Insertamos esta entrada en el blog como texto previo y contexto a la continuación del artículo sobre el caso Carlos Mulas (Fundación Ideas), que seguiremos publicando en otro momento.
En 2012 circuló durante largo tiempo (y todavía circula) el bulo de que en España había 450.000 políticos. Se trata de una falsedad que fue creada en la trastienda de la derecha. Sin duda buscaba potenciar por un lado el antipoliticismo que siempre perjudica más a la izquierda que a la derecha, y por otro legitimar determinadas políticas y medidas del gobierno de Rajoy y de las administraciones del PP, creando un clima de opinión favorable a las mismas.
Actualmente sabemos que los autores del informe computaban malintencionadamente todo tipo de funcionarios públicos y empleados de empresas públicas (en su delirio, los autores del bulo llegaron a contabilizar a conserjes como políticos). Una cifra más ajustada sitúa la cantidad de cargos electos alrededor de 73.500 personas, de las cuales un 95% serían cargos municipales (alcaldes y concejales). Hemos de tener en cuenta que la mayoría de concejales y muchísimos alcaldes no reciben remuneración (decía eldiario en julio de 2012, citando la fuente de la Federación Española de Municipios y Provincias, (FEMP), que "el 90% de los alcaldes y concejales de España, que gobiernan los más de 7.700 municipios de menos de 20.000 habitantes, no tienen sueldo, no cobran").
Hago esta aclaración porque pienso que sí existe una industria política en nuestro país. Pero no por los argumentos esgrimidos por los medios de la derecha en el bulo que difundieron el año pasado. Realmente el número de políticos no es exagerado y además, por muy escandalosos que sean algunos de los sueldos que cobra un sector de los mismos (y los sobresueldos y sueldos derivados del ejercicio de varios cargos), en términos económicos no deja de ser una anécdota en los presupuestos del estado. Ya sabemos quién ha cocinado y por qué el discurso de no hay dinero porque hay muchos políticos. Es la misma cocina ideológica de la derecha que promovió el discurso de hemos vivido por encima de nuestras posibilidades y ahora lo estamos pagando.
La existencia de la industria política está en cosas que no se ven o que al menos resultan bastante opacas, a lo que por supuesto debemos sumar el número de políticos electos que, como dijimos, no es desproporcionado. Evidentemente no resulta posible cuantificar el impacto, pero creo que no nos equivocaríamos si afirmásemos que se trata de la mayor o al menos de una de las grandes industrias de nuestro país, muy relacionada con partidos como PP, PSOE o CiU.
Utilizamos este término de industria política (que no deja de ser metafórico) para referirnos a toda cuanta actividad y relación social , ejercidas por un sector de la sociedad, permite a éste obtener un beneficio económico personal, en base siempre a su relación directa o indirecta con la vida política. Estoy hablando de diferentes dimensiones:
A) Industria política en su vertiente ocupacional
- Todos los puestos de trabajo vinculados a políticos, basados en designaciones discrecionales (por ejemplo asesores, jefes de gabinete, etc.).
- Puestos de trabajo, temporales o permanentes, a los que se accede discrecionalmente de forma legal (contrataciones discrecionales) en función de la vinculación/afinidad/relación personal al partido que gobierna una administración.
- El acceso a puestos de trabajo en el sector privado por tener una afinidad política dada.
- El acceso a puestos de trabajo mediante oposición, a través de enchufes y apadrinamiento político (excelente ejemplo el de todos aquellos, con vínculos con el PP, que entraron en la Diputación de Ourense de la mano Baltar, aprobando oposiciones. Fue cuando Rajoy dijo aquello de que los del PP sacaban las plazas proque estaban mejor preparados que el resto).
- El ascenso y promoción laboral de aquellos que, ya estando trabajando en una administración, consiguen una mejora a través de la influencia política (desde un simple funcionario administrativo que aumenta su nivel por arte de magia hasta el titular de universidad al que le convocan la cátedra como pago a los servicios prestados).
B) Industria política en su vertiente subvencional. Nos referimos a todas las subvenciones a las que determinadas personas (individualmente o sus empresas u organizaciones) acceden beneficiándose de una relación política existente, directa o indirecta. Tristemente, una buena parte de la concesión de subvenciones públicas en nuestro país, sigue procedimientos partidistas en su ejecución. Práctica común al PP y al PSOE.
C) Industria política en su vertiente contractual. Todos los contratos que una persona física o jurídica obtiene de la administración pública, en función de sus vínculos políticos, ya sean contratos directos más o menos legales, o bien obtenidos mediante concursos públicos amañados y manipulados. En cierto sentido los puestos de trabajo creados como consecuencia de esta modalidad, computan en la industria política aunque los trabajadores sean ajenos a la misma: serían empleos indirectos de la misma.
D) La industria política en su vertiente normativa. Es una dimensión muy importante pero que pasa más en puntillas cuando hablamos de industria política. Consiste en que un determinado gobierno legisla y regula en beneficio de un sector empresarial o de empresas que políticamente son afines y con las que se establece una sinergia política. Me refiero a actuaciones mormativas como recalificaciones de terrenos, leyes que privatizan servicios públicos, normativas fiscales o de otro tipo en favor de los empresarios y del capital financiero, normativas de consumo en favor de la industria, etc.
E) Industria política en su vertiente choriceo tradicional: prácticas mafiosas vinculadas a la política. Todas las tramas de corrupción consistentes en recibir sobornos, cobro de comisiones... y las mil formas de prevaricación y cohecho. La trama Gurtel es el mejor ejemplo de esta modalidad. Pero hay otros ejemplos que forman parte de la misma; el caso que supone recibir un beneficio en diferido por los favores realizados cuando se gobierna: el ejemplo del ministro X que lleva a cabo determinadas decisiones que benefician a la empresa Y o al sector Z, y que una vez que abandona el cargo se le recompensa tiempo después (pasada la cuarentena legal) con un lucrativo puesto en el consejo de administración de Y o de una empresa de Z.
Todo ello forma parte de la industria política. Difícil de cuantificar tanto en términos de personas relacionadas como en términos de los beneficios que se mueven.
Apéndice gráfico
Paradigma de clientelismo político tradicional. Industria política con denominación de origen en el Partido Popular. Foto de hace pocos años. El gran cacique de la provincia de Ourense, Baltar (padre), toca la trompeta mientras Fraga y Rajoy aplauden. ¿Estaría tocando la música de la película El Padrino? Durante su mandato al frente de la diputación ourensana, se llegó al extremo kafkiano de llegar a contratar a 17 conserjes para una biblioteca con una sola puerta de acceso y con apenas usuarios; eso sí, todos eran familiares de alcaldes del PP de la provincia. Otro caso kafkiano fue la contratación como chófer de una pesona vinculada al PP que no tenía carnet de conducir. En su delirio, Baltar llegó a reconocerse a sí mismo como cacique y a decir que no se avergonzaba de su condición. Actualmente se le investiga por múltiples causas. Siguiendo una tradición ampliamente extendida en la derecha española, su hijo le sucedió hace un año al frente de la Diputación. Ver un amplio repertorio sobre Baltar en la web de losgenoveses (pulsar sobre el link)
¡¡Padrino!! La industria política a lo grande. El patrón actual de la dinastía Fabra, Carlos Fabra, del Partido Popular. Su hija Andrea, diputada del PP, se hizo célebre al exclamar que se jodan, en el Congreso de los Diputados y refiriéndose a los parados. Caso paradigmático de familia de caciques con pedigrí, en posiciones siempre de poder desde el siglo XIX (ver artículo de El País pulsando aquí)
Carlos Mulas con Jesús Caldera, de la Fundación Ideas del PSOE. Otra dimensión de la industria política a la que haremos referencia en una próxima entrada.
Y para terminar, ¿qué mejor que hacerlo con una viñeta de El Roto: siempre genial y preciso en su forma de abordar la realidad.
Además hay otro aspecto en esta "industria política". Bastantes de los políticos, del PSOE o del PP, que han ocupado cargos en el gobierno, cuando cesan pasan a ocupar puestos directivos o forman parte de consejos de administración de empresas. Se pueden ver Felipe González, José María Aznar, Eduardo Zaplana, Ángel Acebes, Elena Salgado, Pedro Solbes y así una infinidad de excargos.
ResponderEliminarEstos son unos casos. Los otros políticos, casi nunca vuelven a la vida normal del ciudadano. Su vida es la política y no salen de ella. De jóvenes entraron y esperan jubilarse así. Véanse los casos de Rubalcaba, Arenas, Fátima Báñez, y otra larga lista. No pueden pasar a ser "personas normales".
Pocos se han ido a la vida normal. Hay dos casos, y aunque arrime el ascua a mi sardina, diré los casos de Gerardo Iglesias que cuando dejó de ser coordinador de IU, se fue del Parlamento y regresó a trabajar en la mina, o el caso de Julio Anguita que unos años después de ser coordinador de IU dejó de ser parlamentario y volvió a su centro de enseñanza.
"Una cifra más ajustada sitúa la cantidad de cargos electos alrededor de 73.500 personas, de las cuales un 95% serían cargos municipales (alcaldes y concejales)."
ResponderEliminarLos cargos electos no son los únicos políticos, ¿No contabilizas como políticos a los cargos de libre designación (a dedo)? ¿Directores de las mismas? ¿Consejeros?
Por supuesto que tienes razón. Entrarían en esa subcategoría que denominaba A.1. Es decir, dentro de lo que es la "Industria política en su vertiente ocupacional", entrarían en "Todos los puestos de trabajo vinculados a políticos, basados en designaciones discrecionales (por ejemplo asesores, jefes de gabinete, etc.)", que por supuesto incluye directores generales, todo tipo de consejeros, etc.
EliminarPersonalmente creo que debemos considerar el término "político" en un sentido muy amplio, no solamente como referente de cargos "elegidos". Sólo así podemos hacernos una idea de la tremenda magnitud de la "industria política", pese a que es muy difícil poder cuantificar algunas de las categorías de esta "industria").
Saludos. Vigne.