Al hilo de un intercambio de pareceres entre compañeros de Twitter, una vez más he tenido oportunidad de escuchar un tema crucial en la izquierda, al que por desgracia no es que se le preste poca atención, sino que incluso levanta el miope desprecio de muchos. Tiene que ver con la obsesión electoralista y con la necesidad desatendida de un trabajo organizativo pensando en una estrategia política de largo alcance. En el fondo creo que quienes debatían en ese hilo de Twitter, no piensan de forma muy distinta, aunque las limitaciones de la red social impiden la comunicación adecuada.
La casa por el tejado
Toda o casi toda la acción política de la izquierda (de casi toda la izquierda), está en función de citas electorales, de manera que son los resultados electorales los que miden el éxito o el fracaso. De entrada esto impone ya un sello cortoplazista, presentista, que hipoteca cualquier otra perspectiva.
El error no puede ser mayor. El poder institucional viene condicionado por un poder superior que controla, modela y marca el camino: es el poder de la oligarquía económica. De ahí que no sea desacertado pensar que un parlamento en una democracia burguesa, no deja de ser una especie de teatro de marionetas (a veces bien intencionadas), una suerte de cónclave de capataces de cortijos, de mayordomías del capital.
De esta forma, para que una hipotética toma del poder institucional por parte de la izquierda, no estuviese monitorizada por el poder de la oligarquía, sería necesaria la construcción de un contra-poder del cual emergiese y del cual dependiese en todo momento. Y ese contra-poder no puede ser otro que el de la clase trabajadora concienciada, unida, organizada y activa permanentemente en todos los espacios sociales. Sin una masa crítica capaz de imponer su presencia en los centros de trabajo, en la calle, en los barrios, en los espacios sociales..., cualquier gobierno de izquierdas (si es que sigue siendo de izquierdas cuando alcance el poder institucional), sería un monigote en manos de los poderes fácticos.
Pero si miramos la realidad, lo cierto es que es un yermo al respecto, un vacío absoluto sin el más mínimo atisbo que nos permita aspirar a lograr ese contra-poder. Y, salvo que queramos comenzar a construir una casa por el tejado, no queda otra que empezar por los cimientos. Aun es más, no creo que una izquierda real pueda alcanzar jamás el poder institucional (es decir, ganar unas elecciones) sin que previamente exista suficiente masa crítica para movilizarse en todos los ámbitos sociales, catalizando la creación y desarrollo de movimientos sociales de todo tipo, de manera que sean motores de las transformaciones necesarias.
Esto implica, obviamente, la guerra ideológica, la cual exige de bases militantes muy concienciadas, comprometidas, activas, preparadas, muy formadas... y de cuadros políticos de base. ¿Existen? No. Por supuesto que no existen. En coherencia, pues, la urgencia de la izquierda es sobre todo conseguir esto último, que deben ser los cimientos de la casa. Centrar toda la atención y energía en citas electorales, conduce a la nada, a la frustración, al desánimo, a la impotencia, haciendo realidad el dicho de que los esfuerzos inútiles provocan melancolía.
Electoralismo y atajos envenenados
Sin embargo, el peso del electoralismo dentro de la izquierda, ha conducido a la búsqueda de atajos. Sin duda Izquierda Unida (IU) ha sido y es el mejor exponente.
IU nació como apuesta frentista del PCE. La lógica política era la de favorecer en una frente amplio (que adopta formatos distintos y flexibles) la convergencia de fuerzas a la izquierda de la socialdemocracia orgánica encarnada por el PSOE, que ya en aquellos momentos se había deslizado hacia el socioliberalismo. Incluso aceptando en su seno, a sectores socialdemócratas.
Sobre el papel, la idea en sí ni era mala ni tampoco nueva. El frentismo siempre ha sido una opción dentro de la izquierda. Pero sus contradicciones estaban en la realidad política. Si somos sinceros, tendremos que reconocer que poco había que sumar, poco había que converger, salvo migajas y esquirlas convertidas en electrones libres. El éxito fue tal (sarcasmo) que tan siquiera se consiguió hacer converger a todas las migajas.
El PCE (y posteriormente IU) en aquel momento pudo haber tomado otra vía no obsesionada por el electoralismo (aun manteniendo el enfoque convergente): la que antes señalaba, en una apuesta que habría implicado superar el cortoplacismo buscando la formación de cuadros y de bases pensando en un medio y largo plazo. Pero se impuso siempre la urgencia electoral, motivada por la aspiración ingenua de poder obtener la mayor parte del voto de los trabajadores, que cita tras cita electoral iban a las manos del PSOE. De manera que se continuó por el atajo que implicaba priorizar, por encima de cualquier otro objetivo, la convergencia entre migajas pensando en elecciones inmediatas. Y en frente los medios sistémicos, contra los cuales tenía lugar una batalla imposible de ganar, toda vez que no existían bases y cuadros que compensaran con su acción el castigo de la propaganda mediática adversa.
Aunque los coordinadores de IU tienen realmente muy poco poder (no es como los secretarios generales de los partidos), si somos muy rigurosos podemos pensar en términos de sus responsabilidades políticas. Al fracaso de Gerardo Iglesias (que después de haber estado en silencio todos estos años, de repente sale con declaraciones inoportunas que los enemigos de IU han utilizado con entusiasmo), siguió el fracaso de Julio Anguita (capaz de despertar elogios y piropos políticos... pero entre gente que nunca votó a IU). Cuando hablo de fracaso de Gerardo Iglesias y de Julio Anguita (por los que siento un profundo respeto y cuya honestidad creo que es un valor raro en política y en ese sentido los considero ejemplares), me refiero a que no fueron capaces de derribar el muro electoral que se habían marcado como objetivo. Pero tampoco fueron capaces de desarrollar cuantitativa y cualitativamente las bases. Luego llegó Gaspar Llamazares, cuya gestión como coordinador casi conduce a la desaparición de IU (teniendo como asesor político, por cierto, durante un período de tiempo, a Juan Carlos Monedero, el principal ideólogo de Podemos).
Durante todo este tiempo, con los tres coordinadores mencionados, la obsesión electoralista condujo a que IU se plantease como principal objetivo competir con el PSOE, despreciando el necesario trabajo de base que mencioné. Por otra parte, cuando más se deslizaba el PSOE hacia el socioliberalismo, más terreno iba ganando el sector socialdemócrata dentro de IU, especialmente tras el aterrizaje de Llamazares en el cargo de coordinador. Y esto venía a reforzar todavía más la tendencia anterior.
Y se siguió apostando por la convergencia entre migajas, con organizaciones además de las que nunca se ha sabido con certeza si son chicha o limoná. También es verdad, durante todos esos años, que cualquier convergencia sería necesariamente entre tales migajas, porque no hubo otra cosa.
La llegada de Cayo Lara al puesto de coordinador general, supuso un punto de inflexión para IU. En mi opinión, Cayo Lara es el mejor coordinador que ha tenido IU. Por múltiples razones. Por un lado, cuando llegó IU estaba hundida y consiguió levantar la organización. Por otra lado, contribuyo al mérito de haber conseguido que IU virara más hacia la izquierda, reivindicando sin complejos el anticapitalismo y favoreciendo un giro ideológico que ha despertado la desconfianza y hostilidad de los sectores más socialdemócratas de IU. Por último, por ser capaz de actuar de mediador en una organización sometida a tensiones complicadas entre los distintos sectores, una mediación que es muy difícil de realizar dentro de IU. Algo parecido, con diferencias, señalaba Marat en uno de sus últimos artículos, titulado "Tráiganme la cabeza de Cayo Lara".
El progresivo crecimiento en voto real y en intención de voto, disparó las alarmas contra IU, momento en que aparece Podemos, cuya función ha sido frenar esa dinámica que se estaba produciendo.
Podemos, ¿es el problema principal de la izquierda?
El lanzamiento de Podemos desde medios sistémicos, tiene mucho de operación destinada a crear una re-edición de lo que era el PSOE antes de 1982. Podemos ha surgido como cortafuegos contra IU fundamentalmente (en general, contra toda la izquierda real), de la misma forma que el apoyo de los poderes fácticos al PSOE durante la Transición, y que condujo a su conversión en partido hegemónico, fue la forma de crear un cortafuegos contra un PCE que estaba llamado, durante el tardofranquismo, a desempeñar un papel similar al desarrollado en Italia por el PCI.
Sin embargo, no creo que Podemos sea el principal problema para la izquierda en general, salvo que sigamos empeñados en la obsesión electoralista y en el cortoplacismo (que es también el ADN con el que ha nacido Podemos). El problema fundamental sigue siendo el mismo que hace 30 años o más y en esto vengo a coincidir con lo que hoy expresaba Marat en Twitter (@JMaratP), cuando mencionaba la necesidad de formar cuadros y bases militantes capaces de llevar a cabo la lucha ideológica y la movilización en los distintos ámbitos.
El gran error del PCE en la Transición fue descuidar y olvidarse de esto último, empeñándose en un imposible pulso electoral con una socialdemocracia que estaba apadrinada por todas partes. Un pulso que además le hizo perder músculo ideológico. IU lleva repitiendo desde hace mucho el mismo error, pero el actual clima social es especialmente propicio para retomar ese objetivo de trabajo de base que menciono. La gran debilidad de IU es su ausencia de cuadros. El trabajo principal a realizar requiere paciencia y perseverancia, pensando en "cultivar" bases y cuadros muy preparados.
Esta urgencia organizativa, en el caso del PCE es tarea que no admite demora ni distracción. Aunque no sea un planteamiento respaldado por toda Izquierda Unida, el PCE debe dirigir seriamente su punto de mira a este objetivo, sin importarle incluso lo que haga el resto de IU.
Obviamente, todo esto no es impedimento para no plantear con seriedad la batalla electoral. Y por supuesto que las convergencias en función de programas concretos están muy bien, y hasta nos podemos sacar de la chistera una nueva platajunta si nos entra la vena retro. Pero no debemos engañarnos: las casas no se hacen por el tejado. En la batalla contra el capitalismo, o trabajamos para incrementar la masa crítica, para crear bases militantes concienciadas, cuadros políticos... que permitan contrarrestar los efectos de la ideología dominante, o nunca seremos más que teloneros del holding socialdemócrata/socioliberal o, en el mejor o peor de los casos (no lo sé), una variante socialdemócrata más.
@VigneVT
Se necesita un partido independiente que no sea un partido estatal, es decir un partido no financiado por el Estado, un partido que se deba exclusivamente a su militancia. Que no sea visto por los arribistas y oportunistas como una oficina de colocación de trabajo bien renumerado, que atraiga sólo a lo más honrado y desinteresado de las izquierdas. Que no acepte ni empresarios, ni autónomos, ni directivos, ni policías, ni militares, ni vigilantes de seguridad, ni profesores universitarios, ni titulados por una escuela de negocios, ni funcionarios, ni asociados a asociaciones de la burguesía. Un partido que no admita la doble militancia de sus miembros. Un partido donde para poder militar tengas que ser avalado por un mínimo de dos militantes. Basado internamente en el centralismo democrático.
ResponderEliminarPero lo importante no es organizarse, es decir crear herramientas para tomar el poder. Lo más importante es saber para qué vamos a tomar el poder. ¿Qué queremos hacer con el poder? En 1916 eso era muy fácil: Lenin, Mao, Ho Chi Minh sólo tenían que seguir las ideas de Marx para llegar comunismo. Hoy lo tenemos más difícil: sabemos que el capitalismo es un sistema económico suicida, sabemos que algún día será superado, pero no sabemos ni cuando, ni porqué. Y también sabemos que todas los intentos de un estado socialista han fracasado, excepto quizás en India (Naxalitas) y en Cuba.
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