si usté ya está acostumbrao / andar dando volteretas
y ningún daño le hará / estar donde las papas queman.
Usted, no es na / no es chicha ni limoná
El poder se hizo verbo, y el verbo alumbró la dominación política.
Agujero negro: "región finita del espacio en cuyo interior existe una concentración de masa lo suficientemente elevada para generar un campo gravitatorio tal que ninguna partícula material, ni siquiera la luz, puede escapar de ella" (Wikipedia). El agujero negro actúa como una especie de "cárcel" del espacio, en la que aquello que es atrapado pasa a ser dominado. "No se puede salir de un agujero negro en la teoría clásica, pero la teoría cuántica permite que la energía y la información puedan escapar de él" (Stephen Hawkings, en Nature, 24-1-2014).
* * *
"Nunca lo hubiera soñado ¡¿Que me dicen de derecha o de izquierda?!.. ¡¡Del medio, de esa gigantesca clase media!! Despertemos argentinos. El sueño es posible".Quien así habla, acompañado de un fondo de música celestial (ver el vídeo anterior de 45 segundos, porque merece la pena), no es otro que Ricardo López Murphy. El vídeo es una spot televisivo de las elecciones presidenciales de Argentina en 2003. El mensaje es tan nítido como simple: nada de derechas o de izquierdas; el medio es la verdad porque representa la gigantesca clase media. Concepto este último que viene a ser como un enorme cajón de sastre que la sociología sistémica ha creado, para negar la existencia del antagonismo básico del que deriva la lucha de clases. Con su discurso de nada de derechas ni de izquierdas, López Murphy obtuvo más de tres millones de votos en aquellas elecciones, convirtiéndose en la tercera fuerza, liderando un partido que decía ser un "movimiento" (Movimiento Federal Recrear).
López Murphy |
Predicador del dogma mantenido por Martínez de Hoz, por el cual "achicar el Estado es agrandar la Nación" (Emilio Marín, "Con Recrear, lo viejo se presenta como nuevo"), López Murphy fue ministro durante la presidencia de Fernando de la Rúa. En aquel período, lideró el plan económico de salvación nacional, un paquete de duras medidas neoliberales. Su paso por el gobierno resultó fugaz y apenas duró 15 días al frente de la cartera de Economía, pero su línea de política económica se mantuvo; su sucesor, Domingo Cavallo, comulgaba con la misma doctrina y no tardó en acomodarse a lo que llaman la ortodoxia económica. Fueron años en los que Argentina sufría el azote de tecnócratas neoliberales, que provocaron la pauperización de un proletariado argentino ya de por sí pauperizado, y el hundimiento en el abismo de la mal llamada clase media.
López Murphy fue un discípulo aventajado de la Escuela de Chicago de Milton Friedman, donde había completado estudios superiores. Igual que los actuales tecnócratas y expertos de la troika y de los gobiernos de los estados bananeros europeos, para López Murphy el problema de fondo no era un tema de derechas o de izquierdas y la solución pasaba por olvidarse de las ideologías: era una mera cuestión 'imparcial' de Matemáticas (¿les recuerda esto el discurso de Guindos, Solchaga, Almunia, Salgado, Rato, etc.?): "Es un problema aritmético y no se puede discutir”, afirmó justificando "su propuesta de bajar salarios, achicar el gasto público y aumentar el IVA" cuando era ministro de Economía (José Bessone, en El ruido de las nueces). En su expresión más sofisticada, la dominación política presenta aquellas decisiones que resultan socialmente traumáticas, como decisiones que no pueden ser discutidas debido a una supuesta imparcialidad y objetividad supremas, y a una lógica (que sólo el experto tecnócrata conoce) ubicada al margen de las ideologías. La dominación... comienza por el lenguaje y el discurso.
El autor del "Nuevo diccionario político argentino" (ver blog Maguila y yo) define a nuestro personaje con una cierta dosis de sabrosa ironía porteña:
López Murphy, Ricardo: dirigente radical de extracción liberal y extracciones bancarias, que en su fugaz paso por el Ministerio de Economía durante el mandato de Fernando De La Rúa propusiera un vasto programa de ajuste fiscal, consistente en que los empleados públicos que sobrevivieron a los despidos aplicados por el menemismo aceptasen trabajar gratis para el gobierno como alternativa a nuevas cesantías, y que el Estado se desprendiese de bienes innecesarios que el sector privado y el mercado podrían manejar con más eficacia, como el Banco de la Nación, las cataratas del Iguazú y el glaciar Perito Moreno.Y a pesar de todo lo anterior, este garufa oligárquico no dudó en 2003 en marcarse un tango de chulería política, anunciando que había que dejarse de conceptos desfasados como derecha e izquierda. Murphy... ¡pucha que sos divertido! El mensaje político de este chanta iba dirigido a la gran masa ni-ni y, a la vez, iba destinado a fortalecer el propio ninismo. ¿Ni-ni? ¿Ninismo?
* * *
En tiempos recientes, gente de la izquierda está popularizando una adaptación del término, otorgándole un nuevo significado -de carácter peyorativo- para hacer referencia a un fenómeno que en absoluto es nuevo: no ser de derechas ni ser de izquierdas. Son los ni-ni políticos.
El acriticismo que domina en una buena parte de la masa social indignada, favorece la propagación de mensajes que claramente actúan o pueden actuar como caldo de cultivo del neofascismo y de los populismos. La deriva ideológica de carácter sistémico de una parte de la indignación colectiva, se concreta con frecuencia en posiciones marcadamente reaccionarias, en tanto que fortalecen vigorosamente el status quo. Un buen ejemplo de esto último lo tenemos en la consigna política del ni-ni: ni de derechas, ni de izquierdas. Mensaje muy efectista que cala por su simpleza y que conecta con la más profunda tradición de la antipolítica. Nadie debe engañarse: si hay existe una consigna profundamente sistémica, un eslogan nacido desde lo más profundo de las entrañas de la ideología dominante, es el de ser ni de derechas ni de izquierdas, un mantra que actúa de penicilina política para neutralizar a las fuerzas posicionadas en contra del sistema capitalista. Ser ni de derechas ni de izquierdas es la erótica de masas con la que el establishment narcotiza la conciencia colectiva. Forma parte de la antipolítica, "una lluvia diaria que acaba calando" (como decía Paco Arnau), abriendo el camino para lo peor.
El ninismo no es una forma de nihilismo. En absoluto. El pensamiento nihilista implica un esfuerzo intelectual, lo que provoca una reacción alérgica en el ni-ni. Por ello el ninismo tiene más que ver con el no-pensamiento, con una incapacidad patológica para desarrollar un mínimo análisis de la realidad social. El ni-ni es un ser que reacciona ante estímulos políticamente primarios. Si traducimos el caca-culo-pis de los niños a lenguaje político, el resultado es la visión política que impulsa al ni-ni. En el mejor de los casos, el ni-ni nutre el poder político de las grandes fuerzas sistémicas; en el peor de los casos, el ninismo es lo que fecunda a la bestia parda del fascismo y da alas a los populismos. Por encima de todo, el ninismo es un producto de la dominación política, un elemental pero eficaz flash proyectado por la ideología del Poder que actúa como un gigantesco agujero negro en el universo social.
El ninismo no es una forma de nihilismo. En absoluto. El pensamiento nihilista implica un esfuerzo intelectual, lo que provoca una reacción alérgica en el ni-ni. Por ello el ninismo tiene más que ver con el no-pensamiento, con una incapacidad patológica para desarrollar un mínimo análisis de la realidad social. El ni-ni es un ser que reacciona ante estímulos políticamente primarios. Si traducimos el caca-culo-pis de los niños a lenguaje político, el resultado es la visión política que impulsa al ni-ni. En el mejor de los casos, el ni-ni nutre el poder político de las grandes fuerzas sistémicas; en el peor de los casos, el ninismo es lo que fecunda a la bestia parda del fascismo y da alas a los populismos. Por encima de todo, el ninismo es un producto de la dominación política, un elemental pero eficaz flash proyectado por la ideología del Poder que actúa como un gigantesco agujero negro en el universo social.
Nada hay nuevo bajo el sol. El ni-ni en el post-franquismo
Aunque los antecedentes son más lejanos en el tiempo, en el actual período democrático de nuestra historia el ni-ni político (en lo sucesivo suprimiré el adjetivo) hunde sus raíces en el post-franquismo, en la Transición y en la primera etapa de la democracia. Reflejo de la socialización política del franquismo, en aquellos momentos estaba ampliamente extendido el dicho "yo no soy de derechas ni de izquierdas", lo mismo que el "soy apolítico". Entre aquellos ni-ni ya calaba hondo el maximalismo vacío "todos los políticos son iguales", con la misma facilidad que se aconsejaba a los parientes y amigos "no te metas en política" (eco del consejo que Franco le daba a Sabino Alonso, director del periódico falangista "Arriba": "Usted haga como yo y no se meta en política").
¡Vamos, que nadie se piense que estas cosas son de ahora! Como tópicos ideológicos vienen ya de muy atrás, como nos recordaba recientemente nuestro compañero Manuel García.
En aquella época inicial de la democracia, la UCD de Adolfo Suárez se nutrió en parte importante de votos ni-ni, en la medida en que supo establecer una identificación entre la falacia ninista y la consigna de su partido: el centro. La falsa equidistancia del centro político (categoría equiparable al timo del tocomocho) no deja de ser una variante ni-ni. A Suárez le dio resultado. Todos aquellos que decían ser ni de derechas ni de izquierdas, votaron masivamente a la UCD, otorgándole un sonoro triunfo electoral que condicionó el desarrollo posterior de la democracia. Fue el éxito del discurso "del camino del medio", ni derechas ni izquierdas, dirigido a "esa gigantesca clase media" que proclamaba López Murphy en el vídeo anterior. Ni que decir cabe que Suárez, igual que luego López Murphy en Argentina, eran más de derechas que don Pelayo, como decíamos en mi juventud.
El final de las ideologías como tópico de la ideología dominante y su relación con el ninismo.
Nuestro compañero Manuel García, en un comentario de la entrada anterior del blog, nos recordaba un antecedente clásico del ninismo del franquismo: el del tecnócrata del Opus Dei, Gonzalo Fernández de la Mora y Mon.
Gonzalo Fernández de la Mora, publicó en 1965 una obra ampliamente difundida en la España de Franco: El crepúsculo de las ideologías. En este libro, su autor formulaba "la ley sociológica de que cuanto mayor es el desarrollo cultural y económico de una sociedad, menos factible resulta la adopción de las decisiones públicas en función de ideologías y más se imponen los criterios estrictamente racionales o científicos" (1).
Para el opusino franquista, en el estado que alcanzaba un cierto nivel de modernidad y desarrollo, no había lugar para las ideologías, ya que las decisiones se tomaban exclusivamente en función del criterios técnicos, "racionales", "científicos". Por este motivo vaticinaba que las ideologías políticas habían entrado en un proceso de extinción funcional. Apenas una década después, Fernández de la Mora presentaba públicamente el partido que terminó por aglutinar a la derecha española: Alianza Popular, lo que ahora es Partido Popular. En la fotografía de arriba, lo vemos acompañado de otro ilustre del Opus Dei, López Rodó, y del fundador, Manuel Fraga.
Años más tarde de la publicación de su libro, en plena democracia y en los últimos años de su vida, seguía insistiendo Fernández de la Mora en la idea del fin de las ideologías, cargando contra los políticos a los que acusaba de ser vividores de la política:
A) No hay nada más ideológico que negar la ideología. Tal negacionismo resulta ser siempre un tópico sistémico, un elemento de la ideología dominante lanzado con la mirada puesta en la izquierda política. En su expresión más explícita, se acompaña de la negación de los conceptos políticos derecha e izquierda; en su variante más sutil, tales conceptos se relativizan en el discurso con la intención de difuminar su significado. Habitualmente, se acompaña de una crítica visceral a los partidos políticos y a los políticos. Todo ello nutre lo que solemos llamar anti-política. En su perversidad intrínseca como discurso, su objetivo es destruir la izquierda política, o al menos frenar y obstaculizar su avance.
B) Aunque no es una idea original suya ni mucho menos, Fernández de la Mora viene a defender un principio de actuación política que posteriormente ha ido minando cada vez más la democracia burguesa: las decisiones las deben tomar expertos, técnicos, no contaminados por cuestiones ideológicas, sino guiados por una racionalidad que se supone apolítica. Este principio se aplica especialmente a la Economía. La falacia (falacia, porque cualquier decisión es política e ideológica y no existe tal racionalidad neutral), en los tiempos actuales se ha ido concretando en una praxis política gubernamental y en un poderoso discurso de justificación y legitimación de las políticas económicas llevadas a cabo por los gobiernos. Tales políticas son aplicadas en función de los intereses del capital y contra los intereses de los trabajadores. Las llamadas comisiones de expertos o de sabios, sean de gobiernos como el de Merkel o el de Rajoy, o de la misma troika europea, y las decisiones por ellos tomadas, se revisten de tal legitimidad que otorga la supuesta toma de decisiones desde una inexistente racionalidad neutra al margen de las ideologías. Ya lo decía López Murphy: "Es un problema aritmético y no se puede discutir”. Con esto, lo que hace la ideología dominante es invitarnos a la resignación, a aceptar las decisiones como inevitables. Planteamiento que ya estaba presente en 1965, en el libro de Fernández de la Mora, integrante de lo que se acabaría conociendo como gobierno de los tecnócratas de Franco, formado en porcentaje relevante por allegados al Opus Dei.
El "final de las ideologías", es la expresión culta del ninismo. Goza ya de un amplio recorrrido temporal. En los 60, Daniel Bell, un sociólogo conservador e insigne intelectual del establishment, contribuyó a dar gran popularidad al tópico, con su libro "El fin de las ideologías" (1960). Es cierto que a menudo se han hecho lecturas muy superficiales del libro de Bell y que sustancialmente se refiere a lo que considera fracaso y agotamiento de las ideologías surgidas en el XIX (idea cuestionable, ya que las actuales formaciones ideológicas son variantes y adaptaciones de las mismas). Su obra también alude a otra idea que luego llegó a calar hondo, como dije antes: Bell consideraba positiva la eliminación de la "política ideológica", en tanto era un factor de polarización y crispación de la sociedad civil. La implantación universal de la "democracia" (?) y de la economía de mercado, para Bell actuaban de disolventes de las ideologías, dejándolas sin función. Por otra parte, el capitalismo avanzado había conseguido destruir la ideología revolucionario del proletariado, sostenía Daniel Bell.
En los años 70, la crisis del estructuralismo vino a dejar paso poco a poco al huracán postmoderno, que tuvo en Jean-François Lyotard uno de sus pioneros y profetas más conocidos (La condición postmoderna, 1979). Aunque desde luego ha tenido sus aspectos positivos, en líneas generales el pensamiento postmoderno ha recibido más críticas que aplausos en todos los campos científicos. A nivel político, la postmodernidad se ha proyectado sobre algunos de los tópicos que dan forma al ninismo, tales como el mito del ocaso de las ideologías y, consiguientemente, el negacionismo de la escala derecha-izquierda. Frente a un estructuralismo anclado en códigos binarios o dualistas, el pensamiento postmoderno se ha manifestado como fundamentalmente antidualista. Izquierda o derecha, pierden su sentido bajo la óptica postmoderna.
Sin embargo, mientras haya explotadores y explotados, dominantes y dominados, mientras sigan existiendo las condiciones que provocan la lucha de clases..., en tanto que exista el capitalismo, seguirá habiendo izquierda y derecha. Izquierda, aquellas formaciones ideológicas enfrentadas al capitalismo. Derecha, aquellas otras cuyo objetivo es su conservación. El ninismo, incluso en su variante más culta, no es otra cosa que una expresión del Poder hecho verbo, ideología hegemónica en esta guerra ideológica que tiene lugar.
La crisis sistémica actúa de factor catalizador del ninismo. Por este motivo, no debe extrañarnos que los mensajes hacia esa dirección que conduce al agujero negro ideológico, vayan en aumento, expresados en múltiples variantes y formatos. Hasta ese conocido paladín mediático del PSOE y periodista de PRISA, Iñaki Gabilondo, parece apuntarse a cierta variante ni-ni al afirmar "no hay salida ni por la izquierda ni por la derecha". Es parte de la guerra ideológica. Pero... "a luta continua", como decía el FRELIMO durante la lucha por la liberación nacional contra el colonialismo en Mozambique.
El final de las ideologías como tópico de la ideología dominante y su relación con el ninismo.
Gonzalo Fernández de la Mora (izda.) y Laureano López Rodó (derecha), en una foto de 1976, con Fraga, durante la la presentación pública de Alianza Popular (más tarde, Partido Popular) |
Nuestro compañero Manuel García, en un comentario de la entrada anterior del blog, nos recordaba un antecedente clásico del ninismo del franquismo: el del tecnócrata del Opus Dei, Gonzalo Fernández de la Mora y Mon.
Gonzalo Fernández de la Mora, publicó en 1965 una obra ampliamente difundida en la España de Franco: El crepúsculo de las ideologías. En este libro, su autor formulaba "la ley sociológica de que cuanto mayor es el desarrollo cultural y económico de una sociedad, menos factible resulta la adopción de las decisiones públicas en función de ideologías y más se imponen los criterios estrictamente racionales o científicos" (1).
Para el opusino franquista, en el estado que alcanzaba un cierto nivel de modernidad y desarrollo, no había lugar para las ideologías, ya que las decisiones se tomaban exclusivamente en función del criterios técnicos, "racionales", "científicos". Por este motivo vaticinaba que las ideologías políticas habían entrado en un proceso de extinción funcional. Apenas una década después, Fernández de la Mora presentaba públicamente el partido que terminó por aglutinar a la derecha española: Alianza Popular, lo que ahora es Partido Popular. En la fotografía de arriba, lo vemos acompañado de otro ilustre del Opus Dei, López Rodó, y del fundador, Manuel Fraga.
Años más tarde de la publicación de su libro, en plena democracia y en los últimos años de su vida, seguía insistiendo Fernández de la Mora en la idea del fin de las ideologías, cargando contra los políticos a los que acusaba de ser vividores de la política:
"Cuando apareció mi obra, los ideólogos, tanto de la derecha como de la izquierda, reaccionaron con unánime hostilidad. Era natural: se quedaban sin su instrumento de trabajo y su medio de vida".Este negacionismo del franquista, que en su momento se convirtió en demócrata de un día para otro durante la Transición, sugiere dos cosas:
A) No hay nada más ideológico que negar la ideología. Tal negacionismo resulta ser siempre un tópico sistémico, un elemento de la ideología dominante lanzado con la mirada puesta en la izquierda política. En su expresión más explícita, se acompaña de la negación de los conceptos políticos derecha e izquierda; en su variante más sutil, tales conceptos se relativizan en el discurso con la intención de difuminar su significado. Habitualmente, se acompaña de una crítica visceral a los partidos políticos y a los políticos. Todo ello nutre lo que solemos llamar anti-política. En su perversidad intrínseca como discurso, su objetivo es destruir la izquierda política, o al menos frenar y obstaculizar su avance.
B) Aunque no es una idea original suya ni mucho menos, Fernández de la Mora viene a defender un principio de actuación política que posteriormente ha ido minando cada vez más la democracia burguesa: las decisiones las deben tomar expertos, técnicos, no contaminados por cuestiones ideológicas, sino guiados por una racionalidad que se supone apolítica. Este principio se aplica especialmente a la Economía. La falacia (falacia, porque cualquier decisión es política e ideológica y no existe tal racionalidad neutral), en los tiempos actuales se ha ido concretando en una praxis política gubernamental y en un poderoso discurso de justificación y legitimación de las políticas económicas llevadas a cabo por los gobiernos. Tales políticas son aplicadas en función de los intereses del capital y contra los intereses de los trabajadores. Las llamadas comisiones de expertos o de sabios, sean de gobiernos como el de Merkel o el de Rajoy, o de la misma troika europea, y las decisiones por ellos tomadas, se revisten de tal legitimidad que otorga la supuesta toma de decisiones desde una inexistente racionalidad neutra al margen de las ideologías. Ya lo decía López Murphy: "Es un problema aritmético y no se puede discutir”. Con esto, lo que hace la ideología dominante es invitarnos a la resignación, a aceptar las decisiones como inevitables. Planteamiento que ya estaba presente en 1965, en el libro de Fernández de la Mora, integrante de lo que se acabaría conociendo como gobierno de los tecnócratas de Franco, formado en porcentaje relevante por allegados al Opus Dei.
El "final de las ideologías", es la expresión culta del ninismo. Goza ya de un amplio recorrrido temporal. En los 60, Daniel Bell, un sociólogo conservador e insigne intelectual del establishment, contribuyó a dar gran popularidad al tópico, con su libro "El fin de las ideologías" (1960). Es cierto que a menudo se han hecho lecturas muy superficiales del libro de Bell y que sustancialmente se refiere a lo que considera fracaso y agotamiento de las ideologías surgidas en el XIX (idea cuestionable, ya que las actuales formaciones ideológicas son variantes y adaptaciones de las mismas). Su obra también alude a otra idea que luego llegó a calar hondo, como dije antes: Bell consideraba positiva la eliminación de la "política ideológica", en tanto era un factor de polarización y crispación de la sociedad civil. La implantación universal de la "democracia" (?) y de la economía de mercado, para Bell actuaban de disolventes de las ideologías, dejándolas sin función. Por otra parte, el capitalismo avanzado había conseguido destruir la ideología revolucionario del proletariado, sostenía Daniel Bell.
En los años 70, la crisis del estructuralismo vino a dejar paso poco a poco al huracán postmoderno, que tuvo en Jean-François Lyotard uno de sus pioneros y profetas más conocidos (La condición postmoderna, 1979). Aunque desde luego ha tenido sus aspectos positivos, en líneas generales el pensamiento postmoderno ha recibido más críticas que aplausos en todos los campos científicos. A nivel político, la postmodernidad se ha proyectado sobre algunos de los tópicos que dan forma al ninismo, tales como el mito del ocaso de las ideologías y, consiguientemente, el negacionismo de la escala derecha-izquierda. Frente a un estructuralismo anclado en códigos binarios o dualistas, el pensamiento postmoderno se ha manifestado como fundamentalmente antidualista. Izquierda o derecha, pierden su sentido bajo la óptica postmoderna.
Sin embargo, mientras haya explotadores y explotados, dominantes y dominados, mientras sigan existiendo las condiciones que provocan la lucha de clases..., en tanto que exista el capitalismo, seguirá habiendo izquierda y derecha. Izquierda, aquellas formaciones ideológicas enfrentadas al capitalismo. Derecha, aquellas otras cuyo objetivo es su conservación. El ninismo, incluso en su variante más culta, no es otra cosa que una expresión del Poder hecho verbo, ideología hegemónica en esta guerra ideológica que tiene lugar.
La crisis sistémica actúa de factor catalizador del ninismo. Por este motivo, no debe extrañarnos que los mensajes hacia esa dirección que conduce al agujero negro ideológico, vayan en aumento, expresados en múltiples variantes y formatos. Hasta ese conocido paladín mediático del PSOE y periodista de PRISA, Iñaki Gabilondo, parece apuntarse a cierta variante ni-ni al afirmar "no hay salida ni por la izquierda ni por la derecha". Es parte de la guerra ideológica. Pero... "a luta continua", como decía el FRELIMO durante la lucha por la liberación nacional contra el colonialismo en Mozambique.
La reactivación del ninismo político con Rosa Díez (partido UPyD).
No somos un partido contenedor, ni de izquierdas ni de derechas, sino progresistas
Rosa Díez (Vozpopuli)
En la etapa actual, el fenómeno ni-ni ha recobrado impulso. En los tiempos de crisis aguda del capitalismo, la retórica ni-ni siempre parece ganar posiciones, toda vez que es alimentada por medios cavernarios y por opciones populistas dispuestas a beneficiarse del fenómeno a base de incrementarlo. Se trata de un efecto feedback: dichas opciones propagan el ninismo y los ninis las engordan con sus votos.
Rosa Díez: ni de derechas ni de izquierdas. Ninismo fashion. Foto (EFE): Rosa Díez en la fiesta de Vogue en Madrid el 25-6-08 |
La versión actual de más éxito es sin duda UPyD de Rosa Díez, partido que ha ido combinando el énfasis en que no es de derechas ni de izquierdas con el discurso, a veces subliminal y otras veces explícito y directo, sobre la maldad perversa de todos los políticos y partidos (excepto ellos, claro está). Decirle a la gente ni-ni lo que quiere oír, aunque sean vacuidades y generalizaciones sin contenido concreto, siempre da buenos réditos electorales.
Rosa Díez se ha presentado como la gran renovadora moral de la política española, convirtiendo en bandera su crítica descalificadora contra los partidos políticos y los políticos en general, lo que le ha permitido conectar con un amplio sector del ninismo aferrado al mantra de todos los políticos son iguales.
La postura de Rosa Díez resulta un profundo ejercicio dialéctico de fariseísmo político. Por un lado, su respeto por los procedimientos democráticos quedó patente cuando decidió abandonar el PSOE después de perder unas primarias y ver truncadas sus aspiraciones de alcanzar cotas más altas de poder dentro del partido: 'si no me dejáis mandar, me voy y os vais a enterar de lo que vale un peine'. Por otro lado, su particular carga de la Brigada ligera contra los políticos profesionales, deviene en cinismo al ser ella una política profesional que lleva 35 años sin bajarse de un coche oficial (losgenoveses.net) (2), lo que no le impide rasgarse las vestiduras contra lo que llama casta política.
"Casta política". Expresión mágica en sintonía con el gran agujero negro ideológico en el que es confortablemente atrapado el ni-ni. Inicialmente "casta política" era una metáfora (metáfora en tanto que el sistema de castas es otra cosa que nada tiene que ver) utilizada para designar a los partidos políticos que actuaban de testaferros de los intereses de la oligarquía capitalista. La caverna mediática se apropió del término, sometiéndolo a una acrítica inflación semántica que acabó por devaluar la expresión. De apuntar a la idea de Marx de "el ejecutivo del Estado moderno no es otra cosa que un comité de administración de los negocios de la burguesía", la metáfora pasó a ser sinónima del mensaje ni-ni "todos los políticos son iguales", "todos los partidos son malos", "todos los partidos y políticos son casta política". Si quieres matar una idea, lo mejor es apropiarse de la misma y darle otro significado.
Los partidos volcados sobre la retórica ni-ni reciben un fuerte apoyo de los medios sistémicos, en tanto que son instrumentos para evitar el deslizamiento del descontento social hacia posiciones de izquierdas y para debilitar a las propias organizaciones de la izquierda. El caso de UPyD es muy sintomático, ya que su lanzamiento se basó en una elaborada campaña de marketing político de los medios de la derecha. Fue especialmente mimada por la cadena Telemadrid en los tiempos de Esperanza Aguirre (era tertuliana de pago asidua). Entre el apoyo de la prensa de la derecha que recibió, destaco el hecho de que Pedro J. Ramírez, director de El Mundo, en las elecciones generales de marzo 2008, pidiera de forma expresa el voto para ella.
Atrás quedaron los tiempos en los que Rosa Díez liberaba una diarreica verborrea declarándose "más del PSOE que las amapolas del campo" (año 2000). Claro que de aquellas Rosa Díez todavía no había descubierto la existencia de la "casta política" -de la que luego hablaría tanto-, pese a llevar ya por entonces más de dos décadas ejerciendo de política profesional, en el seno de un partido (PSOE) que se ha repartido el poder político en España junto al PP.
Mal que le pese a militantes y simpatizantes pesoistas, Rosa Díez no deja de ser un producto político que lleva impreso el sello de denominación de origen de la cultura política del PSOE. La vocación de este partido como partido atrápalo todo (el catch-all party del que hablaba el politólogo alemán de la Escuela de Frankfurt, Otto Kirchheimer), termina por engendrar criaturitas así. Harían bien los votantes y afiliados del PSOE en reflexionar sobre ello.
Atrás quedaron los tiempos en los que Rosa Díez liberaba una diarreica verborrea declarándose "más del PSOE que las amapolas del campo" (año 2000). Claro que de aquellas Rosa Díez todavía no había descubierto la existencia de la "casta política" -de la que luego hablaría tanto-, pese a llevar ya por entonces más de dos décadas ejerciendo de política profesional, en el seno de un partido (PSOE) que se ha repartido el poder político en España junto al PP.
Mal que le pese a militantes y simpatizantes pesoistas, Rosa Díez no deja de ser un producto político que lleva impreso el sello de denominación de origen de la cultura política del PSOE. La vocación de este partido como partido atrápalo todo (el catch-all party del que hablaba el politólogo alemán de la Escuela de Frankfurt, Otto Kirchheimer), termina por engendrar criaturitas así. Harían bien los votantes y afiliados del PSOE en reflexionar sobre ello.
Se propaga el ninismo: el fenómeno paranormal del Partido X. Un partido que chupó titulares y espacios informativos en cierta prensa sistémica, sin que nadie supiese durante 10 meses quién estaba detrás de las siglas.
Estamos contra el debate de ser izquierda o derecha
No somos un partido, sino un método.
(Partido X)
¿Cómo es posible que, ciertos medios, hayan estado informando y haciendo publi-reportajes de un partido del que, durante 10 meses, nadie supo tan siquiera los nombres de las personas que estaban detrás? Sólo conozco dos contextos en el que estas cosas ocurren: A) cuando a causa de la represión política ejercida por dictaduras militares, en el marco de la clandestinidad, los militantes y líderes de una organización se mantienen en el anonimato; B) cuando se trata de organizaciones que siguen la estrategia de la lucha armada. Es obvio que ni A ni B son el caso del Partido X. Si Iker Jiménez quisiera hallar verdaderos fenómenos paranormales, bastaría que se fijase en el marketing político que ciertos medios sistémicos llevan a cabo. Y no resulta casual que, entre estos medios, el más destacado haya sido público.es, el mismo que ha lanzado a la arena política el Podemos de Monedero y Pablo Iglesias. Como tampoco es casual que ambas formaciones hayan iniciado un noviazgo político consentido y alentado por sus padrinos de la industria de la comunicación.
Se atribuye al sabio Arquímedes el principio "dadme un punto de apoyo y moveré el mundo". Reinterpretándolo, podríamos afirmar: dadme medios de comunicación y moveré el mundo político. No debe extrañarnos que en los últimos tiempos, ciertas iniciativas hayan recibido un fuerte respaldo mediático, entre ellas el llamado Partido X, organizado inicialmente por un misterioso grupo de amigos que se mantuvo en el anonimato durante casi un año, hasta que la desconfianza hacia ellos les obligó a dar la cara. Menos mal que una de sus escasas reivindicaciones concretas puestas de manifiesto, es la de conseguir la transparencia política, según afirman. Mal comenzaron.
Actualmente sabemos que sus impulsores pertenecen a un segmento social bien asentado en la vida, en el que destacan profesores de universidad, técnicos informáticos, profesionales liberales diversos, etc. (lo que llamamos cuello blanco). Su lanzamiento fue acompañado de publi-reportajes descarados por parte de medios como público.es De hecho, el Partido X es un producto culinario más de la cocina política mediática.
Inmerso en el pijismo tecnológico considerado como panacea, apuesta implícitamente por la desaparición de los partidos políticos en la arena política, al considerarlos elementos innecesarios. En su lugar defiende una democracia basada en la tecnología informática, en el que las decisiones supuestamente son tomadas por el conjunto de la sociedad, aunque si deconstruimos su discurso vemos que los especialistas y técnicos acaban teniendo un papel hegemónico. La democracia del Partido X es en realidad la democracia de una élite social de expertos, de tecnócratas y profesionales que imaginan la sociedad en una dimensión paralela.
Como eje de su discurso, el Partido X asume sin complejos la misma posición ni-ni que UPyD:
"Estamos contra el debate de ser izquierda o derecha. (...) Porque el debate, la dicotomía, no es izquierda-derecha. Nosotros queremos desarrollar un método, no ser una ideología" (wiki.15m).Sobre esto último han insistido con cierta frecuencia: no son un partido, sino un método. Es coherente el amor mutuo mostrado entre el Partido X y la también nueva formación Podemos: determinadas relaciones de noviazgo se imponen por pura lógica, sobre todo cuando hay medios detrás que son los que pagarán la boda.
Banqueros delincuentes y corruptos que también llaman a la puerta del ninismo, para la regeneración moral e institucional de la democracia contra la 'casta política'.
El partido SCD quiere "acabar con los privilegios de la clase política"
(Mario Conde, presidente del SCD)
Mario Conde: otro "Podemos" que tampoco es de derecha ni de izquierda |
Curiosamente un personaje que comparte muchas de estas consignas del ninismo, es el ex-banquero Mario Conde, que en su día fue condenado a 10 años de cárcel por el escándalo financiero del caso Banesto. Como también había intentado otro corrupto de las finanzas, Ruiz-Mateos, Mario Conde intentó el salto a la política organizando un partido al que denominó "Sociedad Civil y Democracia" (SCD). Llama la atención que "sociedad civil" y "democracia" hayan terminado por ser términos fetiches para consumo ritual por parte de la masa acrítica.
Mario Conde Se presentó a sí mismo como "un ciudadano indignado más", argumentando que su partido en realidad era "un movimiento ciudadano contra la clase política y el poder", que pretendía "acabar con los privilegios de la clase política". Por supuesto, Mario Donde también decía que su "partido" ni era de izquierdas ni de derechas, sino un movimiento que defendía la justicia.
Como anécdota resalto que también Mario Conde utilizó el eslogan "Podemos" en su campaña electoral en las elecciones gallegas últimas. No puede decirse que la originalidad sea precisamente una virtud que alumbre las cabezas de Monedero y Pablo Iglesias. Menos mal para ellos que los publicistas de Obama no cobran derechos de autor por el eslogan We Can.
Como anécdota resalto que también Mario Conde utilizó el eslogan "Podemos" en su campaña electoral en las elecciones gallegas últimas. No puede decirse que la originalidad sea precisamente una virtud que alumbre las cabezas de Monedero y Pablo Iglesias. Menos mal para ellos que los publicistas de Obama no cobran derechos de autor por el eslogan We Can.
Notas.
(1) Gonzalo Fernández de la Mora, "Mi crepúsculo de las ideologías", en Razón Española nº 107. Consulta online.
(2) Rosa Díez se afilió al PSOE vasco (PSE) 1977 y ha ocupado cargos públicos desde 1979: diputada foral de Vizcaya (1979-1983); vicepresidenta de las Juntas Generales de Vizcaya (1983-1987); parlamentaria de la Cámara Vasca (1986-1999); consejera del Gobierno Vasco (1991-1998); eurodiputada (1999-2007) y diputada del Congreso (2008 hasta la actualidad). En total, 35 años viviendo de la alta política.
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Apartados:
- Y el ex-asesor político de Gaspar Llamazares se sube al carro del ninismo. Bienvenidos al show del We Can español.
- Otras vaporosidades cósmicas en la política española actual.
- En todas partes cuecen habas: de Grillo al ninismo latinoamericano.
- Los fascismos clásicos y los antecedentes del ninismo.
Apartados:
- Y el ex-asesor político de Gaspar Llamazares se sube al carro del ninismo. Bienvenidos al show del We Can español.
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Buen artículo. Ya me diréis cómo os las arregláis para hacer entradas tan largas y que no se hagan pesadas de leer ;)
ResponderEliminarCreo que hay que distinguir aquí dos tipos de "ninis": los que rechazan las ideologías por oportunismo (tipo Rosa Díez), o los ciudadanos a los que la actual política ha hastiado, y buscan así (quizá ingenuamente) salir de esa noria viciosa.
Con permiso, os dejo un artículo que escribí hace poco al respecto: "Ideología para niños" http://votaycalla.com/ideologia-para-ninos/
Salud.
Las injusticias cometidas o toleradas por el capitalismo son evidentes, están en la propia esencia del sistema.
ResponderEliminarPara cambiarlas hay que refundar o cambiar el propio sistema. Sarkozy ya dijo que había que refundar el capitalismo, pero estamos sin los cambios anunciados. ¿Por qué? Fácil, porque se ha desarrollado como es lógico, hasta llegar al capitalismo especulativo en el que estamos.
Por lo tanto es evidente que hay que cambiar el sistema, y eso es una cuestión ideológica. Así que las ideologías sobreviven.
Cuando se dice que ya no hay derechas ni izquierdas, que lo que predomina es la eficacia, se está defendiendo la continuación del sistema. Por lo tanto, lo que en realidad se dice, es que se siga con la ideología predominante, o sea la derechista.
Lo lamentable es que gente, personas o partidos, que se han definido de izquierda, a ratos piden la eficacia, o sea la continuación del mismo sistema, lo que desde luego no es de izquierdas.
Muy interesante su articulo
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