Autor: Alex Timmermans, www.alextimmermans.com |
A los del discurso de la "gente", retóricos del vacío
"Gente": nuevo sujeto político del discurso ciudadanista de la izquierda.
"Ilusión": lugar común de ese mismo discurso político. No está clara la diferencia con el ilusionismo. Tampoco la diferencia con los anuncios de la lotería o del cupón de la ONCE (por ejemplo).
Bienvenidos a la política de la noria.
Hace años, un gallego se disponía a viajar desde Barcelona hasta A Coruña, en uno de aquellos viejos trenes de RENFE, de compartimentos para 8 personas, con ventanas cuya mitad horizontal superior se podía bajar para ventilar.
"Ilusión": lugar común de ese mismo discurso político. No está clara la diferencia con el ilusionismo. Tampoco la diferencia con los anuncios de la lotería o del cupón de la ONCE (por ejemplo).
Bienvenidos a la política de la noria.
* * *
Hace años, un gallego se disponía a viajar desde Barcelona hasta A Coruña, en uno de aquellos viejos trenes de RENFE, de compartimentos para 8 personas, con ventanas cuya mitad horizontal superior se podía bajar para ventilar.
El gallego se sienta junto a la ventana. En el
compartimento viaja también una señora, sentada en el extremo, junto a la
puerta. Antes de que el tren se pusiera en marcha, la señora le dice al
gallego: "por favor caballero, ¿le importaría bajar la ventana?..., es que
hace calor". El gallego se levanta y diciendo "da igual", baja
la ventana. Al rato, el tren se pone en marcha y la señora le dice: "ahora
parece que está entrado demasiado aire... por favor caballero, ¿le importaría
subir la ventana?". El gallego se levanta y diciendo "da igual",
sube la ventana. Después de un rato, la señora comenta que la calefacción está
muy alta y le dice al gallego: "por favor caballero, ¿le importaría bajar
la ventana?... ahora parece que hace mucho calor". El gallego se levanta y
diciendo "da igual", baja la ventana. Poco tiempo después, la señora
aprecia que hace frío y vuelve a pedirle al gallego que suba la ventana. El
gallego se levanta y diciendo "da igual", sube la ventana. Durante
toda la noche se repitió la misma historia. Cada vez que aquella señora le
pedía al gallego que bajase o subiese la ventana, éste accedía a su petición,
exclamando primero "¡da igual!".
Por la mañana, cuando el tren estaba llegando ya a la
estación de A Coruña, la señora una vez más se dirige al gallego: "ya
estamos llegando... por favor caballero, ¿le importaría bajar la ventana para
que se ventile un poco el compartimento?". Y una vez más, el gallego se
levanta diciendo "da igual", y baja la ventana. La señora se muere
curiosidad y no puede evitar preguntarle: "¿me puede decir usted, por qué
cada vez que le pido que suba o baje la ventana, me contesta 'da igual'".
El gallego la mira, con esa expresión de escepticismo que sólo un gallego sabe
dibujar sobre su rostro, y le dice: "sí..., da igual... ¡¡es que la
ventana no tiene cristal!!"
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