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viernes, 30 de agosto de 2013

La trampa participativa o la participación tramposa

Rincón del libro
Democracia ficticia

Thomas Wagner: La trampa participativa – La participación ciudadana a modo de instrumento de dominio (Die Mitmachfalle – Bürgerbeteiligung als Herrschaftsinstrument)
Editorial PapyRossa. Colonia, 2013 

Reseña de Michael Zander, en “junge Welt”.

Traducida del alemán por tucholskyfan Gabi para blog del viejo topo



En público, el político Heiner Geissler pasa por ser uno de los inconformistas más creativos que tenemos en Alemania: si bien es considerado cristianodemócrata, también es socio de ATTAC, además de haber “mediado” en el conflicto acerca del proyecto de reforma de la estación de ferrocarril “Stuttgart 21” pronunciándose a favor de que los ciudadanos puedan participar en proyectos públicos de gran alcance. El hecho de que Geissler resultó ser un mediador parcial que, en vez de cuestionar esa inmensa fosa excavada para la obra, que se está tragando millones de euros de los contribuyentes, pretendía legitimarla mediante un diálogo público; y los habitantes de Stuttgart no lo advirtieron hasta muy tarde. El movimiento en contra de “Stuttgart 21” se convirtió en víctima de lo que el sociólogo y redactor de junge Welt viene a denominar en su nuevo libro la “trampa participativa”: A los ciudadanos críticos se les invita para que expresen su opinión para poder influir sobre unos cuantos detalles, pero sin que tengan permiso para decidir las condiciones determinantes en materia política y/o económica del proyecto. De este modo, se pretende aumentar la aceptación de lo que ya está planificado a antemano. Wagner lo puntualiza de ese modo: “Puesto que un creciente número de ciudadanos ya no quiere comprender que las altas autoridades estatales continúen difamando y descalificando categóricamente sus protestas como caóticas, se están buscando nuevos cauces para proteger los beneficios económicos de las empresas privadas y conservar sus relaciones de propiedad. El primer ministro del land Baden-Württemberg , Stefan Mappus (del partido cristianodemócrata CDU), tuvo que ceder su puesto al político de los Verdes, Winfried Kretschmann, no por último por su dureza que la mayoría de los ciudadanos consideraba desproporcionada”.

Los maquinadores

La pacificación conformista de este conflicto en el suroeste de Alemania es una pieza didáctica que, al mismo tiempo, nos viene a documentar una nueva tendencia (trend). El mérito de Wagner consiste en haber aportado numerosos ejemplos y casos variopintos. Las trampas que acechan en la participación de la ciudadanía, se encuentran en el desarrollo urbano, los procedimientos de la “mediación política”, o se presentan en relación con los hogares de los ciudadanos. Los actores, que de esta manera participativa pretenden asegurarse su poder, son muy variados, pero pertenecen todos al dominante establishment. De este modo, encontramos detrás del Guggenheim Lab, con sus actuaciones en Nueva York y Berlín, a nadie menos que al grupo automovilístico de BMW. En un primer plano, parecen pretender discutir con “los ciudadanos” sobre la gentrificación, pero en el fondo se trata, como el jefe de marketing de BMW tuvo a bien declarar al rótulo Manager Magazin, de “dirigirse a aquellos que hasta hoy aún no sienten ninguna afinidad especial por la marca BMW”. El fabricante de carrozas de lujo forma parte del problema, no de su solución. Las protestas contra este engaño en Nueva York fueron abatidas por la policía; en Berlín, la prensa tildaba los manifestantes de “caóticos” o Blockwarte [personas que durante el nazismo espiaban a sus vecinos]. Maquinaciones parecidas a las que refiere Wagner, también se encuentran detrás de otros procesos, supuestamente próximos y favorables a la ciudadanía: hay empresas que organizan iniciativas ciudadanas para que se ubiquen en su zona tiendas pertenecientes a cadenas como Ikea o Aldi; grupos parroquiales constituyen “plataformas ciudadanas”, so pretexto de representar los habitantes de todo un barrio entero. Semejantes proyectos los financia, especialmente, la fundación Bertelsmann.

Wagner retrata al ideólogo norteamericano Richard Florida, quien combina la exigencia de una participación y una progresista política para las minorías con posturas sindicato-fóbicas y neoliberales. Estas ideas son bien recibidas, no sólo entre Los Verdes, sino también entre algunos del partido Die Linke. Concretamente, en una de las conferencias celebradas por la Fundación Rosa Luxemburgo, uno de los representantes del llamado Community Organizing [movilización de comunidades (de vecinos o personas que se consideran próximas o afines por diversas razones)] vino a elogiar “la saludable distancia de las ideas de la izquierda”, que se ya se había logrado mediante este método en su trabajo local por barrios.

Intereses opuestos

La nueva cultura participativa en la ciudadanía, así podemos resumir el diagnóstico que nos ofrece Wagner, viene a agrupar un potencial de resistencia para reunir y verterlo en diálogos que se realicen supuestamente de igual a igual. Lo que enmascara es el hecho de que no se trata de “interlocutores” del mismo rango, sino de partes implicadas en un conflicto y separadas por intereses opuestos y desigualdad de poderes. Una “participación” así entendida, lejos de servir de panacea contra los déficits que acusan la “democracia representativa” y el poder del estado protegido por un cuerpo policial, tan sólo puede servir de complemento y sostén de ésta. El punto clave es la exclusión del aspecto económico: “Cuando en el movimiento obrero (…) se venía a exigir más democracia, siempre se reclamaba también la extensión de los medios de control democrático al ámbito de la producción (…) De renunciarse a este requisito, el eslogan de la “democratización de la democracia” pierde su orientación en esta gesta emancipadora.”

Wagner nos presenta los diversos escenarios y variantes de la referida “trampa participativa” a modo de calidoscopio; formando cada capítulo una unidad en sí, se puede leer independientemente del resto; por el otro lado, este procedimiento le lleva a repetirse, ya que todos los ámbitos acusan una problemática similar. Los fundamentos materiales de la ideología participativa, que habrá que buscar en el conocimiento de la economía de alta tecnología, no quedan más que esbozados. Donde los ordenadores e Internet han alcanzado a “dirigir las fuerzas productivas” (Wolfgang Fritz Haug), donde amplias partes de la economía consisten en prestar servicios, la “comunicación” podría aparecer como clave para resolver los problemas sociales. El libro de Wagner resulta importante, por desenmascarar este error y ayudar para que la izquierda no caiga en esta trampa participativa.


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La reseña de Michael Zander se publicó en junge Welt:
http://www.jungewelt.de/2013/08-26/005.php?sstr=Scheindemokratie

Traducción: 
tucholskyfan Gabi

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