Imagen: Memorial 11-M (Atocha, Madrid), por Balavenise
La dura piel de la "gente decente".
Decencia (Word Reference). 1. Recato, respeto a las convenciones sociales. 2. Respeto a la moral sexual. 3. Dignidad y honestidad en los actos y en las palabras.
Aguardaba la llegada del convoy en la estación. Todavía estaba tratando de adaptarme y de digerir la vida en un Madrid en el que se escuchaban ruidos de sables todas las semanas, durante un período de transición política que parecía no tener fin. Escuché la llegada del metro. Giré la cabeza y seguí con la vista su aproximación. De repente, una mujer a pocos metros de mí se lanzó a la vía, justo cuando la cabeza del tren llegaba a su altura. Me costó olvidar aquello. Durante días no pude quitarme la imagen de la mente, ni dejar de pensar en la fragilidad de la vida, en lo absurdo, el vacío. Pero insistentemente pensaba en por qué me estremecía de forma tan extrema un hecho del que había sido espectador -un suicidio-, cuando a veces podía leer en los periódicos noticias así, que olvidaba al momento de pasar la página del diario. Quise entender que existía una diferencia notoria: había visto el rostro de la muerte, algo que no ocurre cuando leemos en un periódico que alguien se ha suicidado. ¿El olor de la muerte, del terror?
Para mí aquello no fue una simple anécdota, vivida por un joven en pleno proceso de digestión del desencanto político. Durante una larga época, significó un punto obsesivo de reflexión acerca del por qué sólo nos estremecemos cuando vemos de cerca el rostro de la muerte, de la barbarie, del terror..., cuando percibimos su macabro olor. Pero nos mostramos indiferentes y emocionalmente distantes -transitoriamente sensibles, en el mejor de los casos-, cuando sólo se trata de una noticia de periódico que menciona un hecho acaecido en un lejano país, en regiones en las que habitan unos otros difusamente imaginados, a los que otorgamos una leve condición humana cuando nos levantamos magnánimos.
Si somos sinceros, tendremos que reconocer que el tsunami de Sumatra estremeció más a la opinión pública occidental por las imágenes impactantes de la ola devorando todo a su paso, que por las muertes y el drama humano provocados. Los asesinatos de civiles en Irak han dejado de ser noticia en los telediarios, porque ya no venden, no interesan a la opinión pública. La misma opinión pública que ha permanecido indiferente ante la barbarie que tiene lugar en la Libia post-Gadafi. Cuando no nos llega el olor del terror, nuestra piel es tan dura como gélida resulta nuestra conciencia.
¿Cuánto vale una vida? En el mercado mediático y en el de la sensibilidad de la opinión pública occidental, ¿cotiza por igual la vida de un niño muerto en un atentado terrorista en Madrid, que la de un niño asesinado en las calles de Gaza por la artillería israelí, en las de Belgrado durante los bombardeos de la OTAN, o en las de alguna ciudad siria por las bombas colocadas por yihadistas aliados del Imperio? No. Asignamos un valor diferente. Lo primero nos hace entrar en estado de shock. Lo segundo lo olvidamos cuando cambiamos de canal o pasamos la página del periódico. En un caso, nos invade el olor del terror y vemos de cerca el rostro de la muerte. En el otro, renovamos el suicidio moral que supone la insensibilidad ante el terrorismo de estado (Israel y OTAN). Porque..., ¿es más censurable y cruel el terrorismo de Al-Qaeda que el de la OTAN o el de las intervenciones militares de los EEUU? Supongo que el cabrón de turno dirá lo de siempre: no es lo mismo, porque en el segundo caso son daños colaterales. Nuestro terrorismo, el terrorismo bueno, se denomina daños colaterales. También escucharemos: no es lo mismo, porque en el segundo caso se trata de intervenciones para liberar del tirano a los que estamos matando. Qué macabro sarcasmo: los muertos que provocamos, en sus tumbas tienen que estar agradecidos por haber sido liberados del yugo que los esclavizaba. Vamos, seguro que están de fiesta permanente en el cementerio.
¿Cuánto vale una vida para la opinión pública occidental? Depende. Sí, depende de si es una víctima del atentado del 11M de Madrid, o de si es una víctima de atentados yihadistas llevados a cabo, por ejemplo, en Siria o en el Irak liberado, en esa Mesopotamia en la que el Imperio ha impuesto la democracia (?) a cañonazos. En el primer caso, son víctimas a las que honramos con nuestro dolor y recuerdo. En el segundo, apenas alcanzan el status de infra-víctimas cuyo espectro es incapaz de mover los hilos de nuestra sensibilidad, condenadas al cruel olvido.
Juan Carlos Monedero dice dirigirse a la "gente decente", que identifica con la mayoría social. Utilizar dicha expresión supone atribuir una condición de "dignidad y honestidad en los actos y en las palabras", que es la acepción utilizada por Monedero. No sabría decir si tal pragmática lingüística obedece al oportunismo político o al convencimiento (me inclino a pensar lo primero), pero Monedero se equivoca. Una buena parte de esa "gente decente" personifica la indecencia, el suicidio moral, la insensibilidad ante el imperio del terror, la indiferencia ante la legión de infra-víctimas esparcidas allí por donde ha pasado el socio atlantista de la Parca, principal accionista de la industria de la barbarie. Una buena parte de esa "gente decente" muestra una piel muy dura cuando se trata de las infra-víctimas. Cuando el terror y la muerte cosechan lejos de nuestra casa, nada turba la conciencia de un amplio sector de la sociedad decente. Por eso considero que esa gente, política y moralmente también es culpable.
"Ahora le toca sufrir a los blancos"
En la tarde del 11 de septiembre de 2001, regresaba a Maputo desde la isla de Inhaca, situada en la entrada de la bahía de la antigua Lourenço Marques, como se denominaba a la capital de Mozambique en la época colonial. Tras zarpar, después de un tiempo busqué acomodo en la sala cubierta del ferry, huyendo del sol abrasador. Dentro había un monitor de TV funcionando, en el que comencé a ver extrañas imágenes del World Trade Center de Nueva York. Al principio pensé en alguna película de catástrofes, pero enseguida entendí que se trataba de otra cosa. Durante el resto del trayecto apenas pude retirar la mirada del monitor de TV. Desembarcamos y, sin dejar de pensar en lo que había visto, deambulé durante un buen rato por la Baxa, el antiguo barrio colonial convertido en una metáfora del contraste entre miseria y opulencia africanas. Algunos automóviles conducidos por gente de aspecto árabe, circulaban haciendo sonar las bocinas. Comprendí que era un gesto relacionado con el suceso del World Trade Center. 'Filhos de puta... merda de moinhés', pensé. En muchas regiones de Mozambique, denominan moinhé a aquellos que son de origen árabe, aunque por extensión también se utiliza el término para referirse a los que son de países musulmanes del sureste asiático.
Cuando llegué a mi barrio, Maxaquene, ya todo el mundo estaba enterado de que había sido un atentado. Todavía desconocía los detalles y entre unos y otros me pusieron al corriente. Me sorprendía contemplar como en Maxaquene, un barrio de pobres entre los pobres, la gente había digerido la noticia: unos con una reprimida excitación complaciente; otros con un júbilo nada disimulado. Escuchaba expresiones como "los blancos también sufren", "ahora le toca sufrir a los blancos". "Es gente inocente la que murió" le espeté a uno. "En la guerra siempre muere gente inocente", me respondió. Estaba claro que aquello era percibido como un episodio más de una guerra global, en la que el "malo" era EE.UU.
Tardé en encontrar la lógica de la reacción social, la misma que se dio en los demás barrios de Maputo. Los mozambicanos nativos del sur -genéricamente conocidos como maxanganas- no sentían especial simpatía por los árabes (moinhés), tan siquiera por aquellos de nacionalidad mozambicana (me gusta utilizar más la voz lusa "mozambicano" que "mozambiqueño", término correcto en castellano). La población de origen árabe en buena parte monopoliza el comercio y se caracteriza por mostrar un trato de superioridad y de desprecio por los locales. "O moinhé é racista", se escucha a menudo. Cuentan que a veces pegan a sus empleados; en realidad cuentan cosas peores, pero prefiero omitirlas. En mi lógica, los maxanganas deberían mostrar repudio por el atentado; además mayoritariamente, los maxanganas son cristianos. Pero fue todo lo contrario.
En los años siguientes pasé largas temporadas anuales en el norte del país. Una de las cosas que me sorprendió en Mozambique después de 2001, fue que el país se llenó de motivos laudatorios de Bin Laden y del ataque a las torres gemelas del World Trade Center: camisetas y capulanas (tela utilizada como falda por las mujeres) con el rostro de Bin Laden o con éste y dibujos de las torres gemelas ardiendo, inundaron todas las esquinas del país. Hasta en aldeas remotas se podía encontrar tal iconografía, como muestran las dos fotografías que reproduzco, sacadas en una pequeña aldea de la provincia de Cabo Delgado:
En una aldea de Cabo Delgado. Capulana con la figura de Bib Laden, sobre un fondo en el que se han representado las torres gemelas ardiendo |
En la misma aldea de Cabo Delgado. Camiseta con la figura de Bin Laden |
Hasta hubo quien bautizó su automóvil con el nombre de Bin Laden. El de la fotografía siguiente resulta especialmente expresivo; aunque se aprecia con dificultad, podemos ver en el centro de la luna delantera un muñeco que representa a un hombre blanco, colgado de una soga:
El 11S conmocionó a la sociedad estadounidense. Por primera vez en su historia, sus enemigos atacaban el sagrado y protegido territorio patrio. La misma sociedad que había celebrado con júbilo y fervor patriótico el genocidio llevado a cabo el 6 de agosto de 1945 (con el lanzamiento de dos bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki), lloraba de dolor por los muertos del ataque contra las torres gemelas. Ironía de la Historia, los autores eran miembros de un movimiento (Al-Qaeda) que en buena parte había surgido de la chistera del imperio americano, para ser lanzado contra los soviéticos en Afganistán.
En Mozambique, el 11S fue vivido, tanto por cristianos como por musulmanes, como una especie de justicia divina contra el histórico abuso del hombre blanco. En este sentido, fue un símbolo que pasó a condensar significados profundos: colonialismo, explotación, imperialismo, riqueza frente a pobreza... Así de duro. La sociedad norteamericano nunca supo entender el odio que su país provocaba por numerosos rincones del mundo. Un odio acumulado en intervención imperialista tras intervención, barbarie tras barbarie, terror tras terror. Acabé entendiendo el sentido de "ahora le toca sufrir a los blancos" y de la complacencia social que levantó el atentado del 11S en Mozambique. El Imperio también sufre, también resulta golpeado. No importaban que los autores del atentado fuesen odiados moinhés.
Hiroshima arrasada por la bomba atómica |
Siembra vientos, recoge tempestades. Madrid, 11 de marzo de 2004.
Viví los atentados de Madrid desde Houston. El mismo día, los informativos de todas las cadenas norteamericanas atribuyeron la autoría de los ataques terroristas a Al-Qaeda. Pero leíamos por Internet las noticias que llegaban desde los medios españoles, y no entendíamos el empeño del gobierno de Aznar por crear dudas sobre los autores. Tiempo más tarde supe que la representación diplomática española en Washington, tenía plena constancia de la autoría de Al-Qaeda y que así lo había comunicado a Madrid. Si embargo, Aznar se empeñó en no descartar que la organización ETA fuese la autora de los atentados. La autoría de Al-Qaeda significaría la derrota segura del gobierno del PP en las elecciones generales que se celebraban tres días después, el domingo 14 de marzo de 2004. La decisión de Aznar de apoyar la invasión de Irak, había sido fuertemente contestada en las calles; resultaba imposible que una parte del electorado no estableciese una relación causa-efecto entre tal decisión y los atentados. Aznar se agarró a ETA como quien se agarra a un clavo ardiendo. Era la única forma de salvar las elecciones.
Tras la derrota electoral, el PP y los medios de la caverna siguieron creando dudas sobre la autoría, difundiendo una miserable y canallesca teoría de la conspiración que se ha mantenido hasta hoy.
Los atentados de Madrid dejaron 192 muertos y 1.858 heridos. La mayoría de las víctimas era gente humilde, de clase trabajadora. La tercera parte fueron inmigrantes que habían llegado a España en busca de una oportunidad.
Hoy se cumple el décimo aniversario del drama. La sociedad española sufrió una conmoción social, como había sucedido en la sociedad estadounidense tres años antes. Pero el dolor por las víctimas y su recuerdo, no puede cegar nuestra capacidad para entender que aquello fue una consecuencia de la participación de España en la estrategia imperialista de los Estados Unidos. No podemos aspirar a apoyar una guerra global al lado del Imperio sin que antes o después nos salpique el terror. Más tarde o más temprano, percibiremos su macabro olor.
No obstante, el aniversario del 11M debe sugerir una reflexión más profunda. El terror vivido en Madrid ha sido experimentado a gran escala en escenarios como Oriente Medio y los Balcanes, ante la insensibilidad de una buena parte de la opinión púbica. Recordar el 11M y permanecer impasibles ante el terror que el Imperio y la OTAN va sembrando por todas partes, no deja de ser una profunda hipocresía social, un acto de cinismo colectivo.
Entre el 24 de marzo y el 11 de junio de 1999, la OTAN bombardeó sistemáticamente Yugoslavia. A la cabeza de esa organización terrorista, estaba un miembro del PSOE: Javier Solana, Secretario General de la OTAN. Se calcula que entre el 80%-85% de las víctimas de los ataques atlantistas, fueron civiles inocentes, entre ellos numerosos niños. El ataque de la OTAN tuvo lugar al margen de la legalidad internacional. Los medios occidentales hablaban de una guerra "limpia", de ataques selectivos y precisos contra objetivos militares. A la opinión pública española parecía no importarle demasiado que los aviones atlantistas machacasen un convoy de refugiados, al confundirlo con una columna de blindados. El olor de aquel terror no llegaba a nuestras delicadas pituitarias. Los muertos no eran víctimas, sino infra-víctimas.
Años después se repitió algo parecido en Libia. Derrocado Gadafi, el terror desencadenado fue silenciado por los medios de comunicación. Al poco tiempo, grupos terroristas islámicos comenzaron a crear el terror en Siria. Tampoco ésto parecía sensibilizar a la opinión pública. Cuando se trata de infra-víctimas, nuestra piel es dura, muy dura. La vida no vale lo mismo en todas partes. Además, siempre habrá intelectuales orgánicos, como Santiago Alba Rico, que se apresuren a legitimar la barbarie.
El dolor desencadenado por el terror cercano, debe hacer que reflexionemos sobre el mismo terror que alimentamos en otros países. Dejemos ya de distinguir entre víctimas e infra-víctimas. Dejemos de tener la piel dura cuando el terror tiene lugar lejos de nuestras vidas.
Javier Solana (PSOE): del NO a la OTAN (izda.) a Secretario General de la OTAN (derecha). Imagen tomada del artículo ‘Dos Solanas’ o cómo tropezar veinte veces en la misma piedra, de Paco Arnau, publicado en el blog Ciudad Futura. Recomiendo leer el artículo enlazado. |
Gracias, Vigne... Esta lectura me ha conmovido bastante, y me puse a soñar: ... Si todos nos pudiésemos acercar al budismo Mahayana o Zen...
ResponderEliminarParte primera.
ResponderEliminarEl hombre blanco europeo occidental, ha hecho barbaridades desde principio de la Edad Moderna en todos los otros continentes. No digo que no se hayan hecho barbaridades por otros pueblos, pero como estos europeos, nadie.
En América hubo un genocidio humano y sobre todo cultural. A los aborígenes les dejaron sin tradiciones ni cultura, les dejaron huérfanos de pasado.
Como los indios, para los españoles, no servían para hacer el trabajo que les interesaba, la extracción de oro y plata de las minas, se llevaron negros africanos con lo que empezó la Trata de Negros Posteriormente el comercio de esclavos lo hicieron los portugueses, franceses e ingleses para sus colonias. Más tarde hubo muchos comerciantes de esclavos ingleses y franceses que se dedicaban a llevar su mercancía a los mercados esclavistas americanos.
La esclavitud de los negros africanos se justificó, con argumentos claramente falsarios, incluso por la iglesia. Como en el Génesis se dice que Noé condenó a Cam (en teoría padre de los pueblos africanos) a servir a sus hermanos, esto sirvió para justificar moralmente la esclavitud que en realidad la única justificación era la económica.
América se convirtió en colonias de los países europeos occidentales. Pero no iban a ser las únicas.
La situación humana de negros e indios importó poco. Lo único importante era el aspecto económico.
En África era difícil, en aquellos tiempos, establecer colonias en el centro del continente, el clima, las enfermedades eran obstáculos invencibles. Por ello se establecieron bases en puntos de la costa y, desde ahí, llegaron a acuerdos con jefes de tribus locales para comprarles, como ganado, personas de los pueblos a los que habían vencido. Posteriormente eran llevados a América amontonados en barcos, en condiciones terribles.
Cuando mejoraron el armamento y la medicina europeas, se pudieron hacer exploraciones en el interior de África, y después se fue produciendo la ocupación de su interior estableciendo las consabidas colonias. Las más importantes en el siglo XIX fueron las inglesas, seguidas de las francesas y a más distancia las portuguesas. De África pudieron sacar minerales, sobre todo oro y piedras preciosas, y maderas.
El caso más escandaloso fue el del llamado entonces Congo Belga, que fue concebido como una propiedad particular del rey belga Leopoldo II. Este personaje se dedicó a la explotación pura y dura del territorio, considerando a sus habitantes peor que esclavos.
A partir de la exploración de Asia, primero por los portugueses y después por los ingleses y franceses, ocurrió tres cuartos de lo mismo. Lo importante era sacar un rendimiento económico a esos territorios. Los habitantes eran asunto secundario. Por tanto el sistema de colonias se extendió por toda Asia, y posteriormente, sobre todo por Inglaterra, se establecieron colonias por Oceanía.
Parte segunda.
ResponderEliminarYa cuando se descubrieron las utilidades del petróleo se empezó su búsqueda y explotación. Se encontraron yacimientos muy importantes en el Oriente Medio, Venezuela y África Occidental.
En OM el dominio era turco. Por lo tanto eso sirvió para después de la I GM, con la derrota turca, franceses y británicos se repartieran en unas zonas el dominio y en otras la influencia, para explotar los yacimientos petrolíferos.
Después de la II GM se vieron obligados a conceder la independencia a la zona. Lo hicieron de una forma muy práctica para ellos. Establecieron por una parte el Estado de Israel, como gendarme de Europa Occidental y EE.UU. Por otra parte, en los países independientes que se crearon, se pusieron títeres como monarcas, que lo único que procuraban es servir a las compañías petrolíferas occidentales, sin preocuparse de los habitantes.
El desarrollo de los acontecimientos se puede seguir en las entradas de este blog: “El Avispero del Oriente Medio”.
En África después de la II GM se concedió la independencia a muchos países, pero, igual que en OM, se procuró poner como primeros mandatarios a títeres que se pudieran manejar, dóciles y colaboradores. Con ello se siguió explotando los inmensos recurso del continente.
Con respecto a Venezuela y otros países americanos, EE.UU. y el RU no tenían problemas. Ponían gobiernos leales a sus intereses, y si esto no bastaba intervenían directamente con tropas.
Cuando los habitantes de esos países así regidos, de Asia o África, se sublevaban por no poder soportar la explotación, las potencias occidentales desembarcaban sus tropas para “restablecer el orden” y de paso sus beneficios económicos.
Japón desde el siglo XIX, con la revolución Meiji, se adhirió a esta forma de explotar otros territorios y se ocupó de colonizar Corea, zonas de China y algo de Oceanía.
De esta forma EE.UU., la Europa Occidental y Japón han tenido lo que ha llamado el “Estado de Bienestar” desde finales de la II GM. Pero eso ha sido a costa de la explotación de gran parte del resto del mundo, sometiendo a esclavitud, cometiendo genocidios, matando de hambre a pueblos enteros.
Cuando estos pueblos se han sublevado, se ha utilizado la fuerza, militar y económica, contra ellos. Ello, como he escrito antes para “mantener el orden” y los beneficios económicos
Desde el 11-S de 2001 movimientos rebeldes con esa situación se han tomado la venganza por su mano, y eso ha servido para desencadenar dos guerras de soldados y otras de servicios secretos.
Es muy lógico que una gran parte de los pueblos del mundo se alegren del 11-S, del 11-M, del estallido de metros en Londres y de otros atentados.
Está claro a quién echan la culpa. Al capitalismo occidental.
Y no me refiero al conflicto de la antigua Yugoslavia pues eso da para un tratado.