilidad presupuestaria” y la prioridad absoluta del pago de la deuda y sus intereses, fue la expresión política más clara del consenso entre PSOE y PP para hacer pivotar el proyecto europeo sobre este dogma neoliberal que asfixia y recorta al modelo social.

En septiembre de 2011 el Parlamento Europeo aprobó el conocido como Six-Pack, un paquete legislativo centrado en la consolidación fiscal y en las medidas que aseguren la competitividad de las economías europeas. Todos los fondos acumulados se ponen a disposición de los países que soliciten la ayuda financiera pero siempre a cambio de un duro plan de ajuste que teóricamente garantizará la estabilidad de las finanzas públicas, es decir, una relación razonable entre ingresos y gastos. Estos planes de ajuste se caracterizan por exigir la consolidación fiscal (reducción de la deuda pública, reducción del gasto público e incremento de los impuestos indirectos), el control de la inflación, reformas en el mercado de trabajo (reducción salarios públicos, reducción poder sindicatos, reducción prestaciones por desempleo) y reformas sociales (fragmentación educación, elevación edad jubilación, etc.). Son cualitativamente idénticos a los fracasados planes de ajuste aplicados en América Latina en los años ochenta y noventa.

La aplicación de estas políticas de ajuste empuja a las economías de la periferia a un cambio del modelo de crecimiento económico que requiere a su vez un cambio del modelo de sociedad. La destrucción de las conquistas sociales es un requisito indispensable para el proyecto neoliberal en tanto que son obstáculos a superar para convertir nuestras economías en estructuras competitivas bajo el capitalismo globalizado. Esta senda política amenaza a Europa del Sur con una gran depresión que ya está revelándose en forma de alto desempleo, incremento de la miseria y la desigualdad y otros rasgos propios de una grave crisis capitalista.
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2 comentarios:

  1. Puede mucha gente creer que el “capitalismo con rostro humano” es el mejor de los sistemas. O sea que lo que hemos vivido en Europa desde finales de la II GM hasta 2008 era el sistema perfecto. Eso, a mi modo de ver, es un gran error.
    Desde 1945 el capitalismo tuvo miedo. Había un “Bloque del Este” que les daba pánico. Por ello, entre los democratacristianos y los socialdemócratas decidieron hacer un pacto social con los trabajadores. No porque lo consideraran justo, sino por el otro modelo que tenían enfrente.
    Pero una vez que cayó el Bloque del Este ya no hubo miedo. Por lo tanto desde los años 90 el “capitalismo con rostro humano” decidió quitarse la careta, y desde entonces lucha, y va ganando, por disminuir las rentas del trabajo en beneficio de las rentas del capital.
    Para ello se constituyó la Troika, Maastricht, Pacto de Estabilidad y demás pactos, con la complicidad de cristianodemócratas, ahora llamados populares (parece irónico) y socialdemócratas. Al fin y al cabo ambos al quitarse la careta se han mostrado como neoliberales.

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    1. ¿Pero qué "rostro humano" ni qué .... en vinagre. Si los amos, hoy en día, ya son del tipo informático, algorítmico que de humano tienen menos que HAL 9000...
      Un abrazo, Manolo.

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