Viñeta sobre Artur Mas i Gavarró |
La nación es una comunidad política imaginada como inherentemente limitada y soberana.
(Benedict Anderon, en Comunidades imaginadas. Reflexiones
sobre el origen y difusión del nacionalismo) (1)
Si lloras por no ver la independencia... las lágrimas no te dejarán ver los recortes
sobre el origen y difusión del nacionalismo) (1)
Si lloras por no ver la independencia... las lágrimas no te dejarán ver los recortes
(Alguien, en Twitter)
Vayan por delante dos cosas, con la intención de poner las cartas boca arriba desde el principio de este artículo. En primer lugar, quien lo escribe es antropólogo, con lo cual difícilmente puedo compartir el esencialismo que sirve de matriz ideológica al discurso identitario de una buena parte de los nacionalismos; dejaría de ser antropólogo de estar de acuerdo con ello. En segundo lugar, quien escribe el artículo está afiliado al Partido Comunista de Galicia (PCG), lo que implica que asumo la defensa del principio de autodeterminación que plasma el PCG en el art.1 de sus estatutos. Ambas cosas, en absoluto, son una contradicción como erróneamente alguien pudiera llegar a pensar.
En pleno tsunami de destrucción del estado del bienestar, a manos de las fuerzas políticas ultraliberales (entre las que destacan sobre todo el PP y los nacionalistas catalanes de CiU), cada dos por tres los medios nos bombardean con la cuestión soberanista catalana. Cada vez que abre la boca Artur Mas, presidente de la Generalitat, no se habla de otra cosa que no sea el tema de la posible independencia de Catalunya y del referéndum que piden los nacionalistas, para que los catalanes puedan pronunciarse sobre si desean o no la secesión del estado español. Entre tanto, se desvía la atención sobre la corrupción y los recortes de ambos gobiernos (central y autonómico). Artur Mas i Gavarró es un destacado discípulo del flautista de Hamelín, un mago en el ejercicio hipnótico de masas, un virtuoso del arte de buscar chivos expiatorios a los males y lacras sociales que provoca su gobierno. Pero lo cierto es que el gobierno del PP de Mariano Rajoy, también obtiene ventaja de las artes practicadas por Mas; en el fondo funciona una perversa sinergia entre ambos, un feedback entre los nacionalismos catalán y español que otorga densidad ideológica a CiU y al PP.
Creo que somos muchos los que estamos hartos de esta polémica. E intuyo que cada vez somos más. El juego político que se traen CiU -y, detrás, el resto del nacionalismo catalán- con el gobierno central del PP -máximo exponente del nacionalismo español-, cansa e indigna. Como igualmente resulta indignante la exaltación y sentimentalismo patrioteros a los que da lugar dicho juego por ambas partes. Y hasta resulta preocupante. La catalanofobia y españolfobia de los sectores más retrógados y extremos de ambos lados, forma pare del caldo de cultivo del que siempre emerge la barbarie (el fascismo, el racismo, la xenofobia, la guerra con aspiración de aniquilación total del "otro" como la vivida en los Balcanes)... No andaba muy descarriado Benedict Anderson cuando establecía un parangón entre el nacionalismo y los fenómenos religiosos de masas (1). No hay más que darse una vuelta por los foros de Internet y leer los comentarios de un cierto sector de nacionalistas españoles y catalanes (insisto en que no generalizo), para darnos cuenta que estamos ante un tipo de fanatismo que, en términos de psicología de masas, no es diferente al fanatismo religioso.
De manera inmediata, lo que más puede interesar de todo este conflicto, es el aspecto más tangible que explica el giro soberanista de CiU: el pacto fiscal. De haberse dado éste en los términos en que CiU desea, no estaríamos hablando de la consulta soberanista, ya que sería una reivindicación que CiU habría aparcado hasta la próxima ocasión en que tocase realizar una nueva demanda de calado, ante el gobierno central.
En pleno tsunami de destrucción del estado del bienestar, a manos de las fuerzas políticas ultraliberales (entre las que destacan sobre todo el PP y los nacionalistas catalanes de CiU), cada dos por tres los medios nos bombardean con la cuestión soberanista catalana. Cada vez que abre la boca Artur Mas, presidente de la Generalitat, no se habla de otra cosa que no sea el tema de la posible independencia de Catalunya y del referéndum que piden los nacionalistas, para que los catalanes puedan pronunciarse sobre si desean o no la secesión del estado español. Entre tanto, se desvía la atención sobre la corrupción y los recortes de ambos gobiernos (central y autonómico). Artur Mas i Gavarró es un destacado discípulo del flautista de Hamelín, un mago en el ejercicio hipnótico de masas, un virtuoso del arte de buscar chivos expiatorios a los males y lacras sociales que provoca su gobierno. Pero lo cierto es que el gobierno del PP de Mariano Rajoy, también obtiene ventaja de las artes practicadas por Mas; en el fondo funciona una perversa sinergia entre ambos, un feedback entre los nacionalismos catalán y español que otorga densidad ideológica a CiU y al PP.
Creo que somos muchos los que estamos hartos de esta polémica. E intuyo que cada vez somos más. El juego político que se traen CiU -y, detrás, el resto del nacionalismo catalán- con el gobierno central del PP -máximo exponente del nacionalismo español-, cansa e indigna. Como igualmente resulta indignante la exaltación y sentimentalismo patrioteros a los que da lugar dicho juego por ambas partes. Y hasta resulta preocupante. La catalanofobia y españolfobia de los sectores más retrógados y extremos de ambos lados, forma pare del caldo de cultivo del que siempre emerge la barbarie (el fascismo, el racismo, la xenofobia, la guerra con aspiración de aniquilación total del "otro" como la vivida en los Balcanes)... No andaba muy descarriado Benedict Anderson cuando establecía un parangón entre el nacionalismo y los fenómenos religiosos de masas (1). No hay más que darse una vuelta por los foros de Internet y leer los comentarios de un cierto sector de nacionalistas españoles y catalanes (insisto en que no generalizo), para darnos cuenta que estamos ante un tipo de fanatismo que, en términos de psicología de masas, no es diferente al fanatismo religioso.
De manera inmediata, lo que más puede interesar de todo este conflicto, es el aspecto más tangible que explica el giro soberanista de CiU: el pacto fiscal. De haberse dado éste en los términos en que CiU desea, no estaríamos hablando de la consulta soberanista, ya que sería una reivindicación que CiU habría aparcado hasta la próxima ocasión en que tocase realizar una nueva demanda de calado, ante el gobierno central.
1. El trasfondo de la consulta soberanista catalana: el pacto fiscal.
Personalmente descarto que CiU tenga interés real en lograr actualmente la independencia de Catalunya (aunque fuese viable, que es otro tema), entre otras razones porque quedaría fuera de la UE para empezar, lo que supondría el probable hundimiento de la economía catalana. De ahí que alguien tan destacado en las filas del nacionalismo catalán, como el ex presidente de la Generalitat, Jordi Pujol, declarase hace algo más de un año que "la independencia de Cataluña es casi imposible" (El País, 20-09-2012). En la misma línea, se han pronunciado destacados miembros de la oligarquía empresarial y financiera catalana. ¿Qué sentido tiene entonces plantear un objetivo que en el fondo no es el objetivo?
Tanto la consulta sobre la posible independencia de Catalunya como la posibilidad de secesión del estado español, no deja de ser una baza de presión para obtener un pacto fiscal ventajoso para Catalunya. En cierto sentido es una forma de chantaje político, para lograr aquello que CiU negocia desde la etapa final del gobierno de Zapatero. Esta afirmación no es especulación, ya que es algo explícito en las demandas de CiU. El hecho de que esto, para una parte de los ciudadanos de fuera de Catalunya, pase un tanto desapercibido, obedece a que los medios subrayan menos este tema, porque resulta menos sensacionalista que vender la aspiración soberanista. El resultado es que una buena parte de la gente de otras comunidades del estado, se quedan con esto último, olvidando el trasfondo.
Josep Rull, secretario de Organización de Convergència Democràtica de Catalunya (CDC), partido integrado en CiU, explicaba el año pasado que Catalunya se ve obligada a elegir entre un pacto fiscal o la independencia: "ese es nuestro dilema", decía Rull. ¿Cuál es el argumento principal de la demanda y en qué se concreta?
El gobierno de CiU aspira a tener más financiación, para lo cual exige el control de todos los impuestos recaudados en Catalunya, lo que equivaldría de facto a tener plena soberanía fiscal. Desde el PSC se ha llegado a decir que CiU quiere "la llave de la caja" y no una "llave compartida". El estatuto catalán de autonomía prevé que la recaudación y gestión de los impuestos recaiga sobre un consorcio, formado por la administración central del estado y la autonómica. Sin embargo CiU plantea que la Generalitat sea la única administración que controle la fiscalidad en Catalunya.
Josep Rull justificaba esta demanda, en agosto de 2012, de la siguiente forma:
De poco vale que Rull, expresando el sentir de CiU, diga que reconocen la necesidad de tal solidaridad entre partes si a la hora de la verdad fuese la Generalitat quien estableciese su alcance. Por otra parte, no es la primera vez que los nacionalistas catalanes nos muestran su prepotente y distorsionada visión de los problemas de otras comunidades. Recordemos las palabras de uno de los pesos pesados de CiU, Josep Antoni Duran i Lleida, cuando hace dos años se quejaba de que con los impuestos de los catalanes se pagaban los PER en Andalucía y Extremadura, para que los jornaleros estuvieran "en la barra de bar" (el PER es el Programa de Fomento de Empleo Agrario, al que se pueden acoger los desempleados mayores de 35 años o menores de esa edad que tengan responsabilidades familiares).
En definitiva, las demandas de CiU sobre el pacto fiscal no solo competen a los catalanes, ya que afectan al conjunto de las comunidades que forman el estado, en tanto podrían verse perjudicadas y verse colocadas en una situación de discriminación. El unilateralismo (un posible pacto entre gobierno catalán y gobierno central) también rompe las reglas de juego.
La solución a este tipo de problemas no resulta fácil y dudo que exista dentro del actual marco constitucional, al menos como solución duradera y no como un simple parche. Por otro lado, aunque hice mención a la "solidaridad entre partes", a la necesidad de buscar equilibrios territoriales, lo cierto es que desde el primer momento (del actual régimen de la segunda restauración borbónica) esto se ha roto constantemente y se han potenciado determinadas asimetrías entre algunas comunidades. Al final acabamos encontrándonos siempre con el mismo nudo gordiano: el modelo de estado que tenemos está obsoleto, no sirve, es como un barco oxidado a la deriva. Todos los problemas importantes terminan apuntando a una realidad que el bipartidismo PP-PSOE se niega a aceptar: necesitamos un nuevo proceso constituyente que permita diseñar un modelo de estado distinto al que resultó de una Transición monitorizada por los poderes fácticos.
Tanto la consulta sobre la posible independencia de Catalunya como la posibilidad de secesión del estado español, no deja de ser una baza de presión para obtener un pacto fiscal ventajoso para Catalunya. En cierto sentido es una forma de chantaje político, para lograr aquello que CiU negocia desde la etapa final del gobierno de Zapatero. Esta afirmación no es especulación, ya que es algo explícito en las demandas de CiU. El hecho de que esto, para una parte de los ciudadanos de fuera de Catalunya, pase un tanto desapercibido, obedece a que los medios subrayan menos este tema, porque resulta menos sensacionalista que vender la aspiración soberanista. El resultado es que una buena parte de la gente de otras comunidades del estado, se quedan con esto último, olvidando el trasfondo.
Josep Rull, secretario de Organización de Convergència Democràtica de Catalunya (CDC), partido integrado en CiU, explicaba el año pasado que Catalunya se ve obligada a elegir entre un pacto fiscal o la independencia: "ese es nuestro dilema", decía Rull. ¿Cuál es el argumento principal de la demanda y en qué se concreta?
El gobierno de CiU aspira a tener más financiación, para lo cual exige el control de todos los impuestos recaudados en Catalunya, lo que equivaldría de facto a tener plena soberanía fiscal. Desde el PSC se ha llegado a decir que CiU quiere "la llave de la caja" y no una "llave compartida". El estatuto catalán de autonomía prevé que la recaudación y gestión de los impuestos recaiga sobre un consorcio, formado por la administración central del estado y la autonómica. Sin embargo CiU plantea que la Generalitat sea la única administración que controle la fiscalidad en Catalunya.
Josep Rull justificaba esta demanda, en agosto de 2012, de la siguiente forma:
“(...) existe un capítulo de solidaridad con el resto de las autonomías (...). Pero (...) es necesario acotar esta solidaridad al 4%. En la actualidad, Cataluña da el 8% de su PIB a las demás autonomías. Y ni siquiera en Alemania los länder dan al Estado federal ese porcentaje, sino que se quedan en la mitad"Desde luego la base argumental es más que discutible y cifras las hay para todos los gustos. El pacto fiscal al que aspira CiU, supone una discriminación para el resto de las comunidades autónomas. Pero aunque las mismas condiciones se estableciesen para todas las comunidades, el resultado sería un incremento de las desigualdades territoriales: las comunidades con más recursos tenderían a ser más ricas, y aquellas con menos recursos tenderían a ser más pobres. La pretensión de CiU vulnera la necesaria solidaridad que debe existir entre las comunidades que forman el estado, el cual debe funcionar como un sistema de vasos comunicantes que permita el trasvase de recursos de aquellas partes más fuertes hacia otras menos favorecidas y estructuralmente más débiles.
De poco vale que Rull, expresando el sentir de CiU, diga que reconocen la necesidad de tal solidaridad entre partes si a la hora de la verdad fuese la Generalitat quien estableciese su alcance. Por otra parte, no es la primera vez que los nacionalistas catalanes nos muestran su prepotente y distorsionada visión de los problemas de otras comunidades. Recordemos las palabras de uno de los pesos pesados de CiU, Josep Antoni Duran i Lleida, cuando hace dos años se quejaba de que con los impuestos de los catalanes se pagaban los PER en Andalucía y Extremadura, para que los jornaleros estuvieran "en la barra de bar" (el PER es el Programa de Fomento de Empleo Agrario, al que se pueden acoger los desempleados mayores de 35 años o menores de esa edad que tengan responsabilidades familiares).
En definitiva, las demandas de CiU sobre el pacto fiscal no solo competen a los catalanes, ya que afectan al conjunto de las comunidades que forman el estado, en tanto podrían verse perjudicadas y verse colocadas en una situación de discriminación. El unilateralismo (un posible pacto entre gobierno catalán y gobierno central) también rompe las reglas de juego.
La solución a este tipo de problemas no resulta fácil y dudo que exista dentro del actual marco constitucional, al menos como solución duradera y no como un simple parche. Por otro lado, aunque hice mención a la "solidaridad entre partes", a la necesidad de buscar equilibrios territoriales, lo cierto es que desde el primer momento (del actual régimen de la segunda restauración borbónica) esto se ha roto constantemente y se han potenciado determinadas asimetrías entre algunas comunidades. Al final acabamos encontrándonos siempre con el mismo nudo gordiano: el modelo de estado que tenemos está obsoleto, no sirve, es como un barco oxidado a la deriva. Todos los problemas importantes terminan apuntando a una realidad que el bipartidismo PP-PSOE se niega a aceptar: necesitamos un nuevo proceso constituyente que permita diseñar un modelo de estado distinto al que resultó de una Transición monitorizada por los poderes fácticos.
2. El soberanismo como cortina de humo para enmascarar recortes, privatizaciones y corrupción política.
Por otra parte, además de este trasfondo, al gobierno de CiU le ha venido de perlas el conflicto que él mismo ha generado al plantear el deseo de llevar a cabo un referéndum. ¿Por qué? La respuesta es simple: como cortina de humo para los problemas reales que sufren los catalanes, en especial la clase trabajadora:
A) Cortina de humo: España como chivo expiatorio. El giro soberanista de CiU ha ido acompañado de un discurso por el cual los males y problemas que afectan a los catalanes, son un producto de la relación de dependencia insana que mantiene Cataluña con España. El nacionalismo catalán ha ido enfatizando cada vez más una idea centrada en un imaginario colectivo que convierte a "España" en el chivo expiatorio, en el factor al que atribuir el origen y causa de los problemas económicos y sociales.
B) Cortina de humo: estrategia de distracción. El gobierno de CiU, aquejado por graves casos de corrupción política, por la impopularidad de los recortes en gasto social, lanzado a una política ultraliberal de privatizaciones en áreas estratégicas, agobiado por las políticas de despilfarro de los distintos gobiernos que han ocupado la Generalitat; criticado por los escándalos de torturas, abusos, malos tratos y violación de derechos a cargo de los Mossos d'Esquadra (Policía de la Generalidad de Cataluña), propio de una policía fascista... Todo ello genera malestar e indignación ciudadana y constituye motivo suficiente para las movilizaciones sociales, como ocurre con las que tienen lugar contra el gobierno central del PP. Pero el giro soberanista ha actuado de poderoso alucinógeno social, incentivando los sentimientos patrióticos contra la malvada y perversa España.
Sin embargo, hemos de tener en cuenta que existe otro factor que actúa de catalizador en esta estrategia de manipulación de masas que lleva a cabo CiU: la estrategia se ve reforzada por el nacionalismo español, por la valiosa de la catalanofobia generada desde la caverna mediática española y por gobierno del PP, en especial por parte de algunos de sus ministros. La paradoja es que ambos nacionalismos se necesitan mutuamente y se retroalimentan uno con otro. Es la sinergia de la que hablaba al comienzo. En alguna ocasión comentaba con amigos, en clave sarcástica, que el ministro de Educación del PP, Wert, parecía un agente al servicio del nacionalismo catalán; las medidas de su ministerio y sus declaraciones sobre Cataluña, resultan tan irracionales y tan anti-catalanas que impulsan el sentimiento nacionalista catalán y el rechazo a España. Cuando Wert habla sobre Cataluña, los nacionalistas catalanes se encolerizan en público, pero aplauden con las orejas en privado, porque reconocen el beneficio que supone para su causa la idiotez patológica de Wert.
En cualquier caso, CiU ha sabido activar ese fervor patriótico en las masas en favor de la independencia, con lo cual los problemas sociales han pasado a un segundo plano. En cierto sentido, CiU utiliza ese fervor colectivo, cuidadosamente alimentado, como si fuese la zanahoria que se coloca delante del burro, para que el animal camine sin pensar en otra cosa. Tampoco es muy diferente a lo que hace el gobierno del PP, cuando monta circos como el de este verano, con el asunto de Gibraltar. Son estrategias de distracción que sirven de cortina de humo para ocultar los problemas reales.
C) Mantener la reivindicación de la consulta, le sirve a CiU también para conseguir que ERC le siga dando su apoyo, ya que sin éste el gobierno de Mas se vería obligado a convocar elecciones y los sondeos no parecen ser especialmente favorables para CiU. En este sentido, además de lo anteriormente señalado, el soberanismo actual de CiU le permite mantener la mínima cohesión con ERC para seguir gobernando. Como sabemos, ERC ha manifestado en más de una ocasión que el partido está dispuesto a tragar con las políticas ultraliberales de CiU, siempre que se mantenga el objetivo y el calendario de la consulta soberanista.
3. El concubinato político de CiU con el bipartidismo en la segunda restauración borbónica.
Uno de los problemas derivados de la ley electoral española, es que además de beneficiar en exceso a los dos grandes partidos (PP y PSOE), beneficia a los nacionalistas catalanes y vascos, garantizándoles una relevante representación en el Congreso de los Diputados. A modo de ejemplo, en las últimas elecciones del 2011, CiU obtuvo 1.014.263 de votos (el 4,17%) e Izquierda Unida (IU) 1.680.810 (casi un 7% de los votos). Con un 60% más de votos, IU apenas consiguió 11 diputados, mientras que CiU lograba 16 diputados. Esta ley electoral fue una de las muchas concesiones hechas a los nacionalistas cuando se elaboró la Constitución, durante la Transición.
Lo anterior ha provocado que tanto nacionalistas catalanes como vascos (en especial los primeros), siempre hayan contado con una nutrida representación parlamentaria a los largo de estas tres décadas de bipartidismo PP-PSOE. Esto siempre ha permitido a CiU negociar desde una posición ventajosa con el gobierno central, en especial durante los mandatos de aquellos gobiernos no amparados por una mayoría absoluta en el Congreso. CiU ha pactado con unos y con otros sin mayor problema, hasta el punto de que ha tenido un papel decisivo en la política del estado durante el actual período de restauración borbónica. El peso específico que CiU ha tenido en la política española, no deja de ser una perversión democrática, ya que ha ejercido una influencia muy superior a la que correspondería con el tamaño de su representación parlamentaria. No olvidemos que incluso los gobiernos del PSOE, siempre se han mostrado más predispuestos a entenderse con CiU y a apoyarse en los nacionalistas catalanes y vascos, antes de entenderse con Izquierda Unida.
Con el PP o con el PSOE en La Moncloa, CiU no ha tenido nunca reparos en meterse en la cama de uno y otro partido, protagonizando sobrenaturales milagros como por ejemplo que Aznar hablase catalán en la intimidad. CiU ha desempeñado, durante más de 30 años, el rol de concubina política del bipartidismo español.
No es de extrañar que una buena parte de las leyes e iniciativas de gobierno más retrógradas y reaccionarias, impulsadas por los gobiernos del PP y del PSOE a lo largo de estas tres décadas, hayan contado con el apoyo entusiasta de CiU (igual que del PNV vasco); por ejemplo, el apoyo a las sucesivas reformas laborales, el apoyo a las privatizaciones, etc. Por eso, la gran paradoja del discurso soberanista de CiU, es que durante todo este período de tiempo ha desempeñado un relevante papel en las políticas del estado.
Lo peor de los concubinatos políticos es que hay que alimentarlos permanentemente y su voraz apetito resulta, por lo general, insaciable y creciente.
4. La sintonía entre PP y CiU y el esperpento político de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC).
No hay lance extraño
no hubo escándalo ni engaño
en que no me hallara yo
(Personaje de Don Juan, en Don Juan Tenorio, de Zorrilla)
No deja de resultar esperpéntico que parte del nacionalismo catalán autoconsiderado de izquierdas (léase ERC), dispare su artillería contra el ultraliberalismo del PP y, al mismo tiempo, se trague todos los sapos del ultraliberalismo de CiU, en aras del sentimiento patriótico que les une con la derecha nacionalista catalana. Un patriotismo que esta "izquierda" nacionalista antepone a los intereses de la clase trabajadora. No olvidemos que ERC está dando su apoyo a CiU para que pueda gobernar, con lo cual es también responsable indirecto de la ofensiva ultraliberal de la derecha catalanista y de las privatizaciones, corrupción y recortes que tienen lugar.
Lo cierto es que lo anterior no debiera resultar extraño, dada la escasa vinculación que existe entre ERC y la clase trabajadora. Después de todo, este partido no deja de ser la proyección política de un sector socialmente rebelde de la acomodada burguesía catalana, revestido de progresismo, que gusta de ejercer un paternalismo tremendamente burgués sobre la clase trabajadora, en su mayor parte de origen no catalán.
Al margen de la cuestión nacional y de la disputa por competencias, la sintonía entre el PP y CiU es absoluta. El apoyo a los recortes del gobierno de Rajoy, a la brutal reforma laboral aprobada por éste, etc., son pruebas de esta feliz sintonía.
El último episodio de la armonía entre CiU y el PP (insisto, dejando de lado la disputa en torno a la cuestión nacional y el trasfondo del pacto fiscal), sin duda es el vergonzoso apoyo de CiU a una ley protofascista como es la ley de Seguridad Ciudadana que está impulsando el PP. Ya anteriormente, CiU votó con el PP en contra de todas las enmiendas presentadas por el PSOE y por IU a dicha ley. El pasado día 10, la Comisión de Interior del Congreso aprobó (con los votos del PP, PNV y CiU) este proyecto de ley. Su carácter resulta tan reaccionario, represivo y contrario a los derechos civiles, que supone una verdadera regresión a los tiempos del franquismo. Por otra parte, con dicha ley se busca además beneficiar a las compañías privadas de seguridad.
No deja de ser una ironía que el nacionalismo de izquierdas catalán hable, por un lado, de lo fachas que son los militantes y votantes del PP, y por otro lado miren a las nubes y se pongan a silbar a los pajaritos cuando CiU apoya las políticas del PP, algunas tan de sabor dictatorial como la mencionada ley de Seguridad Ciudadana. ¡Manda carallo!
Los nexos entre PP y CiU son más poderosos que las diferencias aparentes. Ambos son la máxima expresión del neoliberalismo y comparten la misma filosofía económica. Y con frecuencia, también comparten el modus operandi de corrupción política y de privatizaciones en favor de los amigos. Un ejemplo claro lo tenemos en la política de privatizaciones que la Generalitat lleva a cabo en el campo de la Sanidad catalana. Artur Mas ha colocado como Conseller de Salut de la Generalitat a Boi Ruiz i Garcia, director general entre 1994 y 2008 y luego presidente entre 2008 y 2010, de la Unión Catalana de Hospitales, la patronal de la sanidad privada de Cataluña. Viene a ser algo así como meter al zorro a guardar el gallinero, ya que Boi Ruiz accedió al cargo con un objetivo concreto que de momento está cumpliendo: privatizar lo máximo posible para beneficiar los intereses privados que ha defendido (y a los que está vinculado) durante 16 años.
Extraño parecido lo anterior con lo que ocurre en la comunidad autónoma de Madrid, gobernada por el PP. Sin duda el puente aéreo Madrid-Barcelona es algo más que una conexión de vuelos.
Buscad las leyes retrógadas de los gobiernos del PP y PSOE en contra de los intereses de los trabajadores, durante estos 30 años. Refrescad la memoria sobre todas las iniciativas políticas con las que el bipartidismo ha castigado a la clase trabajadora y beneficiado al capital. En todo ello hallareis la mano amiga de CiU, meciendo la cuna del poder económico. El partido de Mas es como el Don Juan de Zorrilla: no hay lance extraño, no hubo escándalo ni engaño en el que CiU no estuviese presente.
5. ¿Sería traumática la independencia de Catalunya?
Después de este repaso sobre la naturaleza social de CiU y su sintonía con la derecha española cuando se trata defender los intereses del capital, cabe preguntarse si realmente sería tan traumática una hipotética independencia de Catalunya. Considero que no, aunque para muchos españoles tal posibilidad venga a ser poco menos que el fin del mundo. En el contexto actual europeo, en absoluto sería un hecho traumático, más que para nostálgicos del Imperio y nacionalistas españoles. Por otra parte, al menos durante un período de tiempo muy amplio, la salida de Cataluña de la UE hasta podría tener un efecto beneficioso para el resto de la economía española.
Lo que sí resulta inadmisible es que la cuestión catalana no se resuelva de una vez por todas. Se trata de un problema enquistado que exige de una solución definitiva, en un sentido o en otro. Claro está que, quizás, pudiera ser, al nacionalismo burgués catalán le interese precisamente esa situación de enquistamiento crónico.
Por otra parte, muchos ciudadanos siguen pensando en términos de soberanía nacional plena, cuando lo cierto es que una parte importante de dicha soberanía ha sido trasferida a Bruselas con el Tratado de Maastricht, sin consultar con la ciudadanía. Especialmente en todo lo concerniente a lo más importante, que es la economía, los actuales estados-nación apenas son apéndices de una entidad superior (la UE) que, no olvidemos, en absoluto es una democracia. En este contexto, la independencia de Cataluña más allá del componente emotivo que podría tener para determinados sectores, carecería de repercusión traumática.
6. No hay motivos racionales para oponerse a la celebración de un referéndum no vinculante. La tradición de la izquierda al respecto.
Soy de los que piensan que es bueno que se realice la consulta demandada por la mayoría social de los catalanes. Creo que además es el sentir más generalizado en la izquierda. No hay motivos racionales para oponerse a la celebración de un referéndum no vinculante. Sería positivo que los términos y condiciones del mismo fuesen acordados por el Congreso, con un amplio consenso político, para evitar que se plantease con parcialidad.
La tradición política de la izquierda ha defendido por lo general la autodeterminación. Incluso hasta el PSOE, en 1974, en su congreso de Suresnes, asumía en documento interno lo siguiente (el autor del texto fue Rubalcaba; ver "39º aniversario del congreso de Suresnes. El PSOE, Rubalcaba y el reconocimiento del derecho a la autodeterminación"):
Esta sensibilidad de la tradición de la izquierda hacia la cuestión nacional, abre además la puerta para el entendimiento entre las distintas tendencias. Un ejemplo lo tenemos en Galicia, con AGE, la alianza entre Esquerda Unida y un sector del nacionalismo de izquierdas liderado por Beiras (ANOVA), junto a otros grupos más pequeños. En definitiva, esta tradición de reconocimiento del derecho de autodeterminación, considero que es positiva, ya que facilita la convergencia de fuerzas que luchan por transformar la sociedad capitalista.
Por otra parte, uno de los problemas a los que se enfrenta la izquierda, es cómo conseguir abrir un nuevo proceso constituyente que ponga fin a la monarquía y abra paso a una república más cercana al modelo de sociedad que defiende la izquierda. Con los pies en el suelo, es una meta muy difícil de alcanzar, ya que se necesita de una mayoría parlamentaria tan elevada que hoy por hoy no deja de ser una entelequia (a pesar de lo cual, considero fundamental que la izquierda siga defendiendo con uñas y dientes la causa republicana).
Sin embargo, una hipotética secesión de Cataluña, vendría a obligar a elaborar una nueva constitución, salvo que los dos partidos dominantes pactasen una reforma parcial para afrontar dicha secesión.
En cualquier caso, reconociendo la necesidad de que la izquierda respete el principio de autodeterminación, considero que ésta nunca debe perder de vista el irrenunciable principio del internacionalismo de la clase trabajadora y la defensa de los intereses de clase como vectores nucleares de la identidad política de la izquierda. De no ser así, dejaría de ser izquierda.
7. A modo de cierre.
A punto de terminar este artículo, nuestro compañero Manuel, después de leer el borrador, me comunicaba la publicación del último artículo de Vicenç Navarro publicado ayer: Por qué lo nacional está ocultando lo social. Leyéndolo vengo a coincidir en muchas cosas que su autor menciona. Destacaría un aspecto al que yo también hice referencia anteriormente. Comenta Navarro:
La tradición política de la izquierda ha defendido por lo general la autodeterminación. Incluso hasta el PSOE, en 1974, en su congreso de Suresnes, asumía en documento interno lo siguiente (el autor del texto fue Rubalcaba; ver "39º aniversario del congreso de Suresnes. El PSOE, Rubalcaba y el reconocimiento del derecho a la autodeterminación"):
“La definitiva solución del problema de las nacionalidades que integran el Estado español parte indefectiblemente del pleno reconocimiento del derecho de autodeterminación de las mismas que comporta la facultad de que cada nacionalidad pueda determinar libremente las relaciones que va a mantener con el resto de los pueblos que integran el Estado español”.Obviamente el PSOE luego se apartó de lo anterior, pero la izquierda real sigue apoyando dicha opción y considero que es una postura razonable y acertada.
Esta sensibilidad de la tradición de la izquierda hacia la cuestión nacional, abre además la puerta para el entendimiento entre las distintas tendencias. Un ejemplo lo tenemos en Galicia, con AGE, la alianza entre Esquerda Unida y un sector del nacionalismo de izquierdas liderado por Beiras (ANOVA), junto a otros grupos más pequeños. En definitiva, esta tradición de reconocimiento del derecho de autodeterminación, considero que es positiva, ya que facilita la convergencia de fuerzas que luchan por transformar la sociedad capitalista.
Por otra parte, uno de los problemas a los que se enfrenta la izquierda, es cómo conseguir abrir un nuevo proceso constituyente que ponga fin a la monarquía y abra paso a una república más cercana al modelo de sociedad que defiende la izquierda. Con los pies en el suelo, es una meta muy difícil de alcanzar, ya que se necesita de una mayoría parlamentaria tan elevada que hoy por hoy no deja de ser una entelequia (a pesar de lo cual, considero fundamental que la izquierda siga defendiendo con uñas y dientes la causa republicana).
Sin embargo, una hipotética secesión de Cataluña, vendría a obligar a elaborar una nueva constitución, salvo que los dos partidos dominantes pactasen una reforma parcial para afrontar dicha secesión.
En cualquier caso, reconociendo la necesidad de que la izquierda respete el principio de autodeterminación, considero que ésta nunca debe perder de vista el irrenunciable principio del internacionalismo de la clase trabajadora y la defensa de los intereses de clase como vectores nucleares de la identidad política de la izquierda. De no ser así, dejaría de ser izquierda.
7. A modo de cierre.
A punto de terminar este artículo, nuestro compañero Manuel, después de leer el borrador, me comunicaba la publicación del último artículo de Vicenç Navarro publicado ayer: Por qué lo nacional está ocultando lo social. Leyéndolo vengo a coincidir en muchas cosas que su autor menciona. Destacaría un aspecto al que yo también hice referencia anteriormente. Comenta Navarro:
El tema nacional instrumentalizado por las derechas. Ni que decir tiene que las derechas (en realidad las ultraderechas) españolas estimularán el tema nacional, presentándose –como siempre han hecho- como las defensoras de España (que es su versión de España), postura que les será muy rentable políticamente. Y un tanto semejante ocurrirá –como ya está ocurriendo- en Catalunya, donde las derechas catalanas (CiU) también intentarán capitalizar aquel rechazo hacia el establishment españolista, ocultando en esta movilización su propio ataque frontal al Estado del BienestarEn definitiva, lo que veremos todo este año próximo será la centralidad del tema nacional a costa del tema social.Lo que nos espera, pues, es todo un año en el que toda la atención mediática se centrará en este tema, olvidándose del tema central, tanto en Catalunya como en España, que es el gran deterioro del bienestar social y calidad de vida de la población española y catalana. Esta atención beneficiará enormemente a las derechas españolistas y catalanas, cuya alianza en los temas económicos y laborales es responsable de dicho deterioro, y que, para mayor inri, utilizarán los sentimientos nacionalistas a favor de sus posturas, a fin de ocultar la trágica realidad social en la que se vive a los dos lados del Ebro.Quizás uno de los aspectos más lamentables de esta polémica-problema, es precisamente esto: las derechas española y catalana sacarán partido al desviar la atención de los problemas sociales. Los sentimientos patrióticos descontrolados, a menudo nos hacen olvidar las cuestiones importantes. Por eso no es de extrañar que las banderas las cargue el diablo, igual que las armas:
Notas y referencias
(1) Anderson, Benedict: Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y difusión del naconalismo, pag. 23. México, FCE, 1993 (orig. inglés de 1983).
Desde la escuela historicista, a la que pertenecen estudiosos del nacionalismo como Anderson, Gellner, Eric Hobsbawm y otros, se hace hincapié en que tanto las naciones como el nacionalismo son algo que nace con la Modernidad, y que para entenderlo necesitamos atender a los contextos políticos y económicos subyacentes en el momento de su génesis. Este planeamiento tiene carácter dominante en las Ciencias Sociales, frente a las posturas que llamamos primordialistas o esencialistas, empeñadas en presentar la nación como una entidad que existe desde el comienzo de la Historia, o al menos que se pierde en la noche de los tiempos. Frente a este esencialismo mítico e ideológico (que adquirió una enorme resonancia sobre todo con el romanticismo político del s. XIX), se impone la visión de la nación como una construcción social, económica, política y cultural reciente. Es la perspectiva constructivista frente a una perspectiva esencialista que trata de imponer una visión ahistórica (a pesar de recurrir a la Historia en busca de argumentos), según la cual la nación vendría dada por la existencia de una esencia atemporal, mantenida en el tiempo, que existe con independencia de su reconocimiento social.
Desde su constructivismo, Anderson intenta comprender cómo la idea de nación y el nacionalismo, llegan a adquirir su rol de legitimidad política y de vehículo de movilización de las masas a partir de la carga emocional colectiva que es capaz de generar el nacionalismo, equiparable únicamente a los fenómenos religiosos de masas. No es casual que Anderson recurra a la comparación con la Religión cuando habla del nacionalismo, ya que ambos fenómenos actúan bajo dinámicas comparables.
Uno de los aspectos interesantes que plantea Anderson es cómo, este modelo de organización y control social plasmado en el estado-nación, acaba imponiéndose a través del colonialismo y post-colonialismo en todo los rincones del mundo, ya que todos los países acaban siendo forzados a asumirlo, a menudo en contra de su propia tradición de organización social y política.
Anderson habla de comunidad imaginada para referirse a la nación, en el sentido en que es un tipo de comunidad (construida socialmente como cualquier otro tipo de comunidad) que tiene un carácter "imaginario": "Es imaginada porque aun los miembros de la nación más pequeña no conocerán jamás a la mayoría de sus compatriotas, no los verán ni oirán siquiera hablar de ellos, pero en la mente de cada uno de ellos vive la imagen de su comunión" (pág. 23).
Enlaces (pulsar sobre hipervínculos).- En la web de la Universidad Nacional de La Plata podéis encontrar el libro de Anderson en pdf (a menudo falla el enlace; si veis que no os abre, intentad en otro momento). Recomiendo al menos la lectura de la Introducción (páginas 17 a 25). También disponéis de una buena reseña de Bernat Castany-Prado en la revista konvergencias, Filosofías y Culturas en Diálogo (konvergencias.net).
Todos los gobiernos desde 1977 se han apoyado den CiU. Suárez, Calvo Sotelo, González, Aznar, Rodríguez Zapatero, en algún o todos los momentos de sus mandatos estuvieron apoyados por CiU y se hizo pagar el apoyo a un precio muy caro. Sacó suficiente en sus negociaciones, con Pujol o Mas, para la burguesía catalana, apoyo principal de CiU, y para contentar a la gente no burguesa. Hasta ahora ha tenido más poder que ninguno de los otros partidos aparte los dos principales.
ResponderEliminarPero llegó la crisis y no hubo tarta para todos, y ellos, que han vivido de las cesiones de los demás, se encuentran con que nadie puede darles mucho, o al menos no pueden darles lo que estaban acostumbrados a recibir.
La salida es la que han tenido muchas entidades estatales. Por ejemplo Hitler o Mussolini.CiU son parecidos a estos en el aspecto de envolverse en la bandera patriótica, no en las demás cosas.
Lo de ERC es de risa. Se titula Esquerra, o sea Izquierda, pero antepone al bienestar de la población el nacionalismo. No importa que la gente lo pase mal con tal de alcanzar la independencia, no la autodeterminación.
La autodeterminación es la potestad que tengan los pueblos para elegir entre la independencia, el estado confederal, el estado federal o el estado unitario.
El alcanzar cualquiera de los anteriores fines no garantiza el bienestar de la población. Para ello lo quesería necesario es gobernar con el pueblo, para el pueblo y por el pueblo. Su aliado actual es CiU que quiere alcanzar el bienestar de la burguesía, gobernando con la burguesía, para la burguesía y por la burguesía, y ERC debe tener en cuenta que las alianzas con la derecha es una enfermedad que se contagia.
Lo que veo y leo yo es que es muy extraño que todo el mundo se oponga a la independencia de Cataluña , que pasa ? Se van a morir de repente ? Se quedaran paralizados todos y todas ? Porque tantas ganas de evitarlo ? Hay miedo de que la vaca pare de alimentar a unos que no se lo curran tanto en el resto del pais ? O se les tiene mania por ser los unicos que dicen cuestiones que ha nadie les gusta ? Eso del bienestar de la población es muy general , quien no dice que si se van les va mejor hi ha nosotros menos bien ? Salir del euro ? No creo que salgan , son los más pegados a Francia y una pequeña Suiza en el sur no les vendria mal a los Europeos asi que sera muy raro que se les quite el derecho europeo ; solo se que los catalanes son tozudos y tenaces en sus temas , veremos que pasa en el futuro ...
ResponderEliminar1º) No creo que sea verdad lo que dice de "todo el mundo se oponga a la independencia de Cataluña". Si lo afirma por el artículo, me temo que lo ha entendido mal, PORQUE EN ABSOLUTO EL TEXTO SE POSICIONA. Dígame usted en qué parte del artículo, el autor se posiciona al respecto. Si lo dice por la opinión social, pues no creo que tampoco sea así. Más la indiferencia cada vez crece más.
Eliminar2º) Creo que tampoco entiende la posición de un sector bastante amplio de la izquierda, en el que la preocupación no es tanto la independencia / no independencia, sino la instrumentalización que hacen del tema A) la oligarquía catalana de la mano de CiU y B) la derecha española de la mano del PP, instrumentalización que actúa de cortina de humo de las reformas neoliberales de unos y otros.
3º) Afirma: "los unicos que dicen cuestiones que ha nadie les gusta". Discúlpeme usted, pero semejante boutade no merece la pena ser contestada.
4º) ·Dice "Hay miedo de que la vaca pare de alimentar a unos que no se lo curran tanto". Vamos, que los catalanes trabajan y os demás nos tocamos los cojones, es lo que viene usted a decir. ¡¡En fin!!! Ya he dicho q no se trata de miedo, pero lo que dice es una simpleza que sale del discurso ideológico de CiU y que usted se traga de manera acrítica. Si hablamos de relaciones de dependencia, vamos a hablar de ellas en toda su amplitud. Porque yo, como gallego, estoy hasta los mismísimos que Galicia produzca excedentes energéticos para alimentar la industria de Madrid, Bilbao o Barcelona -por poner ejemplos- y que encima las empresas que esquilman nuestros recursos tributen fiscalmente en Madrid o Barcelona. Y lo mismo puede decirse de muchas empresas, Así que si hablamos de la "vaca", hablamos en profundidad, más allá de consignas simplistas y mantras.
"los actuales estados-nación apenas son apéndices de una entidad superior (la UE) que, no olvidemos, en absoluto es una democracia. En este contexto, la independencia de Cataluña más allá del componente emotivo que podría tener para determinados sectores, carecería de repercusión traumática. "
ResponderEliminarEsto es de una inocencia enternecedora y cada vez se ve más claramente dada la nula perspectiva de futuro de la UE, que está irremisiblemente avocada a un fracaso espantoso.
La única opción sensata es disolver las autonomías y dejar de dar concesiones suicidas a los regionalismos pequeño-burgueses y catetos de la extrema derecha