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sábado, 23 de julio de 2016

Buceando en las hemerotecas. (4) Mentiras alemanas y otanistas para legitimar una guerra.



"Durante la Operación Fuerza Aliada, que duró 78 días entre el 24 de marzo y el 10 de junio de 1999, la OTAN lanzó un total de 2.300 misiles y 14.000 bombas sobre el territorio de Yugoslavia" (RT), La intervención, llevada a cabo al margen de la ONU, mostró de forma visible el carácter de organización terrorista e imperialista de la OTAN.



"Todo ello [las mentiras y manipulaciones publicadas] se hizo para justificar más de 6.000 ataques de la OTAN sin mandato de la ONU cuyo sentido era demostrar que la OTAN tenía razón de ser y aprovechar las violencias –agravadas por la intervención de las potencias – para disolver Yugoslavia, un estado anómalo en el nuevo orden europeo posterior al fin de la guerra fría. Ningún político y medio de comunicación se ha disculpado y la misma constelación actúa, y está preparada para actuar, en los conflictos del presente y el futuro." (Rafael Poch)




Comentario previo del blog al artículo reproducido

La ofensiva desestabilizadora de las potencias capitalistas contra el Socialismo tuvo lugar desde el primer día de la revolución bolchevique. Como expresa William Blum (ver capítulo introductorio de Asesinando la esperanza): "Hacia el verano de 1918, unos trece mil soldados estadounidenses se encontraban en el recién nacido Estado, la futura Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Después de dos años y miles de bajas, las tropas norteamericanas se retiraron sin haber podido cumplir su misión de "estrangular en su mismo nacimiento" el Estado bolchevique, tal como lo expresó Winston Churchill". Tal obsesión fue permanente y después de la II GM entró en una fase intensiva de acoso, creándose un cinturón de bases militares en diferentes países, desde Europa al extremo asiático, al mismo tiempo que se alimentaba una escalada armamentística que en poco beneficiaba a la URSS (de ahí el juego de trileros, constantemente mostrado por EE.UU., en las sucesivas negociaciones y acuerdos para reducir el armamento nuclear).

En su misión de acoso y derribo del mundo socialista, EE.UU. encontró un punto débil, una vía de acceso para iniciar una definitiva desestabilización del bloque socialista. Se trataba de Polonia. La Iglesia Católica volvió a mostrarse como la perfecta socia del Imperio, colocando a un cardenal polaco, Karol Józef Wojtyła, como papa en el Vaticano, figura clave para fortalecer el movimiento disidente "Solidaridad". El resto de la película la conocemos todos.

Sin embargo, aunque es evidente que la Europa socialista tenía sus muchos puntos débiles, no solo Polonia, también tenía sus puntos más difíciles para el plan euroamericano de poner fin al Socialismo. Los comunistas yugoslavos habían seguido una vía autónoma respecto a Moscú, explorando un modelo de autogestión socialista que, con todas sus contradicciones y errores, había permitido unir pueblos de diferentes creencias y lenguas. Era la República Federativa Socialista de Yugoslavia. Así, en una Europa socialista que se derrumbaba después de que Mijaíl Gorbachov decidiese dinamitar el Socialismo, muchos de nosotros pensábamos que Yugoslavia resistiría quizás la ofensiva geopolítica del capitalismo, dada su autonomía en todos los sentidos del bloque socialista. Es posible que pecáramos de ingenuidad al pensar así. Es posible que nos agarrásemos a una esperanza de que algo de la experiencia socialista podría sobrevivir al tsunami desencadenado por el Imperio. Pero, en cualquier caso, muy pronto tuvimos que afrontar una realidad que a muchos nos marcó especialmente: la desestabilización y desmembración de Yugoslavia, a través de una serie de guerras que estamparon en la frente de la democratísima Europa la palabra "vergüenza".

La destrucción de Yugoslavia fue un acontecimiento que personalmente me marcó en extremo. Para mi supuso un punto de inflexión profundo, un odio especial a lo que significaba y significa el imperialismo de EE.UU. y de Europa. Y rabia. Mucha rabia. Rabia de ver cómo nos lavaban a diario el cerebro los medios occidentales, escondiéndonos un plan cuidadosamente trazado para descuartizar Yugoslavia, aunque fuese a costa de sembrar la barbarie. Si hubo una locomotora europea que tiró de ese plan, sin duda fue Alemania, la más interesada en trocear Yugoslavia. Por primera vez, después de la derrota de los nazis, Alemania mostraba de nuevo su militarismo y voluntad imperialista para defender los intereses de la oligarquía económica.

Realizo este comentario al hilo del artículo de Rafael Poch publicado en La Vanguardia y que alguien me ha recordado en Twitter. No es un artículo reciente, ya que data de 2012, pero me ha parecido interesante difundirlo en esta sección del blog que denominamos "Buceando en las hemerotecas". El artículo aborda la manipulación llevada a cabo en el que fue el último episodio de la guerra en los Balcanes, Kosovo. 

@VigneVT


Referencia documental
Rafael Poch: "La amargura del policía alemán Hensch", publicado en La Vanguardia, 31 de enero de 2012. URL: pulsar en el hipervínculo del título.
Negrita: es del original. Imágenes: son añadido nuestro.

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La amargura del policía alemán Hensch
Rafael Poch, La Vanguardia, 31-1-2012


Henning Hensch, un policía alemán retirado con carnet del SPD, se declara aun dolido por lo que vivió en 1999, pero, ¿a quién le interesa hoy la guerra de Kosovo, si ya nos hemos olvidado de la de Libia y preparamos la de Irán? Este jubilado de la localidad de Lütjenburg, en el extremo norte de Alemania, continúa dándole vueltas.

En 1998 fue uno de los seleccionados por el ministerio de exteriores para engrosar los equipos de observadores de la OSCE en Kosovo. En esa calidad actuó como perito en Rachak y Rugovo, dos localidades albanesas en las que su gobierno, socialdemócrata, engañó a la opinión pública escenificando dos masacres que no lo fueron. La primera guerra con participación de Alemania desde Hitler, comenzó con esas mentiras.

"Este era un país opuesto a la guerra y consiguieron que, por primera vez en más de cincuenta años, se metiera en una", explica por teléfono Hensch, que confiesa que, "antes de esa experiencias nunca imaginé que en mi país pudiera pasar algo así, es decir que el gobierno y la prensa mintieran al unísono y engañaran a la población".

Todavía hoy, trece años después, se confiesa "amargado" por ello. El día 15 Hensch explicó su historia en un documental de la televisión NDR. En 1999 habría sido una bomba, pero ¿hoy?

La masacre que no fue

Rachak y Rugovo son dos pueblos del noroeste de Kosovo, al sur de la capital de distrito de Pec. Con la frontera albanesa muy cerca, en 1998 la región era zona de acción de la guerrilla albanesa UCK, sostenida y financiada por la OTAN, la CIA y el servicio secreto británico.

Aquel año la UCK cometió tantos desmanes con civiles serbios, gitanos y albaneses "colaboracionistas" que su jefe local, Ramush Haradinaj, luego primer ministro de Kosovo, hasta llegó a ser juzgado en La Haya por crímenes de guerra por un tribunal que era comparsa de la OTAN.

Haradinaj fue absuelto, entre otras cosas porque diez de los nueve testigos que debían declarar contra él fueron eliminados antes de que pudieran hacerlo, unos en "accidentes de tráfico", otros en "peleas de bar", otros en atentados. Así hasta nueve.

En cualquier caso, a principios de 1999 el ejército yugoslavo respondió con gran fuerza a aquella ofensiva de la UCK teledirigida por la OTAN, con una contraofensiva.

Cerca de Rachak y de Rugova varias decenas de guerrilleros albaneses cayeron en emboscadas ante el ejército. Hensch estuvo allí. Vio a los guerrilleros muertos con sus armas, carnets y emblemas de la UCK cosidos en sus guerreras. En Rugovo, los yugoslavos juntaron los cadáveres en el pueblo y los observadores de la OSCE hicieron fotos.

"Esas fotos, convenientemente filtradas de todo rastro de armas y emblemas de la UCK, hicieron pasar lo que fue un enfrentamiento militar con grupos armados, por pruebas de una masacre de civiles", dice Hensch. "Ambos bandos cometían exactamente los mismos crímenes, pero había que poner toda la responsabilidad sólo sobre uno de ellos", dice el policía jubilado.

El 27 de abril el entonces ministro socialdemócrata de defensa alemán, Rudolf Scharping, presentó en rueda de prensa aquellas fotos en las que se veía los cadáveres de los guerrilleros amontonados en el papel de civiles inocentes masacrados.

Al día siguiente, el diario Bild publicaba una de ellas en portada con el titular: "Por esto hacemos la guerra".

Cambiar un consenso pacifista

La generación de Hensch estaba cansada de guerras. Hasta los años ochenta en la sociedad había un enorme consenso pacifista, algo que atravesaba incluso a los partidos de la derecha y por supuesto al SPD, el partido de Hensch.

"Teníamos una guerra terrible a nuestras espaldas y decíamos "nunca más", así fuimos socializados", recuerda Albrecht Müller, antiguo funcionario de la administración de Willy Brandt, que desempolva el programa de su partido de diciembre de 1989:

"Nuestra meta es disolver los bloques militares mediante un orden de paz europeo". El hundimiento del bloque del Este reduce el sentido de las alianzas militares e incrementa el de las alianzas políticas (...) se abre la perspectiva para un fin del estacionamiento de las fuerzas armadas americanas y soviéticas fuera de su territorio en Europa".

"El Bundeswehr tiene que limitarse exclusivamente a la defensa del país". Desde la guerra contra Yugoslavia ese estado de ánimo se ha cambiado por un nuevo catálogo: El uso del ejercito es posible sin haber agotado los escenarios de negociación, la OTAN puede ser utilizada fuera de su área, el Bundeswehr ya no limita su función a la defensa del país, sino que puede usarse en Kosovo o en el Hindukush, y el ejercito puede utilizarse para proteger las rutas comerciales, el abastecimiento de materias primas, explica.

Para cambiar ese consenso nacional la OTAN, el gobierno de socialdemócratas y verdes (1998-2005) y los medios de comunicación, se tuvieron que emplear a fondo.

El "Media Operation Center" de la OTAN dirigido por el infame Jamie Shea, fue una fábrica de mentiras, que los periodistas retransmitían. Shea, un hombre deshonesto, decía que el truco era, "mantener a los periodistas lo más ocupados posible, alimentándoles constantemente con briefings, de tal manera que no tengan tiempo para buscar información por si mismos".

Años después Shea dijo que, "si hubiéramos perdido la opinión pública alemana, la habríamos perdido en toda Europa".

Fabricar la versión del conflicto

El relato del conjunto de la guerra en los Balcanes se basó en una fenomenal sarta de mentiras, amnesias y omisiones. Primero los croatas, luego los bosnios y finalmente el UCK, utilizaron los servicios de la misma empresa de relaciones públicas norteamericana, Ruder Finn, que entre los años sesenta y los noventa había sido contratada por Philip Morris para enturbiar la evidencia de los nocivos efectos del tabaquismo. La opinión pública europea fue intoxicada.

Como hoy se conoce perfectamente, antes de la intervención de la OTAN no había en el conflicto de Kosovo la "catástrofe humanitaria" que las potencias se inventaron para intervenir, sino una violencia que en 1998 partió de la UCK y a la que el ejército yugoslavo respondió con la misma violencia, explicaron miembros del equipo de la OSCE como el general alemán retirado Heinz Loquai y la diplomática estadounidense Norma Brown en el documental de la cadena de televisión alemana "Es began mit einer Lüge" (comenzó con una mentira).

Los medios alemanes ignoraron tres datos fundamentales: la tradicional hostilidad de su país hacia Yugoslavia, que medios como el Frankfurter Allgemeine Zeitung, Der Spiegel y Die Welt consideraban una "creación artificial".

El hecho de tanto croatas como bosnios musulmanes, liderados en los noventa por dirigentes de la misma calaña que Milosevic, habían sido aliados de la Alemania nazi en la segunda guerra mundial y partícipes, junto con los alemanes, del genocidio de un millón de serbios desencadenado entonces por los nazis.

Y en tercer lugar, la naturaleza ilegal de las acciones militares de la OTAN desde el punto de vista de la ley internacional. El ministro de exteriores verde Josef Fischer comparó a "los serbios" con los nazis y al conflicto de Kosovo con Auschwitz, comparaciones que el General Loquai califica de monstruosas, "espacialmente en boca de un alemán". Algunas de las mentiras concretas y puntuales fueron las siguientes:

Mecanismo con futuro

El ministro de defensa Rudolf Scharping dijo antes de la intervención que los serbios habían matado a 100.000 albaneses en Kosovo. La realidad es que se contabilizaron entre cinco mil y siete mil, entre muertos y desaparecidos, todos los bandos juntos e incluidas las víctimas de bombas de la OTAN.

-Scharping suscribió la leyenda del "plan herradura" de Milosevic: rodear a la población albanesa y deportarla antes del inicio de los bombardeos. Mencionó la "expulsión de millones" y "400.000 refugiados" albaneses antes del inicio de la operación de la OTAN.

La realidad fue que para verano de 1999, a las pocas semanas de la ocupación de Kosovo por la OTAN, 230.000 serbios, montenegrinos, gitanos y albaneses "colaboracionistas" fueron expulsados de Kosovo mientras en la región había 46.000 soldados de la OTAN, es decir uno por cada cuatro expulsados.

-Pueblos que habían sido destruidos después de iniciada la guerra por la OTAN se presentaron como destruidos antes, como incentivo para iniciarla.

-Se ocultó que la miseria de los refugiados albaneses y su estampida también era consecuencia de los ataques de la OTAN.

-Scharping informó del inexistente "campo de concentración" de Milosevic en el estadio de Pristina con "varios miles de internados". Diez años después, el ministro dijo que sólo eran "sospechas".

-Se informó falsamente de "cinco dirigentes albaneses" ejecutados y de "veinte profesores" albaneses fusilados antes sus alumnos.

Todo ello se hizo para justificar más de 6.000 ataques de la OTAN sin mandato de la ONU cuyo sentido era demostrar que la OTAN tenía razón de ser y aprovechar las violencias –agravadas por la intervención de las potencias – para disolver Yugoslavia, un estado anómalo en el nuevo orden europeo posterior al fin de la guerra fría. Ningún político y medio de comunicación se ha disculpado y la misma constelación actúa, y está preparada para actuar, en los conflictos del presente y el futuro.


La guerra de Kosovo y el expansionismo de EE.UU. Camp Bondsteel es la mayor base militar de EE.UU. fuera de su territorio. Ubicada en Kosovo. Tras comenzar los bombardeos de la OTAN sobre Yugoslavia, las tropas de EE.UU. se apoderaron de 1.000 hectáreas en Uroševac, para comenzar a levantar dicha base, bajo el pretexto de proteger a la población de Kosovo. Sin embargo, EE.UU. jamás abandonó el enclave y desarrolló sus instalaciones para transformarlo en una base estratégica con la que operar hacia el este de Europa y Oriente Medio. También ha sido utilizada como cárcel secreta para internar a personas secuestradas y detenidas ilegalmente sin que existan acusaciones formales presentadas en los tribunales de justicia.

2 comentarios:

  1. "Ni el monstruo más cruel haría eso". los 78 días de la barbarie de la OTAN en Yugoslavia https://actualidad.rt.com/actualidad/view/123030-monstro-cruel-haria-rt-repasa-dias-barbarie-otan-yugoslavia
    https://www.youtube.com/watch?v=yITS9Yn1l_Q

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  2. Recuerdo perfectamente aquella época y la rabia e impotencia que yo también sentí ante aquellos hechos, marcados por una manipulación informativa repugnante y que sentó cátedra para muchas de las que hemos visto posteriormente. Por la parte que nos toca, el papel de despreciable mamporrero de Javier Solana, aquella vergonzosa rueda de prensa donde dijo que "había dado la orden de iniciar los ataques contra Yugoeslavia", como si su cargo, mero florero decorativo en la OTAN, tuviera algún valor. Además del papel de los omnipresentes EEUU, me sorprendió la actitud cínica e injerencista de Alemania que, mientras realizaba su reunificación (la anexión de la RDA) patrocinaba la división de otros estados como Checoslovaquia, de forma incruenta, y sobre todo la disolución a sangre y fuego de la Yugoeslavia que Tito logró componer tras la II Guerra Mundial. Daba la impresión de que Hitler vencía de forma póstuma. El resultado es que Alemania tiene ahora unas nuevas colonias económicas y la OTAN un protectorado como Kosovo que no es más que una gran base militar.

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