Pompeya Sila

Pompeya Sila tiene el discutible honor de haber pasado a la historia por ser el origen del famoso dicho: "La esposa del Cesar no solo debe aparentar ser honesta, sino serlo.". Y es que las apariencias forman parte de nuestra sociedad y, en bastantes ocasiones, vienen a ser más importantes y determinantes que la propia realidad.

Me viene a la memoria ese ejemplo paradigmático que fue el primer debate entre Nixon y Kennedy por la presidencia de los Estados Unidos. Nixon fue cansado, convaleciente de un accidente y no se maquilló, por lo que su aspecto dejaba mucho que desear comparado con el impecable Kennedy. Hoy sabemos que los televidentes consideraron que Nixon había sido derrotado en el debate pero, al mismo tiempo, los radioyentes pensaron que había sido el ganador. Es decir, las apariencias y no el mensaje fueron determinantes para los televidentes mientras que para los radioyentes, que no podían ver el aspecto físico de los candidatos, primó el mensaje.

Centrémonos en el hoy, en concreto en este pasado sábado 2 de Febrero de 2013. Mariano Rajoy, actual Presidente del Gobierno, niega la corrupción en su partido político, el PP, y lo hace varios días después de que la noticia fuera portada en los principales periódicos de este país, ojeroso, cansado, sin responder preguntas y tras un monitor para evitar estar en la misma sala que los periodistas.

Está claro que una cosa es el juicio político y social y otra distinta lo que los tribunales digan finalmente. El primero deja ya pocas dudas al respecto. Incluso alguna prensa de derechas como El Mundo ya se ha pronunciado y que aquellos que no figuran en los papeles de Bárcenas se han apresurado a publicitarlo. A Rajoy y a quienes aparecen en los papeles, apenas les queda en estos momentos aferrarse a lo que digan los tribunales, negarlo todo y ampararse desesperadamente en el principio de "presunción de inocencia", con la esperanza puesta en la lentitud de la laberíntica vía judicial. Pero después de haber visto la intervención de Rajoy el sábado,  actuar como lo harían los culpables ha servido únicamente para enviar un mensaje claro de culpabilidad a la sociedad española.