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domingo, 17 de noviembre de 2013

La gran coalición: Crónica de una debacle anunciada


Autor: Stefan Collignon
Traducción al castellano: tucholskyfan Gabi

Foto: Glyn Lowe PhotoWorks (CC BY 2.0)
El SPD, el partido socialdemócrata alemán, se había presentado a los últimos comicios con el firme propósito de relevar a Angela Merkel. Así lo había prometido además. Ahora parece disponerse a prorrogar el contrato de trabajo de Merkel por cuatro años más. Con lo que tendríamos 11.247.283 promesas incumplidas, rotas: tantas como los votos que el SPD ha recibido como muestra de la confianza de sus electores. Ahora bien, el SPD, a lo largo de su historia de siglo y medio, ha demostrado una y otra vez que sabe asumir la responsabilidad para Alemania posponiendo los intereses del partido al interés público. Tan sólo cabe preguntar si una nueva canciller Merkel vendrá dispuesta a trabajar por el bien común. Puede ser que una gran coalición garantice a corto plazo cierta estabilidad, a largo plazo supone un gran peligro para la democracia.

Alemania , beneficiaria de la crisis

Qué duda cabe que Alemania ha salido mejor de la crisis financiera y del euro que muchos de sus vecinos: la tasa de desempleo se ha reducido, el crecimiento económico, si bien es débil, ha vuelto a ser positivo. El extranjero admira y teme a Alemania, atribuyendo ambas emociones a la figura de Merkel. Pero la verdad es que las duras reformas estructurales en el mercado laboral las debemos al anterior canciller Gerhard Schröder; su activa política en materia de demanda se plasmó en la creación de nuevos puestos de trabajo; lo cual resultó rentable y beneficioso después de la crisis financiera global en 2009, cuando el entonces ministro de hacienda Peer Steinbrück lanzó el mayor programa de Europa para estimular la coyuntura.

Ante este panorama, la posterior crisis del euro fue toda una bendición para la economía alemana, al entrar, desde el sur, una avalancha de dinero y capital en el puerto, supuestamente seguro, del norte. Olivier Blanchard, economista jefe del Fondo Monetario Internacional, se refería en una ocasión a "rotating slumps" [crisis coyunturales rotativas]  en una unión monetaria sin gobierno central; pero hay que ver que el reflejos inevitables de estos slumps son los "rotating booms" y que en la actualidad es Alemania la que se está beneficiando de la miseria que sufre el sur.

No obstante, a cada boom le suele seguir un crash. De los economistas alemanes podemos escuchar que la burbuja económica del sur había encubierto los problemas estructurales. Puede ser. Pero ¿qué es lo que encubre el actual boom de la economía alemana?  

El mercado laboral alemán no está estable. En el momento en que acabe el boom de la demanda, volverán, cual bumerán, los problemas relacionados con la pobreza estructural. Además hay que considerar que el duro mandato de austeridad durante los últimos años ha hecho estragos en las infraestructuras públicas y debilitado la competencia alemana a largo plazo;  la caída que nos espera después de este boom será dolorosa, y una política previsora ya debería tomar medidas y contrarrestarla en lo posible,  si pretende garantizar la prosperidad alemana: inversiones públicas, un justo salario mínimo, la garantía de un régimen de seguro de vejez y enfermedad, éstas deberán ser las palabras clave. Pero uno se pregunta cómo el SPD pretende cogobernar activamente en estos planteamientos, si de facto queda reducido a peón y cómplice del CDU/CSU.

Angel Merkel, la europea aparente

La política europea desempeña una función crítica, no sólo en materia económica, sino también en la cuestión democrática. A muchos, Merkel les parece una "gran" europea". Pero las apariencias engañan. Desde la IIGM, ningún canciller ha jugueteado de modo tan infame con el nacionalismo: Primero echó aceite en el incendio de la eurocrisis despertando dudas sobre la intención alemana de mantener el euro y de ayudar a los países del sur. Cuando esta postura resultó insostenible, cedió, pero no sin alargar y intensificar la crisis de estos países mediante su política de ahorro y austeridad, que se recibe en todas partes como el "dictado alemán". El "éxito" de Merkel se basa en el hecho de que Alemania luce tanto mejor, cuanto peor lo están pasando los demás. ¡Qué fastidio pues que en una unión monetaria se encuentren todos en el mismo barco! Si un lado pierde agua, todo el barco corre peligro de hundirse. La respuesta indicada a la crisis de euro sería, por tanto, aumentar la solidaridad en Europa y centralizar las competencias económicas relativas a la moneda común. Pero a esto Merkel no está dispuesta. 

Los socialdemócratas podrían promover esta difícil empresa en colaboración con sus hermanos políticos europeos, pero siempre que no queden bloqueados o desorientados, desde la cancillería, mediante líneas políticas acusadamente chauvinistas [1]. Tampoco en la gran coalición, los funcionarios serán reemplazados por otros. La letra de cambio al chauvinismo alemán ya se está extendiendo, pero no será presentada hasta más tarde por el partido "Alternative für Deutschland" (AfD) [la Alternativa para Alemania]. 

Merkel nos ha delatado su visión europea en un discurso ante el Colegio Europeo en Brujas, donde en busca de las huellas de Margaret Thatcher, nos anunció el fin del "método comunitario" cuyo padre era Jean Monnet, introduciendo el nuevo "método de la unión" que no consiste en otra cosa que el secular intergubernamentalismo [2]. Muchos conocedores de las cuestiones europeas, entre ellos el Presidente del Consejo Europeo Von Rompuy; el Presidente de la Comisión, Barroso; el que fuera Presidente del BCE Trichet, ya reclamaron varias veces un "salto cuántico federalista", pero la canciller alemana se opone: "Más Europa supone mucho más que trasladar unas competencias desde el ámbito nacional a Europa. También puedo obtener más Europa, si me comprometo con más rigor e intensidad en mis actuaciones nacionales, coordinándolas con otros estados - esto sería otra forma de crear más Europa." [3] 

Semejante coordinación política funcionaba en los principios de la UE, a modo de efectos sinergéticos positivos que eran bien visibles en el gran mercado interior. Pero la crisis del euro ha dejado muy claro que en una unión monetaria, en la que el dinero viene a ser decisivo a la hora de restringir los presupuestos, la voluntaria cooperación entre unos gobiernos autónomos queda condenada al fracaso, ya que el beneficio de uno significa irremediablemente la pérdida de otro [4]. Por esta razón, los planteamientos acerca de la justicia social y la legitimidad democrática han pasado a ser el problema principal de la política comunitaria. 

¿Pero cómo se podría contrarrestar la arbitrariedad de los jefes de los gobiernos locales y de los parlamentos nacionales, cuando sus decisiones surten efectos secundarios negativos para con todos los ciudadanos europeos? ¿Cómo se puede impedir que un Kostas Karamanlis en Grecia mienta y engañe; que un Silvio Berlusconi tome como rehenes a Italia y al euro; y que una Angela Merkel someta a Europa a su dictado de austeridad? ¿Cómo cabe evitar que un ministro de Interior alemán, al ver la catástrofe migratoria en Lampedusa, considere "incomprensible" la solidaridad europea, y bloquee lo que sería una política coherente en materia de inmigración? ¿Cómo se consigue atar corto a los mercados financieros, cuando el ministro alemán de Finanzas a la unión bancaria le enseña los dientes para proteger el nepotismo de unos intereses locales? No, esta Europa de los estados nacionales soberanos ha llegado a su fin.

Merkel se cree capaz de resolver el problema convirtiendo en dogma las "estrictas reglas" de corte alemán. Quien no las acata, debe abandonar el euro.  ¿Pero de quién es el euro? ¿De los alemanes y de su gobierno en exclusiva o de todos los ciudadanos europeos en toda la eurozona? 

Es esa política de las reglas estrictas e inflexibles la que convirtió a la eurocrisis en un problema permanente y socavó la confianza de los ciudadanos en la Unión. Dos tercios de los europeos consideran que su voto no cuenta. El problema europeo acusa un déficit de democracia, y Angela Merkel pretende mantener ese déficit. La solución de los grandes problemas europeos tan sólo puede pasar por más democracia en Europa; ceder más competencias a Bruselas; y más control democrático de esas facultades por todos los ciudadanos. Lo que a todos concierna, debe ser otorgado por todos. Esto es lo que el SPD vino a solicitar en su programa general de Hamburgo. Pero el riesgo que corre(ría) una gran coalición consiste precisamente en que la socialdemocracia, por razones del estado, se convirtiera en coadyuvante de una política chauvinista. Una gran coalición también sería perjudicial para la democracia alemana. Una democracia estable que funcione requiere mayorías alternas, requiere unos partidos populares que compitan. Si los dos partidos más grandes entran a formar un gobierno, desaparecen las alternativas creíbles y los extremos ganan peso. 

Democracia sin estabilidad

La primera gran coalición, de 1966 a 1969, operó que la APO (Oposición extraparlamentaria) se manifestara en las calles, y que el NPD (el Partido Nacionaldemócrata) entrara en algunos parlamentos regionales. Después, Willy Brandt pudo ocupar la cancillería, gracias al perfil reformista de su partido, que quería superar los viejos preceptos, en coalición con el FDP (los demócratas liberales) que estaban dispuestos a complementar la imagen del SPD de un partido popular de izquierda. 

En la segunda gran coalición, de 2005 a 2009, si bien al SPD le avalaba una política mejor, carecía de un perfil claro de confrontación. Al igual que en un casino, donde el crupier retira las apuestas de los demás, la canciller logró salir ganadora de todos los comicios y diezmar al SPD y al FDP, respectivamente, a los peores resultados de la postguerra. Lo cual no es de extrañar, dado que en coaliciones críticas suele ser el partido del jefe del gobierno que sale beneficiado:  El ÖVP (Partido Popular Austriaco) no gana puntos, mientras el FPÖ, el partido radical derechista, pasa a ser el partido más importante de la oposición austriaca. La "cohabitación" con los socialistas, le aseguraba a Jacques Chirac su reelección en 2002 en Francia, pero no sin catapultar al "Front National" derechista a la segunda posición. Los liberales de Gran Bretaña se enfrentan a una debacle similar a la del FDP alemán. 

En Alemania, la gran coalición iría a desestabilizar a largo plazo el panorama político. El FDP está a punto de desaparecer. El liberalismo alemán se encuentra repartido entre muchos partidos; podríamos reencontrar a fuerzas liberales de izquierda en el partido de Los Verdes (Die Grünen) y el ala nacional-liberal podría formar junto al AfD (Alternativa para Alemania) una unión al estilo del FPÖ austriaco. La oposición al neoliberalismo económico, en caso de una gran coalición, podría provenir del ala político-real de Die Linke y el SPD perdería en todos los frentes.

Para volver a ganar influencia, el SPD, en un movimiento de integración, debería abrirse hacia la derecha y la izquierda. Debería demostrar que sigue siendo "el partido de la libertad" (en palabras de Willy Brandt) que ahora junto a los ciudadanos logra instalar la democracia en Europa. Y debe acreditar de nuevo que aboga por la justicia, que puede garantizarles una existencia digna no sólo a la clase media, sino a los pobres, los desempleados, los jubilados y los perseguidos. Todo esto no lo va a poder conseguir en una gran coalición, donde deberá aceptar compromisos de rebaja, salir en defensa de Merkel contra los ataques por parte de Los Verdes y Die Linke,  para hundirse al final en la insignificancia de su colaboración con el CDU. ¿Ha de ser este el futuro de Alemania?

                              

[1] Para evitar malentendidos: Empleo el término "chauvinismo" en su sentido anglosajón como "bias in favour of the familiar" (tendencia a favor de lo familiar); cfr. Ian Ravenscroft, Philosophy of Mind. A Beginer's Guide, Oxford 2005.
[2] Cfr. Discurso de Angela Merkel del 02.11.2010; www.coleurope.eu/speeches
[3] Cfr. Jochen Buchsteiner, Entrevista estival a Merkel. Nationale Musik in britischen Ohren (Música nacional en oídos británicos), www.faz.net 15.08.2013.
[4] Cfr. entre otros, Stefan Collignon, Bundesrepublik Europa? (¿República Federal Europa?). Berlín 2007.


***


El autor Stefan Collignon publicó este artículo en la revista alemana Blätter für deutsche und internationale Politik [Hojas para la política alemana e internacional] 11/2013, pp. 46-50
URL original en alemán:
http://www.blaetter.de/archiv/jahrgaenge/2013/november/grosse-koalition-debakel-mit-ansage
Traducido al castellano por tucholskyfan Gabi para el Blog del viejo topo.
URL de esta traducción: http://blogdelviejotopo.blogspot.com.es/2013/11/la-gran-coalicion-cronica-de-una.html


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3 comentarios:

  1. Creo que hay, en efecto, un peligro de que el SPD sea vampirizado en parte por la CDU. El electorado, si se va a aplicar una política de derechas prefiere que lo haga un partido de derechas. Creo que el SPD lo debería tener claro desde Schröder.
    La salida que tiene el SPD es hacer una política de izquierdas, y para ello tiene la posibilidad, más tarde o más temprano, de aliarse con Die Linke. La dificultad para ello, probablemente esté dentro de los cuadros del propio SPD. Parece que Sigmar Gabriel no está mucho por la labor.
    Creo que es interesante el artículo:
    http://www.elmundo.es/internacional/2013/11/14/5285218f61fd3df0538b4574.html

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    1. Gracias Manolo por el enlace. Yo no suelo leer El Mundo:-)
      Lo que escribe Rosalía Sanchez es cierto. Ese "odio fratricida" que el SPD manifiesta hacia Die Linke se entiende aún menos cuando cabe temer que el SPD pierda la poca credibilidad que le queda...Trola o no, esperar hasta el 2017 puede ser demasiado tarde. En vez de negociar la gran coalición con Merkel, deberían pactar con Die Linke y Los Verdes. ¡A ver que nos trae el 6 de diciembre!

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  2. Un "tuit" de Eberhard Grosske ( @EberhardGrosske ): ""l SPD alemán nos da otra muestra del triste papel que la socialdemocracia europea se ha autoasignado : ser el ala progre del neoliberalismo"

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