Publicamos la entrada del compañero Manuel sobre la monarquía borbónica, cuyo hilo conductor principal es poner de manifiesto algunas constantes que se han ido repitiendo de borbón en borbón. Este recopilatorio histórico realizado por nuestro compañero de blog, tiene tres partes. La segunda parte, será publicada hoy mismo también, en tanto la tercera aparecerá a lo largo de esta semana.
El Campechano y lo que heredó de sus antepasados, es una síntesis de divulgación pensada para el gran público, para un tipo de lector poco informado en cuestiones históricas. Coincide la publicación (la entrada estaba ya preparada hace una semana) con el anuncio de la abdicación de Juan Carlos. Estamos inmersos en una segunda transición en la que la sustitución de un rey por otro es una pieza más del proceso gatopardista preparado desde el Poder. Así pues, no está de más este refrescar la memoria con la síntesis que nos brinda Manuel G.
* * *
Esta entrada versa sobre las políticas de los borbones españoles, desde el primero hasta el actual. Veremos también las costumbres que éste ha heredado, sus negocios y sus vicios, que nos han costado mucho dinero a los españoles.
Los borbones llegaron a España en 1700, en medio de la guerra de sucesión del austria Carlos II, que murió sin sucesión directa. El primero de la dinastía Borbón española fue Felipe V. La sucesión desde Felipe V a Juan Carlos es la siguiente: Felipe V, Carlos III, Carlos IV, Fernando VII, Isabel II, Alfonso XII, Alfonso XIII, Juan y Juan Carlos. No figura Luis I, por morir sin descendencia y volver a reinar su padre Felipe V.
En principio vamos a echar un vistazo a los antepasados de Juan Carlos: Felipe V, Carlos IV, Fernando VII, Isabel II, Alfonso XIII y Juan. Posteriormente veremos algunos hechos relacionados con el monarca reinante.
Felipe
V
Llegó
a un país que en realidad eran varios. Había territorios con
distintas leyes y distintas lenguas. Incluso con distintas monedas.
Felipe V |
Felipe
llegó desde Francia, durante el reinado de su abuelo Luis XIV, el
Rey Sol francés. Francia era un país fuertemente centralizado.
Además, al llegar a España se encontró con que tenía un rival
austriaco al trono, al que apoyaban los Países Bajos e Inglaterra y, dentro del reino, también algunos territorios, como por ejemplo
Cataluña.
Tuvo lugar una larga guerra que asoló y destruyó España. Al fin,
con el tratado de paz de Utrecht, con las condiciones establecidas, se obtuvo la
paz por la que Felipe continuó en el trono. El precio fue, entre
otras cosas, la cesión a perpetuidad de Gibraltar a Inglaterra y la separación de los territorios que la corona española tenía en la península itálica.
Una consecuencia política del reinado de Felipe, fue la centralización de
España, lo que provocó un sentimiento de frustración y rechazo en
varias territorios.
En
el orden práctico, nada más llegar, mostró Felipe muy a las claras
sus propósitos de actuar como el monarca absoluto que su abuelo
esperaba que fuese. Así, prometió dedicar cuatro horas al día a
despachar los asuntos de Estado, recibir sistemáticamente a los
nobles que lo solicitasen, acudir a todas las reuniones de los
Consejos y participar en las discusiones de todas las cuestiones que
en ellos se planteasen. Algo realmente revolucionario y nunca visto
en un rey hispano.
Felipe
era joven y había heredado de sus antepasados la obsesión por el sexo; recordemos que a su tatarabuelo, Enrique IV, lo llamaban “Vert Galant”.
Pero por otra parte era muy puritano, y no podía permitirse ningún
desahogo sexual que no estuviera santificado previamente. Se casó
con María Luisa Gabriela, hija del
Duque de Saboya, que
tenía trece años. Luis XIV tenía un brazo y ojo en la corte
española. Era Ana María de la Trémouille,
princesa viuda Orsini, a
la que se la denominó Princesa de los Ursinos.
Un
mes más tarde, la de los Ursinos escribía al abuelo Luis:
«No parece haber forma posible de que el rey abandone la alcoba y por su gusto se pasaría todo el día en la cama con la reina.»
Y
confiaba también a Madame de Maintenon, vieja y sabia amante y
segunda esposa del
Sol de Versalles:
«El rey no se levantaría en todo el día si no descorriese yo el cortinaje de su cama,y sería una especie de sacrilegio que penetrase quien no fuera yo en la cámara real, cuando SS.MM. están acostados»
Cuando
empezó la guerra de Sucesión en España y Felipe tuvo que ir con el
ejército y abandonó la cercanía con la reina, se manifestaron en él
los primeros síntomas visibles de la enfermedad que iba a
acompañarle fielmente hasta el fin de sus días. Estando
en Milán, un insuperable estado depresivo, definido por unos
denominados vapores ya bien conocidos en algunos de sus
familiares, fue achacado a la forzosa continencia a que le sometía
la obligada separación de su mujer. Sólo cuando llegaban los
combates superaba la postración y se mostraba osado, lo que le valió
el sobrenombre «El Animoso».
Del
libro Los pícaros Borbones:
[...] Cualquier episodio masturbatorio al que se viese obligado a recurrir se convertía para él en fuente de las más aniquiladoras torturas morales, sumiéndole en profundas postraciones. En el Palacio Real de Nápoles protagonizó más adelante públicos episodios de abierto masoquismo exhibicionista, como cuando, ante el estupor de los cortesanos,obligaba a sus propios bufones a golpearle con dureza y a escupirle en el rostro.Muy poco antes, había mostrado una desproporcionada, anómala y morbosa fascinación ante el relicario donde se producía la tradicional licuación de la sangre del milagroso san Jenaro, patrón de la ciudad.[...]
Aquí
empiezan a aparecer algunas de las taras que se manifestaban en la
dinastía. Sobre todo por las uniones entre familiares, que en tiempos
posteriores se agudizaron en algunos casos.
Con
el fin de los combates ,acabó el ardor guerrero de Felipe, y
desapareció la razón de su ánimo, pasando de ser «El Animoso» a ser
«El Melancólico». La
salud de la reina se deterioró bastante rápidamente por sus
múltiples embarazos, muriendo en febrero de 1714 a los 26 años. Le
sobrevivieron dos hijos varones, Luis y Fernando.
La
viudez casi le vuelve loco. La Princesa de los Ursinos escribió a
Alberoni:
[...] a cada instante que transcurre se hace más urgente la necesidad de buscar una esposa para el Rey. [...]La incontinencia produce violentos dolores de cabeza y sudores a S.M.Y no es posible siquiera apelar al simple remedio de una amante, ya que la conciencia del Rey continúa siendo tan fuerte como su ardor temperamental. […]
Alberoni
encontró una esposa en Isabel de Farnesio. Con ella Felipe tuvo a
Carlos, y en los siguiente trece años tuvo seis hijos más.
Isabel de Farnesio |
Felipe
fue degenerando, de forma que le era difícil mantener una
conversación clara con sus colaboradores. Su única obsesión era
retirarse para prepararse a bien morir. Siempre tenía un sacerdote
cerca para que en caso de peligro de muerte le diera la absolución. En
1724 abdicó en su hijo Luis, adolescente de diecisiete años. Pero éste a
los siete meses de reinado falleció por la viruela. En su testamento
devolvía la corona a su padre.
Este
segundo reinado de Felipe fue muy problemático, ya que estaba desequilibrado.
Muy influido por la reina se dejó gobernar por ella y por personajes
que un año ascendían y al año siguiente iban al exilio o a la
cárcel. Felipe pasaba días enteros en la cama sin querer ver a
nadie más que a su mujer. No se cambiaba de ropa
ni se aseaba.
La
Corte tenía puestas sus esperanzas en el heredero Fernando, de poco
carácter y muy manejable. Entre
tanto Felipe perdió el sentido del tiempo. Del
libro “Los pícaros Borbones":
[...] Así, realizaba sus funciones de gobierno a mitad de la noche,hacía las comidas a las horas más insospechadas y sus prácticas religiosas y sus descansos seguían similar tónica, manteniendo a su mujer,hijos,ministros,cortesanos y servidumbre en una situación de permanente y agotadora alerta.Existe un Epítome de la vida y costumbres, muerte y entierro del católico monarca Don Phelipe Quinto, que describe, en el más puro estilo de la época, todos aquellos desarreglos:[...] Se sabía que la cena era a las 5 horas de la mañana, con las ventanas cerradas; que a las 7 se iba a la cama, y que a las doce tomaba una substancia. Regularmente, a la una, después del mediodía, se vestía, a las 3 horas oía misa en la pieza inmediata. Concluido el santo sacrificiode la misa,admitía en la conversación [...].En este modo o régimen de vida, después de la comida no tomava siesta, sino que estava en el cuarto leyendo o haciéndose leer un libro, y assí en esto y en otras cosas indiferentes pasava el tiempo hasta entradamás la noche, que se le tenía alguna diversión de música o representación; a las dos horas después de la medianoche llamava a los secretarios para el despacho,y en esta manera el tiempo hacía su círculo; haviendo entrado en este género de vida desde el año de 1733 que de Sevilla se vino a Madrid.[...]
En
sus últimos cinco años tuvo una bulimia que le hizo engordar extraordinariamente. Falleció en julio de 1746.
Carlos
IV
Carlos
IV fue hijo de Carlos III y Mª Amalia de Sajonia. Sus padres
tuvieron once hijos; primero cuatro niñas, después un niño, Felipe
Pascual, epiléptico, a continuación Carlos, Fernando –que
quedaría como Rey de las Dos Sicilias tras la marcha de su padre a
España–, Gabriel, Antonio, Antonio Pascual y Francisco Javier.
Manuel Godoy |
El
orden hereditario había sido marcado por la naturaleza y era este
Carlos,
que muy pronto mostró un carácter simplón y escasa
inteligencia, el destinado a ceñir la corona, primero en Nápoles
y más tarde en España. Siguiendo la conocida tradición familiar,
aquel muchacho de marcada corpulencia mostró en todo momento un gran
amor y respeto filiales, comportándose siempre al son que su padre
le marcaba.
Carlos IV coronado |
Éste
nunca ocultó su profunda preocupación por tener, a su muerte, que
dejar sus reinos en manos de un hijo al que en lo más íntimo
despreciaba amargamente y del que desconfiaba que fuese capaz de
enfrentarse adecuadamente a la tarea que de él se exigía. El joven
conocía perfectamente lo que su padre y todos los demás pensaban de
él, pero callaba.
María Luisa de Parma |
Cuando
heredó la corona tenía ya cuarenta años. Aunque habitualmente era
amable, hipócrita y hasta servil, sin embargo a veces reaccionaba
con desproporcionada
violencia ante un pequeño problema. Una
aparente
campechanía
le
llevaba a mantener conversaciones con variada gente e incluso
amistosas luchas con sus criados, a los que en cualquier inesperado
momento, sin embargo, podía golpear hasta cansarse o hacer azotar
sin piedad, llegando a hacer que le besasen las botas. Era
amante de la música y de la relojería. Tenía gran facilidad para
aprender idiomas.
Se
casó con María Luisa de Parma, fea, dominadora,
intrigante. Tuvo 24 embarazos de los que nacieron vivos 14 hijos. Hay
fuentes que dicen que ninguno o casi ninguno fue de su marido. Fue
la que influyó para que Godoy ascendiera y manejara el gobierno. Del
libro Otra historia de España:
«LA FAMILIA DE
CARLOS IV»
Así, entre comillas, porque no se trata de recordar que hubo una familia del rey Carlos IV sino que hay un retrato de esa misma familia pintado por Francisco de Goya. Un retrato que es pura historia de España. Como en el caso de Velázquez, el pintor de Corte no es cortesano. ¿Podría ser más clara la psicología de cada uno de los individuos de ese grupo? ¿Podría ser más fuerte?
Así, entre comillas, porque no se trata de recordar que hubo una familia del rey Carlos IV sino que hay un retrato de esa misma familia pintado por Francisco de Goya. Un retrato que es pura historia de España. Como en el caso de Velázquez, el pintor de Corte no es cortesano. ¿Podría ser más clara la psicología de cada uno de los individuos de ese grupo? ¿Podría ser más fuerte?
¿Quién está en
medio del lienzo? Ella, la reina María Luisa. Erguida, fea,
dominante. No sólo está en el centro geométrico de la pintura; es
que, además, con su brazo izquierdo, parece abarcar todavía unos
centímetros más que quitar a su marido. No mira al público, mira
hacia un lado.
A su lado Carlos IV.
Sonrosado, regordete, una expresión feliz en su rostro. Le gustan
las cosas sencillas como a Luis XVI, que jugaba a cerrajero. Está
convencido de que, por su cuna, está por encima de todas las cosas.
Una vez —dicen— se planteó en el cuarto de Carlos III el
problema de la infidelidad conyugal. «Nosotros —dijo el príncipe—,
tenemos en este caso más suerte que los demás mortales.» «¿Por
qué?», preguntó el rey. «Señor, porque es muy difícil, por no
decir imposible, que nuestras mujeres encuentren a nadie que sea
superior a nosotros en categoría con quien engañarnos.»
Carlos III le miró
largamente y musitó: «¡Qué tonto eres, hijo mío!»
No; Carlos IV no
puede imaginar siquiera que un rey pueda ser engañado y menos por un
guardia de corps al que ha subido hasta el título de Príncipe de la
Paz (por la de Basilea que terminó la guerra con Francia). Cuenta a
la Reina: «¿Sabes lo que dice la gente? Que a Manolito le mantiene
una vieja rica y que por eso va tan elegante siempre.» Otra leyenda,
claro...
Pero no había duda
de que era comidilla pública. Decía Jovellanos:
Ya la notoriedad es
el más noble
atributo del vicio,
y nuestras Julias
más que por ser
malas quieren parecerlo
(y tener a un César
al lado que advierte que su mujer no basta que sea buena. César no
es Carlos IV, evidentemente.)
De los amores reales
no se sabe nunca mucho, porque el enemigo de la realeza asegura, por
principio, que la lujuria y la desvergüenza andan sueltas por la
Corte y el monárquico se ofende también por principio. Hace años
se publicaron las cartas, inéditas hasta entonces, de María Luisa y
Godoy. Era la ocasión de saber lo que de verdad había habido entre
los dos...
El descubrimiento no
solucionó nada. Las cartas eran demasiado frías para dos amantes.
¿Posible diplomacia? ¿Disimulo? Tampoco; para ello eran demasiado
claras y sinceras. La reina le hablaba al privado de detalles íntimos
que no hubiera escrito para terceros —tales como la llegada de la
regla, la «novedad» como ella la llamaba—, pero en el tono
confianzudo con que se trata a un familiar, no con el que se emplea
para el amante.
Nosotros pedimos al
gran duque [de Berg, Murat] que salve al Príncipe de la Paz, y que
salvándonos a nosotros nos le dejen siempre a nuestro lado; para que
podamos acabar juntos tranquilamente el resto de nuestros días...
Esto es lo que deseamos el Rey y yo igualmente que el Príncipe de la
Paz, el cual estaría siempre dispuesto a servir a mi hijo en todo.
Pero mi hijo, que no tiene carácter alguno y mucho menos el de la
sinceridad, jamás ha querido servirse de él y siempre le ha
declarado la guerra, como al rey su padre y a mí.[...]
Su hijo Fernando también está en el cuadro. Le sucederá. Es el que origina el Motín de Aranjuez, y al ser descubierto denuncia a todos los conjurados.
Su hijo Fernando también está en el cuadro. Le sucederá. Es el que origina el Motín de Aranjuez, y al ser descubierto denuncia a todos los conjurados.
[...] Ahí
está a la derecha del cuadro. Situado exactamente detrás de Carlos
IV como quien sabe que va a sucederle. No rehúye la mirada como sus
padres, mira directamente al espectador como en una clara
presentación de sus derechos. Es alto y fuerte, le lleva la mitad de
la cabeza al Rey. Pero sus ojos no tienen todavía el negro audaz y
desvergonzado de retratos posteriores. Ahí todavía es el hijo, no
el amo. Pero ya intriga para serlo.
El pueblo es
sentimental. Por un lado, un monarca viejo y abobado, una reina
enjoyada, mandona; cerca, continuamente, un guapo mozo, un poco gordo
quizá y que ha subido a velocidad increíble. (En casos como ésos
al pueblo no le divierte nada que uno de sus componentes escale tan
velozmente las alturas. Al contrario le parece indecente.) Después,
un príncipe joven del que cuentan y no acaban, víctima de su madre,
de su padre, del amante de su madre. España merece que suba al
poder.
«Mi hijo Fernando
era el jefe de la conjuración; las tropas estaban ganadas por él.»
La conjuración se
llama el motín de Aranjuez del 19 de marzo de 1808. Godoy, hasta
entonces jefe supremo de la política española, se encuentra de
pronto obligado a huir ante la acometida popular. Descubierto y
golpeado es llevado ante quien puede salvarle.
Mi hijo mandó que
no se tocase más al Príncipe de la Paz..., [que] le dio las gracias
preguntándole si era ya rey... Mi hijo respondió: ... No, hasta
ahora no soy rey, pero lo seré bien pronto.
Efectivamente lo
fue. El ataque, según María Luisa, se debe «a que era amigo
nuestro y de los franceses y principalmente del Gran Duque», pero
resulta que, amigo de los franceses, lo eran todos en la Corte. En
realidad había una carrera a ver quién resultaba más íntimo de
Napoleón.
Si Carlos IV se
arrodillaba ante él pidiendo protección contra el malvado hijo,
éste se arrastraba ante el emperador. La respuesta es una lección
de sentido común y de dignidad:
¿Cómo se puede
formar causa al Príncipe de la Paz sin hacerla también al Rey y a
la Reina vuestros padres...? V. A. no tiene [a la corona] otros
derechos que los que su madre le ha transmitido; si la causa mancha
su honor, V. A. destruye sus derechos.
Napoleón sabía de
la importancia de la legitimidad para afianzar los tronos, de ese
«algo» importante que se llama la dinastía. Alguna vez lo dijo,
cuando desterrado. «Si hubiera sido hijo de mí mismo...» Al final
de la carta da a Fernando una lección de moral que es casi una
bofetada:
V. A. R. no está
exenta de faltas; basta para prueba la carta que me escribió y que
siempre he querido olvidar. Siendo Rey sabrá cuán sagrados son los
derechos del trono; cualquier paso de un príncipe hereditario cerca
de un soberano extranjero es criminal.
Era en abril de
1808. A principios de mayo la carrera hacia Napoleón se ha
materializado. Los reyes, el príncipe, están ya en Bayona donde han
sido convocados por el Señor de Europa. Nunca se ha visto el Estado
español más humillado; ni siquiera en los grandes repartos, a
últimos del XVII, se le hubiera ocurrido a Luis XIV llamar a Carlos
II a Francia para comunicarle lo que iba a hacer con su nación.
Se reúne la
familia real y Napoleón empieza a jugar con las coronas. Fernando se
la devuelve a su padre; éste se la entrega a Napoleón diciendo que
daba así «a sus amados vasallos la última prueba de mi paternal
amor» al ceder a su «aliado y caro amigo el Emperador de los
Franceses todos mis derechos sobre España e Indias». Y éste, a su
vez, decide que él tiene ya mucho trabajo y que prefiere que
desempeñe este cargo su hermano José, hasta entonces rey de
Nápoles, que recibe la orden pertinente.
Probablemente jamás
se le ocurrió a Napoleón que su empresa podía fallar. Tenía a su
favor el disgusto de la mayoría española ante el espectáculo que
daba la Corte; sus venerados reyes le habían traspasado la autoridad
máxima. Tenía a su lado, además, a los reformistas dieciochescos
que admiraban su saber combinar autoridad y respeto a la Iglesia.
Incluso los conservadores, muchos de ellos sacerdotes, habían visto
en el Corso al limitador de las demasías de la Revolución Francesa.
Los generales ilustrados, los obispos ilustrados, estaban con él.
Los demás españoles se le acercarían pronto al descubrir sus
buenos deseos.[...]
Como
se ve en estos párrafos ambos,
Carlos y Fernando, juegan a la intriga, incluso a la traición,
prestando
pleitesía a Napoleón y cediendo
coronas sin pensar en lo que querían los españoles. Esto ya lo
hemos visto en un antepasado, Felipe
V, que
con tal
de obtener y conservar la corona cedió Gibraltar y desligó de la
corona española los territorios en la península itálica.
Fernando
VII
Fernando VII |
Llegamos
al peor, que ya es decir, de los reyes que haya tenido España. Era
receloso y exhibía una campechanía como la de su padre. Ya
se ha tratado algo en el apartado anterior. Intrigó contra su padre.
El
día 17 de marzo de 1808, el pueblo, instigado por los partidarios de
Fernando, asaltó el palacio de Godoy en Aranjuez. El 19 Carlos IV
abdicó en su hijo Fernando.
Después
ocurrieron los sucesos de Madrid del 2 de mayo con padre e hijo en
Bayona (Francia). El 6 de mayo de 1808 abdicó en su padre y Carlos
abdicó en Napoleón que a su vez cedió la corona a su hermano José.
Del
libro Otra historia de España:
[...] “La doblez es
una expresión típica al hablar de Fernando VII Desde su
adolescencia, ayudado y acuciado por el canónigo Escóiquiz, planea
arrancar el trono de manos de los reyes y del odiado Godoy: Cuando se
atraviesa Napoleón, intenta ganar la carrera de afectos hasta el
punto de verse reprendido por el propio emperador, en una lección de
ética y patriotismo. Cautivo en Valençay, cuando sus súbditos
mueren con su nombre en los labios, se dedica a bordar y a felicitar
a Napoleón por sus victorias sobre los españoles. Liberado por la
desventura napoleónica, asegura a la Regencia que «en cuanto al
restablecimiento de las Cortes... siempre merecerá mi aprobación
como conforme a mis leales intenciones».[...]
[...] Fue en marzo
de 1814. El cuatro de mayo del mismo año daba el decreto declarando
nulos todos los actos de esas Cortes; el que quisiera sustentar sus
decretos era «reo de lesa majestad... y que como a tal se le imponga
pena de la vida, ora lo ejecute de hecho, ora por escrito o de
palabra»”.[...]
A
Fernando VII se le apodó “El Deseado”, pues se extendió por el
pueblo la idea que estaba sufriendo terriblemente en su cautiverio en
Francia.
A
su vuelta volvió el absolutismo anterior pero más duro. Pese a que
se había comprometido, en el Tratado de Valençay con Napoleón, a
no perseguir a “los afrancesados”, fue lo primero que hizo.
Otro
tema fue el restablecimiento de la Inquisición, suprimida por las
Cortes de Cádiz. No es que le importara mucho la religión, pero le
convenía utilizar los inquisidores como policías.
Junto
al gobierno legal, Fernando constituyó un gobierno paralelo. Aquel
verdadero «gobierno en la sombra», que tenía
un enorme e incontrolado poder, reunía a elementos de muy variado
pelaje. Desde orgullosos aristócratas y curas diestros en todo tipo
de chanchullos hasta miembros del hampa y miembros de las clases
populares, como un célebre aguador de la Fuente del Berro, que tuvo
mucho predicamento y poder en su momento.
Isabel de Braganza |
En
el plano personal, este último rey absoluto de la Historia de la
Monarquía española solía comportarse con gran campechanía
y, cuando estaba relajado o en un ambiente en el que se encontrase a
gusto, era capaz de hacer gala de una gran naturalidad en el trato
con todo el mundo. Fumaba, comía y bebía en público y, como a todo
buen prepotente, siempre se podía oír por encima de todas su voz
fuerte y apresurada, a la que acompañaba una permanente y nerviosa
gesticulación tanto de cara como con las manos. Podía dar realmente la imagen del perfecto propietario rural acomodado, capaz de
descender cuando le convenía a los más groseros niveles
de la gente común o, por el contrario, manifestar la mayor frialdad
y altanería cuando considerase que la situación lo requería.
Se
casaron él, en segunda boda, y su hermano Carlos al tiempo con dos
sobrinas suyas hijas del rey de Portugal, Isabel de Braganza con
Fernando, y Maria Francisca con Carlos.
De
Isabel, el pueblo decía:
Fea,
pobre, y portuguesa,
chúpate
esa
Del
libro Los pícaros Borbones:
[...] “La
nueva situación no iba,por otra parte,a cambiar las costumbres del
Rey, acostumbrado a hacer con sus amigotes frecuentes visitas
nocturnas a tabernas y burdeles, de entre los que el de una tal Pepa
la Malagueña era uno de los más acreditados en Madrid por la
calidad de sus ofertas. Sus habilidosas pupilas eran mujeres del
pueblo dadas a todas las mañas, nada melindrosas y de maneras
ordinarias y desgarradas, dispuestas a complacer cualquier capricho o
interés del cliente.
Eran
años en los que este Rey «de prostíbulo y colmado» se veía
envuelto en aventuras nocturnas de todo tipo. Lo mismo podía
terminar escapando medio desnudo del dormitorio de una mujer casada,
perseguido por un enfurecido marido que no le había reconocido, que
intervenir en grescas alcohólicas,que acababan precisando de la
intervención de la autoridad pública”.[...]
Comenzaron
las guerras de independencia de las colonias americanas, con lo que
hubo que desplazar tropas desde la península hacia allí.
En enero
de 1820 se produjo una sublevación entre las fuerzas expedicionarias
acantonadas en la península que debían partir hacia América para
reprimir la insurrección de las colonias. Aunque este
pronunciamiento, encabezado por Rafael de Riego, no tuvo el éxito
necesario, el gobierno tampoco fue capaz de sofocarlo y poco después,
una sucesión de sublevaciones comenzó en Galicia y se extendió por
toda España. Fernando VII se vio obligado a jurar la Constitución
en Madrid el 10 de marzo de 1820, con la histórica e hipócrita
frase:
«Marchemos francamente, y yo el primero, por la senda constitucional».
Desde
ese mismo momento Fernando se dedicó a intrigar contra el régimen
constitucional. Unas veces alentando a militares. Otras veces
buscando ayuda en el extranjero para derribarlo. Eso sí siempre se
declaraba oficialmente a favor de la Constitución.
Por
fin logró
el apoyo de la SantaAlianza, constituida por las monarquías absolutas europeas. Se
constituyó un ejército formado principalmente por franceses, los
CienMil Hijos de San Luis.
Entraron
en España y, pese a encontrar algunas resistencias, repusieron como
rey absoluto a Fernando. Por
estos hechos y otros similares se ganó el título de “Rey Felón”.
A
partir de ese momento se desencadenó una persecución contra los
liberales o los que simplemente eran tibios. Hubo ejecuciones y
exilios abundantes. El caso más conocido por la literatura fue
Mariana de Pineda, ajusticiada por bordar una bandera liberal.
Se
casó tres veces. Sus mujeres tuvieron tres abortos, pero ningún
hijo vivo. Desesperado pues, dada la vida nocturna que llevaba,
estaba muy agotado se casó por cuarta vez con su sobrina María
Cristina de las Dos Sicilias, hija de su hermana menor María Isabel,
reina de Nápoles. De este matrimonio nacieron dos hijas, Isabel y
Luisa
Fernanda.
Cuando
llegó Felipe V instauró, a ejemplo francés, la Ley Sálica que
impedía reinar a las mujeres. Carlos IV la había derogado con la
PragmáticaSanción, por la que si el rey no tenía ningún hijo varón,
heredaría la hija mayor. Pero no fue publicada. En 1830, al tener
una hija la publicó, con lo que heredaría Isabel. Esto hacía que
el posible
heredero, su hermano Carlos, dejara de serlo. Esto fue el origen del
Carlismo
y
de las guerras subsiguientes.
Isabel
II
Isabel II |
Fernando
falleció en
1833 cuando
Isabel no
había cumplido los
tres años, por
lo que la regencia quedó en manos de su madre.
María
Cristina se encontró con un problema. Ella por convicción era
absolutista, pero todos los absolutistas españoles estaban en el
bando Carlista. Por ello, a su pesar, ello se tuvo que apoyar en los
liberales.
La
minoría de edad de Isabel fue muy turbulenta. Su madre fue regente
hasta 1840. Fue expulsada y se nombró regente al general Baldomero
Espartero, que duró hasta 1843 en que fue derrocado. No sabían lo que
hacer y se adelantó la mayoría de edad de Isabel a los trece años
de edad.
La
reina madre era joven. Había tenido un marido decrépito, rijoso y
obsesionado por tener un hijo varón. Al quedarse viuda se casó a
los tres meses con un apuesto guardia real, Fernando Muñoz. En
secreto, en su habitación y con la única presencia del sacerdote.
Fue un matrimonio para una tranquilidad de conciencia. La regente
presidió actos, consejos de ministros y fiestas disimulando sus
siete embarazos. Después de algunos años fue expulsada del país.
Del
libro “Los pícaros Borbones”:
[...]Isabel
y Luisa Fernanda dos hermanas muy unidas en su niñez. Dada su
especial situación,todo les era permitido, todos sus caprichos les
eran satisfechos y no había nada que quisiesen que no obtuviesen de
inmediato. Los efectos que esto tuvo en la educación de Isabel
fueron desastrosos. La niña tuvo muy pronto conciencia de ser quien
era y se permitía organizar –más bien, desorganizar– todos
aquellos molestos programas y planes de estudios que le exigían un
esfuerzo,que no estaba nada dispuesta a realizar. Consecuencia de
esto fue que llegó a la adolescencia con una general y casi absoluta
ignorancia. Muy pronto se hizo célebre su catastrófica ortografía,
de la que ella sería la primera en burlarse y en la que casi
aparecían más faltas que formas correctas. Ello se combinaba
perfectamente con su castizo y limitado modo
de hablar, que conservaría durante toda su vida.
En su vulgar vocabulario y expresiones vencían siempre los usos más
propios de la gente de la servidumbre,entre la que tan a gusto se
encontró siempre, sobre los de los preceptores o cortesanos, con los
que obligatoriamente convivía. Nunca le preocupó
la tendencia a la obesidad que enseguida mostró. Por ser quien era,
su poco agraciado físico nunca le impidió lanzarse a aquel
incesante vértigo erótico en que consiguió convertir su vida. Se
consideró siempre un ser superior y desde la altura de aquel supremo
orgullo se permitía mostrar en su trato con todos una simplicidad y
una llaneza que a tantos iba a engañar.
Siendo
todavía muy pequeña Isabel,aquella marrullera tía Luisa Carlota
–la de las célebres «manos blancas»– había conseguido sacar
por escrito de su hermana María Cristina un compromiso de casar a la
niña,cuando llegase el momento oportuno, con alguno de sus hijos.
Más adelante, la Gobernadora quiso desligarse de aquel imprudente
acuerdo y escribió a Carlota que, respecto a este matrimonio, quería
«dejar a su hija en libertad de elegir el esposo que más le agrade
cuando se halle en estado de hacer la elección».Pero ahora, con la
ex Regente en el exilio e Isabel «indefensa» en Madrid, la
intrigante y ambiciosa Luisa Carlota y su marido Francisco de Paula
–aquel crapulilla supuesto hijo
de Godoy– vieron nuevamente el cielo abierto y volvieron a la
carga.
Espartero
no les permitió cumplir sus deseos de instalarse a vivir en el
Palacio Real, pero no cesaron en sus repetidas visitas a la muchacha,
acompañados de su amanerado hijo Francisco de Asís. Hicieron
incluso que el maestro particular de Isabel entregase a ésta una
pulsera de oro con un mechón de cabello del chico. Enterado el tutor
de la futura Reina de esta permanente presión, ordenó al tiempo la
devolución del interesado regalo y el despido del profesor, además
de la prohibición a la intrigante pareja de poner pie en Palacio.
Los brillantes proyectos debían, pues, esperar un poco.[...]
De
esta época podemos valorar la descripción que hace el conde de Romanones de Isabel II
[...] “A los diez años Isabel resultaba atrasada, apenas si sabía leer con
rapidez, la forma de su letra era la propia de las mujeres del
pueblo, de la aritmética apenas sólo sabía sumar siempre que los
sumandos fueran sencillos, su ortografía pésima. Odiaba la lectura,
sus únicos entretenimientos eran lo juguetes y los perritos. Por
haber estado exclusivamente en manos de los camaristas ignoraba las
reglas del buen comer, su comportamiento en la mesa era deplorable, y
todas esas características, de algún modo, la acompañaron toda su
vida”.[...]
La
boda de Isabel fue asunto importante. Don Carlos renunció en su hijo
para que pudiera casarse con la reina, pero las condiciones que
impusieron los carlistas fueron muy exigentes sobre los poderes del
consorte. María Cristina propuso incluso a su propio hermano el
conde de Trapani, tío de Isabel, pero era muy integrista.
El
rey de Francia Luis Felipe propuso un plan diabólico. Que Isabel se
casara con su primo Francisco de Asís, del que sabía que era
homosexual. La infanta Luisa Fernanda se casaría con el hijo de Luis
Felipe, el Duque
de Montpensier. Como
los reyes no tendrían descendencia, un nieto suyo sería rey de
España. Pero
con lo que no contaba Luis
Felipe
era con
que la reina española, aun sin mediar relaciones físicas con su
marido, traería al mundo una serie de hijos que le iban a asegurar
una descendencia personal.
Por
fin se casó con Francisco de Asís que era considerado inocuo y que
no se metería en asuntos políticos. Es conocido el comentario que
hace Isabel II al diplomático León y Castill:
“que
voy a decir de un hombre que en la noche de bodas llevaba en su
camisa más bordados que yo en la mía”.
La
presencia de Francisco de Asís enseguida levantó muchos dichos
populares y se crearon numerosas coplas como la siguiente:
Paquito
el natillas,
es
de pasta flora,
y
orina en cuclillas,
como
una señora.
Y
otras parecidas.
Isabel
II tenía un carácter temperamental y apasionado, al mismo tiempo
que mostraba una ardiente sensualidad probablemente heredada de su
madre y
de su padre.
Durante
el reinado se dejó guiar por personajes clericales, como el
arzobispo Antonio María Claret, después canonizado o como sor
Patrocinio, conocida como la monja de las Llagas, ambos pertenecían
a la parte más integrista de la iglesia.
Del
libro Los Pícaros Borbones:
[...] El
padre Claret, representante del más integrista catolicismo, era la
presencia física y ejecutiva delVaticano en el corazón de las
recónditas interioridades de la Corte madrileña.
A
lo largo de los años,el papa Pío IX siempre mantuvo hacia Isabel
una actitud ambigua y benevolente. A través de sus buenos y activos
informadores estaba perfectamente al tanto –al día y aun al
momento– de todos los asuntos sexuales más o menos públicos de la
Reina
y,
en muchas ocasiones, se vería obligado a actuar como
intermediario,para conseguir poner paz dentro de aquella tan peculiar
pareja real. Sabía que la profunda religiosidad de la soberana
siempre la hacía estar dispuesta a expresar su sincera contrición
por las faltas cometidas; aunque le faltase, eso sí, el necesario
propósito de la enmienda. En cualquier caso, su permanente
asistencia a actos religiosos de toda índole era muy valorada por la
jerarquía eclesiástica,que soportaba tiempos como aquellos de tanto
materialismo y ateísmo. El pueblo la veía siempre presidiendo
procesiones,asistiendo a misas, visitando a populares y milagrosas
imágenes y sabía que, en privado, cuando abandonaba otro tipo de
actividades muy diferentes,solía rezar el rosario e incluso se hacía
leer edificantes libritos de vidas de santos. Por eso y a pesar de la
extendida fama que la Reina se había ganado por otros conceptos, el
Vaticano llegó a concederle la Rosa de Oro, su mayor distinción
honorífica, ya que, como dijo uno de aquellos altos cardenales, era
puttana ma pia, «puta pero devota».[...]
El
problema es que se tenía que apoyar en los políticos liberales y su
temperamento y su entorno eran absolutistas y religiosos.
Caricatura 1 |
Desde
niña sus preceptores (José Vicente Ventosa, Francisco Frontela, y
Salustiano Olózaga) estuvieron
en el inicio de sus habilidades sexuales. La vida
de Isabel II se basa en una fiesta continua. Se acostaba a las cinco
de la mañana y se levantaba a las tres de la tarde. Este modo de
vida levantaba fuertes críticas en la sociedad española.
El primer amante oficial fue el
general Serrano a quien Isabel II le calificaba “el
general bonito”, y
producía un auténtico escándalo porque la reina lo perseguía por
todos los cuarteles de Madrid. Llegó a tal nivel el escándalo, que
el ejército decidió trasladarlo fuera de Madrid.
Caricatura 2 |
Otros amantes reconocidos son el
cantante José Mirall, cuya voz entusiasmaba a la reina. El conocido
compositor Emiliano Arrieta, el coronel Gándara, también Manuel
Lorenzo de Acuña, marqués de Bedma. Destaca el capitán José María
Arana, conocido como ”el
pollo Arana”, en esta
relación hay una anécdota que su marido Francisco de Asís, un día
le dijo a la reina que tuviera cuidado con el pollo Arana, que le
estaba poniendo los cuernos. Lo ascendió a coronel y le otorgó la
Cruz Laureada de San Fernando y fruto de esa relación nació la
infanta Isabel que sería llamada popularmente la Araneja (por
similitud con la Beltraneja)
y también la Chata.
Otra relación también muy
conocida fue con el capitán de ingenieros Enrique Puig Moltó
conocido como “el pollo
real”, que fue el
padre de Alfonso XII, al que llamaron puigmolteño. Se dice que un
día hablando Isabel con su hijo Alfonso XII de dijo “Hijo
mío, la única sangre Borbón que corre por tus venas es la mía”.
Otro amante reconocido fue el
general O'Donnell que había llegado al poder con la Vicalvarada
iniciándose un periodo histórico conocido como el bienio
progresista, dirigido dicho gobierno por la Unión Liberal
(1854-1856).
Caricatura 3 |
O'Donnell se sintió atraído por Isabel II y ésta le
respondía, cultivando un amor platónico que aumenta su comprensión
y confianza mutua. La diferencia de edad entre ambos, veintiún años
no les importaba nada. Sin embargo, este entendimiento fue cambiando
por la influencia conservadora que ejercían sobre la reina, el padre
Claret y sor Patrocinio que
intentaban neutralizar las medidas liberales que el gobierno de
O'Donnell tomaba sobre la Iglesia. Esto llevó a que Isabel II
humillara públicamente a O'Donnell, provocando su cese.
Cabe
destacar la anécdota de que en el año 1860, O'Donnell va a
despedirse de Isabel II antes de inciar una nueva guerra en
Marruecos, la reina le dice cariñosamente que si ella fuera hombre
iría con él. Francisco de Asís que estaba presente, añadió “lo
mismo te dijo O'Donnell, lo mismo te dijo”.
Otros amantes fueron el
secretario Miguel Tenorio; el cantante Tirso Obregón; José de Murga
y Reolid, marqués de Linares por concesión real; el gobernador de
Madrid y posterior ministro de Ultramar, Carlos Marfori y Calleja que
le acompañará a París cuando se exilia por el triunfo de la
Gloriosa de 1868. El capitán de artillería, José Ramón de la
Puente. Fruto de estas relaciones tuvo los siguientes hijos:
- El 20 de mayo de 1849 da a luz un varón fallecido en el parto, hijo del marqués de Bedmar.
- El 12 de julio de 1850 dio a luz un nuevo varón que falleció a los cinco minutos de nacer, enterrado en el Panteón de príncipes de El escorial y que probablemente fuera hijo del rey consorte Francisco de Asís de Borbón.
- El 20 de diciembre de 1851, dio a luz a la infanta María Isabel Francisca de Asís, popularmente conocida como la Chata, princesa de Asturias, hasta el nacimiento de Alfonso XII, hija del capitán José Ruiz Arana.
- El 5 de enero de 1854, nace la infanta María cristina, muerta al poco de nacer y que fue enterrada en el Panteón de El escorial, de padre desconocido.
- El 24 de noviembre de 1855, tuvo un aborto avanzado, tras haberse publicado en la Gaceta de Madrid el embarazo real, de padre no conocido.
- El 20 de junio de 1856, hay un nuevo aborto de padre no conocido.
- El 28 de noviembre de 1857; Alfonso, príncipe de Asturias y más tarde rey de España, era hijo del capitán de ingenieros Enrique Puig Moltó.
- El 26 de diciembre de 1859, da a luz a la infanta Concepción, muerta a los veintiún meses, hija del rey consorte.
- En el año 1861 tuvo a María del Pilar Berenguela fallecida a los dieciocho años.
- En el año 1862 tuvo a María de la Paz de Borbón y Borbón, que fue casada con Luis Fernando de Baviera.
- En el año 1864 tuvo a María Eulalia de Borbón y Borbón, duquesa de Galliera, fue casada con Antonio de Orleans y Borbón.
- En el año 1866 nació Francisco de Asís Leopoldo de Borbón y Borbón, fallecido a las pocas semanas de nacer.
Mientras
todo esto sucedía su marido francisco de Asís y Borbón tuvo un
amigo de por vida, Antonio Ramón Meneses, con el que convivió toda
su vida. Ante los continuos amantes de Isabel II, los asumió con
naturalidad. Por el reconocimiento de la paternidad de los hijos de
Isabel II recibía a cambio un millón de reales por hacer la
presentación de cada uno de ellos.
El
escritor Valle Inclán en su obra “la corte de los milagros“
hace la siguiente descripción de Isabel:
[...]“La
Católica Majestad, vestida con una bata de ringorrangos, flamencota,
herpética, rubiales, encendidos los ojos del sueño, pintados los
labios como las boqueras del chocolate, tenía esa expresión, un
poco manflota, de las peponas de ocho cuartos”.[...]
Isabel
fue derrocada en 1868, por una sublevación liderada precisamente por
varios de sus amantes.
Después
de un periodo de seis años muy agitado en la historia y política de
España: Regencia, monarquía de Amadeo I, I República y nueva
Regencia, otra sublevación entronizó a su hijo Alfonso XII como rey
de España.
Fuentes:
- Otra Historia de España, de Díaz Plaja.
- Los Pícaros Borbones, de José María Solé.
Otras entradas del blog relacionadas:
- El Campechano y lo que heredó de sus antepasados (1). De Felipe V a Isabel II.
- El Campechano y lo que heredó de sus antepasados (2). Alfonso XIII y Juan de Borbón
- El Campechano y lo que heredó de sus antepasados (3). Juan Carlos, el heredero de Franco.
- ¿Es un error pedir un referéndum sobra la monarquía?
- 33 años del 23-F. Terminó como una comedia lo que pudo ser una tragedia.
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- Rincón del Humor. La venganza de los elefantes y los problemas de cadera del borbón.
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- 14 de abril. Lo que significa celebrar el día de la República.
- Dos visiones distintas sobre la monarquía española: "Juan Carlos, el crepúsculo de un rey" y "La Familia Irreal".
- ABC y la caverna mediática. 1ª parte: un rápido recorrido por las entrañas franquistas de la derecha española
Hombre, la entrada está bien y no soy de criticar el trabajo de nadie pero si las fientes que utilizamos son Los pícaros borbones y El ruedo Ibérico, ya no sé si estamos ante un debate plural o ante un esperpento.
ResponderEliminarAfortunadamente, hasta Carrillo supo reconocer la importancia del Rey y algunos estamos convencidos de que sin su figura habríamos tenido o bien otra dictadura militar o un enfrentamiento fratricida.
Antonio López, Madrid. Saludos.
Todo son fuentes, estas que pongo y el de José María Zavala "La maldición de los Borbones: De la locura de Felipe V a la encrucijada de Felipe VI". También tienes los libros del coronel Amadeo Martínez Inglés.
EliminarLo que opinara Carrillo no creo que, dada su trayectoria posterior, sea muy significativo, al menos para mí, y creo que para otros.
yo también creo que lo que dijera el felón tiene poca importancia
EliminarPor supuesto que es respetable que para ustedes tenga más importancia lo que diga un coronel con una trayectoria ejemplar que lo que diga Carrillo, ahí no me meto. Pero que nadie olvide que el felón tenía más apoyo que otros 30 años después y con un PSOE en sus peores momentos.
ResponderEliminarAntonio López, Madrid. Saludos.
Os habéis vuelto tan prolíficos, que me cuesta desembarazarme de tanta preñez. Quiero decir que, aunque los reyes habidos hubieran sido de otra índole, yo no me considero ni quiero ser súbdito de nadie. Estoy hecho a la antigua, antes de estos dos milenios de dominio católico, y a lo positivo de esa antigüedad entiendo que debemos retrotraernos de la mejor forma posible (dado que vivimos en un mundo de conocimiento más alto y tecnificado). De ahí los trabajos de mi blog en forma de "Propuestas Políticas para la Construcción del Futuro": http://goo.gl/t7z3Ke
ResponderEliminarHola! Me gustaría conocer la fuente donde se extrae que José de Murga obtiene el Marquesado de Linares de la mano de Isabel II debido a sus relaciones amorosas...
ResponderEliminarEsos párrafos sobre Isabel II están sacados de https://www.nuevatribuna.es/articulo/cultura---ocio/reina-ninfomana-isabel-ii-espana/20141123141535109549.html
ResponderEliminarY concretamente la frase es: "José de Murga y Reolid, marqués de Linares por concesión real"
O sea dice que tiene ese título por concesión real, o sea concedido por persona coronada. En ningún sitio se dice que esa persona coronada fuera Isabel II. En este caso el título fue concedido por Amadeo I el 11 de febrero de 1873.
Por cierto este marqués de Linares y vizconde de Llanteno es quien empezó la construcción del Palacio de Linares en Madrid adquiriendo los terrenos y, curiosamente, contribuyó con mucho dinero a la restauración con Alfonso XII