Tentativa de insurrección de 1833 en Fráncfort, un periodo convulso que recibe en alemán el nombre de "Vormärz", esto es, anterior a la Revolución alemana de 1848-1849. |
Referencia documental del artículo
Fuente original en alemán:
Götz Eisenberg: "Über die Gewalt", publicado en nachdenkseiten.de el 23-3-2015 (URL: www.nachdenkseiten.de/?p=25509)
Götz Eisenberg: "Über die Gewalt", publicado en nachdenkseiten.de el 23-3-2015 (URL: www.nachdenkseiten.de/?p=25509)
Traducción al español para blogdelviejotopo: Tucholskyfan Gabi.
Fuente de esta traducción: blogdelviejotopo.blogspot.com.es, 2-4-2015.
Uso de esta traducción: licencia CC BY-SA. Reproducir esta ficha documental, conservando los enlaces (hipervínculos) que figuran (tanto a este blog como a la fuente en alemán).
Imagen: añadido nuestro.
Imagen: añadido nuestro.
* * *
SOBRE LA VIOLENCIA
Un artículo de Götz Eisenberg en
www.nachdenkseiten.de/?p=25509
La resonancia de los medios a la
manifestación del movimiento ‘blockupy’ el pasado 18 de marzo en Fráncfort
(contra la inauguración del nuevo edificio del BCE) se sirve mayoritariamente
de términos como ‘disturbios’, ‘situación de guerra civil’; vandalismo
multitudinario’, etc. En las imágenes publicadas vemos unos manifestantes
encapuchados, coches policiales ardiendo, nubes de humos, cristales rotos, de
manera que el verdadero propósito de los organizadores y la masa de
manifestantes reunidos desaparece detrás de la condena de la violencia que
entraron a ejercer unos pequeños grupos de participantes.
Götz Eisenberg aprovecha estos sucesos
para reflexionar sobre el papel de la violencia en la lucha por una sociedad
más libre y menos violenta. [ Wolfgang Lieb, editor responsable del artículo].
* * *
“A los jóvenes se les reprocha que
recurran a la violencia.
¿Pero no vivimos acaso un permanente estado de
violencia?; como hemos nacido y nos hemos criado en el calabozo, no nos damos
cuenta ya de que estamos metidos en el agujero con las manos y los pies atados
y con una mordaza en la boca”.
(Georg Büchner en una carta a su familia
el 5 de abril de 1833) [NT]
El asalto a la Guardia Principal
[Hauptwache] en 1833
Las frases arriba citadas, figuran en
una carta que Georg Büchner, de entonces 19 años, dirige el 5 de abril de 1833
desde Estrasburgo a sus padres en Francfort. Comenta así lo sucedido el 3 de
abril del mismo año, lo que recordamos como el ‘Asalto a la Guardia Principal’
[Frankfurter Wachensturm], en que unos cien ciudadanos republicanos y
estudiantes, intentaron asaltar el
edificio de la Guardia Principal de la
policía de Francfort con el fin de liberar los presos políticos allí retenidos.
A continuación estaba previsto asaltar el edificio del Parlamento alemán
[Bundestag], detener a los parlamentarios, apoderarse de la caja y proclamar la
república. Al acercarse los agentes militares, tras un breve combate, los
rebeldes tuvieron que darse a la fuga… la mal organizada tentativa de
insurrección había fracasado. Y el príncipe Metternich recibía este fracaso con
agrado para poder justificar una represión, aún más severa, de los ciudadanos
demócratas y republicanos.
El tema de la violencia se superpone a
todo lo demás
Frases similares a las del joven Georg
Büchner las podremos encontrar en las cartas y correos electrónicos, que unos
182 años más tarde dirigen los que
participaron en las acciones ‘blockupy’
a sus familias y amigos. La información mediática viene (pre)determinada y
centrada en la ya referida violencia, que algunos manifestantes habían empleado
contra los policías, quienes, a su vez, formaban un auténtico ejército para
mantenerlos alejados de la nueva torre del BCE, el Banco Central Europeo, que se inauguraba aquel día. Del verdadero
propósito del movimiento ‘blockupy’, consistente en informar al público acerca
de las consecuencias de la nefasta política neoliberal del BCE, apenas se llegó
a hablar.
Estos días, me he encontrado con
personas llenas de furia contra los manifestantes: ¿”Cómo osan lanzar
dispositivos incendiarios y piedras contra los policías y bomberos? ¡Duro con ellos y a cortar por lo sano!” Pero
nuestra experiencia histórica nos enseña que quien pretende cortar por lo sano,
no suele llegar muy lejos. La desbordante violencia que una muy reducida parte
de los manifestantes ejercía al margen de la mayoría, a los activistas de
‘blockupy’ les ha hecho un flaquísimo favor y puede contribuir a que
gran parte de la ciudadanía se movilice en contra del movimiento, por lo que la
crítica de ‘blockupy’ al sistema se verá afectada.
La violencia tácita o silente de las
circunstancias
A todos aquellos que sólo se refieren a
la “chusma”, los “disturbios”, el “vandalismo”, reduciendo de este modo lo
sucedido en Fráncfort, hay que oponerles lo siguiente:
Existe un tipo de violencia previa,
anterior a la que se “encendió” y que los medios nos documentaron en Fráncfort;
un tipo de violencia a la que se trata de responder con medios y argumentos más
que cuestionables.
Y esta violencia primaria consiste en:
- La precariedad de los jóvenes en los países del sur quienes, en su gran mayoría, por no tener trabajo ni perspectivas de futuro, se ven privados de sus perspectivas de vida y prosperidad.
- La creciente tasa de suicidios.
- El sufrimiento de los que pierden sus empleos, son expropiados y desalojados de sus viviendas.
- La creciente tasa de mortalidad infantil.
- Las personas enfermas que si no mueren a causa de su enfermedad, lo hacen por falta de un tratamiento médico adecuado.
- Los recortes impuestos en los ámbitos educativo y formativo, así como en el sector público en general.
- La desesperación, la miseria, la pérdida de dignidad y esperanza de todos aquellos que se ven obligados a buscar alimento en los comedores sociales y los contenedores de basura…
Esta lista la podríamos ir alargando sin
fin. Y para tener permiso de criticar la violencia en términos morales, debemos
incluir estas miserias y sufrimientos en el “computo” de nuestra empatía,
reconociendo la violencia ejercida en Fráncfort como la que es, una respuesta a
la violencia que nos viene impuesta por el sistema neoliberal. Quien prefiera
no hablar de la violencia tácita de unas relaciones sociales desproporcionadas,
ni del terror de la reinante política de austeridad, haría bien en mantener el
pico cerrado sobre la “violencia” de estos manifestantes. La gente joven
procedente de los países del sur, tan azotados por la “crisis” y los dictados
de la Troika, debe de sentirse en Alemania como en territorio enemigo; y
Fráncfort, con sus erecciones del capital financiero, que se manifiestan en sus
torres bancarias, debe de ser para estos desesperados la capital de donde
procede su miseria y desesperación. ¿Podemos, entonces, rechazar sin
reflexionar más su percepción y
valoración crítica, considerándola errónea y hasta paranoica? ¿No nos resulta
al menos comprensible su rabia, si tratamos de ponernos en su lugar?
Acostumbramos entender por ‘violencia’ sólo
aquello que el Estado nos define como tal. Y una vez que el Estado se haya
apoderado de ese monopolio para definir la violencia física, se inclina a
denunciar todo acto como violento, que no haya ejercido él mismo. Puesto que el
Estado se considera la quintaesencia y encarnación de toda cultura, hasta puede
tratar de impedir que sus propias actuaciones se consideren violentas. La
violencia centralizada ya no quiere ser violencia. Como lo dijera Sigmund
Freud, el Estado al individuo le prohíbe el empleo de la violencia “no por
querer erradicarla, sino por querer monopolizarla, al igual que el tabaco o la
sal”.
Los vínculos a modo de antídoto
El antídoto más eficaz contra la
violencia son los vínculos o lazos (afectivos). El vínculo o lazo, para mí,
implica la ocupación libidinosa tanto de personas como de objetos. Aquello del
que yo me considere ser parte y al que me siento vinculado por mi libido, no lo
podré destruir ciegamente. Cabe que me ocupe de modificarlo (profundamente),
pero en ello jamás me dejaré llevar por el odio ni el afán de destrucción.
Oskar Negt y Alexander Kluge, en su obra “Geschichte und Eigensinn” [Historia y
sentido. Organización histórica de la fuerza del trabajo], publicada en 1981,
escriben: “Las luchas vandálicas se distinguen profundamente de la lucha de
clase. Dado que las luchas/guerras entre distintas fuerzas del trabajo, que no
vienen a producir nada en común y, por tanto, no encuentran su límite en el interés
productivo, suelen resultar totalitarias en la aplicación del principio de
aniquilación. En cambio, las luchas entre clases económicas suelen ser siempre
luchas relativas, puesto que el específico interés de clase no puede consistir
en aniquilar por completo el capital o la fuerza de trabajo del adversario”.
Nuestra lucha por un mundo más humano se
debe a la tradición de la lucha de clase. Queremos cambiar la sociedad para
mejor, sin destruir ni aniquilarla.
El odio y el vacío/vaciamiento
Algunos sectores de la Izquierda,
practican una militancia abstracta de valores y vaciada de contenido
(programático), que comporta la motivación de aquello contra lo que dicen
luchar. Y no es sólo el capital el que, en su ansia de expansión y
multiplicación de beneficio, se lanza a la abstracción, sino también la
contra-violencia, que se viene abstrayendo de sus contenidos (programáticos)
perdiéndose en escaladas y espirales. En el sentido de Negt y Kluge, está
corriendo el peligro de tornarse “vandálica”. Esta violencia, en su mayoría, la
ejercen hombres jóvenes entre la pubertad y la edad de contraer matrimonio,
para quienes han dejado de existir las reglas y barreras de conducta
obligatoria y vinculante. Parece que nada sirve para que consoliden en tiempo y
forma sus pulsiones libremente divagantes; ni mediante el trabajo, las
posesiones, ni mediante unas relaciones afectivas estables se logra integrarlos
en la sociedad existente. Son existencias “abstractas”, que no tienen ningún
contrato vinculante e integrante suscrito con nadie, no deben respetar y no se
sienten obligados ante nada ni nadie. Sin embargo, debemos alegar en su defensa
que vienen a crear y formarse una
identidad personal en una sociedad que a diario les hace sentir que en esta
realidad social son absolutamente prescindibles. Antes de que estos jóvenes
rescindan de manera violenta el “contrato social” (en el sentido de Rousseau),
la sociedad, a su vez, ya puede haber violado de antemano su obligación en
virtud de ese contrato, dejándoles marginados. Dice Baudrillard: “Si la
violencia nace de la supresión, el odio nace del vacío o vaciamiento”.
En ocasiones, uno puede llegar a
sospechar que ciertas acciones sirven, ante todo, para crear unas imágenes
especulativas, que a los actores les embriagan por su momentánea resonancia
mediática y los engañan acerca de su impotencia en la realidad (“Quien no
destruye, no será oído”). Mediante sus ocasionales “luchas” con la policía y
las imágenes que se obtienen y publican, estos “luchadores” parecen acreditar
su existencia. En las imágenes vemos a policías con sofisticados cascos
persiguiendo a unos manifestantes encapuchados, que corren detrás de la policía
persiguiendo a manifestantes…, etc.
La idea reguladora de la liberación
El concepto de la ‘máscara de carácter’
con que Marx en su teoría nos describe
la tendencia de la burguesía a reducir a las personas a “portadores/titulares
de las relaciones económicas”, malinterpretándolo, el adversario político llega
a deshumanizarse. El capitalismo tiende a reducir a las personas a aquellos
aspectos parciales que le sirvan a sus fines y, más aún, a obviar todo aquello
que pudiera perturbar su funcionamiento. Esa abstracción de la plenitud de la
capacidad humana, tan fácil les resulta a
la lógica capitalista de mercado, a los aparatos burocráticos y a la ejecutiva
que la ejercen a diario.
Y es precisamente este aspecto que la
Izquierda emancipadora no debe consentir. Su esperanza a que el mundo pueda
cambiar se nutre precisamente del suponer que las personas no queden reducidas
a las funciones que ocupen en el proceso capitalista de producción y
reproducción. Eso significa por ejemplo: debajo
del uniforme del policía hay una persona humana que, por antonomasia, es
esperanza, expectativa y deseo y que se integra de varios aspectos parciales.
El hablar de “cerdos maderos” o de las “máscaras de carácter del capital”
degrada a las personas a no-personas, cosificándolas, e incluso a anti-personas
contra las que luchar uno ya ni debe reflexionar ni guardar escrúpulos morales.
Pero la lucha por una sociedad humana no
sólo debe observar la ley del pragmatismo revolucionario, sino también de la
moral revolucionaria. Los de la Izquierda no ignoran la relación
dialéctica entre medios y fines, o al
menos debieran conocerla. La meta – el hombre liberado – ha de vislumbrarse en
los medios que se adopten para alcanzar este fin. Y entre estos medios no
cuenta la desvinculada violencia contra los funcionarios del sistema, antes
bien ésta, a espaldas de los actores, se convierte en un instrumento capaz de desacreditar la
lucha por una sociedad más humana, en general. Esta violencia refuerza el
potencial represivo del orden social existente y dominante, y no llega a
activar la oposición contra la creciente represión.
Ahora bien, no debemos olvidar que toda
oposición, rebelde y militante, se expone a ser progresivamente reprimida. Lo
cual no ha de ser motivo para que renunciemos a toda resistencia y oposición;
de haberlo hecho, jamás habríamos logrado
progreso histórico alguno. Pero
la resistencia militante debe obedecer a la idea reguladora de la “liberación”
de la violencia estructural y debe venir respaldada por una gran parte de los
ciudadanos que se reconozcan o se vean reflejados en esta resistencia, por lo
que entran a proteger y ayudar a los activistas de esta causa. Y hasta que esto
sea una realidad en nuestro país, a los miles de manifestantes que,
pacíficamente, se habían reunido en Fráncfort, les queda mucho trabajo de
información y sensibilización por hacer.
Götz Eisenberg
[NT] La carta entera figura como documento 12 en el 'Proyecto Gutenberg'
Uso de esta traducción: licencia CC BY-SA. Reproducir esta ficha documental, conservando los enlaces (hipervínculos) que figuran (tanto a este blog como a la fuente en alemán).
Sobre esto tengo una opinión que no puedo expresar por mis circunstancias.
ResponderEliminarSi diré que veo difícil que la mayoría social se vea identificada con ninguna resistencia liberadora. Los medios patronales ya se encargarían de hacer mala a esa resistencia.
En otra carta que Büchner dirige a su familia (la nº 15 en el Proyecto Gutenberg) escribe:
Eliminar(...) "si bien siempre seguiré fiel a mis principios, he aprendido muy recientemente que únicamente será gracias a las grandes masas que se puedan lograr transformaciones de envergadura, que todo el movimiento y criterío de los individuos será en vano. Escriben, pero no son leídos; gritan, pero no son oídos; actúan, pero no son ayudados (...)"
Un saludo cordial, Javier:-)
Fe de errata: criterio = griterío.
EliminarO sea: que no es de desear otro Gengis Kan que barra inmisericordemente con aquello que se le apetezca.
ResponderEliminarComparto lo que dice de la violencia sistémica. Creo que desde la izquierda siempre se ha dicho. Hay una violencia, la peor de todas, de la que no se habla porque es el propio sistema quien la genera. Es acertado y está muy planteado.
ResponderEliminarAhora bien, ya de la segunda parte no sé qué pensar. Sospecho que el autor incurre en cierto tipo de buenismo quizás. Algunas cosas me provocan dudas...
Por ejemplo, ¿que debajo del uniforme de un policía hay una persona? Sin duda. ¿Pero qué nos quiere decir con eso? ¿Que hay que darles besitos? Los llamados cuerpos de seguridad del estado están para lo que están: para garantizar el status quo, por las buenas o por las malas, y cuando es por las malas creo que no es necesario recordar hasta dónde llegan y además muchos disfrutando del sadismo. Son los matones del sistema, los señores a quienes el Poder te manda para que te rompan las piernas si te portas mal..Por tanto, me deja un poco perplejo el buenismo del autor. Me pregunto si también piensa lo mismo de los SA y de los SS de la época de Hitler...
Por otra parte, no hay que olvidar que de si de lo que se trata es de superar este sistema, antes o después no quedará más remedio que utilizar la violencia revolucionaria. Me viene a la cabeza una autocrítica del Comité Central del P. Comunista de Indonesia en el que reconocían como error fatal no haber armado a sus militantes, confiando en que los poderes fácticos respetarían la democracia burguesa. Algo parecido podemos decir de Chile y del golpe de Pinochet y de tantos otros sitios. Hay un momento en la transición al socialismo, en el que la violencia contra el enemigo es inevitable, y los primeros a los que tendremos enfrente es a esos policías en relación a los cuales Götz Eisenberg hace de abogado del diablo.
Otra cosa diferente es la cuestión de en qué momento resulta pertinente el recurso a la violencia y en qué momento no. En estos momentos, desde luego no, y ahí puedo estar de acuerdo con el autor, ya que él sobre todo está pensando en lo que pasó con el movimiento ‘blockupy’ el pasado 18 de marzo en Fráncfort; por lo cuenta, debió de ser parecido a lo que sucedió aquí con las marchas de la dignidad el pasado año, en la concentración de Madrid. Pero normalmente son grupos que están muy infiltrados por la propia policía, como se vio en Madrid. Precisamente para reventar protestas.
Gracias por tu comentario. He vuelto a revisar el texto donde el autor habla de la persona uniformada de policía pero más o menos fragmentada y reducida a diversos aspectos funcionales hasta el extremo de perder su capacidad humana plena.
ResponderEliminarSi la meta consiste en "liberar al hombre" en este sistema, reduccionista y represivo, no creo que es cuestión de pecar de "buenistas" ni "darle besitos" al policía, sino evitar a toda costa entrar en la espiral de violencia donde, por otra parte, llevaríamos las de perder sin haber logrado nada constructivo en la resistencia militante en busca de la masa social crítica.
Ignoro lo que Eisenberg hubiese propuesto cara a los cuerpos de las SA y SS nazis, pero su orientación humanista hace suponer que habría seguido fiel a sus principios. No olvides que sólo hablamos de un "apunte":-)
Creo que en aras del humanismo nadie puede negar la legitimidad moral y racional de la violencia revolucionaria en determinados momentos de la Historia; momentos en los que desgraciadamente pueden darse abusos, pero que son inevitables. Obviamente no es el caso del movimiento ‘blockupy’ de Fráncfort; lo que dice Eisenberg tiene fundamento. Pero extrapolar esa posición a cualquier otra circunstancia y momento, rechazando por principio la violencia como respuesta social, no me parece acertado. No creo que sea un problema de principios (no creo en la "no violencia" como eje directriz universal, exclusivo y excluyente de la lucha política y social), sino más bien del "cuándo", "cómo", "dónde", etc. Y creo que las respuestas a esos interrogantes, aplicadas al caso de Fráncfort o mismo a la concentración de Madrid de las marchas el año pasado... creo que la respuesta está clara y vengo a coincidir con Eisenberg: no es el momento y tiene efectos negativos para las luchas que están teniendo lugar. Al final, quienes intentan defender ese tipo de violencia tienen algo en común con los que defienden la "no violencia" en cualquier espacio y tiempo por sistema: son planteamientos excluyentes, maximalistas, que defienden un principio "absoluto" "sí porque sí", al margen de contextos y circunstancias. Creo que hay momentos históricos para lo uno y momentos históricos para lo otro.
EliminarEn cualquier caso bueno es reavivar este tipo de debates, ya que al menos se consigue una cosa importante: subrayar, enfatizar, insistir... en que existe la violencia sistémica. No es poco, dado que los medios lo silencian
:-)