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martes, 7 de abril de 2015

Vitaminas / Oda a la hierba: un relato de Vera Miliútina. Escritos de mujeres desde el sitio de Leningrado: crítica.


Detalle del "Monumento a los Héroes de la defensa de Leningrado"


"Vitaminas / Oda a la hierba": un relato de Vera Miliútina.
Escritos de mujeres desde el sitio de Leningrado: crítica.

El sitio de Leningrado (actualmente San Petesburgo) constituyó uno de los episodios más dramáticos y terribles de la historia de las guerras. Entre 1,2 y 2 millones de soviéticos (cifra variable según qué fuentes), perdieron la vida durante el asedio. Hitler optó por sitiar la ciudad de 3 millones de habitantes, con la pretensión de exterminar a su población por medio del frío, hambre y enfermedades. Convirtió Leningrado en un gigantesco campo de concentración. Durante casi 900 días (desde 1941 hasta 1944) Leningrado fue un infierno de Dante, a pesar de lo cual el pueblo soviético mostró una heroica, férrea y épica voluntad de resistir al fascismo. La máquina bélica nazi no consiguió doblegar la voluntad de la población civil y del Ejército Rojo. De haber caído Leningrado en 1941 en manos del ejército nazi, es más que posible que Moscú hubiese caído también, lo cual habría cambiado la Historia de Europa y del mundo.
Para que nos hagamos una idea, murieron más soviéticos durante el sitio de Leningrado, que norteamericanos (tanto militares como civiles) en todas las guerras juntas desde 1776 hasta la actualidad. Por encima de cualquier otro, fue el pueblo soviético quien pagó el más alto precio para conseguir derrotar al fascismo y liberar a Europa de la peste nazi, aunque el cine de Hollywood nos haya lavado el cerebro transmitiendo una idea distinta (todos han oído hablar, por ejemplo, del Desembarco de Normandía, pero pocos de la batalla de Kursk, mucho más decisiva en la derrota nazi y de mayores dimensiones que lo sucedido en el norte de Francia).
El sitio de Leningrado trajo el azote del hambre. Reproduzco un interesante relato que viene a reflejar esta situación dramática vivida por la población soviética de la ciudad báltica. Me ha gustado porque, al contrario de otras narraciones sobre el tema, no se refugia en el acento morboso, sensacionalista, amarillista... que acaba dibujando una imagen infrahumana del leningradense, desposeído de su humanidad. El relato de Miliútina nos transmite con exquisita sensibilidad la realidad vivida, sin negar la profunda humanidad de los protagonistas (al contrario, acentúa su condición humana).
  

«VITAMINAS / ODA A LA HIERBA»
Un relato de Vera Vladímirovna Miliútina

Cuán agonizante era el deseo de comer en el invierno de 1941 a 1942. [...] Y, por si eso fuera poco, había que recorrer largas distancias a pie, cosa que hacía la vida aún más ardua. En las calles desérticas de la ciudad a veces aparecían camiones que transportaban a soldados. Venían del campo y llevaban con ellos ramas de pino y pícea. Yo solía sacarme un poco de tabaco del bolsillo de la chaqueta, y si el camión se detenía, se lo ofrecía a los hombres vestidos con abrigos militares.
— ¡Camaradas! —los saludaba-. ¿Tenéis alguna ramita? ¡Aquí tenéis un poco de tabaco!

Los marineros del Muelle del Palacio resultaron ser especialmente generosos. En una ocasión me dieron un montón de ramas de pino aromáticas. Fui mordisqueándolas todo el trayecto de regreso a casa. Devoré su corteza tierna y sus hojas aciculares, hasta que no quedó ni rastro de ellas. De las hojas del pino se extraían vitaminas y, según había oído decir, en infusión obraban milagros en los heridos hambrientos. Pero en casa no teníamos ni las fuerzas ni el tiempo para cortar las agujas y echarlas en agua hirviendo. Además, aquellas ramitas desprendían un olor a bosque tan maravilloso...

Efectivamente, en la primavera de 1942, nuestra salvación fueron la hierba, el pegamento y las correas de cuero a partes iguales. También había que prepararlas y cocinarlas, lo cual requería tiempo y...  combustible. Pero la hierba crecía por todas partes, en las calles y en los solares vacíos. Incluso brotaba entre las grietas del asfalto.

La gente formulaba preguntas como esta:
— ¿Cómo sabes qué hierbas son comestibles y cuáles no son venenosas?’

Yo solía responder:
— Limítate a comer las hierbas que solías mordisquear de niño, brizna tras brizna, hierbas cuyo sabor recuerdes. Confía en tu instinto.

La persona que había formulado la pregunta asumía que yo me mostraba reacia a revelar mi secreto. pues no había mordisqueado ninguna hierba en su infancia, motivo por el cual añadía con timidez:
— Dicen que hay que comer plátano y cenizo blanco [...].

Yo nunca comí ninguna de esas dos plantas.

En cuanto el sol empezó a calentar nuestra ciudad de Leningrado, devastada y hambrienta, los brotes verdes comenzaron a abrirse camino a través de las grietas. Ya no quedaban perros en la ciudad: nos los habíamos comido todos. Los niños, con aspecto de ancianos, no correteaban pisoteando las hierbas. Eran tan pocos los que aún permanecían en la ciudad. La hierba seguía creciendo. Se consiguieron semillas y se excavaron parcelas para plantarlas. Sin embargo, fue el verano siguiente, en 1943, cuando aparecieron auténticos jardines en el centro de la ciudad, como el Jardín de verano o el Campo de Marte. No duraron demasiado tiempo. En cambio, los situados a las afueras de la ciudad resultaron más viables. Años después de que la guerra terminara, los leningradenses no podían negarse el placer de viajar, pala en mano, a aquellas parcelas y sembrar patatas. 

Pero en la primavera de 1942 el hambre era insoportable. El sol brillaba y, sin embargo, fueras de donde fueres, hacía tanto frío que ni te planteabas quitarte la chaqueta acolchada. [...] Se incrementaron ligeramente las raciones, pero era imposible sentirse saciado: la demacración había alcanzado unas proporciones inconcebibles. El escorbuto, la deficiencia de vitaminas, los forúnculos, la pelagra e incluso la ceguera nos asediaban. El deseo de comida era inmenso... ¡sobre todo de hortalizas!

Por la mañana, antes de partir con dos cubos a buscar agua a los edificios vecinos, me dirigía con unas tijeras y una cesta a los solares vacíos, desérticos, y rebuscaba en las trincheras abandonadas o entre los escombros de edificios bombardeados. O simplemente me dirigía caminando a una calle tranquila (aunque lo cierto es que para entonces todas las calles eran tranquilas). En todos aquellos lugares era fácil cortar un buen montón de manzanilla recién brotada, cuyas hojitas peludas y aromáticas combinaban tan bien con las tiernas briznas de hierba, que normalmente crece a la sombra, cerca de las casas. En el pasado, aquellas hierbas se utilizaban para alimentar a los canarios. Yo preparaba una deliciosa ensalada de hierba para complementar la ración matutina de pan que tomábamos, que recibíamos a las cinco y media de la madrugada en una antigua panadería iluminada con dos tenues lámparas de queroseno. Guardábamos para la cena una porción de aquella hierba y las sobras de la ración de pan. 

¡Y luego estaban las pequeñas y pegajosas hojas del tilo en primavera! Podías comértelas tal cual o elaborar una sopa con ellas. ¡Y las hojas amargas del agracejo! ¡Y la berza de pastor! Los libros de ciencias afirman que esta última planta ayuda a combatir el déficit de vitaminas y el escorbuto. Pero entonces no había tiempo para estudiar libros de ciencia. La sensación del hambre era omnipresente. Y yo llenaba mi cesta con toda suerte de hierbas.

¡Estoy tan, tan agradecida a mi querida hierba, tan verde, tan fresca y cubierta de rocío! En los años transcurridos desde entonces muchas cosas se han borrado del recuerdo, pero el recuerdo de aquellas luminosas mañanas primaverales jamás se desvanecerá.

ca. 1965, Moscú

Vera Vladímirovna Miliútina

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El texto reproducido pertenece al libro Escritos de mujeres desde el sitio de Leningrado. Se trata de una compilación de testimonios de mujeres soviéticas que vivieron el atroz y dantesco sitio de la ciudad de Leningrado en la II Guerra Mundial. La recopilación es obra de Cynthia Simmons y Nina Perlina. 

Referencia documental:

Vera Vladímirovna Miliútina: "Vitaminas / Oda a la hierba", en Cynthia Simmons y Nina Perlina, Escritos de mujeres desde el sitio de Leningrado, pp. 283 a 286. Editoral La uÑa RoTa, Segovia 2014. Título original: Writing the Siege of Leningrad (Women's Diaries, Memoirs and Documentary Prose), University of Pittsburgh Press, 2002.



El libro Escritos de mujeres desde el sitio de Leningrado

El año en que se cumplía el 70 aniversario (2002) del sitio de Leningrado por el ejército nazi, la estadounidense Cynthia Simmons (profesora de Estudios Eslavos en la Universidad de Boston) y Nina Perlina (rusa, nacionalizada americana, profesora de Lengua y Literatura Eslavas en la Universidad de Indiana), publicaron una compilación de testimonios de mujeres que vivieron el sitio de esta ciudad báltica. La propia Nina Perlina había vivido el asedio siendo niña. La obra se publicó con el subtítulo "Diarios, Memorias y prosa documental de mujeres". El pasado año, la editorial segoviana Editoral La uÑa RoTa publicaba el libro en castellano, con una traducción a cargo de Joaquín Fernández-Valdés y Genma Deza Guil.

Básicamente lo que tenemos es una compilación de documentos de mujeres que vivieron el sitio de Leningrado, desde diarios personales hasta cartas, memorias, entrevistas a las protagonistas y diferentes textos catalogados como "prosa documental". El índice permite formar una primera idea de los contenidos:

Índice Escritos de mujeres desde el sitio de Leningrado (1/2)

Índice Escritos de mujeres desde el sitio de Leningrado (2/2)


Comentario crítico: Historia, Ideología y anticomunismo. No existe inocencia en ninguna compilación: cómo discriminar para crear una narrativa histórica de trasfondo anticomunista y antisoviético.
[Por @VigneVT]

Ninguna recopilación es inocente, imparcial, neutra... Recopilar implica dejar fuera (silenciar) unos textos o testimonios y dar voz a otros. Implica (irremediablemente) discriminar. Pensemos en la realidad como si fuese una figura poliédrica formada por multitud de caras, cada una de las cuales supone una dimensión de dicha realidad. Al seleccionar una parte del todo, iluminamos algunas de esas caras (las que hemos seleccionado), las hacemos visibles; pero invisibilizamos las demás. 

Realizo la reflexión anterior porque, después de haber leído la obra, me pregunto por el criterio de discriminación o elección de las compiladoras del material reproducido en el libro. Una pertinente pregunta que nos permite llegar a sintetizar el poso ideológico, la motivación implícita, subyacente, velada... de carácter ideológico, que ha orientado el trabajo de las compiladoras.

Es evidente que la Historia mayoritariamente ha sido escrita por hombres. Por ello los sesgos androcéntricos son tan frecuentes en la historiografía. El papel de las mujeres ha sido a menudo silenciado y/o distorsionado. Se habla de hecho de una fuerte invisibilidad de la mujer en muchos de los acontecimientos históricos estudiados, debido a ese sesgo que acabo de mencionar. En este sentido, una recopilación documental de testimonios de mujeres sobre un hecho tan decisivo como fue el sitio y resistencia de Leningrado,  no deja de ser una iniciativa muy necesaria. Nos aporta una perspectiva distinta a la habitual y además imprescindible.

Ahora bien, una iniciativa así, también puede venir sesgada en función del enfoque de clase e ideológico. Y esto, a mi parecer, es lo que sucede con este libro

Por un lado... sí son testimonios de mujeres. Pero, ¿de qué tipo de mujeres? Aquí es donde considero pertinente hacer una primera crítica: las compiladoras nos presentan una selección de testimonios de mujeres que en su mayoría forman parte de una cierta "élite" o jerarquía social, aunque sea en un sentido intelectual, académico, artístico, profesional... La voz de las mujeres proletarias no aparece en el libro más que de forma anecdótica (caso de la entrevista a la obrera Valentina Bushúiva y alguna otra). Evidentemente esto cambia la visión de los hechos: no es lo mismo la perspectiva que pueda tener una proletaria que la de una mujer con pasado burgués o procedente de familia burguesa.

Por otro lado, las compiladoras han tenido mucho cuidado en no seleccionar textos que supongan una valoración positiva de la URSS y del comunismo. Incluso, entre los pocos testimonios de mujeres que podrían incidir en esto (caso del diario de Kropachova, maestra y miembro del Partido), se han elegido documentos ideológicamente muy neutros. Esto es una constante en toda la obra: se han esmerado en ocultar cualquier acento ideológico socialista, comunista. Cuesta creer que sea algo casual, teniendo en cuenta que se trata de un tipo de material muy abundante y que, por tanto, había de sobra donde seleccionar. Evidentemente, las autoras han optado por iluminar las caras del prisma poliédrico que más les interesaba para dotar a la compilación de una velada carga ideológica implícita. 

Ambos sesgos vienen a estropear una iniciativa que hubiera sido un gran acierto. El resultado es una colección de textos de interés muy desigual, la mayoría de los mismos bastante inexpresivos y que no hacen justicia del todo ni a la resistencia épica que supuso el sitio de Leningrado ni, tan siquiera (paradoja), al papel protagonista que tuvieron las mujeres. En este sentido, personalmente, considero la obra como una obra fallida. Me ha decepcionado, aunque ofrece algunos capítulos de interés. 

Subyace en la compilación un obstinado empeño por restar importancia a la conciencia política socialista de las mujeres resistentes. A pesar de que algunos de los testimonios hacen hincapié en la actitud antifascista por ejemplo, en líneas generales predomina la conciencia aséptica, desposeída  de valor socialista. Percibo un mensaje subliminal (o no tan subliminal) de fondo: esas mujeres eran víctimas del cerco nazi, pero también del "perverso" sistema soviético.

Todo este planteamiento que supone el tipo de compilación que hicieron las autoras, se vuelve más hiperbólico en un infumable prólogo de Richard Bidlack sobre el contexto histórico. Bidlack llega al extremo de escribir una tontería tal como que "el armamento americano facilitó en gran medida el triunfo soviético en el frente oriental" (pág. XIV); contradictoriamente, reconoce en cambio que "este armamento desempeñó un papel pequeño en la defensa soviética" (ibíd.). En un mismo párrafo, el prologuista desafía a la lógica al afirmar blanco y negro simultáneamente. En su obsesión, Bidlack acaba escribiendo un prólogo "histórico" que tiene mucho de folletín de claro sabor anticomunista y anti-URSS. Y, por supuesto, faltaría más, la culpa de que hubiesen muerto 2 millones de soviéticos durante el sitio de Leningrado, también fue del malvado Stalin. Bidlack aprovecha su narrativa sobre el contexto "histórico" para dibujar y subrayar el terrible escenario que era la Unión Soviética antes de la invasión alemana, llegando al cínico extremo de afirmar: "la historia soviética oficial exageró los cambios ocasionados por la invasión alemana" (pág. XVI). Un poco más y el autor del prólogo terminaría pesentándonos a los nazis como liberadores de los pobres rusos.

Un prólogo ideológico que predispone en contra de la URSS al lector, seguido de una compilación en la que la selección se hizo en base a criterios ideológicos orientados premeditadamente a no valorizar nada que tuviese que ver con socialismo y con la URSS. Lo que sucedió en Leningrado fue un producto de la irrupción del fascismo, algo que prologuista y autoras de la compilación pasan por alto. Quizás, de reconocerlo, tendrían también que reconocer la complicidad de las "democracias" capitalistas en el parto que dio lugar al fascismo.

Decepcionantes también las conclusiones. Resultan tan pobres que se las podían haber ahorrado. Pero, además, suponen un burdo ejercicio de manipulación ideológica e histórica. Según las autoras, el sitio de Leningrado provocó "una reevaluación de las identidades y las lealtades" (pág. 298), algo sorprendente y difícil de creer teniendo en cuenta la numantina resistencia de la que fueron una parte fundamental y decisiva. Pero hay un párrafo en estas conclusiones, donde a las autoras se les ve el plumero claramente: "Quizás con una única excepción, la de la maestra María Kropachova, ninguna de las supervivientes del asedio indicó mediante sus palabras orales o escritas que se definía, ante todo, como una ciudadana soviética o una integrante del Partido Comunista" (pág. 298). Me remito a lo que decía al comienzo: no existe inocencia en una compilación y, en función del material que elijas, podrás afirmar lo  que te de la gana, lo que más convenga a tus intereses ideológicos. Y eso es lo que han hecho Cynthia Simmons y Nina Perlina, aunque sin duda lo que cocinaron al elaborar el libro será muy del agrado del público estadounidense.

Existe otra dimensión, otra "cara del poliedro", que las autoras invisibilizan o al menos tienden a no subrayar: la barbarie del fascismo, de los invasores, de los ocupantes nazis (entre los que había, por cierto, españoles de la falangista División Azul). Diría que tal amnesia es un agravio, una ofensa a la memoria de las víctimas del nazismo (sobre todo teniendo en cuenta que las mujeres fueron las que más sufrieron dicha barbarie). Es uno de los aspectos en donde se aprecia la falta de honestidad del trabajo de recopilación, y también el déficit moral mostrado por las compiladoras.

Reivindicando la voz de las mujeres y silenciando a la vez su papel en la defensa militar.

También llama la atención que las autoras hayan omito el papel protagonista y épico desempeñado por las mujeres en la defensa de Leningrado. ¡No está mal! Esto en una obra que pretendía visibilizar el papel, hacer oír la voz... de las mujeres que vivieron el sitio de Leningrado. Pasar por alto algo como lo que acabo de mencionar, no tiene perdón. Pero en el tipo de discurso que subyace en la narrativa, no podría ser de otra forma: resulta imperativo para poder elaborar ese tipo de discurso que viene articulado en torno a vectores ideológicos antisoviéticos y anticomunistas.

Para empezar, esta invisibilización de la mujer en la defensa de Leningrado, aparece ya en el prólogo "histórico" de Bidlack. Cynthia Simmons, autora de la Introducción que sigue, la acentúa, expresando explícitamente algo que es mentira. Dice la profesora de la Universidad de Boston (pág. 13) "que las mujeres, a pesar de que podrían haber desempeñado esas funciones [se refiere a "tareas de gobierno, cuerpos de seguridad, ejército e industria"], seguían siendo las encargadas de 'Kinder, Küche y Kirche' (niños, cocina e iglesia)". Para colmo, en nota de texto (nota nº 2 de la Introducción), por si hubiese alguna duda del talante panfletario de Cynthia Simmons, ésta llega a equiparar a nazis y soviéticos en relación con esta división del trabajo "patriarcal".  Al respecto..:

Tal como quedó explicado y documentado en la entrada del blog "Mujeres, fusiles y resistencias. (3) Mujeres combatientes del Ejército Rojo (URSS): contextos.", el protagonismo de la mujer en la defensa y seguridad, y por supuesto, en la industria, fue decisivo. Sin las mujeres, la URSS no habría podido llevar a cabo la producción industrial que tuvo lugar durante la guerra. Y en relación con todo lo relacionados con tareas de defensa, historiadoras e historiadores (por cierto, una buena parte son estadounidenses) que han estudiado este tema específico, muestran todo lo contrario de lo que afirma Cynthia Simmons. Pero es que además se da la circunstancia de que este papel de la mujer estuvo especialmente acentuado en el caso de la defensa de Leningrado, tal como han mostrado historiadoras que han analizado el papel de la mujer combatientes en la URSS, caso de Samantha Vajskop. Reproduzco un fragmento que escribí y publiqué en el blog en la entrada que antes mencionaba:
Lo mismo que sucedió con las pilotos, ocurrió con las tropas femeninas de tierra, pero a mayor escala. Tuvieron un papel decisivo en batallas cruciales como las de Leningrado y Stalingrado, algo que es desconocido por la mayor parte de la gente. La defensa de Leningrado en gran medida recayó sobre las unidades de mujeres.  En 1942, las mujeres de Leningrado "representaban el 75 por ciento de la población de una ciudad de 790.000 personas, ya que la mayoría de los hombres habían sido llamados a servir en otras zonas del frente o habían sido evacuados de sus fábricas"  (Vajskop).
Como dice Vajskop (en Vajskop, Samantha: "Elena's War: Russian Women in Combat", Ashbrook Statesmanship Thesis. Recipient of the 2008 Charles E. Parton Award):
"Sin embargo, uno de los factores principales que contribuyen al éxito de la Unión Soviética en la derrota del ejército alemán, a menudo se pasa por alto: la participación de las mujeres soviéticas. Si bien sus acciones y tal participación han sido abordados por un cierto número de autores e investigadores, no se ha profundizado suficiente en el hecho de que su participación fuera necesaria para la victoria del Ejército Rojo sobre las fuerzas nazis. De hecho, habría sido mucho más difícil, si no imposible, que el Ejército Rojo llegase a derrotar a los nazis sin la participación de las mujeres soviéticas."         
Evidentemente, nada de esto encontraremos en los "imparciales" y "neutrales" testimonios seleccionados en el libro por Cynthia Simmons y Nina Perlina.

En definitiva...

No resulta extraño que haya habido recensionistas del libro en revistas y suplementos culturales de periódicos, que hayan aprovechado la recensión para dar rienda suelta a un casposo anticomunismo y para recordarnos, hasta la saciedad, lo malo que fue Stalin y el mundo infernal que fue la Unión Soviética.  

En definitiva, pese a que tiene algún capítulo interesante, en líneas generales es una obra muy floja que no merece la pena comprar. Eso sí, es un buen ejemplo de cómo ninguna compilación es inocente, y de la carga ideológica que subyace en toda selección de textos.



Apéndice gráfico. La mujer en la defensa de Leningrado y otras escenas de la vida durante el asedio.

Las fotografías que siguen, por supuesto no pertenecen al libro. Algunas forman parte de una entrada que hemos publciado en el blog anteriormente:  Mujeres, fusiles y resistencias. (4) Mujeres combatientes del Ejército Rojo (URSS): miscelánea visual. Hemos añadido imágenes nuevas que reflejan aspectos de la vida durante el asedio. 


 Mujeres de una unidad de la defensa aérea (МПВО) en Leningrado, tomada el 05/01/1942 (fuente young.rzd.ru)


Mujeres de un batallón de fusileros marchando a través de Leningrado en 1941, preparándose para la defensa de la ciudad.



Defensa de Leningrado, combatientes Gusev y Mikhail Vorontsov, con la clásica ametralladora ligera soviética "Degtyaryov" o DP.


Vigilancia durante la defensa de Leningrado 



Bulevar de los Sindicatos en Leningrado. 1944, después de la liberación. 



Unidad de defensa antiaérea en el frente de Leningrado. Obsérvese que la mayoría son mujeres. Como ya apuntamos, la defensa artillera de Leningrado en gran medida recayó sobre las mujeres combatientes.

Leningrado 1942, cultivo de hortalizas en la plaza cerca de la catedral de San Isaac durante el asedio. Fuente humus.livejournal.com

Leningrado 1942, niños cultivando junto a la línea de costa durante el asedio. Fuente humus.livejournal.com

Leningrado 1942, cosecha de repollos delante de la catedral de San Isaac, durante el asedio. Fuente humus.livejournal.com


Leningrado 1942, huerto urbano, parque cerca de Catedral de San Isaac, durante el asedio. Fuente humus.livejournal.com

Niños en un refugio antiaéreo durante una incursión de aviones enemigos. Leningrado. Fuente: mywebs.su

Cartel: "Defendimos Leningrado, ¡vamos a reconstruirla!". Fuente: panevin.ru




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3 comentarios:

  1. Buen análisis. El anticomunismo está engranado en el ADN de las clases dominantes norteamericanas y ha tenido expresiones políticas brutales, especialmente en la época del senador McCarthy, ese “purgador” que no ha levantado tanta polvareda como otros. Aún hoy, si los miembros de la llamada liberal class no quieren caer en desgracia, deben guardarse mucho de la ocurrencia de destapar y cuestionar lo que el anticomunismo rampante realmente oculta y distorsiona. La persecución política sigue viva y coleando en el Imperio, donde comunista es todo aquel que cuestiona y combate el sistema económico, político y cultural dominante.

    Uno de los resortes del anticomunismo es el silencio y esto me recuerda que ayer, 7 de abril de 2015, cuando se conmemoraba el centenario del nacimiento de Billie Holiday, se dijeron muchas cosas de esta mujer, nacida de la miseria, que ha llegado a ser la más apreciada cantante de jazz de todos los tiempos; pero también se han ocultado otras. Los “entendidos” que se han ocupado de la efemérides en los medios masivos, han coincidido en que una de sus canciones más emblemáticas es Strange Fruit, ese bello y terrible alegato contra el odio racista, que Billie tuvo el coraje de cantar en 1939, cuando aún estaban frescos los cadáveres de tres negros colgando de los árboles del “galante” Sur. Todos asimismo reconocen que el autor de esta canción fue Lewis Allan (pseudónimo de Abel Meeropol), pero no que este profesor de origen judío era comunista. Alaban el progresismo y la apertura del Café Society, local donde Billie cantó Strange Fruit por primera vez, pero no se dice que el promotor de este establecimiento pionero en la integración racial también era un comunista. Tampoco cuentan, en fin, que esa misma noche, un agente del Federal Boureau of Narcotics llamó a Billie con la orden de que no volviera a interpretar esa canción, la misma que ella abiertamente rechazó. Al frente de esta institución policial estaba Harry Anslinger, destacado por su conspicuo odio hacia los afroamericanos y los adictos a las sustancias prohibidas, una vez levantada la veda del alcohol. Billie se convirtió en un objetivo a batir: mujer, negra, de clase humilde, adicta y rebelde, cuya voz escuchan y admiran amplios auditorios. Fue encarcelada, privada de su permiso para actuar, estigmatizada y vigilada; pero no pudieron con ella. Cuando en 1959, consumida por la enfermedad, sus amigos deciden trasladarla al hospital de Nueva York, ella se resiste porque afirma que allí los agentes de Narcóticos la van a matar. Y así fue. Con un cáncer terminal, la policía la esposó a la cama, prohibieron las visitas; después de mucho insistir permitieron que una amiga le llevase metadona, que al poco le quitaron y Billie sintió las punzadas de la violencia sistémica hasta su último aliento.

    Todos esos “entendidos” que hablan frívolamente de esta mujer luchadora como una figura de ese repertorio de drogadictos que fueron genios de la música, pasan por alto que su sufrimiento es el que hoy se sigue infligiendo a la población afroamericana de clase trabajadora –y más si se rebela contra la brutalidad policial o la explotación laboral- a través de ese poderoso mecanismo de control social que es la War on Drugs (guerra contra las drogas ) y su concomitante mass encarceration (encarcelamiento masivo), un Gulag del que tampoco se habla y contra el que nadie se indigna por estos lares.

    Perdón porque al final me he extendido.

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  2. Tantos episodios desconocidos, tanto por hacer, tanto por decir ...
    Pocas veces la mujer tuvo un papel tan activo en la defensa de todos y pocas en la Historia se ha cometido un genocidio tan brutal contra un pueblo. Aunque otras falsificaciones históricas solapen estas realidades, sin duda estos relatos ocuparán el lugar que merecen.

    Tita Barahona, no conocía la historia de Billie Holiday, aunque sí esa tremenda canción que hacía referencia a esos "extraños frutos" que colgaban de los árboles del Sur y que me impacta siempre que la escucho. Gracias por extenderte.

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  3. ERRATAS
    Hay una errata en el texto.
    Donde dice: "El año en que se cumplía el 70 aniversario (2002)"
    Es el 60 aniversario y no el 70. Disculpas por la errata. Lo corregiré a lo largo de esta semana.

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