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lunes, 2 de junio de 2014

El Campechano y lo que heredó de sus antepasados (2). Alfonso XIII y Juan de Borbón


Publicamos la segunda parte de El Campechano y lo que heredó de sus antepasados, del compañero Manuel G. Puedes acceder a la primera parte pulsando sobre este hipervínculo.

*  *  *



Imagen: Postal francesa con caricatura del rey Alfonso XIII en la cama


Alfonso XIII

Fue hijo póstumo de Alfonso XII, por lo tanto era rey desde el momento de nacer. Evidentemente hubo una regencia, ejercida por su madre Mª Cristina. Según el historiador Claudio Sánchez Albornoz, también el moribundo había tenido tiempo, fuerzas y humor para darle a su mujer algunas recomendaciones ante la difícil coyuntura que la aguardaba tras su muerte:
«Cristinita, no llores,que todo puede arreglarse en bien de nuestros hijos y de España. Guarda el coño, de Cánovas a Sagasta y de Sagasta a Cánovas.» 
Alfonso y su madre Mª Cristina
Primero los hijos, después España. Esto fue el principio del bipartidismoParece que otro encargo fue que si el parto póstumo diese lugar a un varón, el niño debería llamarse Fernando, dado que el rey era supersticioso y no quería que su descendiente fuera el decimotercero de los Alfonsos.

En la regencia se perdieron los últimos restos de las colonias americanas y Filipinas.

Uno de los primeros temas que tuvo que resolver la regente fue llegar a un acuerdo económico para comprar las cartas que conservaba la que fuera amante de Alfonso XII, Elena Sanz. En las cartas del rey se demostraba que había tenido dos hijos con ella, Alfonso y Fernando. El monto total del rescate de las cartas sería de un valor económico actual en torno a unos dos millones y medio de euros.

En muchos aspectos, su educación fue parecida a la de Isabel II. Se le consentía todo. Fue criado como el ser más importante del mundo.


Tuvo preceptores religiosos y militares. De ahí desarrolló una religiosidad, sobre todo en las formas, y un patriotismo exacerbado. De este patriotismo derivó un interés extraordinario por el ejército. Se consideraba el primer soldado de España, y esto provocó a los españoles más de un problema.

Isabel La Chata
Una de las personas que más influyó fue la tan popular infanta Isabel, aquella castiza «Chata» cuya aparente campechanía y populismo ocultaban el mayor orgullo de casta. Había fracasado en sus intentos por ser una activa influencia reaccionaria para su hermano Alfonso XII, pero ahora tenía en su sobrino un amplio y libre campo de actuación y no cesaba de estimular obsesivamente estas tendencias que tan perverso ambiente habían generado en el niño. Y, una y otra vez, y sin importarle si estaba equivocada o no, aquella «digna nieta de su abuelo Fernando VII» imponía, sin posible respuesta: «Hay que hacer cuanto el Rey mande».

A los dieciséis años se empeñó en presidir su primer Consejo de Ministros, y allí ya demostró su forma de entender la monarquía.

Los siguientes párrafos son de Hispania Nova. Revista de Historia Contemporánea (Número 6, 2006):

Toda esta panoplia de competencias, en modo alguno desdeñables, queda regulada o contrapesada por el artículo 49:
Son responsables los ministros. Ningún mandato del Rey puede llevarse a efecto si no está refrendado por un ministro, que por sólo este hecho se hace responsable”.
Como veremos, el pequeño gran problema estribó en el continuo tira y afloja entre el rey y sus ministros. El primero no hubo de llevar casi nunca la peor parte. A ello añadamos el hecho de que era el rey quien, como hemos visto, los nombraba y separaba libremente, en particular al del ramo de la Guerra, cuestión esta última que trataremos después con más detenimiento. No nos será posible, por tanto, suscribir el optimismo constitucional, a todas luces forzado, de que hace gala Romanones, varias veces presidente del Consejo, en su obra El Ejército y la política. Sin embargo, ese optimismo oficial deja paso en la página 84 a esta reveladora confidencia:

El ambiente militar que rodea a la realeza, la influencia de los arrastres atávicos, el predominio mismo de la educación militar hacen penosa la práctica de estos preceptos constitucionales”.

Y más adelante:
El haberse roto el fetichismo que impedía poner al frente del ministerio de la Guerra a un hombre civil contribuirá seguramente a que en la mecánica constitucional no haya diferencia entre el despacho de los asuntos militares y el que corresponda a los de los otros departamentos ministeriales.”
Curiosamente es el propio Romanones quien nos proporciona una anécdota que ilustra a la perfección la ignorancia del joven monarca sobre sus límites constitucionales. Según testimonio del conde, Alfonso se emperra en presidir su primer consejo de ministros el mismo día en que jura la Constitución, un 17 de mayo de 1902, al cumplir con dieciséis años su mayoría de edad. Le da gusto el viejo y achacoso Sagasta, y el primero en recibir resultó Weyler, ministro de la Guerra, por haber decretado el cierre de las academias militares, medida muy necesaria, pues tras el desastre de ultramar sobraban en los escalafones miles de oficiales, subalternos sobre todo. Pero el joven patrón quiere asegurarse la lealtad de los padres abriendo las academias, es decir la profesión, a los hijos.

Luego de esta primera refriega, el pequeño rey anuncia que se reserva en exclusividad el ejercicio del caso octavo del artículo cincuenta y cuatro de la recién jurada Constitución, referido a la concesión de empleos civiles, honores y distinciones. De entre la consternación general surgen las palabras del duque de Veragua, recordando al monarca la necesidad del refrendo ministerial, recogida en el famoso artículo 49, para dar validez a las decisiones regias (...)

“(...) Por lo tanto, si no quiere ser “un Rey que no gobierne, que sea gobernado por sus ministros y, por fin, puesto en la frontera”, Alfonso debía reocupar el Estado y, por tanto, hacer suyo el Ejército. Es por eso que en la alocución dirigida a los “soldados y marinos”, y firmada el mismo día de su mayoría de edad, lo que intenta, desde la figura del rey soldado, es patrimonializar la institución castrense, porque resulta ser la verdadera palanca de mando del Estado:
“Al tomar por mi mismo el mando de los ejércitos de mar y tierra, con arreglo a la ley fundamental de la monarquía, me apresuro a cumplir un deber muy grato para mi corazón. Como rey, como general, como español y como soldado yo saludo en vosotros a los representantes de nuestras glorias militares y de nuestra grandeza nacional ...

Dichoso el soberano que ve en vosotros el apoyo más firme del orden social, el cimiento más seguro de la paz pública, el defensor más resuelto de las instituciones, la base más sólida del bienestar y de la felicidad de la patria..”
Gral Fernández Silvestre
Desde ese momento siempre se inmiscuyó en los asuntos de gobierno. Sobre todo en los asuntos militares. Por ejemplo está el desastre de Annual. Ocurrió en julio de 1921. El general Fernández Silvestre, que caía muy bien al rey, fue el culpable y víctima de ese hecho. El general Silvestre, antes de emprender este ataque disparatado, fue a España para ponerse de acuerdo con su "general en jefe", el rey. En un banquete al que asistieron en Valladolid, con motivo de una fiesta en la Academia de Caballería, los dos chocaron sus copas. "El veinticinco de Julio, día de Santiago [dijo Silvestre] prometo a Su Majestad que llegaré a la bahía de Alhucemas"El general Silvestre volvió a Melilla y emprendió la operación con arreglo a su estrategia de jefe de Caballería y a la gran ciencia militar de Alfonso XIII. No podía ser más sencillo el plan: marchar, adelante; siempre adelante. En esto el rey estuvo siempre obsesionado con el kaiser alemán Guillermo II al que admiraba y que aspiró a imitar.

El general Silvestre arrolló al principio a los moros que le salieron al paso. Al tomar al principio un estratégico monte famoso, envió un telegrama al rey. Éste le contestó empleando el lenguaje de las corridas de toros: “¡Olé los hombres! El veinticinco te espero”

Abd-el-Krim
Este telegrama se encontró después entre las pertenencias del general Silvestre. Además se encontró una carta del rey que le decía: “Haz lo que yo te digo y no te preocupes del Ministro de Guerra que es un imbécil”.

Las kábilas de Abd-el Krim dejaron avanzar a Silvestre, que no se preocupó de mantener abiertas a su espalda las vías de avituallamiento y comunicación con sus bases. Cuando el general Silvestre estaba aislado, le rodearon y murió junto a un espantoso de soldados (entre 8.000 y 13.000; nunca se supo la cifra exacta por lo que se contará más adelante). Hubo entre 1.000 y 1.500 prisioneros. Los rifeños pidieron por su rescate cinco millones de pesetas. Alfonso con su chulería habitual dijo la famosa frase: “¡Qué cara cuesta la carne de gallina!”

El rey Alfonso XIII y el dictador
Primo de Rivera
El impacto en España fue tan grande que obligó a abrir una comisión de investigación que fue dirigida por el general Juan Picasso, por lo que se llamó el ExpedientePicasso. Fue una investigación a fondo que duró muchos meses por los obstáculos que pusieron tanto la Casa Real como los mandos del ejército. De tal forma que no llegó a discutirse en el Pleno de las Cortes, pues en septiembre de 1923 el general Primo de Rivera dio un golpe de estado cerrando las Cortes y estableciendo la dictadura.

Hay historiadores que defienden que Alfonso ya conspiraba, al ejemplo de su bisabuelo Fernando, con Primo de Rivera, pues estaba molesto con las formas democráticas que le molestaban. El golpe estaba previsto para más adelante, pero la investigación del ExpedientePicasso le hizo pedir que se adelantara. El caso es que el rey apoyó el golpe de 1923.

La dictadura duró hasta enero de 1930. Alfonso viendo en 1929, que la dictadura era impopular, empezó las intrigas con otros generales para deshacerse de Primo de Rivera. De esas intrigas salió una denominación inventada por el propio dictador, el borboneo, o sea las intrigas del borbón. Ese fue el principio del fin del reinado de Alfonso. No pudo volver al régimen constitucional anterior y abandonó España, sin abdicar, el 14 de abril de 1931 después de su fracaso en las elecciones a ayuntamientos.

Cuando el 17 de julio de 1936 se produjo el golpe de estado militar, encontró en Alfonso su más ferviente partidario. Aportó dos millones de libras esterlinas con la esperanza de recuperar la corona.


Familia de Alfonso XIII

No entro en las intrigas para el matrimonio del rey. Se casó con una de las nietas de la reina Victoria del Reino Unido, Victoria Eugenia de Battenberg, llamada familiarmente Ena. El día de su boda el 31 de mayo de 1906 sufrió un atentado anarquista de Mateo Morral, del que salió ileso, pero que produjo veintitrés muertos y más de 100 heridos.

De su matrimonio tuvo siete hijos. La reina transmitió una tara genética a varios de sus descendientes, como si ya no tuvieran bastantes. Transmitió la hemofilia a varios de sus hijos:
Alfonso (1907) (Alfonso Pío Cristino Eduardo). Nació hemofílico. Por ello renunció a ser el sucesor, pese a ser el primogénito.
Jaime (1908) (Jaime Leopoldo Isabelino Enrique). Nació sordomudo. No se sabe si fue porque era así o porque hubo una mala practica del parto. Por presiones de sus padres también renunció a ser el sucesor.
Beatriz (1909) (Beatriz Isabel Federica Alfonsa Eugenia).
Fernando nacido muerto en 1910.
MaríaCristina (1911) (María Cristina Teresa Alejandra).
Juan (1913) (Juan Carlos Teresa Silvestre Alfonso). Que fue el designado para la sucesión.
Gonzalo (1914) (Gonzalo Manuel María Bernardo). Nació también hemofílico.

Victoria Eugenia
La hemofilia contribuyó al distanciamiento personal de los reyes, que desde antes de 1910 la única relación que tenían era la de la reproducción y la de ir a los actos oficiales. Contribuyó también a distanciarlos el que ella era aficionada a deportes, lo que escandalizó en la Corte. Fumaba, lo mismo. Se quedó horrorizada ante la primera y única corrida de toros que vio, siendo el rey y la Corte en general muy aficionados, casi fanáticos.

En el interior de la Corte, y a pesar de aquella bocanada de aire fresco que supuso la entrada de Victoria, seguían dominando los más añejos usos. La tan proclamada y festejada campechanía del Rey le llevaba a recuperar aquel uso del tuteo generalizado que su padre había suprimido, considerado como tan específicamente borbónico y que tanto gustaba a muchos.




El erotismo de Alfonso XIII

Alfonso XIII era un hombre de talante liberal en sus costumbres, carente de cualquier tipo de puritanismo y con un sentido de la moral bastante abierto comparado al de su propio tiempo: según el investigador Román Gubern el rey fue un gran aficionado al erotismo en general y al cine pornográfico en particular (ver Cine pornográfico en España); debido a ello habría producido, en el Barrio Chino de Barcelona, durante los años 20, empleando al conde de Romanones como intermediario, una serie de películas de alta calidad, las primeras de tal nivel en este género realizadas en España. Recientemente la Generalidad Valenciana ha restaurado algunos de esos cortometrajes: El confesor, El ministro y Consultorio de señoras, encargados los tres por Romanones a los hermanos Ricardo y Ramón Baños, dueños de la productora barcelonesa RoyalFilms. El archivo fotográfico del cronista real Francisco de Goñi Soler se encuentra conservado en el Archivo Histórico Provincial de Guadalajara, donde se pueden contemplar las mejores imágenes de la vida familiar y oficial del monarca.

De Los Pícaros Borbones:
[...] Al igual que su padre, era hombre poco selectivo en sus preferencias eróticas. Su tendencia a la promiscuidad le llevaba a buscar mujeres de un amplio arco social y de características físicas muy variadas Aquí intervenían de forma muy destacada los llamados «amigos del Rey», bien conocidos elementos con los que se veía en los exclusivos clubes deportivos,participaba en cacerías,hacía sus frecuentes viajes privados por el extranjero o comprobaba las altas velocidades que alcanzaban los nuevos automóviles, una de sus grandes pasiones. Eran ellos quienes le propiciaban aquellas aventuras galantes. Bajo la formal respetabilidad que le aportaba el entorno familiar, presidido nada menos que por aquella estricta Reina madre, Alfonso se autoconcedía incesantes alegrías.Hasta el punto de que linajuda dama madrileña hubo que resumió con agudeza y humor lo que todos comentaban: «Acostarse con el rey se convirtió en una ambición distinguida y casi respetable».No todas aquellas aventuras proporcionaban a las implicadas «especiales honores» o beneficios pecuniarios, que de todo había. Se difundían sabrosos testimonios de mujeres de toda condición que aseguraban su más absoluto desinterés e incluso expresa negativa por repetir la experiencia «real», tras haberla probado una vez. Quizá también aquí se volvía a poner de manifiesto que, como en cualquier compulsión, la bulimia erótica casi nunca es capaz de producir efectos de suficiente calidad. Y la calidad volvía a verse perjudicada en favor de la cantidad.[...]
Hijos extramatrimoniales

Carmen Ruiz Moragas
El rey tuvo también cinco hijos extramatrimoniales: con la aristócrata francesa Mélaniede Gaufridy de Dortan tuvo a RogerLeveque de Vilmorin (19051980); con la actriz española CarmenRuiz Moragas Alfonso XIII tuvo dos hijos más, a los que nunca reconoció oficialmente: MaríaTeresa Ruiz Moragas (1925-1965), y su hermano, LeandroAlfonso Ruiz Moragas (nacido en 1929), autorizado por la justicia española a usar el apellido Borbón, el 21 de mayo de 2003 como Leandro Alfonso de Borbón Ruiz. Alfonso XIII tuvo también dos hijas habidas de dos de las institutrices de sus hijos: la primera, cuyo nombre se desconoce, fue abandonada en un convento madrileño, y la segunda, Juana Alfonsa Milán y Quiñoñes de León (primer apellido adoptado por ser su padre duque de Milán y segundo por el embajador de España en Francia) (1916-2005), habida de BeatriceNoon, nanny inglesa traída expresamente a España por su suegra, la princesa Beatrizdel Reino Unido.

Los negocios de Alfonso XIII

Alfonso XIII amasó una gran fortuna recurriendo muchas veces a medios ilegales. Y procuró tener gran parte de su capital en el extranjero.

De Los Pícaros Borbones:
[…] Alfonso, que siempre había contado con muy buenos asesores en materia de inversiones, tenía desde mucho tiempo atrás una considerable parte de su patrimonio puesta a buen recaudo en el extranjero. Esto les permitiría,a él y a la familia,mantener durante su exilio una existencia desahogada. [...]
El único que denunció a Alfonso XIII como ladrón fue el novelista Blasco Ibáñez, desde el exilio naturalmente. Por ello fue denunciado y se iniciaron los trámites de extradición, que sólo se suspendieron cuando, magnánimamente, decidió perdonarle. Si no, hubiera podido costarle más de seis años de cárcel.

Del libro El Patrimonio de los Borbones:
[…] Todo empezó con una denuncia de la que tuve conocimiento al leer el Heraldo de Madrid del 8 de abril de 1932, que un día adquirí en una librería anticuaria de Madrid. El periódico titulaba así su editorial: «Una gravísima denuncia ante la Comisión de Responsabilidades».A continuación el rotativo informaba también en gruesos caracteres: «La camarilla regia ha explotado en España fraudulentamente, con el apoyo de don Alfonso de Borbón, el fabuloso negocio de las carreras de galgos en pista con apuestas mutuas». [...][...]La denuncia revelaba, en síntesis, que Álvaro de Figueroa y Alonso Martínez, marqués de Villabrágima, hijo del conde de Romanones y varias veces presidente del Consejo de Ministros con Alfonso XIII, había obtenido de éste el permiso para organizar de manera ilegal un próspero negocio en beneficio de unos pocos elegidos que gozaban de la confianza regiaPara tal fin se creó, en 1929, una sociedad, en apariencia con fines deportivos, denominada Club Deportivo Galguero Español, que presentó sus estatutos y reglamentos en el Gobierno Civil de Madrid.Al mismo tiempo, el 2 de enero de aquel año, mediante un colaborador suyo, Carlos Luis de Izaguirre, el marqués de Villabrágima constituyó una sociedad anónima con un capital de 100.000 pesetas que denominó Liebre Mecánica. Su objeto social era la explotación de las carreras de galgos en pista.[...]

Lo que se intentaba era establecer un sistema de apuestas, o sea un juego, para las carreras de galgos en pista. Había un obstáculo legal: el juego en España estaba prohibido. El artículo 353 del Código Penal tipificaba entonces como delito el juego en España. Había que buscar cómo eludir ese obstáculo.

El marqués de Villabrágima adquirió la mayor parte de las acciones de otra sociedad denominada Stadium Metropolitano, que explotaba el local del Stadium, el campo de fútbol donde jugaba entonces el Atlético de Madrid. En esta sociedad estaban estos nombrados, además de el propio Alfonso XIII.

Alfonso XIII había creado en 1920 un grupo empresarial con el duque de Alba, el marqués de Villabrágima, el conde de La Dehesa de Velayos y los hermanos Otamendi. A este grupo pertenecían el Metro de Madrid, la compañía Bengemor, la Urbanizadora Metropolitano Alfonso XIII y, por supuesto, Stadium Metropolitano.

Listo ya el entramado societario, el duque de Pastrana, pariente del marqués de Villabrágima, solicitó al Ministerio de Fomento, en su calidad de presidente del Club Deportivo Galguero Español, la autorización pertinente para:
«organizar en España las carreras de galgos en pista, bajo la indeclinable base de que todos los beneficios que produjera se dedicaran íntegros y sin la menor idea de lucro al fomento de la raza del galgo español»
El ministro de Fomento accedió a esta solicitud. Luego el general Emilio Mola, director general de Seguridad, otorgó el permiso para las apuestas mutuas en las carreras de galgos en pista:
«con la condición de que el producto de ellas lo destinara el Club Deportivo Galguero Español al fomento del galgo español, sin la menor idea ni posibilidad de lucro».
En realidad este club deportivo, cedió de forma fraudulenta la organización de las carreras de galgos en pista, el producto íntegro de este espectáculo y las apuestas mutuas en él, a la sociedad mercantil anónima Liebre Mecánica, y al propio tiempo esta sociedad concertó un arriendo fabuloso del Stadium Metropolitano.

En este sistema de apuestas mutuas la sociedad explotadora comandada por el marqués de Villabrágima sacó más jugo. Compró galgos muy veloces en el Reino Unido, y con ello, esos galgos ganaron siempre y obtuvieron el 80 % de los premios.

A la vista de lo bien que iba el negocio, se extendió a muchas provincias con lo que se incrementaron las ganancias.

En conjunto sólo en Madrid, en poco más de un año, antes del fin de la monarquía, cuando se suprimieron las apuestas en las carreras de galgos en pista, los accionistas de Liebre Mecánica y de Stadium Metropolitano obtuvieron fraudulentamente un beneficio superior a los 3 millones de pesetas (más de 1.045 millones de pesetas o 6,28 millones de euros de hoy).
En el proceso realizado durante la II República en total resultaron 19 procesados:
La relación definitiva de encartados, para quienes pedían su procesamiento, era la siguiente, según consta en la querella:1. Don Alfonso de Borbón, ex rey de España.2. Don Jacobo Stuart y Falcó, ex duque de Alba y ex ministro de la Corona.3. Don Álvaro de Figueroa y Alonso Martínez, ex marqués de Villabrágima.4. Don Luis de Figueroa y Alonso Martínez, ex conde de La Dehesa de Velayos.5. Don Carlos de Mendoza Sáez de Argandoña.6. Don José Otamendi Machimbarrena.7. Don Rafael de Bustos y Ruiz de Arana, ex duque de Pastrana.8. Don Fernando de Bustos y Ruiz de Arana, ex duque de Montalvo.9. Don Manuel Álvarez de Borques, ex conde de Lérida.10. Don Agustín Hernández Francés, ex vizconde de Altamira.11. Don Francisco Cadenas Blanco.12. Don Joaquín Losada.13. Don Juan Martín Gómez.14. Don José Antonio Machimbarrena.15. Don Domingo Rueda Muñiz.16. Don Nicolás Cotoner.17. Don Miguel Fonts Masieu, abogado del Estado en funciones en Palma de Mallorca.18. Don Pedro Descalla19. Don Rafael Lacy.

Alfonso XIII tuvo buenos asesores económicos que le llevaron a invertir gran parte de sus bienes en el extranjero. Aunque lo que le quedó en España fue una auténtica fortuna en bienes de todo tipo.

En total, pues, según la contabilidad de la Intendencia de la Real Casa y la auditoría efectuada por la República, la fortuna de Alfonso XIII se elevaba a 32.492.262 pesetas en 1931.

Pero faltaban aún tres elementos esenciales para delimitar la verdadera riqueza del rey: el dinero en metálico, las alhajas y los inmuebles, que sumaban en total otros 11.863.783 pesetas, excepto los palacios de La Magdalena, en Santander, y de Pedralbes, en Barcelona, por ser donaciones de ambos municipios.

Se puede afirmar con rotundidad que el patrimonio de Alfonso XIII superaba los 44 millones de pesetas en 1931, a lo que hay que añadir el patrimonio de la reina y de otros miembros de la casa real lo que haría unos 66,9 millones de pesetas (unos 144,24 millones de euros actuales). Más de 45 millones de pesetas estaban en el extranjero.

La acusación consiguió que fueran incautados todos los bienes muebles e inmuebles que tenía Alfonso XIII en España.

Después del triunfo de Franco, el régimen constituyó una comisión para localizar todos esos bienes incautados y se los devolvieron íntegramente. Y se cancelaron todos los procesos contra él.

Alfonso XIII vivió a lo grande en el exilio. Viajó por todo el continente africano y por muchos países de Asia y América. En Europa se alojó en los mejores hoteles de Roma, Londres o París. Por lo tanto es falsa la leyenda de que vivió en la pobreza. Es una leyenda que sus fieles han defendido y defienden, pero que no tiene base.

Alfonso financió a su numerosa familia. Financió las bodas y viajes de luna de miel de sus hijos. Este viaje, en el caso de su hijo Juan duró seis meses en una vuelta al mundo.

El ex-rey y su mujer se separaron físicamente casi desde el momento del exilio. Victoria vivió al principio en Londres. Desde 1939 pasó a vivir principalmente en un palacete, “Vielle Fontaine” en Lausana.

Alfonso XIII murió en Roma en 1941. Desde ese momento el gobierno español le dio una pensión anual, inicialmente de 250.000 pesetas anuales que llegó a subir hasta 700.000. Aún así ella se quejaba de que ese dinero no le daba apenas para vivir.

O sea que toda la familia vivía, y en este caso es muy apropiada la expresión, “a cuerpo de rey”.

Juan de Borbón

Juan de Borbón
Nació en 1913. Por lo tanto no era el primogénito ni por tanto el heredero. Pero lo llegó a ser por la hemofilia y la sordomudez de sus hermanos mayores, Alfonso y Jaime.

En el exilio estuvo estudiando para la Escuela Naval (la Royal Navy) inglesa. En su boda, 1938, ya se ha dicho más arriba el fastuoso viaje de bodas que hizo.

Al comenzar la Guerra Civil cruzó la frontera, el 1 de agosto de 1936, por Dancharinea con un grupo de monárquicos navarros para luchar al lado de Franco. Adoptó el nombre de “Juan López”, se puso un mono azul (falange) y una boina roja (requeté). Fue reconocido por un grupo de carlistas, que le denunciaron. Entonces partió para Burgos. En Aranda de Duero por órdenes de Mola fue retenido y obligado a volver a Francia el día 2.

Posteriormente dirigió una carta a Franco para que le dejara entrar a combatir en su bando. Franco le contestó negándose a la petición.

El 15 de enero de 1941 Alfonso XIII renunció a la jefatura de la Casa Real de España. Por tanto reclamó la jefatura del estado y como Franco hizo oídos sordos en 1945 lanzó el Manifiesto a los españoles, ligando el proyecto de restauración monárquica a una concepción política liberal y democrática. La razón. Es que al ver que no recuperaba la corona para su dinastía jugó la carta de los aliados, sobre todo EEUU y el Reino unido. O sea estuvo dispuesto a luchar en un bando dictatorial con tal de ser coronado, pero al no conseguirlo se pasó a la oposición democrática. Los aliados, en realidad, usaron la carta del pretendiente como una presión a Franco para que no apoyara a Alemania.

Juan en una cacería en Angola en 1953
También, al ser el jefe de la Casa Real, heredó todos los bienes muebles e inmuebles devueltos por Franco.

Estuvieron viviendo en Roma donde nació su hijo Juan Carlos. Por culpa de la II Guerra Mundial se trasladaron a Suiza, y al terminar se trasladaron a Estoril. Con este traslado estaban más cerca de España y además era un lugar donde había varios monarcas exiliados. Estuvieron mirando varias propiedades, al final, en 1949, se decidieron por “Villa Giralda”. Para adquirirlo se hizo una cuestación entre nobles y ricos monárquicos españoles, y se regaló a Juan. Como se puede ver por la imagen una “pequeña posesión”.

Como su manifiesto democrático de 1945 no le dio el trono que él esperaba, Juan decidió buscar una colaboración con Franco. Se entrevistó con él en el Azor, barco que usufructuaba Franco, el 25 de agosto de 1948 donde acordaron que el hijo mayor de Juan, Juan Carlos (Juanito para la familia) estudiase el bachillerato. La razón por la que, oficialmente, se ha llamado así a Juan Carlos, es para evitar la decisión de afirmar o no que el padre era rey como Juan III.

Recibió clases particulares en una especie de colegio que se montó en la finca Las Jarillas a 20 km de Madrid, junto con otros 8 chicos de familias de la burguesía monárquica. Los profesores fueron escogidos por Juan.

Juan Carlos se encontró con la hostilidad de el régimen durante el curso 1º. En vista de ello Juan Carlos no volvió en el curso siguiente a Las Jarillas y permaneció estudiando en Portugal. Al final se examinó en el Instituto San Isidro de Madrid, pero como en junio fue mal tuvo que ir a septiembre, para que tuviera validez oficial.

En el siguiente curso se planteó nuevamente el problema. Jaime el hermano sordomudo de Juan reclamó la jefatura de la Casa Real, alegando que su renuncia había sido nula por las presiones a que había sido sometido. El régimen empezó a promocionar a Alfonso, el hijo mayor de Jaime. Eso hizo recapacitar a Juan, que accedió a que Juan Carlos volviera a estudiar en España, pero que estuviera acompañado por su segundo hijo varón Alfonso (Afonsito o Senequita para la familia).

Un episodio que relata José Luis de Vilallonga en el primer tomo de “Memorias no autorizadas” sobre un encuentro de la condesa Érika Hoyos en Estoril. Se lo contó al autor del libro:
[…] Una mañana me la encontré comprando prensa extranjera en el quiosco cercano al hotel. Nos saludamos –todavía no estaba de moda el besuqueo-y tras una conversación intrascendente estábamos a punto de despedirnos cuando un coche frenó bruscamente junto a nosotros. Era don Juan.-¡Hola, Érika! ¡Qué gusto verte! -tronó el antiguo marino inglés-. Ya veo que eres amiga de José Luis. Cuidado con él, porque es un golfo de mucho cuidado.Siempre me molestaba tener que sonreír ante esta clase de gracias reales. Para mi gran sorpresa, Érika le contestó:-Todos los hombres son unos golfos, y el Señor lo sabe mejor que nadie.Don Juan soltó una ruidosa carcajada que no me pareció del todo sincera, apretó el acelerador de su coche y desapareció.-Acabas de llamar golfo al Rey de España.-Él sabe por qué. -con sus periódicos debajo del brazo, añadió-: Siempre que puedo me gusta dar un paseo antes de almorzar. ¿Quieres acompañarme?[...][…] Llevábamos un rato caminando cuando le pregunté a Érika:-¿Por que has llamado golfo a don Juan?-Porque es uno de esos hombres convencidos de que todas las mujeres somos putas y a veces, desgraciadamente, actúa en consecuencia.-Pero cuéntame...-No hay gran cosa que contar. Pero si te interesa... Una mañana don Juan se me acercó en el bar del Golf y me dijo: «Te he visto jugar de lejos. Lo haces muy bien. ¿Qué handicap tienes?» Respondí que un once. Soltó un silbido de admiración: «¿Quieres que juguemos mañana por la mañana? Vendré con una pareja portuguesa que tiene un handicap parecido al tuyo»[...][…] Llegó puntualmente a las nueve, pero lo hizo solo y no se molestó en darme una explicación sobre la ausencia de sus amigos portugueses.[...][...]Don Juan pega fuerte, pero, cómo explicarte, sin verdadera decisión, como si en el último segundo temiera dañar la bola. Es una actitud curiosa en un hombre que lleva tatuados en los antebrazos no sé si son tigres o dragones. El caso es que su bola se había desviado tanto que parecía haberse salido del campo. «Probablemente esté allí dentro», me dijo señalando un espeso bosquecillo en el que los principiantes siempre perdían sus bolas. Lo dijo con buen humor, como si no le molestara haber hecho el ridículo delante de mí. Entré en el bosquecillo detrás de él para ayudarle a buscar la bola perdida, cuando de repente se volvió bruscamente y me cogió en sus brazos. Fue como el abrazo de un oso, y me cortó la respiración. Antes de que tuviera tiempo de recuperarme, me metió la mano por debajo de la blusa y me cogió un pecho, mientras con la otra trataba de deaabrocharme el cinturón. Al primer rodillazo que le pegué, me soltó, sorprendido:» -¡Pero Érika, que haces!»Yo llevaba en la mano mi hierro dos. Lo alcé y le dije:»-¡Como se le ocurra acercarse le doy con él en la cara!» -No te atreverás... -balbuceó, azorado.»Olvidando el protocolo, le amenacé:»¡Tú prueba!»No probó. […]
Creo que sobran comentarios sobre cómo ven, por herencia, los Borbones a las mujeres.

Juan vendió, años después, el palacio de Miramar al ayuntamiento de San Sebastián y el de La Magdalena al ayuntamiento de Santander. La isla de Cortegada a José Otero Túñez, constructor de Santiago de Compostela y representante de la inmobiliaria Cortegada S. A. Todas estas propiedades habían sido donadas por cuestación popular a Alfonso. Y cuando Juan Carlos fue rey y Juan le reconoció como Jefe de la Casa Real también vendió la residencia de Estoril, pese a que también fue una donación.

Juan de Borbón y Battemberg cedió la jefatura de la Casa Real el 14 de mayo de 1977 a su hijo Juan Carlos.

Fuentes
José María Zavala: La dictadura militar de España: "El Patrimonio de los Borbones". La sorprendente historia de la fortuna de Alfonso XIII y la herencia de Don Juan.
José Luis de Vilallonga: Memorias no autorizadas, tomo I.
HISPANIA NOVA. Revista de Historia Contemporánea. Número 6 (2006)
Patricia Sverlo: Un rey golpe a golpe



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