Autor:
Albrecht von Lucke
Una
cosa que no cabe decir sobre el candidato del SPD a la cancillería es que no
estuviera haciendo lo imposible para ayudarle a que Angela Merkel consiga el
mandato por tercera vez; desde haber des-velado con retraso los emolumentos que
había cobrado por una serie de conferencias; pasando por sus exigencias de
consumo (el Pinot grigio no por menos de cinco euros el vaso) y sus quejas
sobre el sueldo de canciller que él no considera suficiente; hasta sus
licenciosas comparaciones entre dos “Clowns” [Berlusconi y Grillo]. Algunos
observadores ya vienen dudando de que Peer Steinbrück tan siquiera se esté proponiendo
ganar los comicios de septiembre.
A
pesar de que esté haciendo todo lo posible para reforzar a Merkel, hay indicios
para un posible cambio de poder; no es el candidato del SPD, sino la situación
política que al país prácticamente le viene a inculcar un debate sobre la
justicia. Y, en ello, son dos los temas que ocupan los primeros lugares de la
agenda izquierda, a saber, los límites de los salarios, tanto hacia arriba como
hacia abajo, léase el salario mínimo y el máximo.
El
debate se inició por una señal inesperada: en un reciente plebiscito, votaron dos
de cada tres suizos a favor de que en adelante serán los accionistas y no el
consejo de administración quienes determinen los sueldos de los directivos, un
hecho que catapultó el debate en torno al ‘justisalario’,de modo que hasta el
Frankfurter Allgemeine (FAZ) ya lo ha trasladado desde la sección cultural de
Schirrmacher, que de todos modos ya cuenta con todas las libertades, a la portada.
En ella despotrica el liberal editor Holger Steltzner contra aquellos
directivos que tanto gustan de hablar de “la autoregulación de la economía… y
que cuanto más prediquen el cambio cultural y cuanto más se retrase ése, tanto
menos crédito obten-drán”. La causa de su sorprendente arrebato contra ese “desplume” [Abzocke] del que abusan los
directivos: Steltzner teme que éstos inicien una avalancha tumultuosa que podría
llegar a arrollar toda Europa. [1]
Mientras
tanto, también el Partido Democristiano CDU ha hecho suyo el ejemplo suizo. A
la vez, nos vienen a documentar tanto el fracaso del ex Goldman-Sachs Mario
Monti en Italia como la debacle en Chipre, como la insistencia, tan forzada por
Merkel, en una expertocracia fiscal europea está llegando a sus límites. Y
mientras en Europa se torna virulenta la cuestión de las bonificaciones y el
límite del poder de los bancos, ningún partido alemán logra ya esquivar por más
tiempo el urgente debate de los salarios mínimos. Hasta el Partido Liberal FDP, en su
último congreso, decidió finalmente regular el tema a nivel regional, pero no
nacional. En resumen: La situación de nuestra república en este año de
elecciones - basta que recordemos el último informe de reparto de recursos
(Armuts- und Reichtums-bericht) - viene a favorecer sin lugar a dudas a la
izquierda. El final de la era socialdemócrata, con sus secuelas sociales, que
Ralf Dahrendorf ya invocara hace 15 años,
no se ha producido, sino todo lo contrario: En toda Europa estamos
viviendo el renacimiento de la crítica del capitalismo que, por así decirlo, nos
empuja hacia una nueva mayoría de la izquierda.
¡Cuántas
oportunidades podría y debería suponer este giro para la socialdemocracia
alemana! Sin embargo, no cabe ni hablar de eso, ya que el SPD se mueve todavía
por debajo del 30 % en intención de votos. Todavía no se ha recuperado del todo
del peor resultado de su historia que en 2009 fue del 23 %. Y si lo medimos por su gran pasado –el
próximo 23 de mayo el partido cumple 150 años- , hay que admitir que ya ni es
la sombra de lo que era. Hoy día, su pasado es mucho mayor que su presente.
La fatal tradición de la
escisión
Lo
anterior, ni de lejos llega a ser
culpa de Peer Steinbrück, aunque hay que admitir que estaríamos mejor con otro,
otra candidata. La verdadera causa de la crisis hay que buscarla en los últimos
quince años, que viene a ser la décima parte de la gran historia del SPD. En la
era Schröder, el SPD ha ido
perdiendo su hilo conductor, su misión histórica, ha perdido de vista la lucha por la emancipación
social, por la justicia social. Hasta el presente se encuentra sumida en una
profunda crisis de ideas y conceptos.
En
su historia, la socialdemocracia ha tenido éxito siempre y cuando disponía de
grandes ideas o mantenía un vínculo directo con los ciudadanos. Durante el
mandato de Schröder, ha perdido las dos cosas, tal y como nos documentan el
número de votos y de asociados.
Nada más evidente que el caso de la Agenda 2010: Promovida por el afán
de conducirles a los cuidadanos desde la alimentación estatal a un trabajo
remunerado para así devolverles su dignidad, la agenda ha logrado todo lo
contrario: la humillación de cientos de miles de personas quienes, como
miniasalariados, ya no pueden sustentarse mediante sus respectivos empleos, o que resultan estigmatizados por
cobrar el sustento estatal "Hartz IV".[2] En todas esas actividades, el SPD se sentía inspirado por un impulso neoliberal
cuya victima acabó siendo él mismo.
Recordemos: Hace 10 años la dirección del SPD no
pedía la reducción de la ya entonces dramática desigualdad, sino el entonces
ministro de economía Wolfgang Clement en su concepto de la “desigualdad
productiva” (¡sic!) venía a propagar justo lo contrario, a saber, que la justicia no debía suponer por más
tiempo la reducción de la desigualdad.[3]
Al
final de esta evolución, y de una tradición histórica fatal, nos encontramos ante una
socialdemo-cracia escindida y un resultado irónico: Oskar Lafontaine, quien
antes no había defendido precisamente la reunificación
alemana, pasaba a convertirse en epígono del partido del Este alemán PDS. Pero
a diferencia de Los Verdes en los años ochenta, Die Linke no venía a ocuparse
de ninguna temática nueva, sino en gran parte sigue siendo heredera de la
socialdemocracia tradicional. Hoy día, el infame “Wer hat uns verraten, Sozialdemokraten”
(Quiénes nos han traicionado…los socialdemócratas) se viene a entonar pues desde
ambos lados: una vez desde el lado de los compañeros del este que ahora
conforman el partido Die Linke en contra del SPD; pero no menos desde el SPD en
contra de quien fuera su presidente y quien, a su vez, más carga contra el que
fuera su partido.
Esa
escisión radical entre supuestos idealistas y pragmáticos resulta ser la mala
herencia de la historia de la izquierda alemana. La historia del SPD tan sólo cabe entenderla desde el campo
de tensión entre una exagerada expectativa y su frustración incluso mayor… que
siempre acabó en escisión. Desde el principio, el SPD y el movimiento de
izquierda en su conjunto, vivieron a partir de la tensión, del todo productiva,
entre idealismo y pragmatismo, utopia y poder. Únicamente al fundar su
pragmatismo en un visión social, podían contar con buenas posibilidades de
éxito. A la inversa, siempre suelen entrar en aguas agitadas cuando gobiernan
sin ideas, sin perspectivas. A diferencia de los conservadores, quienes en primer
lugar se com-prometen a mantenerse
en el poder, los seguidores del SPD en seguida miden al partido por sus propias
exigencias y pretensiones; y si resulta que la dirección no logra plasmarlas en
política real, ha de contar fijo con adversarios de entre sus propias
filas.
Este
ya era el caso en la primera fase gubernamental, la república weimariana. El
SPD era el único partido que desde un principio era fiel a la “República sin
demócratas” (y que acabó por vetar la ley habilitante de 1933 [Ermächtigungsgesetz]
de los nazis). Pero precisamente por ser fieles al supuesto ‘sistema’ de
Weimar, sufrieron las presiones,
tanto desde la derecha como desde la izquierda comunista que tan duramente
combatían y que los tildaba de ‘fachistas sociales’ [Sozialfaschisten]. Aquella
fatal dialéctica entre una expectativa insalvable y su pronta decepción se iba
a repetir en la corta luna de miel del SPD bajo Willy Brandt, que resultó muy
rápidamente terminada en el ala izquierda del partido cuando éste impuso las
llamadas inhabilitaciones profesionales [Berufsverbote]. Pero, mientas la
reputación de Brandt se recuperaba en seguida de esta decepción, de modo que
‘Willy’ recibe hoy una veneración casi religiosa, cala mucho más honda, la
decepción causada por Gerhard Schröder. De ella no se han recuperado ni la izquierda en su conjunto,
ni tampoco la socialdemocracia alemana.
Y el
defensor de la Agenda 2010 Peer Steinbrück puede representar todo, menos un
nuevo comienzo. A diferencia de cómo lo postulaba el jefe del partido Sigmar
Gabriel en el congreso de 2009 en Leipzig, Steinbrück ha preferido no
consolidar el centro del partido desde la izquierda. Y su obvio intento de reformar
la Agenda 2010 convirtiéndola en un ‘colmado’ aceptable (desde un impuesto
ecológico hasta el apoyo de parejas homosexuales) tampoco ganará adeptos. Desde
su derrota en 2005, no cabe esperar de los ‘Stones’, los protagonistas de la Agenda
Steinmeier y Steinbrück, ningún nuevo posicionamiento hacia delante.
[1] Holer Steltzner, Der Lohn der Manager
(El Salario de los Directivos), en Frankfurter Allgemeine Zeitung (FAZ),
06.03.2013.
[2] Cf. Klaus
Dörre, Das neue Elend (La nueva miseria): Diez años de reformas Hartz, en
“Blätter” 3/2013, pp. 99-108.
[3] Cf. Albrecht
von Lucke, SPD ohne Idee (SPD sin ideas), en “Blätter” 12/2003, pp. 1417-1420,;
y en la presente edición Hans-Ulrich Wehler, Explosion der Ungleichheit
(Explosión de la desigualdad), pp. 47-56.
Die Linke es una formación muy poco conocida en España. Quizás merecería la pena si en algún momento nos puedes contar un poco por encima cómo llega a formarse y qué futuro le ves.
ResponderEliminarTambién me gustaría preguntarte si crees que se puede establecer un paralelismo entre Die Linke, Syriza e izquierda Unida.
Saludos.
Hola, acabo de publicar la segunda parte. Iré preparando algo sobre la trayectoria de Die Linke, que ha venido aglutinando varias corrientes del este y oeste alemán:))
EliminarSu futuro dependerá en gran parte de nuestra nefasta ley electoral.
Mutatis mutandi, paralelas veo muchas, con Grecia, España... (por algo hice la traducción).
Saludos
Es un artículo denso.
ResponderEliminarPor lo que yo he seguido de la política interior alemana, el candidato del SPD Peer Steinbrück no parece que tenga entre sus objetivos ser el próximo canciller.
Me da la impresión que las diferencias entre SPD y CDU desde Schröder son mínimas.
Hola, Manuel
Eliminaropino como tú:
- Steinbrück tiene ganas de ser canciller;
- las diferencias entre SPD y CDU ya son casi nulas.
La propaganda disimula mucho, sobre todo en tiempos de campaña electoral. Por eso sería tan importante contar con una izquierda creíble y operativa.
Saludos
Me corrijo: Steinbrück NO tiene ganas de ser canciller....
Eliminar